Para los profesores de lengua y literatura, este blog pretende ser la Cueva de Alí Babá, en la que encontrar alguna idea, algún germen que permita abrir caminos, sembrar dudas, avivar el seso de los más inquietos.
No es fácil encontrar obras de teatro juvenil orientadas a los primeros cursos de la ESO. Salvo honrosas excepciones (por ejemplo, algunas de las más populares de Nando López: La foto de los diez mil me gusta o Multiverso Shakespeare, entre otras), leer teatro en Secundaria es poco frecuente, y menos aún atreverse al montaje de una obra con los alumnos. María Pareja es una profesora de lengua y literatura que lleva ya varios libros juveniles a sus espaldas, algunos con mucho tirón, como Dame un like. El más reciente es precisamente una obra de teatro orientada a jóvenes de 1º o 2º de ESO, con la pornografía como hilo conductor.
Por no quererme es una obra que pone en escena algunas de las situaciones que nos encontramos en el aula en los últimos años: el consumo temprano de pornografía sin filtros, las adicciones al porno y la escasa o nula educación sexual de algunos jóvenes (y quizá también de las familias). Los protagonistas son chavales de 12-16 años (con algunos saltos en el tiempo) que representan diversos perfiles que podemos encontrar en el aula: líderes, seguidores, excluidos, informados, inconscientes... Es difícil sacar a la palestra un tema tan controvertido sin caer en tópicos o arquetipos, pero creo que María Pareja lo ha conseguido, huyendo de moralina y de maniqueísmos. En la presentación del libro en la librería Noviembre de Benicàssim, pudimos escuchar también la visión de la jurista Ana Valero, que insistió en la importancia de educar, en la importancia de acompañar y explicar que el mundo de la pornografía no es reflejo fiel del mundo de la sexualidad, y que los menores necesitan ser protegidos de las amenazas que pueden acecharlos desde las plataformas y aplicaciones vinculadas al porno.
El libro ofrece además una buena selección de bibliografía, webgrafía y recursos para trabajarlo intensamente en el aula. Algunos de esos recursos también los podéis encontrar en la web de la autora. De este modo, la lectura y su posible representación en el aula se pueden convertir en una excelente oportunidad de abordar temas clave de la educación sexual, del acceso temprano a contenidos no adecuados para los menores e incluso del mal uso de las tecnologías móviles relacionadas con el consumo de pornografía, los deepfakes, el sexting, el grooming, etc. Una lectura muy recomendable.
El horror del bombardeo de Gaza nos tiene sobrecogidos en estos días. Revisando para esta sesquidécada mis lecturas de hace 15 años me encuentro con Manzanas rojas, de Luis Matilla, una obra que recibió en 2002 el premio SGAE de teatro infantil y juvenil. En este libro, los protagonistas, Salim y Ariel, son dos niños, palestino y judío, que sobrellevan los horrores adultos a través de la amistad. Recuerdo que varios colegas hicieron proyectos en el aula con la representación de fragmentos de la obra, trabajando además la educación para la paz. Quince años después, el horror sigue y los niños palestinos mueren a un ritmo de uno cada quince minutos. Es quizá el momento de recuperar esta lectura para las aulas e insistir en la necesidad de una solución dialogada para los conflictos políticos y territoriales.
En otra línea muy diferente se mueve el segundo libro de la saga Canción de hielo y fuego, de George R.R. Martin, Choque de reyes. Los que fuimos fanáticos de la saga novelística sabemos bien lo que costaba esperar la aparición de cada tomo, algo que se paralizó con la producción de la serie de HBO. Ahora cuesta soñar con un regreso de aquellos personajes que todavía no tenían caras conocidas.
Finalmente, también para las aulas me gustaría recomendar un par de relatos de William Irish (también conocido como Cornel Woolrich), recopilados por Vicens Vives en su edición de la colección Cucaña: Aprendiz de detective. Un robo muy costoso. Al igual que otros dos del mismo autor: El ojo de cristal. Charlie no vendrá esta noche, son historias sencillas de leer en el aula de 1/2 ESO, y que dan mucho juego para trabajar otros temas sociales y humanos. Además, al alumnado les suele gustar mucho la intriga que hay detrás de ellos.
