24 mayo 2012

Sesquidécada: mayo 1997

'Basta tenerlos, saberlos dóciles al recuerdo o al gesto de la mano detenida en el aire que escoge un volumen o simplemente comprueba que siguen en su lugar exacto, basta percibir el orden y el numeroso silencio y oler el aire que los libros habitan, que tiene la misma quietud que el de las salas de los museos cuando se cierran sus puertas y los personajes de los cuadros quedan mirándose entre sí desde los balcones del tiempo. Como las estatuas, como todas la cosas inmóviles que cotidianamente nos acompañan y nos miran, en la oscuridad y en la noche los libros suelen agrandar su presencia, y uno es entonces el guardián ciego que los toca y los adivina y no puede verlos, igual que Borges en su biblioteca de Buenos Aires'.
Antonio Muñoz Molina

Esta sesquidécada empieza con una cita en homenaje a los libros que dan sentido a buena parte de mi oficio y que ya publiqué en los comienzos de este blog, que cumplirá seis años este sábado, rozando el medio millar de pequeños artículos sobre educación, lengua, literatura y vida. Con esa cita introduzco también al reseñado del mes: Antonio Muñoz Molina. En mayo de 1997 volví a leer la que considero una de sus mejores novelas: Beatus ille. Tal vez no sea técnicamente la mejor, pero creo que la obra posterior de Muñoz Molina está prefigurada en esa novela, tanto en sus temas como en su estilo, algo evidente en novelas como El jinete polaco o Sefarad, por ejemplo. Beatus ille, además, tiene los ingredientes que aprecia cualquier amante de la literatura: libros, escritura, memoria, misterio, identidad... Años después, Carlos Ruiz Zafón agitaría esos mismos elementos en una coctelera más comercial para construir La sombra del viento.

El segundo mencionado en esta sesquidécada es un autor poco conocido fuera de la literatura catalana. Se trata de Jesús Moncada de quien leí dos maravillosas novelas: Camí de sirga (Camino de sirga) y Estremida memòria (Memoria estremecida). Su prematura muerte nos privó de una de las plumas más originales de la literatura catalana actual. Con un lenguaje sugerente y una capacidad evocadora poliédrica, las novelas de Moncada tienen el sabor del realismo mágico ambientado en Mequinenza, a orillas del Ebro. Vale la pena leerlas en el original, aunque también hay traducciones al castellano.

Y no quisiera cerrar esta nota aniversario sin agradecer la paciencia de quienes estáis ahí, algunos con una fidelidad a prueba de bomba. Gracias por estos seis años compartidos en la red y fuera de ella. 

21 mayo 2012

Yo estudié en la Pública

'Los Estados sinceramente democráticos tienen que proveer a todos de la educación más elevada a cualquier precio'. 
Friedrich Nietzsche
Yo estudié en la Escuela Pública y trabajo en ella. Sin Escuela Pública pocos seríamos hoy lo que somos. ¿Vamos a permitir que nuestros hijos regresen al siglo XIX?

 

Más información: Campaña en Defensa de la Educación Pública

09 mayo 2012

El contrato Heliogábalo


LA LEY:
El emperador Heliogábalo había diseñado una manera eficaz de deshacerse de sus oponentes más molestos. Había promulgado un decreto con los siguientes puntos:
I) Todo ciudadano romano está obligado a acudir a presencia del César y en su defensa a su llamada (debidamente armado, se entiende).
II) Quien entrare en la residencia imperial con armas será reo de traición.
III) Será considerado reo de deslealtad quien ocultare malos pensamientos para su César o quien atribuyese al mismo innobles intenciones.
Como pueden adivinar, bastaba una llamada del emperador pidiendo auxilio para que uno se considerase ejecutado con independencia de su decisión.

LA CIENCIA:
Un científico anota las reacciones de una araña ante la mutilación de sus patas. Desde el extremo de la mesa, el científico llama a la araña amaestrada para que acuda junto a él. Cada vez que la araña responde a la llamada, el científico anota: "Araña con 7 patas anda", "araña con 6 patas anda"... Y así hasta que le arranca la última pata. "¡Araña ven!, !araña, ven!" Cuando ve que la araña no se mueve ante su llamada, anota: "Araña sin patas, sorda".

