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29 diciembre 2024

Sesquidécada: diciembre 2009


La sesquidécada de diciembre viene cargada de cierta nostalgia, porque me trae autores a los que tengo mucho aprecio y a los que quizá debería visitar más. Aunque esta reseña es de dos libros, en realidad nos visitan cuatro grandes de la literatura. Ahora veréis.


El medallón perdido, de Ana Alcolea, es una novela juvenil que recupera algunos elementos de otro éxito anterior, El retrato de Carlota, del que ya hablé en el blog. Ana Alcolea es una de las grandes autoras de la literatura juvenil, una escritora que cuida mucho sus obras y que nunca subestima a sus lectores. En este caso, tenemos una aventura en África con secretos de familia y con primeros amores. Bien contada y bien resuelta. Una autora y una lectura que son apuestas seguras para el aula.



Mañana no será lo que Dios quiera
, de Luis García Montero, es una novela biográfica o una biografía novelada, ambas opciones igual de válidas, que recupera la vida de otra enorme figura: Ángel González. En aquel momento, Ángel González era para mí uno de los mejores poetas del siglo XX. Había muerto hacía apenas un año y, entre muchos colegas de las redes, hicimos un homenaje poético con una wiki en la que recogíamos sus textos y recitábamos en formato podcast sus poemas. Todo aquello se perdió, primero en wikispaces y después en nirewiki, cosas de la red... La novela de García Montero devuelve un poquito de todo lo mucho que nos dejó Ángel González, en su vida y en su obra. Imprescindible, y más de la mano del genial García Montero, tan buen narrador como poeta.


¿Y quién será el cuarto grande que nos visita con estos libros? Almudena Grandes, la pareja de García Montero que nos dejó hace tres años sería la última recomendada en esta sesquidécada, porque nos dejó a todos huérfanos de buena literatura y de nobleza personal, y solo por eso vale la pena recordarla, aunque sea al filo de otras lecturas.

14 diciembre 2024

Por no quererme: el porno en las aulas y el teatro escolar


No es fácil encontrar obras de teatro juvenil orientadas a los primeros cursos de la ESO. Salvo honrosas excepciones (por ejemplo, algunas de las más populares de Nando López: La foto de los diez mil me gusta o Multiverso Shakespeare, entre otras), leer teatro en Secundaria es poco frecuente, y menos aún atreverse al montaje de una obra con los alumnos. María Pareja es una profesora de lengua y literatura que lleva ya varios libros juveniles a sus espaldas, algunos con mucho tirón, como Dame un like. El más reciente es precisamente una obra de teatro orientada a jóvenes de 1º o 2º de ESO, con la pornografía como hilo conductor. 

Por no quererme es una obra que pone en escena algunas de las situaciones que nos encontramos en el aula en los últimos años: el consumo temprano de pornografía sin filtros, las adicciones al porno y la escasa o nula educación sexual de algunos jóvenes (y quizá también de las familias). Los protagonistas son chavales de 12-16 años (con algunos saltos en el tiempo) que representan diversos perfiles que podemos encontrar en el aula: líderes, seguidores, excluidos, informados, inconscientes... Es difícil sacar a la palestra un tema tan controvertido sin caer en tópicos o arquetipos, pero creo que María Pareja lo ha conseguido, huyendo de moralina y de maniqueísmos. En la presentación del libro en la librería Noviembre de Benicàssim, pudimos escuchar también la visión de la jurista Ana Valero, que insistió en la importancia de educar, en la importancia de acompañar y explicar que el mundo de la pornografía no es reflejo fiel del mundo de la sexualidad, y que los menores necesitan ser protegidos de las amenazas que pueden acecharlos desde las plataformas y aplicaciones vinculadas al porno.



El libro ofrece además una buena selección de bibliografía, webgrafía y recursos para trabajarlo intensamente en el aula. Algunos de esos recursos también los podéis encontrar en la web de la autora. De este modo, la lectura y su posible representación en el aula se pueden convertir en una excelente oportunidad de abordar temas clave de la educación sexual, del acceso temprano a contenidos no adecuados para los menores e incluso del mal uso de las tecnologías móviles relacionadas con el consumo de pornografía, los deepfakes, el sexting, el grooming, etc. Una lectura muy recomendable.


Por no quererme. Editorial Sansy. 2024

01 diciembre 2024

Sesquidécada: noviembre 2009


Quienes pasáis por aquí desde hace tiempo sabéis lo mucho que me preocupa la cuestión del fomento de la lectura entre los jóvenes. Es cierto que con las funciones directivas, la didáctica de la lengua y la literatura han pasado a un discretísimo segundo plano, en el centro y en el blog. Hace quince años las lecturas juveniles ocupaban sin embargo buena parte de mi tiempo. También las cuestiones teóricas relacionadas con la pedagogía y el canon literario juvenil. Dos de aquellos libros se cuelan en esta sesquidécada:

Lecturas adolescentes es un compendio de artículos relacionados con la literatura juvenil, algunos de ellos preparados en la editorial Graó por eminentes especialistas, como Teresa Colomer, Mireia Manresa o Carme Duran. Es un libro ameno y variado, con diferentes enfoques que pueden dar una visión general del estado de la cuestión en aquel momento, con aspectos que quizá no han cambiado mucho desde entonces.