Abrimos un nuevo año en el blog siguiendo con esta serie de lecturas añejas, las sesquidécadas que, desde hace la friolera de 13 años, rescatan impresiones lectoras quince años después. Estas breves reseñas son una manera tan digna como otra cualquiera de mantener vivo este diario digital en tiempos de caprichos más breves y efímeros. Pronto las sesquidécadas se alcanzarán a sí mismas y tal vez acaben repescando algunas relecturas, en un ejercicio de recursividad al estilo de Cortázar o Borges. Quizá en ese momento el blog se pliegue sobre sí mismo y desaparezca como en uno de aquellos episodios de la Pantera Rosa.
Y hablando de recursividad y de círculos que se cierran, las lecturas siempre nos brindan ocasión para casualidades y reencuentros, como algunos de los que aparecerán este mes de enero de 2007. La primera lectura y coincidencia tiene que ver con Estambul. En 2006 le concedieron el Nobel a Orhan Pamuk y de ahí surgió un interés generalizado por este autor. En agosto ya había leído Me llamo Rojo, como he comentado aquí, y eso me animó a pedir para Reyes una nueva obra suya, en este caso Estambul. Es una novela autobiográfica con aromas de diario, pero también de cuaderno de viaje. Es un libro sugerente y cautivador que abre las ganas de visitar la ciudad y empaparse en su cultura y tradición. La manera de escribir de Pamuk, tan particular y esmerada, es un buen aliciente para dejarse llevar por los sentidos y por las memorias revividas del autor. Hablaba de coincidencia porque el primer libro de este año 2022 ha sido El viaje a Oriente de Flaubert, de mi compañero de claustro Fernando Peña, un ensayo sobre los cuadernos de viaje del escritor francés en su periplo por Egipto, Asia Menor, Turquía y Grecia. Precisamente una de las etapas es Estambul, y resulta curioso poder comparar la visión del forastero europeo de mediados del XIX con la del nativo del siglo XXI, en qué coinciden, en qué difieren. Un buen juego para empezar el año.
El segundo encuentro azaroso viene de Irlanda. El último libro que leí en 2021 fue de una autora irlandesa, Maggie O'Farrell, y el primero que leí en 2007 fue de otro irlandés, Flann O'Brien. El tercer policía fue la primera novela que conocí de este extraño escritor. Después llegarían otras tan curiosas y desconcertantes como esta. No es posible reseñarEl tercer policía sin destripar algo de su contenido. Es una novela negra, pero no lo es. Su estilo es más de autores como Bioy Casares o Gómez de la Serna, pero con el humor de Wilde o el surrealismo de Carroll. Es una novela solo para lectores incondicionales, que abre el camino a otras joyas como las Crónicas de Dalkey o La boca pobre. Auténtica delicatessen lectora.
Por último, hace unas semanas fallecía Verónica Forqué y, al abrir mi diario de lecturas, me encuentro con Bajarse al moro, la obra teatral de José Luis Alonso de Santos, cuya versión cinematográfica protagonizó la actriz hace mil años, cuando éramos jóvenes y aún creíamos en los Reyes Magos y en que era posible escapar de la comodidad burguesa. Releí entonces Bajarse al moro para usarla en el aula de 4º ESO, pero ya vi que a mis alumnos de 2007 les resultaban ajenos el humor, la ironía y las vivencias de los jóvenes de 1985, así que no volví a llevarla al aula, aunque sí la mantengo en las recomendaciones lectoras voluntarias. Personalmente, me parece una obra deliciosa, con un humor elegante y una crítica social tan sutil como demoledora. Por otro lado, la adaptación cinematográfica es un complemento muy atractivo para abordar las intertextualidades. Ahora, a casi 40 años de distancia, es todo historia. Unos clásicos de su género.