LA FILOSOFÍA:
Principio de Hanlon: No le atribuyas a la mala intención lo que puede ser explicado por la estupidez

LA ESCUELA:
Tras años de programas de refuerzo y de lucha contra el fracaso escolar que nunca obedecieron a un plan global, que dependían de designios arbitrarios y cambiantes de un año a otro, y que se asignaron a personas con escasa o nula formación, los responsables educativos de aquel lugar pensaron que valía la pena dejar la solución en manos de sus oponentes -pues siempre habían considerado a los docentes más una molestia que un alivio-. Pergeñaron lo que llamaremos el "Contrato Heliogábalo", que consiste en lo siguiente: 
I) "Diseñen en su centro educativo un proyecto para combatir el fracaso escolar. Tienen quince días para hacerlo.  Nosotros lo evaluaremos y les concederemos para ello los recursos que necesiten -perdón, los que podamos darles-. Si cumplen su parte, seguiremos dándole esos recursos durante unos años -si nos dejan-. Pero cuidado con no cumplir objetivos, pues se quedan sin recursos."
II) "Si ustedes no aceptan participar en nuestro contrato, probablemente los dejaremos directamente sin recursos -por poco colaboradores-".
III) "No pueden decir a nadie que nosotros llevamos tiempo quitándoles recursos para luchar contra el fracaso -o negándoles los que demandan- y que ni siquiera concediendo todas las ayudas posibles llegaríamos a los niveles recomendados por los expertos. Tampoco digan a nadie que una clave del contrato es su vinculación con la concesión de comisiones de servicio al personal docente, algo que ya empieza a fomentar la puñalada por la espalda en los claustros. Este tipo de declaraciones son desagradables para nosotros y son producto de la mala fe."
Los responsables educativos de aquel lugar fueron quitando patas a la comunidad educativa y, pasado un tiempo, la llamaron para que viniese y no vino. Determinaron que la causa del fracaso escolar es que los docentes son sordos y por ello privatizaron las escuelas y los contrataron a través de una ETT que recibía subvenciones por contratar a personas con discapacidad auditiva.
Muchos de aquellos docentes pensaron que los responsables educativos de aquel lugar eran unos seres perversos y miserables, pero el sabio Hanlon les recordó que no había que atribuir a la maldad lo que podía ser explicado por simple estupidez.

EPÍLOGO:
Dicen que hubo un ciudadano llamado Dicémbalo que pudo sortear airoso la tramposa ley de Heliogábalo.  A la llamada del César, se presentó a las puertas de palacio armado y gritando: "voy a matarte". La guardia lo desarmó y lo llevó ante el emperador. Dicémbalo le explicó que había venido dispuesto a ayudarlo e incluso había amenazado a quien lo ponía en peligro, pero había sido desarmado por la guardia. Heliogábalo tuvo que creerlo por no desmerecer su propia ley. Si nuestros docentes tuvieran la astucia y valentía de Dicémbalo tal vez pudieran salir del bucle en el que están atrapados. 

Para saber más del "Contrato Heliogábalo":
Crédito de la imagen:  'Tiger and Turtle - Magic Mountain'