Otro punto de vista supone el ensayo De Robinson Crusoe a Peter Pan: un canon de literatura juvenil. En este caso, Vicenç Pagès ofrece un panorama muy personal acerca de clásicos del género, reflexionando de paso sobre la importancia de la variedad del canon y de su abordaje profesional desde las aulas. Conviene recordar de vez en cuando que hay muy poca formación (y a veces demasiada condescendencia) entre el profesorado de lengua acerca de la didáctica de la literatura, de las estrategias de fomento de la lectura y, en especial, del conocimiento y valoración de ese canon que debería estar siempre en continua revisión y actualización. Solo desde esta formación y reflexión los planes lectores de departamento y de centro tendrán sentido.

27 julio 2024

Sesquidécada: julio 2009

Las lecturas juveniles son para el verano. Así se desprende del registro histórico que voy revisando para estas sesquidécadas. Es muy gratificante y de provecho para renovar las recomendaciones de clase llevarte diez o quince novelas para adolescentes y ocupar esos ratos de descanso veraniego, alternando con otras lecturas más acordes con los gustos y deseos del paladar adulto. En aquel verano de 2009 había de mar de fondo con novelas de autores de LIJ magníficos como Agustín Fernández Paz, Fernando Lalana, Care Santos, Xavier Bertran, Elia Barceló, Luis Leante o Miquel Rayó, entre otros que ya mencioné el mes pasado.

Pero las lecturas que tengo que seleccionar por su relevancia en mi historial de lectura son otras. Las dos primeras son clásicos de la ciencia-ficción, muy diferentes en tema y propósito. La guerra de las salamandras, de Karel Čapek, una sátira distópica llena de referencias políticas y filosóficas, con una narración teñida de humor e ironía que aviva la complicidad del lector inteligente. Una novela imprescindible, a la altura de Un mundo feliz, Rebelión en la granja o 1984, pero con un estilo mucho más desenfadado y divertido. 

Otro clásico del género es Soy leyenda, de Richard Matheson, una novela difícil de olvidar por la sensación de desamparo que produce y quizá también por las adaptaciones cinematográficas que vinieron después. Tras la historia de una pandemia que convierte en vampiros a casi toda la humanidad, se esconde también una reflexión sobre el ser humano y su condición. Merece la pena hincarle el diente.



La última reseña salta de género y tema, para llevarnos a la divulgación científica o algo parecido: ¿Está usted de broma, Sr. Feynnman? es un divertido ensayo autobiográfico de este famoso científico y premio Nobel de Física, que combina la ciencia, las humanidades y las anécdotas personales, todo ello con un tono sencillo y lleno de buen humor. ¿Quién dijo que los de letras no podemos disfrutar de las ciencias? Muy recomendable.

30 junio 2024

Sesquidécada: junio 2009

En aquellos años en los que no formaba parte del equipo directivo, junio era el mes en el que empezaban mis lecturas juveniles: decenas de libros que leía para valorar y proponer como referencia en los distintos niveles en los que me tocaría dar clase en el curso siguiente. Ahí podría rescatar un montón de títulos y autores: José María Latorre, Agustín Fernández Paz, Fernando Marías, Care Santos, Fernando Lalana, Elia Barceló, Ana Alcolea...


De ellos voy a recuperar para esta sesquidécada a Laura Gallego, que a día de hoy sigue publicando buenas novelas de aventuras y fantasía. En aquel momento me leí Finis mundi, una de sus obras más conocidas. Coincidí con Laura en un curso de doctorado sobre novelas y romances de caballerías, así que puedo dar fe de su competencia literaria en el mundillo medieval y también de su pasión por la escritura. Creo que es muy necesario este género como fidelización de jóvenes lectores, que vienen desde Primaria con ansias de historias que los enganchen y que, a veces, en Secundaria pierden el hábito lector por no tener unas lecturas que compitan en interés con los reels y virales de tiktok.

También el verano es momento de novela negra o policíaca: La ratonera, de Agatha Christie, Que se levanten los muertos, de Fred Vargas, Noticias de la noche, de Petros Markaris... 

Dos obras breves destacan entre esas dos tendencias mencionadas arriba: Hadjí Murat, una novela corta de Leon Tolstoi que habla de lucha y resistencia, y el inclasificable ensayo de Thomas de Quincey Del asesinato considerado como una de las Bellas Artes, una obra maestra de la ironía y del humor inglés. Ambos clásicos son un buen punto de partida lector para comenzar el verano. Disfrutadlo.