En estos tiempos de coeducación y de lucha contra el machismo, debería ser inexcusable la lectura de Lisístrata, una de las más divertidas y reivindicativas comedias de Aristófanes. Hace quince años, todavía tenía muy fresca mi formación académica clásica y ello me permitía disfrutar de algunos autores no muy conocidos, como Luciano de Samósata o Julio Obsecuente. Así que fue una sorpresa encontrarme este clásico tan famoso que se me había pasado leer. Por suerte, es una obra muy viva que se sigue representando en la actualidad y que nunca pasará de moda, por su valor cómico y por sus otros valores: la defensa del pacifismo y el poder de las mujeres, entre otros. A diferencia de otros comediógrafos que usan el enredo amoroso como elemento satírico, Aristófanes coloca la huelga sexual de las mujeres en el eje de un conflicto que acerca más a la tragedia que a la comedia. Un gran acierto.
Lisístrata: Lampito, todas las mujeres toquen esta copa, y repitan después de mí: no tendré ninguna relación con mi esposo o mi amante. Cleónica: No tendré ninguna relación con mi esposo o mi amante. Lisístrata: Aunque venga a mí en condiciones lamentables. Cleónica: Aunque venga a mí en condiciones lamentables. (¡Oh Lisístrata, esto me está matando!) Lisístrata: Permaneceré intocable en mi casa. Cleónica: Permaneceré intocable en mi casa. Lisístrata: Con mi más sutil seda azafranada. Cleónica: Con mi más sutil seda azafranada. Lisístrata: Y haré que me desee. Cleónica: Y haré que me desee. Lisístrata: No me entregaré. Cleónica: No me entregaré. Lisístrata: Y si él me obliga. Cleónica: Y si él me obliga. Lisístrata: Seré tan fría como el hielo y no le moveré. Cleónica: Seré tan fría como el hielo y no le moveré. (...) Lisístrata: ¿Todas han jurado? Mirrina: Todas.
Otra lectura que rescato en esta sesquidécada es la novela El hereje, de Miguel Delibes. Después de haber leído el magnífico ensayo de Marcel Bataillon, Erasmo y España, la novela de Delibes se lee con el goce de una novela histórica bien documentada, con el placer de asomarse bien pertrechados a otros tiempos. Una lectura que reúne la mejor prosa del autor con el ambiente de una de las épocas más significativas de nuestra historia. Aunque parezca alejada de sus otras novelas, El camino, Las ratas, Cinco horas con Mario... El hereje sigue indagando en esos temas trascendentales que definen a Delibes y que lo unen a través del tiempo con las inquietudes de la Generación del 98. Una lectura muy recomendable.
Finalmente, rescato otra obra de teatro, más trágica que cómica, y también muy actual, como la de Aristófanes: Muerte accidental de un anarquista, de Dario Fo. Es tan breve que no vale la pena reseñar su argumento, así que os dejo que la descubráis, si aún no la conocéis, en estos pocos días que quedan de verano. Felices postrimerías de agosto.
Empieza el año y siguen las sesquidécadas, que llevan ya reseñadas las lecturas de 9 años, de modo que completaremos un decenio al acabar este 2018. Muy lejos queda aquella primera nota en el blog de enero de 2009 en la que se hacía un propósito de escribir sobre literatura al menos una vez al mes; un propósito que he procurado mantener en pie a pesar de la muerte intermitente de los blogs.
La selección de lecturas de aquel otro enero de 2003 que hoy toca recuperar me lleva a tiempos y géneros diversos. El primero es el teatro, con un clásico del siglo XX: Las bicicletas son para el verano, de Fernando Fernán Gómez. Como dije en la anterior nota, la optativa de teatro que impartía me llevó a repasar el canon literario hispánico. No es esta una obra para adolescentes, aunque como ocurre con tantas otras (pienso por ejemplo en La lengua de las mariposas), convendría mantenerse como recomendación para aquellos a quienes les interese el aspecto más social e histórico de nuestra literatura. Es una obra ambientada en la guerra civil que refleja la vivencia más cercana de esas pérdidas que supone un conflicto como aquel; angustia sin caer en los clichés, sin efectismos, mostrando el día a día de la desilusión y la miseria.