23 abril 2012

No hemos preparado nada para el Día del Libro

Hoy podríamos haber celebrado un día especial en mi instituto. Sin embargo, será un día más. A principio de curso tuvimos varias reuniones para desarrollar el Plan Lector del centro. Todos sabéis lo difícil que resulta desarrollar un verdadero Plan Lector que implique a todas las áreas y que no se reduzca a listas de libros para leer. En ese proyecto resucitaba la revista, se dinamizaba la biblioteca, se dotaba de material a los departamentos, se asesoraba sobre estrategias de lectura, etc. El Plan arrancó poco antes de Navidades con la convocatoria del concurso "Leer es un premio", que animaba a los jóvenes a crear relatos, carteles, puntos de lectura, auques -aleluyas- y paneles del CDU. Sin embargo, al volver en enero nos encontramos con el decreto que daba por supuesto que trabajamos poco y merecemos cobrar menos. Todos sentimos esas medidas como injustas y pensamos por un momento que estábamos haciendo el tonto al preocuparnos por hacer bien un trabajo que los demás estimaban en tan poco.
Tal vez por eso hoy no será un día especial en mi instituto. Aunque también es verdad que la biblioteca ha empezado a funcionar gracias a un grupo de alumnos y alumnas que con su profesora han conseguido organizar los materiales y que se convierta en un espacio para todos. Por otro lado, nuestros alumnos de 2º de ESO pasaron unas cuantas semanas estudiando la historia de las bibliotecas, e incluso han empezado a publicar sus propias normas de uso. En las clases de Plástica también ha habido jóvenes que se han animado a preparar sus carteles del CDU, y otros han confeccionado carteles y puntos de lectura que animan a leer. En 3º de ESO hemos abordado la literatura juvenil y también clásicos como el Quijote, y ahora vamos a callejear y a disfrutar de la poesía del Siglo de Oro como hicimos el año pasado. Algunas de esas lecturas también han formado parte de los kuentalibros, un proyecto que tiene su propio rincón en el aula, con su pequeña biblioteca a disposición de los alumnos. Ahí hemos leído El medallón perdido, Donde surgen las sombras, Cuando Hitler robó el conejo rosa, etc. Y nos ha dado tiempo a ver Lope, La Celestina -en versión bachillerato-, o el cortometraje ganador de los Óscar y los hemos relacionado con otras lecturas que muchos conocían.
Es cierto que no hemos preparado nada especial para el Día del Libro, pero quizá no nos haga falta, porque leer leemos y eso es lo que nos importa.



