22 febrero 2013

De absentismo


El diálogo es un género literario que se remonta a la Antigüedad Clásica. Ha tenido distintos usos y variantes, desde la filosofía a la didáctica de las lenguas. En algunas épocas se utilizó también como instrumento de crítica social, con ejemplos brillantes como Luciano de Samósata o los hermanos Valdés. En otras ocasiones es tan solo un ejercicio retórico.


Diálogo de TÁCITO y NUMERIO

TÁCITO: Por aquí viene mi amigo Numerio.
NUMERIO: Hola, Tácito. Ven conmigo que quiero invitarte.
TÁCITO: Muy feliz te veo, Numerio. ¿Van mejor las cosas de palacio?
NUMERIO: Pues sí. Precisamente acabamos de publicar los datos de absentismo escolar. Lo hemos reducido en más de diez puntos porcentuales.
TÁCITO: Es un buen motivo para estar contento. ¿Qué habéis hecho: conceder ayudas para la conciliación laboral, promover talleres de formación familiar, aplicar programas de integración, cursos de formación intercultural... ?
NUMERIO: Sí, sí... esas teorías están bien, pero nosotros tenemos nuestros atajos: notificación de servicios sociales y un policía que se presenta en casa del chaval y avisa de que si no lo mandan al cole les pondrán multa y le retirarán ayudas. No falla, ya ves las cifras.
TÁCITO: Pero, ¿no crees que esa solución es un tanto precaria? ¿Crees que mandar al cole a los niños bajo amenaza sirve para educarlos?
NUMERIO: Educarlos no sé, pero ya no son absentistas. Las cifras son las cifras. 
TÁCITO: Al menos los mandarán con material escolar, ¿no? 
NUMERIO: No me consta. Nosotros no podemos vigilar si van con libros o no. Harían falta decenas de asistentes sociales para eso. El policía y la amenaza son más baratos.
TÁCITO: No quiero imaginarme qué ocurrirá en los coles e institutos cuando se llenen las aulas de jóvenes que van a la fuerza y sin ningún estímulo familiar para aprovechar el tiempo.
NUMERIO: Bueno, siempre les queda la opción de expulsarlos si se portan muy mal. Las familias ya saben que el asistente y la policía no les dirán nada si el niño está en casa con un parte de expulsión. 
TÁCITO: Pero eso es terrible.
NUMERIO: No se lo digas a nadie, pero ellos ya se saben el truco: cuanto más gorda montes la bronca, más tiempo te expulsan y menos te molestan los servicios sociales.
TÁCITO: No sé, Numerio, a mí todo esto me parece un poco hipócrita: conseguir que vayan a la escuela para que los expulsen. ¿Para qué preocuparse entonces ahora por el absentismo?
NUMERIO: Mira, Tácito, en los tiempos de bonanza nadie ponía en evidencia las cifras de absentismo ni las del fracaso escolar. Como había faena, que un chaval dejase el instituto para irse a la obra era casi un motivo de orgullo para todos. Pero ahora, con la crisis, a todos les ha dado por echar la culpa al fracaso y al abandono. Hay que bajar las cifras sea como sea. 
TÁCITO: Pero esas medidas no solucionan el abandono ni mejoran el éxito...
NUMERIO: Siempre viviendo en la utopía, Tácito... Las medidas en las que estás pensando cuestan dinero. Con las nuestras hemos conseguido mejoras estadísticas. Si dentro de unos años hay que revisar la estrategia, se revisa y ya está.
TÁCITO: Amigo Numerio, ojalá tengas razón, pero me temo que la realidad no se acomoda a las cifras, sino al contrario. Es más, estás hablando de cifras y detrás de cada uno de esos números hay una vida y un futuro. Quizá estáis alimentando un monstruo que algún día nos devorará. 
NUMERIO: No exageres. En nuestra época hemos visto cosas peores en la escuela, la palmeta, el capón, el tirón de orejas, cuarenta en clase... Además, la gente de bien siempre contará con la opción de buscar un colegio o instituto más tranquilo. A nadie decente se le cerrarán esas puertas.
TÁCITO: Quieres decir que no se le cerrarán puertas a quien pueda pagarse la llave, ¿no?
NUMERIO: Querido Tácito: Dios aprieta, pero no ahoga. Ya hablaremos dentro de unos años.
TÁCITO: Sí, Numerio, hablaremos y recordaremos tus palabras y las mías. Lástima que en estos tiempos las palabras tengan tan poco valor como memoria.