26 diciembre 2023

Sesquidécada: diciembre 2008


En diciembre de 2008 todavía llevaba la gestión de compras de libros para la biblioteca del centro y eso me deja un nutrido listado de novelas juveniles, de entre las que destaco El retrato de Carlota, de Ana Alcolea, un libro que creo que puede funcionar todavía (igual que El medallón perdido, de la misma autor). Esta novela estuvo en la lista de recomendados de 2º de ESO durante bastante tiempo. Teníamos publicadas las guías de lectura en Scribd, pero recientemente las borraron por alguna cuestión de derechos de autor que no entiendo, ya que era una ficha de creación propia. En El retrato de Carlota están casi todos los elementos que hacen de estas lecturas un éxito entre los adolescentes: amor, misterio, amistad, familia... Muy recomendable.



También para la biblioteca adquirí El curioso incidente del perro a medianoche, de Mark Haddon, una novela que tuvo bastante tirón en su momento y que no hace mucho se llevó también a los teatros. El protagonista es un chico Asperger con memoria eidética, casi un Sheldon Cooper avant la lettre, con todos los condicionantes que ello tiene para una vida en los entornos sociales "normotípicos". La trama se mueve entre la aventura, la intriga y las matemáticas, entre la incomunicación y el afecto. Una novela diferente que hace sonreír en más de una ocasión.





El último libro es un ensayo muy particular sobre educación, un libro al que le tengo mucho aprecio: Mal de escuela, de Daniel Pennac. No soy gran lector de libros de educación, quizá porque tengo ya bastante ración diaria con lo que me llega a través de mis redes. Sin embargo, el libro de Pennac lo he leído un par de veces después de aquella primera lectura, porque no quiero que se me olviden las sensaciones y la empatía que sentí con el autor. Como dice Pennac, "este libro no es sobre la escuela y sus problemas, es sobre el zoquete, el mal estudiante. Es un libro sobre el dolor de no comprender. De esto no se habla, y es precisamente lo que no cambia: el dolor compartido del zoquete, sus padres y sus profesores, la interacción de esos pesares de escuela". Por suerte, siempre hay profesionales que confían en esos zoquetes y les dan una mano para salir del agujero. Y con esta cita de Pennac que encabeza mi perfil en X, despido las sesquidécadas de 2023. Que tengáis un buen año lector.


Basta un profesor -¡uno solo!- para salvarnos de nosotros mismos y hacernos olvidar a todos los demás.

22 octubre 2023

Sesquidécada: octubre 2008


El horror del bombardeo de Gaza nos tiene sobrecogidos en estos días. Revisando para esta sesquidécada mis lecturas de hace 15 años me encuentro con Manzanas rojas, de Luis Matilla, una obra que recibió en 2002 el premio SGAE de teatro infantil y juvenil. En este libro, los protagonistas, Salim y Ariel, son dos niños, palestino y judío, que sobrellevan los horrores adultos a través de la amistad. Recuerdo que varios colegas hicieron proyectos en el aula con la representación de fragmentos de la obra, trabajando además la educación para la paz. Quince años después, el horror sigue y los niños palestinos mueren a un ritmo de uno cada quince minutos. Es quizá el momento de recuperar esta lectura para las aulas e insistir en la necesidad de una solución dialogada para los conflictos políticos y territoriales. 

En otra línea muy diferente se mueve el segundo libro de la saga Canción de hielo y fuego, de George R.R. Martin, Choque de reyes. Los que fuimos fanáticos de la saga novelística sabemos bien lo que costaba esperar la aparición de cada tomo, algo que se paralizó con la producción de la serie de HBO. Ahora cuesta soñar con un regreso de aquellos personajes que todavía no tenían caras conocidas.



Finalmente, también para las aulas me gustaría recomendar un par de relatos de William Irish (también conocido como Cornel Woolrich), recopilados por Vicens Vives en su edición de la colección Cucaña: Aprendiz de detective. Un robo muy costoso. Al igual que otros dos del mismo autor: El ojo de cristal. Charlie no vendrá esta noche, son historias sencillas de leer en el aula de 1/2 ESO, y que dan mucho juego para trabajar otros temas sociales y humanos. Además, al alumnado les suele gustar mucho la intriga que hay detrás de ellos. 

16 julio 2023

Sesquidécada: julio 2008

El verano de 2008 lo pasé en gran parte leyendo novelas juveniles, salteadas con otros libros de gran formato. De esas lecturas juveniles podéis encontrar las reseñas en la nota de julio y en la de agosto de aquel año, así que no voy a insistir en ellas.

De aquel julio, para esta sesquidécada recupero solo la novela ambientada en la Edad Media Un mundo sin fin, de Ken Follet, segunda parte de Los pilares de la Tierra. Como dije en su día, los best sellers no siempre tienen que ser lecturas de escasa calidad. Con esta saga disfruté bastante (eso sí, me quedé en esos dos títulos y no he seguido más allá), porque facilitan una lectura tranquila, reposada, sencilla, muy acorde a los calores y ritmos del verano. Son libros que te pueden acompañar al monte, la playa o la piscina, incluso con el ruido de fondo de un parque acuático. Sé que muchos ya habéis disfrutado de Follet y similares, pero si aún no os habéis acercado a ello, aprovechad el verano para daros ese placer. Feliz descanso. 

