27 enero 2011

Sesquidécada: enero 1996

Felisberto Hernández es un escritor que no se parece a nadie: a ninguno de los europeos y a ninguno de los latinoamericanos, es un “francotirador” que desafía toda clasificación y todo marco, pero se presenta como inconfundible al abrir sus páginas.
Cita de Italo Calvino

Si uno de mis autores preferidos alaba de este modo a un colega, la garantía de acierto es casi segura. Lástima que hace quince años yo todavía no era fanático de Italo Calvino y, lo que es peor, llevaba un ritmo de lecturas que apenas dejaba tiempo a los experimentos. Sin embargo, en esta sesquidécada, al revisar las lecturas de enero de 1996, encuentro a tres autores de esos 'raritos', autores que no puede uno ir recomendando a tontas y a locas. El primero ya está dicho: Felisberto Hernández, un maestro del relato, que se halla a la altura de Cortázar o Borges. En la recopilación de Nadie encendía las lámparas, el lector se encuentra con un mundo de percepciones extrañas, casi oníricas, en las que lo sensorial parece sobreponerse a lo textual. Son relatos que producen cierto desasosiego y a los que acompaña una atmósfera de misterio. Si os interesan las cuestiones biográficas, Felisberto Hernández fue también un pianista itinerante y estuvo casado con una espía de la KGB -existe una novela sobre ello-.
El segundo de los autores rescatados es Roberto Arlt. Por prescripción facultativa (es decir por exigencias de una asignatura de la facultad) tuve que leerlo junto al anterior -y otros 23 autores latinoamericanos más- durante el curso. Los siete locos es una novela de locos, en todos los sentidos. Creo que hoy podría leerla con más aprovechamiento, pero recuerdo que en aquellos días, me parecía una de las novelas más absurdas con las que me había tropezado. Creo que Arlt habría sido un gran amigo de Bolaño o Vila-Matas de haberlos conocido.
El último autor es un poeta, Vicente Huidobro, a quien también me costó lo mío entender (y ni aún hoy estoy seguro de ello). Con Altazor creí descubrir la libertad poética a la hora de abrir caminos. Pensé que no había límites para la poesía, que las palabras son mucho más de lo que significan. Todavía me faltaban unos meses para leer a César Vallejo, que me daría la puntilla.
Ya veis que el ritmo de lectura era un tanto apresurado (y eso que no he citado los clásicos del teatro que ya mencioné hace poco). Con la perspectiva del paso a la docencia, creo que la programación de lecturas en aquella asignatura era desmesurada. A mí me sirvió para conocer autores a los que no habría llegado jamás, pero me consta que una gran mayoría de los estudiantes superaron ese escollo gracias a resúmenes manuscritos o fotocopiados (Internet estaba en pañales y el Rincón del vago no era todavía una amenaza). Particularmente, siento que nos hicieron filólogos a golpe de lecturas apresuradas; lo que ganaron nuestros catálogos de lecturas lo perdieron nuestros paladares. Menos mal que el tiempo nos da la ocasión de volver a leer lo perdido u olvidado:
Soy todo el hombre
El hombre herido por quién sabe quién
Por una flecha perdida del caos
Humano terreno desmesurado
Sí desmesurado y lo proclamo sin miedo
Desmesurado porque no soy burgués ni raza fatigada
Soy bárbaro tal vez
Desmesurado enfermo
Bárbaro limpio de rutinas y caminos marcados
No acepto vuestras sillas de seguridades cómodas
Soy el ángel salvaje que cayó una mañana
En vuestras plantaciones de preceptos
Poeta
Anti poeta
Culto
Anticulto
Animal metafísico cargado de congojas
Animal espontáneo directo sangrando sus problemas
Solitario como una paradoja
Paradoja fatal
Flor de contradicciones bailando un fox-trot
Sobre el sepulcro de Dios
Sobre el bien y el mal
Soy un pecho que grita y un cerebro que sangra
Soy un temblor de tierra
Los sismógrafos señalan mi paso por el mundo
Altazor, Canto I, vv.357-382

Crédito de la imagen: 'Historic map of South America (1785)'

21 enero 2011

¿Quién dijo crisis?

Hoy hemos repartido el número 16 de la Revista Riu Sec. Ha sido un acto testimonial, sobre todo de cara a los alumnos que llevan ya un tiempo en el centro, pues representa de manera gráfica los efectos prácticos de la crisis en nuestro pequeño ecosistema. Hemos llevado a clase este número y algunos ejemplares de números anteriores para que no olvidasen lo que habíamos ido construyendo paso a paso. A los que han venido nuevos y que no conocían el proyecto, les ha llamado la atención la diferencia. Hemos tenido que explicar que no se trata de un abandono, sino de una llamada de atención, que la revista no se hacía sola, que había unos recursos dedicados a que ellos tuviesen profesores que les ayudasen a redactar, a coordinar, a motivarse... Me ha gustado que algunos mostrasen su enfado e incluso se hayan ofrecido a ponerse manos a la obra para que el próximo número salga adelante. Ya veremos. Incluso en Facebook, sin ningún tipo de promoción, ya tenemos un buen puñado de seguidores.
De momento, este es nuestro modo de protestar contra la crisis:



Para descargar la versión impresa repartida en el instituto:
Riu Sec. Nº 16. Versión reducida