Sin abandonar el teatro, pero dando un salto atrás en el tiempo, nos vamos a otro imprescindible, con su obra fundamental: Fuenteovejuna, de Lope de Vega. En aquella época, a pesar de que me había engullido más de diez o quince obras de Lope, no había leído este clásico, que se había ido quedando relegado por su popularidad. Con todo lo estudiado de Fuenteovejuna, con el escaso margen para la sorpresa, incluso así resulta una obra impactante. Es más, conocer el contexto y el abanico de interpretaciones posibles la hace aún más grande. Una joya.
Por último, rebuscando materiales para mi tesis, recupero un ensayo breve pero curioso sobre los pliegos sueltos, en particular sobre los que cantaban los ciegos de pueblo en pueblo: El ciego y sus coplas, de Joaquín Díaz. La figura del ciego que recorre esos caminos relatando milagros, sucesos, crímenes, oraciones, desgracias y alegrías, constituye también un elemento esencial para entender la literatura oral, para comprender la pérdida de una tradición que ha sentenciado primero la televisión y ahora Internet. Apenas queda rastro ya de aquellas historias familiares o locales que se contaban al amor de la lumbre en las casas y que luego se expandían por medio de buhoneros o narradores orales como los ciegos. Solo unos pocos atrevidos se mantienen hoy día perseverando por mantener esas tradiciones, unos valientes que hacen de la narración oral un placer para las minorías. Lo que es también la literatura.
En las últimas horas del año, recupero para esta sesquidécada tres lecturas de aquel otro diciembre de hace quince años, tres lecturas diversas que he seleccionado para que puedan servir a alguno de regalo de Reyes.
La primera es un clásico de la novela negra, que convendría recuperar también en su versión cinematográfica: El halcón maltés, de Dashiell Hammett. Es una novela que merece la pena leer, aunque solo sea por el placer de revivir el ambiente de uno de los géneros más populares del siglo XX. Ahora que el género policíaco abusa en demasiadas ocasiones del efectismo o de la crudeza sangrienta, conviene releer esta novela clásica para no perder los referentes.
La segunda obra apunta hacia las curiosidades de la lengua: El porqué de los dichos, de José María Iribarren. Es una obra divulgativa y enciclopédica que pretende recoger el origen de muchas frases hechas y refranes de la lengua castellana. Probablemente, ahora que todo está en internet, no tenga mucho sentido acometer esta empresa en ese formato, pero un libro siempre es un libro, y regalar enlaces de internet o documentos en PDF no tiene mucho sentido.
La última obra seleccionada para cerrar este año es otro clásico, esta vez menos conocido: La farsa infantil de la cabeza del dragón, de Valle-Inclán. Es una obra que pude ver representada hace años por una compañía de teatro amateur y que me encantó, por la habilidad de Valle para construir una obra en apariencia infantil, pero con un brillante trasfondo crítico. Hace quince años intentamos ponerla en escena en la asignatura de teatro de 4º de ESO, pero mis habilidades como escenógrafo no daban para tanto y apenas pudimos pergeñar algún fragmento. Os recomiendo su lectura y, a los más atrevidos, llevarla al aula.
Y con estas lecturas, cerramos el año y nos encaminamos hacia el 2018, fecha en la que este blog cumplirá los doce años de existencia, con lo que pronto entrará en la adolescencia, así que perdonen de antemano sus rebeldías e ingenuidades.
Esta sesquidécada no solo conmemora una lectura de hace quince años, sino que celebra también mi iniciación en la docencia. En noviembre de 2000 me llamaron de una academia para impartir clases de preparación de Selectividad en las especialidades de Literatura y de Latín. Por primera vez entraba en un aula como profe y por primera vez experimentaba las alegrías y dificultades del oficio. De esto ya hablo suficiente en el blog, así que me centraré en la lectura que protagoniza esta sesquidécada y que tiene que ver con aquellas clases de preparación de Selectividad. Se trata de Luces de bohemia, de Ramón María del Valle-Inclán, una obra que aún sigue formando parte del canon prescriptivo de las pruebas de acceso a la universidad.