25 septiembre 2022

Sesquidécada: septiembre 2007

Compruebo un año más que las lecturas de septiembre suelen ser ligeras, de poca consistencia y calado, quizá por la necesidad de hacerlas compatibles con los intensos arranques de curso. Los meses de septiembre no están las cabezas para pensar mucho, no está el cuerpo para digerir literatura seria, larga, frondosa, críptica... Así coinciden en estos meses lecturas juveniles, género policíaco, libros de relatos... Os dejo en esta sesquidécada algunos de aquellos libros de hace quince años.

Grimpow es una novela de Rafael Ábalos que se sumó a la fiebre por las aventuras fantásticas y de misterio de la época (al estilo Laura Gallego, El nombre de la rosa o incluso el Código da Vinci). Una novela destinada a un perfil muy específico de lector y que tuvo bastante impacto entre los lectores jóvenes del momento. Creo que con las nuevas narrativas actuales no vale la pena recuperar este tipo de novelas que tuvo su importancia para la fidelización de lectores en su día, pero cuyos ingredientes han perdido la vitalidad que los mantuvo en el escaparate.



En las antípodas se encuentra el clásico Cuatro corazones con freno y marcha atrás, de Enrique Jardiel Poncela. Me animé a leerlo por mi afición al humor de Jardiel y en un intento de proponer lecturas teatrales en 4º de ESO (donde seguía mandándose Bajarse al moro). A pesar de ser una obra divertida para mi gusto, entendí que resultaba demasiado alejada del público joven del momento y que su valor cómico se diluía tanto que no compensaba ese esfuerzo (creo que finalmente opté por La visita del inspector, de la que ya he hablado aquí). Más allá de su abordaje en el aula, sigo pensando que Jardiel Poncela es un autor injustamente arrinconado por la crítica.


Por último, dejo constancia de un libro de cuentos de Robert E. Howard, La piedra negra y otros relatos, una antología de un autor imprescindible en el género del horror sobrenatural. Autor maldito, discípulo de Lovecraft y digno sucesor de sus tramas y traumas, Howard mantiene en sus relatos esa angustia del miedo primigenio, del terror telúrico heredero de los mitos de Cthulhu. Una lectura solo para aficionados al género, apasionados de la oscuridad y de ese halo de fría humedad de las costas de Nueva Inglaterra. 

27 mayo 2022

Sesquidécada: mayo 2007

Ayer, sin ningún ruido ni alboroto, cumplió dieciséis años este blog. Hubo años en los que esto fue motivo de júbilo y celebración, porque siempre había multitud de colegas con quien compartir estos pequeños triunfos de la escritura contra el olvido. Ahora quedan pocos lectores de blogs y menos escritores, al menos en lo que fue la blogosfera educativa. Justamente hoy he compartido unas felicitaciones con mi amigo Iñaki Murua, cuyo blog también cumple años. No somos la Resistencia, ni viejas glorias, ni nostálgicos de un tiempo mejor: somos unos artesanos de la reflexión a pequeña escala, breves islas en la marea agitada de ruido y furia de las redes sociales. Este blog ha quedado reservado a los cuatro amigos que os pasáis por aquí a comentar de vez en cuando, amigos con los que a veces intercambio algunas palabras de solidaridad. En ese sentido, vale la pena seguir escribiendo aunque solo sean algunos artículos sobre educación, alguna memoria del curso y estas sesquidécadas que mantienen la rutina de una escritura más o menos fiel.

Y en esta recuperación de lecturas de mayo de 2007, tengo dos libros muy diferentes para recomendar. El primero es un libro de viajes, o de periodismo, o de historia, o de ensayo, o de todo un poco. Se trata de El Imperio, de Ryszard Kapuściński. Es un delicioso viaje por la extinta Unión Soviética, con tres partes diferenciadas, una antes de la disolución de la URSS, otra en plena ruptura del muro de Berlín y la última en los primeros años 90. Kapuściński es un autor imprescindible, cuya mirada sagaz permite al lector empaparse de las vidas de los retratados, impregnarse de los paisajes atravesados. También aporta las claves para entender el porqué de las alegrías y miserias que rodean a los protagonistas de sus reportajes. Como decía antes, no es solo periodismo, es también historia y sobre todo humanidad, porque hay un humanismo comprometido detrás de cada escena y de cada relato. Un gran libro, como casi todos los que he leído de este autor.

El segundo título escogido es Eskoria, de Alfredo Gómez Cerdá, una novela sobre acoso juvenil que anticipaba con bastante tino algunos temas que habrían de venir multiplicados en años venideros: acoso, intentos de suicidio... La novela es ágil y creo que sigue siendo válida para niveles de 2/3 ESO actuales. En aquellos años, recuerdo que la recomendaba bastante y que incluso algún alumno la reseñó en el blog de aula. Ahí queda, por si a alguien le resulta útil.