17 abril 2012

Sesquidécada: abril 1997

Recuerdo que en el Colegio Nacional en el que estudié EGB éramos muchos en clase. También recuerdo que había amigos que repetían o que simplemente dejaban de venir antes de cumplir los 14. De aquella clase pocos pasamos al instituto o a la formación profesional. Don Arturo, que nos daba Lengua y Francés, trataba de que escribiésemos con buena letra y con pocas faltas. La literatura aparecía en las lecturas del libro: fragmentos de Alfanhuí, de Platero y yo, de Zalacaín, el aventurero, de Castilla... Claro que eso lo supe después, porque lo que había que aprender era una lista de nombres y de obras sin mucha relación con lo que se leía. A quienes nos gustaba leer, don Arturo nos recomendaba libros como el Viaje a la Alcarria o Aventuras de una peseta. Aún hoy lo recuerdo con cariño porque decía de mis redacciones que le recordaban a Azorín. Sin embargo, hay que reconocer que la mayoría de mis compañeros de clase salieron del cole sin eso que hoy llamamos 'educación literaria'.
En abril de 1997, quince años después de la EGB y otros quince antes de esta nota, mi educación literaria había mejorado, aunque quizá seguía siendo deficiente, no por su escasez sino por la desproporción entre el corpus literario y el corpus crítico. A aquellas alturas de mi carrera había leído casi tanta crítica como obras literarias. Esto me convertía en un lector demasiado avisado y lleno de prejuicios. Miraba hacia atrás y consideraba que no había entendido bien nada de lo que había leído y que necesitaría años para enderezar mi currículo lector. Me enfrentaba a la poesía con una visión de taxidermista, las novelas las cruzaba con bisturí. Por ello, sentí una llamada especial cuando leí las palabras de Enrique Anderson Imbert en el libro que ilustra esta sesquidécada de tintes nostálgicos:
La pedagogía se preocupa de cómo enseñar la literatura (arte de leer, arte de escribir) o de cómo integrar la literatura en la educación humanística. No critica la literatura, sino que, definiéndolos o aplicándolos, propone métodos para conservera, transmitir y acrecentar el acervo literario. Siguiendo un plano preparado de antemano, descompone la literatura para que los estudiantes vean sus elementos. Tarea mecánica, no creadora. Nos da preceptivas, autoridades, modelos, listas de las grandes obras, resúmenes del contenido de cada libro, diccionarios y enciclopedias de la literatura. Aun su uso de la crítica afirmativa de bellezas-en las antologías, digamos- es normativa. Compara dos fenómenos, aunque sean incomparables, para que los estudiantes, por semejanza o por contraste, reparen mejor en los rasgos de una obra que deben estudiar. No tiene escrúpulos en destrozar una obra porque su intención es taxonómica. En la enseñanza, aun las clasificaciones sin valor crítico cumplen una función práctica: clasificación de la figuras de “dicción”, de los metros y estrofas, de los géneros, etc. (*)
Era eso, exactamente eso, lo que había sufrido en mi experiencia de estudiante de literatura, incluso desde los tiempos de don Arturo. Tarea mecánica, listas de obras, clasificaciones... Y en la facultad de Filología la cosa no había mejorado: ni una sola clase de didáctica de la literatura, nada de clásicos universales, ausencia total de la literatura juvenil... crítica, solo crítica, al más alto nivel, escalpelo y cadaverina. ¿Puede un filólogo -y hablo sobre todo de la rama de literatura- dedicarse a su oficio sin amar la lectura? ¿Puede acabar la carrera incapacitado para disfrutar de un texto sin destriparlo? Pues ese era mi caso. Y no me gustaba, porque era consciente de que me estaba perdiendo lo mejor. Es más, una titulación como la Filología, cuya principal salida era la docencia, asombrosamente dejaba de lado uno de los aspectos didácticos más esenciales: la formación de lectores y el placer de la lectura. Pero, volvamos a Anderson Imbert:
Aun en manos de los profesores más precavidos de hoy el ejercicio pedagógico se resiente de su origen retórico, que fue confeccionar recetas para leer y escribir.(...) La enseñanza de la literatura plantea inquietantes problemas: ¿por qué enseñarla? ¿qué es lo que hay que enseñar? ¿cómo enseñarla? ¿a quiénes enseñarla? (…)
Treinta años después de las clases de don Arturo esas preguntas siguen abiertas. Bastantes colegas mantienen con devoción y buenas dosis de costumbre la tradición en la que fueron formados. Otros nos hemos planteado una y otra vez estas cuestiones sin hallar respuesta o tratando de compensar con animación lectora esa enseñanza basada en taxonomías. Pero como no hay mal que cien años dure, quizá los tiempos que se avecinan resuelvan de una vez por todas estas incógnitas. Con casi cuarenta alumnos en el aula recuperaré como mi querido don Arturo los usos antiguos del oficio y dictaré las vidas y obras de Garcilaso, Fray Luis de Granada o Calderón, procurando que queden fijadas en sus cuadernos sin faltas de ortografía. Trataré por todos los medios de que sepan el abecé antes de desertar de un sistema educativo asistencial. Eso sí, cuando algún pupilo me pida recomendaciones para leer, lo remitiré a nuestros sacrosantos clásicos y confiaré en que treinta años después me recuerde con cariño.

(*) La crítica literaria: sus métodos y problemas (Alianza, Madrid. 1984, p.33)

30 marzo 2012

Primavera callejera



Con la primavera, las calles se llenan de aromas y de brillos que invitan al paseo. Es el tiempo de los Callejeros literarios, el momento de salir y descubrir que la literatura está viva en nuestros pueblos y ciudades. Muchos profesores y estudiantes ya se han puesto en marcha para esta segunda edición del proyecto colaborativo en el que se entrecruzan biografías y avenidas, antologías y bulevares, poemas y callejas. Poco a poco, la página del proyecto se va llenando de nuevo de mapas que nos conducen a la literatura, o viceversa. Si todavía no conoces los Callejeros Literarios te invitamos a un paseo por los trabajos de curso pasado:




Para participar sólo hay que indicarlo en el formulario de esta edición. Podéis enviar vuestros trabajos hasta el 31 de mayo. También nos podéis seguir en Twitter: @callejarios. No lo dudéis:
¡Es primavera y en las calles la literatura nos espera!