No fue aquella mi primera lectura de Luces de bohemia ni tampoco la última, ya que sigo leyendo esta obra cada vez que me toca impartir clase en 2º de Bachillerato y, con cada lectura, me convenzo un poco más de la grandeza de Valle-Inclán como artista del lenguaje literario y de la pervivencia de su obra en el tiempo, sin mermas de calidad ni de compromiso con la realidad. Leer ahora Luces de bohemia produce tanta bilis como debía producir en su tiempo, y algunos de sus momentos estelares parecen retratos grotescos sacados de las noticias de cualquier periódico de hoy: disturbios callejeros sofocados a golpe de porra o pistola, cultura vendida a precio de saldo en manos de usureros, medios de comunicación vendidos al poder, nepotismo, inmoralidad, postureo... Hay frases que podían ser tuits mil veces retuiteados:
España es una deformación grotesca de la civilización europea
Hace años leímos la obra y la comentamos en Tuenti y Twitter; nos concedieron un reconocimiento por ello. Este trimestre la hemos vuelto a leer y comentar en clase, pues, como ya dije, es lectura preceptiva de Selectividad. Sé que muchos de mis alumnos han desconectado durante esas sesiones de tertulia: les viene grande una obra que exige demasiado fondo cultural; tal y como está planteada la Selectividad, les va mejor aprenderse de memoria la teoría de la literatura. Otros quizá han entendido a Valle de manera superficial, sin vislumbrar la relevancia de su escritura en el tiempo que le tocó vivir. Solo unos pocos habrán atesorado tras su lectura la semilla de una literatura del más alto nivel, una delicatessen que podrán disfrutar en más ocasiones cada vez que vuelvan a sus páginas. En el fondo, sabemos que la buena literatura sigue siendo un artículo de lujo, cada día más escaso, cada día más preciado por los elegidos la secta.
Invitado por la Asociación de Amigos del Libro Infantil y Juvenil (ALIN) a través de Marisa Zapata y el CEP de Almería, pude participar el sábado pasado en las Jornadas "Es moderno ser clásico", que tuvieron lugar dentro de la semana del Teatro del Siglo de Oro. Allí fui a contar lo que hacemos en clase con los clásicos, que es básicamente leerlos para convertirlos en otros textos audiovisuales, algo que ya sabéis de sobra quienes pasáis por aquí.
Aunque pude mantener una charla informal sobre literatura juvenil con Fernando Lalana, apenas tuve tiempo para saludar a Rosa Navarro, a quien admiro y de quien hubiese podido aprender mucho. Por suerte, de quien sí aprendí fue de Pepe Cañas, que nos regaló una excelente apología del teatro escolar bien salpicada de anécdotas y consejos. Curiosamente, ambos coincidimos en que los proyectos, sean teatro, vídeo o cualquier otra manifestación artística, acaban sacando a la luz el potencial oculto de muchos alumnos.
Como suele ser habitual, al margen de la ponencia formal, lo mejor del viaje fue el contacto humano con profesionales magníficos y con buenas personas de verdad, como Carmen Cañabate, Adrián Zapata, Mª Jesús Escarabajal o Rubén Martínez, a quienes agradezco sus atenciones y paciencia. A modo de colofón, pudimos ver la representación de la comedia El rey Perico y la dama tuerta, una adaptación muy divertida de otro clásico. También mi amiga Carmen Cañabate ha reseñado la jornada en su blog.