P.D: Acabo de ver que esta es la nota número 800 del blog, así que parece que tengo motivos para un poco de fiesta y alboroto. Descorcharé algún libro para celebrarlo ;-)

28 abril 2022

Sesquidécada: abril 2007

Creo que hasta aquel abril de 2007 no había leído nada de Paul Auster, así que la lectura de Tombuctú fue un bautismo bastante acertado. Es una novela corta, focalizada en el punto de vista de un perro callejero, Míster Bones, que es la excusa ideal para mostrar la realidad del mismo modo en que lo hacían Cipión y Berganza de Cervantes, con la mirada escéptica de un animal desarraigado. El estilo de Auster es, además, muy personal, algo que pude descubrir con lecturas posteriores. Lectura breve muy recomendable.

También protagonizan esta sesquidécada dos obras orientadas a jóvenes lectores. El anillo de Irina, de Care Santos, es una novela deliciosa que aúna la pasión por la lectura con el despertar de los amores juveniles. Es también un acercamiento a la literatura rusa a través de sus figuras y obras más destacadas, utilizando recursos de la trama que evitan caer en el didactismo que a veces lastra estas obras juveniles. Una novela recomendable para alumnos de 15 o 16 años a quienes les guste leer y que quizá descubran nuevos alicientes para acercarse a la literatura adulta.


El último libro seleccionado para esta sesquidécada es una obra divulgativa sobre leyendas urbanas. En aquel tiempo se pusieron de moda estas historias truculentas que todo el mundo había oído y que muchos incluso conocían por haberle pasado a alguien muy cercano. Más allá de la chica de la curva, en Tened miedo, mucho miedo, de Jan Harold Brunvand, es un compendio interesante de leyendas absurdas, terroríficas, desconcertantes y sorprendentes que pueden hacer las delicias de los difusores de bulos. También sirve para entender lo fácil que resulta engañarnos y dejarnos arrastrar por supersticiones y falsos miedos. Interesante y divertida.

06 febrero 2022

Sesquidécada: febrero 2007

Febrero de 2007 tiene registradas lecturas del club de la comedia (los monólogos estaban de moda y hubo varias recopilaciones), una singular novela policíaca de Millás (Papel mojado), y las obras que voy a reseñar a continuación. No es un mes de muchas lecturas, pero creo que fueron todas bastante interesantes.

Carlos Ruiz Zafón había cosechado un éxito notable con La sombra del viento, lo que le vino muy bien para relanzar su carrera como escritor de literatura juvenil (incluso algunas de estas novelas se vendieron más tarde orientadas al público adulto). En aquel momento leí dos de sus novelas juveniles más conocidas: El príncipe de la niebla y El palacio de la medianoche. Ambas novelas tienen ingredientes similares, protagonistas jóvenes, secretos, lugares misteriosos, terror, intriga, oscuridad... La primera se sitúa en una ciudad costera, mientras la segunda se ubica en Calcuta. Son novelas muy bien configuradas para enganchar a los lectores jóvenes y creo que siguen siendo una buena referencia para las lecturas de Secundaria, por ejemplo 3º de ESO. En la misma línea se encuentran otras obras del autor como Luces de septiembre o Marina, también recomendables. Lamentablemente, Carlos Ruiz Zafón falleció hace poco más de un año, dejándonos huérfanos de otras obras igual de interesantes.


Buzón de tiempo, de Mario Benedetti, es la otra protagonista de esta sesquidécada. Se trata de una obra esencial para disfrutar de este autor imprescindible. Reúne una serie de cuentos con algunos poemas intercalados. Los relatos de Benedetti son pequeñas joyas que vale la pena leer y releer. Heredero de la mejor tradición cuentística americana (Cortázar, Borges, Felisberto Hernández, Monterroso o Quiroga), Benedetti añade un elemento sentimental que impregna con un toque personal su escritura y la hace inconfundible. Más allá de las citas, más allá de haberse convertido en protagonista de frases célebres y de poemas inolvidables, Benedetti es uno de los mejores escritores de nuestra época: lean por ejemplo La tregua y ya me dirán. 

19 diciembre 2021

Sesquidécada: diciembre 2006

En diciembre de 2006 me asomé a las Ventanas de Manhatan, de Muñoz Molina, y a los interiores de Laura y Julio, de Juan José Millás. Me reí con algunos monólogos de Luis Piedrahita y con el humor fino de Maribel y la extraña familia, de Miguel Mihura. También me zampé alguna novela juvenil: El precio de la verdad (Carolin Phillips), El cuarto de las ratas (Alfredo Gómez Cerdá) o Noche de viernes (Jordi Sierra i Fabra). Sin embargo, de todas aquellas lecturas, solo voy a rescatar para esta sesquidécada un breve ensayo divulgativo al que todavía le sigo dando bastante uso: Las claves de la argumentación, de Anthony Weston.