14 febrero 2013

Amor y PQPI

El amor, ay, el amor... Para que asome alguna alegría hay que sufrir muchas tristezas y desengaños. Mi relación con el grupo del PQPI representa muy bien la ponzoña de la que hablaba Góngora: "Amor está de su veneno armado, / cual entre flor y flor sierpe escondida". En lo que llevamos de curso hemos tenido numerosos desengaños de los que hablaré algún día, cuando serene el espíritu; las alegrías han sido escasas, pero intensas, como la participación en #poema27 con poemas grabados en clase o sus redacciones sobre la reencarnación.
Pero en el día de #sanpiensamelamor, el grupo y yo nos hemos reconciliado y volvemos a ser una pareja al  más puro estilo Pimpinela. A ver cuánto nos dura.

10 febrero 2013

Sesquidécada: febrero 1998


El teatro del Siglo de Oro es un referente continuo en mis lecturas filológicas y ya ha aparecido en alguna sesquidécada. Al igual que ocurre con los romances, la comedia abarca un universo que parece inagotable: aventura, pasión, celos, ambición, humor y muerte. Siempre he imaginado al espectador de aquel teatro como un híbrido de lo que hoy son los apasionados del cine y los forofos del fútbol. Ya sé que no todas las obras barrocas están pensadas para ese público ruidoso de ebrios mosqueteros y matronas festivas, pero me gusta pensar que incluso en las comedias más morales habría quien hallase un punto lúdico que justificase pasar una tarde de teatro en el corral. 
En febrero de 1998 leí, entre otras, dos obras que podrían representar bien el alfa y el omega de este teatro áureo. Por un lado El cerco de Numancia, de Cervantes y por otro Los cabellos de Absalón, de Calderón de la Barca. Mientras la primera podría ubicarse en el nacimiento de lo que hoy llamamos la 'comedia nacional, la segunda se sitúa en la cima del teatro barroco, y a partir de ella comenzará su declive y extinción.

La Numancia se corresponde con las postrimerías del teatro renacentista, anclado en las normas aristotélicas y sujeto a sus unidades de acción, tiempo y lugar. Cervantes construye una tragedia en cinco actos plagada de muerte y desolación, con un deseo ferviente de provocarnos la catarsis, pero a nuestros ojos es una obra que no conmueve, que se queda a mucha distancia de historias como Fuenteovejuna, mucho más cercanas a las emociones del espectador. Cervantes tuvo clavada durante mucho tiempo la espinita del fracaso como dramaturgo, sobre todo cuando alguien hacía lo que yo acabo de hacer, compararlo con el exitoso Lope. Solo al final de su vida entendió que había prestado más atención a Aristóteles que a los ansiosos espectadores de su época. 

Tras el huracán teatral de Lope, será Calderón quien lleve el teatro a su máximo esplendor. En alguna ocasión he mencionado que la crítica ha sido injusta con el pobre Calderón, a quien acusan de dogmático, serio o austero por oposición a la desmesura lopesca. Sin embargo, las obras de Calderón tienen una perfección formal difícil de igualar. Incluso sus obras más complejas, las que parten de la historia o la tradición bíblica para moralizar sobre su tiempo, tienen una trama escénica que cautiva al lector y lo mantiene en vilo hasta el final. En el caso de Los cabellos de Absalón, los personajes bíblicos de Tamar, Amón y Absalón son el eje para reflexionar sobre la ambición humana y sobre el engaño basado en una interpretación errónea de los vaticinios -algo que emparenta esta obra con La vida es sueño-. Absalón, a partir de estas palabras: "Ya veo / que te ha de ver tu ambición / en alto por los cabellos", interpreta lo siguiente: "Luego justamente infiero, / pues que mis cabellos son/ de mi hermosura primeros / acreedores, que a ellos deba / el verme en el alto puesto; / y así, vendré a estar entonces / en alto por los cabellos.". Su vanidad, arrogancia y ambición lo llevarán a la guerra, al asesinato, al incesto y a su fin trágico ahorcado por su propio cabello, un cuadro final que servirá para que el público comprenda que no hay error sin castigo. 