Crédito de la imagen: DAT

24 marzo 2012

Sesquidécada: marzo de 1997

En la sesquidécada que celebra los quince años de aquellas lecturas de marzo de 1997, los protagonistas son los ensayos de literatura. La Teoría de la Literatura es una disciplina opaca, hermética y un tanto áspera; ello se debe a la profundidad con que se aborda la materia de su estudio. Del mismo modo que uno no puede gozar de muchos de los poemas de Lope si no ha experimentado el amor, difícilmente se puede disfrutar de la Teoría de la Literatura si no se ha "sentido" el goce literario de obras maestras. Por mi parte, tuve suerte de ir construyendo el aparato teórico a medida que conocía esos clásicos fundamentales, lo que me evitó sufrimientos estériles.
El primer ensayo que quiero reseñar es Obra abierta, de Umberto Eco. Quizá más adelante vuelva para hablar de Eco como narrador, aunque de momento me conformo con destacar que este ensayo me parece esencial para entender los procesos de comunicación entre autor y lector. Según Eco, las obras literarias de calidad son necesariamente 'obras abiertas' en el sentido de que solo se completa la significación cuando el lector ejecuta la lectura, y este ciclo es individual y singular. Ello continúa la línea de teorías como la Estética de la Recepción y entronca con las aportaciones de Roland Barthes y otros críticos del posmodernismo. Por cierto, si no lo conocéis, no os perdáis el divertido ensayo ¿Cómo se hace una tesis doctoral? de Eco: no os servirá ya para preparar una tesis, pero sí para disfrutar del fino humor del piamontés.

El otro ensayo tiene un título más atractivo: La carne, la muerte y el diablo en la literatura romántica, de Mario Praz. Es un trabajo exhaustivo sobre las relaciones entre estos temas que se enuncian y la estética romántica. Las referencias literarias y artísticas son innumerables y el buen lector disfrutará con las 'relaciones peligrosas' entre algunos autores malditos y el contexto de su época. En su día recogí algunas citas que me parecieron interesantes y que ahora he subido a la red. Este ensayo fue reeditado no hace mucho por la editorial El Acantilado.

Para cerrar esta sesquidécada, recupero a uno de mis autores españoles preferidos: Luis Mateo Díez, del que traigo aquí la novela Las horas completas. Todas las obras de Mateo Díez están surcadas por un humor elegante que asoma bajo la anodina existencia de muchos de sus personajes. En este caso, cinco sacerdotes que viajan en coche se encontrarán con la sorpresa de un peregrino bastante peculiar que vendrá a alterar sus plácidas vidas. Del mismo autor y con la misma calidad son novelas como La fuente de la edad, Camino de perdición, La ruina del cielo o El diablo meridiano. La prosa de Luis Mateo Díez, un auténtico lujo.



06 marzo 2012

Leer es


Leer es gozar de la compañía de un libro.
Leer es viajar sin prisas.
Leer es reír con la vista.
Leer es volver a ser joven.
Leer es compartir universos consagrados.
Leer es un acto de rebeldía.
Leer es revivir pasiones añejas.
Leer es rendir homenaje a la palabra.
Leer es perseguirse hasta el infinito.
Leer es hacer de la muerte un porvenir.
Leer es un acto prohibido.
Leer es entregarse a los sueños.
Leer es ser un poco rarito.
Leer es una práctica canibal.
Leer es un vicio prematuro.
Leer es altamente contagioso.
Leer es releer.
Leer es tomar caminos divergentes.
Leer es abrirse al futuro.
Leer es recorrer calles en libertad.
Leer es amar.
Leer es todo y es nada, porque leer es aquello que uno desee...


El portal Leer.es otorga mensualmente unos sellos de Buenas Prácticas a experiencias diversas relacionadas con el fomento de la lectura. Este blog, haciendo honores a esa caótica lista de enlaces propios que encabeza esta nota, ha recibido dos menciones directas, una por Tuenti de bohemia y otra compartida por Callejeros literarios. Por la participación en el proyecto colectivo "Poesía eres tú" también llegó una pequeña porción a mis alumnas y alumnos. Y hoy mismo, recibo mi parte alícuota por la aportación a "El bazar de los locos", un artículo en clave humorística que podéis leer en la red: 21 días en Twitter. Para los nostálgicos del papel, también se puede conseguir el libro en Novadors edicions. Sin duda, una buena ocasión para leer es.

Crédito de la imagen: BEST (26)