Los docentes de lengua y literatura (y también los de otras especialidades) necesitamos enseñar la argumentación a nuestro alumnado. Enseñar la argumentación, sin embargo, no es explicar la teoría y poner preguntas sobre ello, sino poner en marcha las estrategias y tareas necesarias para desarrollar esa competencia, la de leer, comprender, analizar críticamente y ser capaz de defender racionalmente una tesis (o la contraria). El libro de Weston es un manual ligero para adentrarse en algunas de esas habilidades, con las pautas precisas para identificar argumentos y para planificar los nuestros. También es un buen método para reconocer y evitar las falacias. Nunca lo he propuesto como lectura para el alumnado (podría encajar en el Bachiller, pero tienen demasiada carga de lecturas como para añadir una más), pero sí que he extractado pasajes y les he dado indicaciones que les sirvan de ayuda en sus textos. Demasiadas veces decimos que el alumnado no sabe argumentar, pero lo que veo es que muy pocas veces los hemos acompañado sistemáticamente en la construcción de textos argumentativos bien armados. En una época como la actual, llena de bulos y postverdades, las claves de una buena argumentación son también una vacuna contra la desinformación y el maniqueísmo.  

20 noviembre 2021

Sesquidécada: noviembre 2006

Uno de los libros que rescato en esta sesquidécada me gustó tanto cuando lo leí que me llevó a escribir en su momento una reseña en este mismo blog, por lo que no voy a insistir mucho en recomendarlo. Se trata del Manual de literatura para caníbales, de Rafael Reig, una historia de literatura sui generis, solo apta para letraheridos. Creo que resulta difícil encontrar la edición que manejé, pero he visto que la han reeditado con el nombre de La cadena trófica en dos volúmenes. El humor y la ironía de Reig, salpicados de crítica literaria, o viceversa.


Para los que buscan literatura juvenil de acción y aventura, recupero también una novela de Fernando Lalana, que gustó mucho a mis alumnos de 3ESO: Amnesia. Con el ritmo de una película de acción y el suspense de un peligro sobre raíles (como en la película Imparable), la trama de esta obra engancha al joven lector hasta el final. Buena literatura para iniciarse en el placer de leer.

24 octubre 2021

Sesquidécada: octubre 2006

El otoño de 2006 comenzó con lecturas juveniles, probablemente como material para recomendar en clase, en una época en la que mi planteamiento de las lecturas era ofrecer un abanico abierto para que eligiesen ellos. De aquellos títulos, para esta sesquidécada, solo voy a rescatar uno, La última campanada, de Alfredo Gómez Cerdá, un título que creo que puede funcionar todavía bastante bien, porque contiene los ingredientes que les atraen: misterio, intriga, buen ritmo narrativo y personajes cercanos. Además, el autor es ya un clásico de la literatura juvenil y vale la pena tenerlo en ese canon de referentes para la animación lectora.


El otro autor que rescato hoy os va a sonar más, porque está de "rabiosa actualidad". Se trata de Mario Vargas Llosa. Es un autor del que solo he leído tres novelas: La ciudad y los perros, Pantaleón y las visitadoras, y Travesuras de la niña mala, la obra que leí en octubre de 2006. A mi profesora de literatura hispanoamericana, este autor no le gustaba, tal vez por su faceta política. Aun así, me he acercado a su obra y me han gustado esas tres novelas y probablemente siga leyendo alguna más en el futuro, porque creo que hay que separar la política (y la vida) de la literatura. Por eso, Travesuras de la niña mala es una novela de la que guardo muy buen recuerdo, bien escrita, bien ambientada, bien armada. Es una novela cosmopolita e intimista a la vez, erótica y política, triste y alegre, una novela como la vida misma. No sé cómo la leería hoy, con la distancia de los años, con un mundo tan cambiado, pero ya digo que la literatura debería ser intemporal y sobrevivir a los vaivenes de unos tiempos tan agitados. ¡Abajo Vargas Llosa, vivan sus novelas! 

11 septiembre 2021

Sesquidécada: septiembre 2006

La lista de lecturas de aquel septiembre de 2006 es bastante variada y me ha costado escoger las tres protagonistas de esta sesquidécada. He elegido las que mejor recuerdo y he descubierto que tienen en común el ingrediente latinoamericano, unas por sus autores y otra por su trama. Vamos allá.

Abril rojo, de Santiago Roncagliolo, es una novela que combina los ingredientes del thriller policíaco con la mitología andina y con la novela negra de corte psicosocial. Destaca la habilidad del autor para integrar todos esos ingredientes en una trama verosímil, aunque quizá demasiado cargada de violencia, muy acorde con los gustos de la época y con esa corriente de realismo sucio de autores como Fernando Vallejo. 



