26 mayo 2016

Una década en el camino


Hace 10 años, el 26 de mayo de 2006, empezaba la andadura de este blog. Aunque no era mi primer blog, pues ya en 2003 había comenzado a escribir en la red algunos artículos, Re(paso) de lengua sería mi primer blog profesional orientado a la Educación. Después de aquella primera entrada, he publicado otras 650 notas que jalonan esta década en un camino más vital que virtual. Muchas cosas han cambiado desde entonces en la red, en la Escuela y también en el propio blog. Quizá lo único que permanece casi inmutable es esa declaración de intenciones que todavía hoy encabeza este espacio digital:
Para los profesores de lengua y literatura, este blog pretende ser la Cueva de Alí Babá, en la que encontrar alguna idea, algún germen que permita abrir caminos, sembrar dudas, avivar el seso de los más inquietos. 
No soy el más apropiado para juzgar si Re(paso) de lengua ha cumplido aquellas expectativas para los lectores que se acercan a mi cueva de Alí Babá. Es cierto que he compartido auténticos tesoros, especialmente los trabajos de mi alumnado; también he ido abriendo caminos que me han llevado con mayor o menor acierto a terrenos desconocidos. En ocasiones, la cueva ha sido albergue para el encuentro de forajidos educativos. Pero, al final, más que cueva, este blog ha sido un club social, un salón en el que he podido disfrutar de buenas compañías y llenar mi red de excelentes amigos y amigas. Conviene recordar que, allá por el 2006, la blogosfera ofrecía pocos lugares cálidos para la charla educativa, de ahí que guarde especial cariño a aquellos pioneros virtuales: Lourdes Domenech, José Luis González, Eduardo Larequi, Angus Iglesias, Felipe Zayas, Ana Ovando, Elisa de Armas, Leonor Quintana, Pedro Villarrubia, Fernando Trujillo, Néstor Alonso, Francisco Muñoz de la Peña, José Luis Gamboa, Domingo Méndez, Juanmi MuñozVíctor Cuevas, Isidro Vidal, Charo Fernández… A la mayoría he podido conocerlos después en persona y hemos acabado siendo amigos, lo que confirma que las redes pocas veces engañan, al menos si uno se mantiene activo en ellas durante suficiente tiempo. 

En diez años en la red, que, como todos saben, equivalen a cincuenta de la vida real, uno ha visto de todo un poco: optimismo innovador, eclosión de las TIC, invasión de cacharrería, efervescencia de aplicaciones, web 2.0, web 3.0, Hawaii 5.0… He visto también desengaños y abandonos; sueños utópicos y pesadillas distópicas; mercachifles y buhoneros vendedores de humo, mucho humo. Es algo que ocurre en todos los ámbitos de la vida, así que en Educación también tenemos nuestra ración. Pese a ello, el balance después de este tiempo es muy positivo y no reniego ni de mis esperanzas, ni de mis ilusiones, puestas siempre en un cambio metodológico que, poco a poco, van favoreciendo las tecnologías educativas.

Recibir el premio Espiral Edublogs fue una de mis grandes alegrías como autor de un blog educativo; pasado el tiempo, ver que los blogs siguen vivos y cada día más activos, es otra gran satisfacción. Quizá marcado por ese sentimiento de bloguero primigenio, nunca he hablado mal de nadie ni aquí ni en la red, a veces mordiéndome la lengua, lo que me ha permitido mantener una relativa calma en esta casa: no juzgues y no serás juzgado, o nunca digas de este agua no beberé... Sí que me he quejado del desamparo que hemos sufrido en muchas ocasiones, como colectivo docente y como Escuela Pública. De esas quejas he recibido sobre todo solidaridad, apoyo y consuelo. Por eso siempre he defendido la necesidad de compartir y de visibilizar las tareas, así como las preocupaciones personales y colectivas. Un blog es siempre una ventana abierta, oxígeno vital. Escribir en este blog, en ese sentido, sigue siendo un bálsamo reparador

Ahora, con este décimo cumpleaños, se cierra también una etapa profesional en mi vida y se abre otra. A partir de julio me pongo al frente del Equipo Directivo de mi centro, el IES Bovalar, un centro al que llegué precisamente con destino definitivo en aquel mayo de 2006. Un instituto cuyas actividades siempre he difundido a través de este blog y del que me he sentido orgulloso en todas mis intervenciones virtuales y presenciales, especialmente en las relacionadas con la formación del profesorado. Asumir tareas directivas no era el sueño de mi vida, lo reconozco, pero hay momentos en los que hay que decidir entre la comodidad y la lucha por mejorar. Sé que no será tarea fácil y que exigirá renuncias, pero también me enfrento a ello con mucha ilusión y con buena compañía, intentando poner en marcha un proyecto ambicioso que nos lleve un paso adelante hacia el futuro. Espero que esta nueva labor nos permita hacer realidad ideas y proyectos sobre los que llevamos tiempo dando vueltas. Espero también tener tiempo para seguir con tareas de aula y poder contarlas en este blog, un blog que seguirá siendo vuestra cueva, vuestro albergue, vuestra casa.