Soy consciente de que esta sesquidécada es un bocado casi exclusivo para filólogos, de modo que aún me atreveré a mencionar otra obra muy alejada en tiempo, género y tema de las anteriores, pero también destinada a un lector con cierto conocimiento de los ambientes universitarios. Se trata de la novela de David Lodge, El mundo es un pañuelo, una narración de enredo protagonizada por profesores visitantes y que constituye una crítica más o menos amable de ese extraño mundillo de favores y rencores. Recuerdo que me resultó una novela divertida que me provocó más de una risa, quizá porque todavía tenía muy presentes los entresijos de la vida en la facultad, los congresos y las disputas de eruditos. Tal vez ahora me resultase muy muy lejana, más incluso que Calderón.

02 febrero 2013

Vuelven los 60


Tengo abandonados a mis grupos de 2º de ESO en las notas de este blog, a pesar de que suelen ser protagonistas habituales de muchas de las actividades que más alegría generan. Son grupos bulliciosos y con perfiles difíciles, en los que trabajo con mi compañera de departamento, Elena Cervero, la docencia compartida desde hace varios años. Por segundo año consecutivo, en estos grupos desarrollamos actividades ligadas al Plan Lector de centro que, con loables y contadas excepciones, sigue siendo un proyecto que pocos docentes asumen como propio, necesario y útil, incluso recordando que se trata de una exigencia legal. En este sentido, la revista de centro funcionaba como un elemento integrador que daba sentido a actividades interdisciplinares. Los recortes de personal y la ampliación de la dedicación horaria dejan muy poco tiempo para actualizar el blog y la web de la revista y mucho menos para dinamizar la redacción de artículos. No obstante, seguimos con el proyecto de la revista Riu Sec aunque sea bajo mínimos. 
En este curso, con motivo de los 50 años del primer disco de los Beatles, hemos tomado como hilo conductor los años sesenta. Como en el primer trimestre trabajamos a fondo el texto expositivo, vimos ese pequeño documental -que encabeza esta nota- sobre la moda de los sesenta y luego les propusimos la elaboración de un trabajo sobre diversos aspectos de los sesenta. Este texto se elabora en el aula y en la biblioteca, tutelando tanto la escritura como la búsqueda de información, lo que nos lleva unas cuatro o cinco sesiones. Tanto los borradores como el texto final en limpio se pegan en la libreta (en algunos casos se animan a entregarlo en formato digital). El trabajo culmina con la elaboración de presentaciones, realizadas en un par de sesiones en el aula de informática. No todos los alumnos llegan a esta fase final; el absentismo frecuente o el 'olvido' del material son inconvenientes insalvables.
Con estos proyectos constatamos las severas carencias que tiene el alumnado del primer ciclo de ESO (y niveles más altos) para planificar, seleccionar, organizar y presentar información. Incluso aquellos que 'tienen buenas notas' reconocen que ante este tipo de trabajos suelen ir a la wikipedia y copiar sin más lo que se les pide. En nuestro caso, la conclusión debía incluir una reflexión acerca de lo que habían aprendido: la tendencia general es pensar en términos de contenidos, es decir, qué han aprendido sobre los sesenta; pocos son capaces de alzarse al marco de los procedimientos y reconocer que han aprendido a buscar, sintetizar y exponer sus conocimientos.
Podéis ver las presentaciones de los alumnos en el blog de 2º ESO. También tenéis a vuestra disposición la ficha de la actividad (y la del año pasado sobre las bibliotecas).