Muy diferente es la novela Delirio, de Laura Restrepo, una obra introspectiva que utiliza diferentes puntos de vista para representar la locura, no solo del ser humano sino de la sociedad que lo rodea. Me pareció una novela original, con una técnica compleja que, sin embargo, acompañaba con esmero al lector por su viaje a la conciencia desordenada.



Por último, una novela juvenil de Jordi Sierra i Fabra: Un hombre con un tenedor en una tierra de sopas. Tal vez el conflicto de Chiapas ya nos pilla lejos, pero el trasfondo de la novela sigue siendo actual, con la historia de un reportero que se ve desbordado por el horror y por su conciencia ética. Recuerdo que cuando la trabajé en 3º de ESO la puse en relación con una historia similar (y que supongo sirvió al autor de inspiración), que es la del fotógrafo Kevin Carter y su fotografía de la pesadilla. Una novela muy apropiada para ser recuperada.

17 julio 2021

Sesquidécada: julio 2006

Veo la lista de lecturas del verano de hace quince años llena de literatura juvenil, con algunos títulos y géneros diferentes intercalados en medio, como setas en el bosque. Algunas de esas lecturas juveniles ya no forman parte del canon, porque están descatalogadas o porque muestran una realidad lejana para los adolescentes actuales (otro lenguaje, otros problemas, otra estética...). Sin embargo, sirve para recordarme que el verano es tiempo de leer literatura juvenil y de actualizar el canon de recomendaciones de aula, buena literatura para fomentar la lectura entre los jóvenes, literatura hecha por gente solvente, no necesariamente por autores que piensan que este género es algo menor para el que cualquiera está preparado simplemente "bajando el nivel".

Entre esas otras lecturas diferentes tengo anotada una recopilación de artículos sobre la lengua de Álex Grijelmo: La punta de la lengua. Igual que hizo en su día Fernando Lázaro Carreter con El dardo en la palabra, Grijelmo acerca con sus artículos a los lectores profanos los entresijos de la lengua. Es un autor muy competente y sus columnas siempre merecen la pena, incluso cuando son susceptibles de discusión. Creo que hay buenos divulgadores en este ámbito, especialmente mujeres como Lola Pons o la multipremiada Irene Vallejo, que hacen las delicias de los que amamos la lengua y las humanidades.

El otro libro que rescato en esta sesquidécada es El pisito, de Rafael Azcona. Tenéis la oportunidad de leer esta novela breve junto con otras dos maravillosas obras (Los muertos no se tocan, nene, y El cochecito) en una edición reciente titulada Estrafalario. Azcona es al guion lo que Berlanga era a la dirección, un visionario que sabía detectar los aspectos más sórdidos del humor negro de este país. Decía Azcona: "El humor es una de las pocas cualidades específicas del ser humano, aunque tenga muy mala prensa, pero una carcajada cuenta como una semanita en un balneario". Leer El pisito nos lleva a muchos a aquella España de los 60/70, a revisitar la vida de nuestros padres, una vida llena de higalmendra y de garbanzos mal cocidos, de supervivencia al toque de timo, de sensualidad sórdida... Feliz verano lector.


31 marzo 2021

Sesquidécada: marzo 2006


En marzo de 2006 llegué a un clásico de la literatura juvenil: Rebeldes, de Susan E. Hinton. Conocía la historia y me sonaba incluso haber visto la versión cinematográfica, pero no había leído aún la novela. Por supuesto, me gustó mucho y fue durante bastante tiempo una lectura recomendada para mis grupos de la ESO, especialmente los de tercero. Es posible que a día de hoy no se perciba como una lectura cercana a los jóvenes, pues las pandillas callejeras se han convertido en grupos de wasap que se enfrentan más en lo virtual que en lo real, pero sigue teniendo ese atractivo de la transgresión, de la juventud en estado efervescente, del amor al riesgo y las emociones. Por eso sigo recomendándola a pequeñas dosis, a alumnos en particular que se pueden sentir atraídos por la historia o el fondo. Lo bueno de los clásicos es que siempre hay alguien que te agradece que lo hayas llevado hasta ellos. 


También leí Pandora en el Congo, la segunda novela de Albert Sánchez Piñol, que también podéis leer en catalán. No fue una decepción, porque la novela se sostiene en un razonable mundo de ficción, con un montaje bastante solvente, pero a mi juicio no está a la altura de La piel fría, su obra más conocida. En esta ocasión, explora también los territorios del miedo telúrico, con evocaciones de Lovecraft o de los grandes novelistas de aventuras de principios del siglo XX, pero me da la impresión de que el resultado no impacta tanto al lector como en su predecesora. Como digo, si os apetece acercaros a este autor, empezad con La piel fría y daréis por bien aprovechada esta sesquidécada.