También quisiera destacar que el proyecto de la Revista es -era- para nuestro centro algo más que un entretenimiento, pues supone -suponía- un modo de integrar a muchos alumnos en situación de exclusión (alumnos inmigrantes, de compensatoria, del aula CIL, etc.) en una actividad que ponía en marcha casi todas las competencias básicas. El proyecto educativo está a la vista de todos, aunque muchos, con la prisa de hacerse las fotos, no haya tenido tiempo de echarle un vistazo:

17 enero 2011

Entrevistamos a Lázaro


En este segundo trimestre del curso, tenemos programada la lectura del Lazarillo de Tormes en 3º de ESO. Pienso que los clásicos han de leerse y comentarse en clase, aunque se trate de esta obra, que muchos profesores consideramos "fácil de leer", pues para la competencia lectora de los jóvenes de hoy sigue siendo un texto más bien áspero. Para abordar esta lectura he fijado, como en otras ocasiones, un calendario de lectura que nos permitirá ir comentando en clase un capítulo por semana (más o menos). Como novedad y siguiendo el ejemplo de 2º de Bachiller, tenemos una página en Tuenti para ir ampliando y anotando algunas dudas que surjan durante la lectura.
Durante unas semanas, he dado vueltas al trabajo que podían hacer para enriquecer la lectura. Como estamos viendo el diálogo en las tipologías textuales, se me ocurrió que podrían trabajar en parejas una entrevista a Lázaro de Tormes. Y aquí está la actividad:


Para rematar, me ha llegado un comentario de Virginia, una profe del IES Pedro de Ursua de Pamplona, mostrando una actividad mucho más variada y que me parece completísima. Se trata de todo un periódico medieval, con distintos tipos de texto adaptados al contexto histórico y cultural de la Edad Media. Una vez más, la grandeza de compartir y aprender de otros nos hace cada día mejores.

Crédito de la imagen: Photo.org

P.D: Como curiosidad a partir de la imagen que ilustra esta nota, parece que Florián Rey, en 1925, se adelantó en dar por válida la reciente tesis de Mercedes Agulló

02 enero 2011

Lo rústico en la televisión

Llevan varios días (o semanas) publicando cartas de lectores en el diario El País, todos ellos enfadados con la aparición de Belén Esteban en la portada de uno de sus semanales, lo que ha llegado hoy hasta la Defensora del lector. Esos lectores consideran que se trata del triunfo de la chabacanería en la televisión y muestran su indignación ante el hecho de que esa podredumbre llegue a la prensa 'seria'. No voy a defender a la princesa del pueblo (así llamada por quienes se hacen de oro a su costa y la nuestra), aunque en esta nota con la que inauguro el año traeré una analogía que quizá relativice tanto denuesto.
Avisaba en una sesquidécada anterior que mis intereses lectores quince años atrás trillaban con minuciosidad la historia del teatro del Siglo de Oro. Uno de los manuales que leía al comenzar 1996 era Lo villano en el teatro del Siglo de Oro, de Noël Salomon, un trabajo pormenorizado sobre la aparición de personajes rústicos en la comedia áurea. Es difícil resumir todas las conclusiones que se desprenden de dicha obra, aunque resaltaré una idea que se relaciona con el fenómeno de la telebasura. En el Madrid de los siglos XVI y XVII, frente al despoblamiento del campo y la progresiva aparición de mendigos y otros molestos advenedizos, los habitantes de una aldea que acababa de convertirse en capital del Imperio necesitaban afirmarse en su identidad castiza a través del retorno a la tierra (no es casual que coincida con la beatificación de san Isidro Labrador) y de la exaltación de lo humilde; de manera paralela, dignificar el personaje del labriego con honra (en Fuenteovejuna, El alcalde de Zalamea y tantas otras comedias) constituye para otros una salvaguarda del noble de cuna y del terrateniente, pues aplaca las ansias de rebelión contra el estado de las cosas. En ese sentido, la aparición de personajes de pueblo en la comedia se opone, por su integración y ejemplaridad, a la novela picaresca, mucho más transgresora y crítica.
Intento trasladarme a aquel siglo e imagino que un escenario poblado de rústicos, sayagueses, pastores bobos, villanos con ínfulas de nobleza, con un público enfervorecido aplaudiendo sus gracias y sus demostraciones de honor, debía molestar a quienes consideraban el teatro un género sublime, a quienes veían en lo literario una fuga o una denuncia de la realidad, a todos esos lectores exquisitos de Góngora, Gracián o Quevedo que, de haber existido, habrían llenado la sección de cartas al director de los diarios de la época.
Cinco siglos más tarde, también en una sociedad en crisis llena de mendigos y advenedizos, las masas siguen aplaudiendo al rústico en forma de Belén Esteban, quizá porque ello les recuerda la materia humildemente humana con la que estamos hechos; aplauden sus gracias porque, como dice Bergson, “la risa debe tener siempre una significación social”, y la Esteban representa esa clase media postfranquista de la que parece que todavía no hayamos salido. Del mismo modo, los empresarios de los medios siguen promoviendo este espectáculo sabiendo que, al darle dignidad a quienes están de facto desposeídos de ella, se aseguran consumidores fieles que no van a exigir calidad; y a quienes no les guste, a esas minorías que leen a Quevedo, se les deja claro que no deben enchufar la tele, que para eso ya tienen los libros.

Crédito de la imagen: 'Live with Regis and Kelly, NYC'