Crédito de la imagen: '10'

18 mayo 2016

Sesquidécada: mayo 2001


Mayo es un mes tradicionalmente flojo en lecturas, sobre todo por el ritmo frenético de trabajos y exámenes que imprimen los finales de curso. Curiosamente, para elaborar esta sesquidécada, me encuentro en las lecturas de aquel mayo de 2001 con un denominador común: el ritmo pausado de la narración y cierto gusto por la retórica y la reflexión. Tres obras bastante dispares he seleccionado para ilustrar ese fenómeno.


Antonio Muñoz Molina es un habitual de este blog y, en esta ocasión, viene con una obra singular dentro de su producción: Sefarad. Se trata de una una novela que es casi un ensayo, una hibridación con la que Muñoz Molina seguiría experimentando en obras posteriores y que daría lugar también a esa corriente posmoderna del ensayo-novela en la que destacan Vila-Matas o Javier Cercas, por mencionar a los más conocidos. Sefarad traza un viaje a través de nuestra historia, de la historia de nuestros exilios, poniendo el foco en la cuestión judía, algo que quizá haya costado a su autor ciertas críticas, pues ya se sabe que es difícil ser neutral en esta tierra de afinidades tan polarizadas y cainitas. Si queréis una información más completa sobre esta obra, os recomiendo la reseña que publicó en su día nuestro compañero Eduardo Larequi. Personalmente, guardo un buen recuerdo de ella, aunque no he vuelto a sus páginas desde hace tiempo y puede que hoy me resultase demasiado densa.

Cambiando de estilo y de género incluso, nos vamos a Álvaro Cunqueiro, cuya novela Las mocedades de Ulises, me sorprendió muy gratamente. Los mitos actualizados son un tema recurrente en todas las literaturas, pero es muy reparador encontrar al joven Ulises en ese ambiente gallego tan cercano como sugerente. Una novela refrescante y con mucho guiño a los amantes de la literatura clásica. Es una pena que algunos de estos autores hayan quedado marcados a veces con el estigma del aciago tiempo que les tocó vivir.

Para finalizar, un relato también clásico: Bartleby, el escribiente, de Herman Melville. La antológica frase que repite su protagonista, "preferiría no hacerlo", ha dado pie a toda una filosofía, convirtiendo a Bartleby en un precursor de la procrastinación sine die. El relato de Melville condensa muy bien la desazón de lo cotidiano, la angustia sorda ante las responsabilidades, el estupor que provoca quien decide nadar contra corriente. El mundo está lleno de Bartlebys (de los Bartlebys literarios también se ocupó Vila-Matas) y convendría recordar que, en más de una ocasión, nuestra mejor respuesta sería esa, preferiría no hacerlo.

08 mayo 2016

El olivo: así que pasen dos mil años


Hace poco más de un mes, Mercedes Ruiz me propuso diseñar una actividad a partir de un fragmento de guion. La información al respecto era escasa: la película se llamaba El olivo. Mercedes y la tribu del cine habían abierto un blog para ir recogiendo tareas y sugerencias al hilo de la película. Aquel mínimo fragmento de guion estaba descontextualizado, aunque permitía hacerse una idea del tema y de los posibles sentidos que se abrían a partir de él. Con tanta ilusión como intriga, esbocé una propuesta didáctica que comparto aquí: 

Es una propuesta provisional que seguramente exigiría adaptaciones y cambios (o no) para llevarla al aula. En todo caso, os recomiendo que leáis la actividad que preparó Lourdes Domenech y las que se están publicando en ese blog, bajo enfoques interdisciplinares y orientadas a diversos niveles.


Después de aquello, fuimos conociendo más detalles de la película, y la productora nos invitó al preestreno en Valencia, al que acudí acompañado de mi familia y de Bernat Llopis y los suyos. Fue una velada emocionante, ya que la película El olivo cuenta una historia muy humana, llena de matices tragicómicos. Para mí fue también una gran alegría conocer a sus actrices (genial Anna Castillo) y felicitar personalmente a Icíar Bollaín y a Paul Laverty, directora y guionista, a quienes admiro desde hace años. Dado que el filme se estrenó este viernes pasado, seguro que encontráis información y noticias al respecto en todos los medios, aunque os recomiendo que vayáis a verla antes de leer nada. Personalmente, he escrito ya una reseña sobre mis impresiones nada más ver la película, una reseña más lírica que técnica. Como decía en ella, para los aficionados a la poesía, El olivo es un regalo maravilloso, porque sus imágenes se abren en un abanico de sentidos lleno de sugerencias: la familia, el viaje iniciático, la libertad, la tradición, las raíces de los pueblos, el medio ambiente, el amor, el paso del tiempo, la solidaridad... Podría decirse que cada cual completa la película en función de sus propias vivencias, lo que la convierte de verdad en una historia para todos los públicos. Como iba acompañado de mi familia, pedí opinión a mi hija Lucía, que cursa 1º de ESO:
Es una película muy bonita. Me ha encantado la historia que cuenta, es muy sentimental. Creo que los actores están muy bien escogidos. Por supuesto, me ha gustado mucho que el señor que hacía de abuelo de Alma tuviera el acento valenciano típico de aquí.
Me sorprendió esta última frase, porque en casa no somos valencianoparlantes, lo que indica que estamos echando ya raíces a través de las generaciones más jóvenes. Esto indica también que sentirse extranjero (o hacérselo sentir a los demás) es una cuestión de actitud interior, una mera convención que debería ignorar de una vez por todas cualquier prejuicio, sin esperar a que pasen dos mil años. También de ello habla la película.