19 diciembre 2020

Sesquidécada: diciembre 2005


Hace quince años estaba preparando mi primera petición de plaza definitiva después de haber aprobado la oposición. Ya estaba en Castelló, pensando que sería más viable obtener una vacante cerca de aquí que de Valencia, que era mi lugar de origen. Tuve mucha suerte y me dieron un instituto en Castelló, un centro que tenía cierta mala fama y que no resultaba muy atractivo para que otros lo pidiesen en el concurso de traslados. Todavía sigo en aquel centro, en el que aterricé en el curso 2006-2007, y en el que quizá me jubile. Quince años después, es momento de recordar las lecturas que acompañaron aquel puzzle de códigos y localidades, aquella lista de promesas de futuro, de universos paralelos que nunca llegarían a existir. 

Como corresponde a aquel momento tan existencial, recupero en esta sesquidécada un autor que me parece imprescindible: Dino Buzzati. Ya había leído su magistral novela El desierto de los tártaros, una obra que te deja sin aliento y que ocupa muchas de las listas de mejores novelas del siglo XX. En diciembre de 2005 leí Los siete mensajeros y otros relatos, una antología de cuentos que recomiendo encarecidamente. Aunque no los recuerdo todos, sé que varios de ellos me dejaron impresionado, por ejemplo "El colombre", "Los siete mensajeros" o "La capa". Este último puede entrar también en el parnaso de los mejores relatos cortos de todos los tiempos, con una estructura e intensidad difícilmente igualables. 


Por otro lado, recupero una novela juvenil de una autora que estuvo muy de moda en aquella época: Cornelia Funke. Se trata de El señor de los ladrones, una novela de aventura y misterio que entronca con muchos de los temas del género y recuerda a Mark Twain, Barrie o incluso a nuestro Lazarillo. Una novela para regalar a chavales de diez o doce años. Felices fiestas y felices lecturas.

15 noviembre 2020

Sesquidécada: noviembre 2005

No es fácil encontrar lecturas juveniles que perduren en el tiempo, que sigan enganchando a los jóvenes lectores pasados unos años. A veces, ni siquiera los clásicos soportan esa presión de las modas y quedan relegados para el disfrute de los lectores más exigentes o más aguerridos. Casualmente, hace quince años encontré dos lecturas que cumplían con los requisitos necesarios para mantenerse en las recomendaciones de los primeros cursos de la ESO, y acerté con ellas, porque todavía hoy permanecen en el aula con relativo éxito. Vamos con el primero de esos libros.

El ojo de cristal. Charlie saldrá esta noche, de Cornell Woolrich, recoge dos relatos de intriga protagonizados por chavales que se ven inmersos en una trama policíaca llena de riesgo y tensión hasta el final. Llevamos años manteniéndolo como lectura para 1º de ESO; en mi caso, lo leemos en clase dedicando un día de la semana a avanzar. Aunque se pueden encontrar en internet los relatos de manera separada, vale la pena que compren el libro, porque las ilustraciones de Tha son excelentes. Al final del libro hay tareas por si se quiere trabajar la comprensión lectora y la expresión escrita, aunque nada mejor que una tertulia guiada a partir de la lectura. El año pasado, además, estuvimos comprobando la invisibilidad de las mujeres en los relatos policíacos clásicos, así que da mucho juego. Os recomiendo además que busquéis más información sobre el autor, una vida y una obra que bien merecen un acercamiento detallado (si queréis otra recomendación de este autor y editorial, echad un vistazo a Aprendiz de detective. Un robo muy costoso). Por último, aprovecho para felicitar a Vicens Vives por esa colección Cucaña en la que se ofrecen lecturas muy valiosas para el aula, editadas con buen gusto y a buen precio.


Otro gran hallazgo fue La piel de la memoria, de Jordi Sierra i Fabra, el rey Midas de la literatura juvenil. Es un libro que trabajamos sobre todo en 2º de ESO y nos permite abordar los temas de las migraciones, de la explotación infantil, de los niños soldado y del colonialismo comercial, entre otros. Como es habitual en los relatos de este autor, tiene los elementos fundamentales para enganchar al joven lector: personajes verosímiles y cercanos, amistad, amor, dolor, castigos y recompensas. Es un buen libro y por ello se mantiene año tras año entre los mejor valorados por nuestro alumnado. En otras ocasiones ya he comentado que, a partir de su lectura, hemos trabajado textos periodísticos, el podcast o la tertulia. Os dejo la ficha de lectura por si os resulta útil.

Finalmente, en tiempos de bulos, desinformación y conspiraciones, vale la pena recuperar la novela Enterrar a los muertos, de Ignacio Martínez de Pisón, un gran autor al que admiro, que cuenta un episodio histórico de intriga, política y periodismo, con el telón de fondo de la guerra civil, la visita a España de John Dos Passos y la muerte de su traductor, el republicano José Robles. Periodismo novelado o ficción documental, da igual, una delicia de lectura. 

Es una pena que no me quede más hueco en esta sesquidécada para hablar de una novela que me gustó y que no ha tenido después demasiada repercusión: La piel fría, de Albert Sánchez Piñol, una buena muestra de ciencia-ficción ecléctica en español y catalán.