Más información sobre las actividades de aula de las que hablé:
Llevan varios días (o semanas) publicando cartas de lectores en el diario El País, todos ellos enfadados con la aparición de Belén Esteban en la portada de uno de sus semanales, lo que ha llegado hoy hasta la Defensora del lector. Esos lectores consideran que se trata del triunfo de la chabacanería en la televisión y muestran su indignación ante el hecho de que esa podredumbre llegue a la prensa 'seria'. No voy a defender a la princesa del pueblo (así llamada por quienes se hacen de oro a su costa y la nuestra), aunque en esta nota con la que inauguro el año traeré una analogía que quizá relativice tanto denuesto. Avisaba en una sesquidécada anterior que mis intereses lectores quince años atrás trillaban con minuciosidad la historia del teatro del Siglo de Oro. Uno de los manuales que leía al comenzar 1996 era Lo villano en el teatro del Siglo de Oro, de Noël Salomon, un trabajo pormenorizado sobre la aparición de personajes rústicos en la comedia áurea. Es difícil resumir todas las conclusiones que se desprenden de dicha obra, aunque resaltaré una idea que se relaciona con el fenómeno de la telebasura. En el Madrid de los siglos XVI y XVII, frente al despoblamiento del campo y la progresiva aparición de mendigos y otros molestos advenedizos, los habitantes de una aldea que acababa de convertirse en capital del Imperio necesitaban afirmarse en su identidad castiza a través del retorno a la tierra (no es casual que coincida con la beatificación de san Isidro Labrador) y de la exaltación de lo humilde; de manera paralela, dignificar el personaje del labriego con honra (en Fuenteovejuna, El alcalde de Zalamea y tantas otras comedias) constituye para otros una salvaguarda del noble de cuna y del terrateniente, pues aplaca las ansias de rebelión contra el estado de las cosas. En ese sentido, la aparición de personajes de pueblo en la comedia se opone, por su integración y ejemplaridad, a la novela picaresca, mucho más transgresora y crítica. Intento trasladarme a aquel siglo e imagino que un escenario poblado de rústicos, sayagueses, pastores bobos, villanos con ínfulas de nobleza, con un público enfervorecido aplaudiendo sus gracias y sus demostraciones de honor, debía molestar a quienes consideraban el teatro un género sublime, a quienes veían en lo literario una fuga o una denuncia de la realidad, a todos esos lectores exquisitos de Góngora, Gracián o Quevedo que, de haber existido, habrían llenado la sección de cartas al director de los diarios de la época. Cinco siglos más tarde, también en una sociedad en crisis llena de mendigos y advenedizos, las masas siguen aplaudiendo al rústico en forma de Belén Esteban, quizá porque ello les recuerda la materia humildemente humana con la que estamos hechos; aplauden sus gracias porque, como dice Bergson, “la risa debe tener siempre una significación social”, y la Esteban representa esa clase media postfranquista de la que parece que todavía no hayamos salido. Del mismo modo, los empresarios de los medios siguen promoviendo este espectáculo sabiendo que, al darle dignidad a quienes están de facto desposeídos de ella, se aseguran consumidores fieles que no van a exigir calidad; y a quienes no les guste, a esas minorías que leen a Quevedo, se les deja claro que no deben enchufar la tele, que para eso ya tienen los libros.
Al revisar el registro de lecturas de noviembre de 1995 para esta sesquidécada, me he dado cuenta que el teatro de los Siglos de Oro fue una de esas pasiones casi inexplicables por las que uno hace locuras. La mía fue devorar en pocos meses casi toda la bibliografía fundamental sobre el tema. Sólo para el mes de noviembre encuentro estos títulos:
Maravall, José Antonio: Teatro y literatura en la sociedad barroca
Díez Borque, José María: Sociología de la comedia española en el siglo XVII
Varios autores: Constantes estéticas en la "comedia" del Siglo de Oro
Aubrun, Charles: La comedia española 1600-1680
Varios autores: Comedias y comediantes
Orozco, Emilio: ¿Qué es el "Arte Nuevo" de Lope de Vega?
Parker, Alexander A: La imaginación y el arte de Calderón
Froldi, Rinaldo: Lope de Vega y la formación de la comedia
Lo mismo para diciembre y enero... Las razones de este desenfreno bibliográfico hay que buscarlas en una asignatura concreta de la carrera, Literatura de los Siglos de Oro, cuyo primer cuatrimestre corría a cargo de la catedrática Evangelina Rodríguez Cuadros, experta en Calderón de la Barca, entre otros muchos menesteres. Esta profesora proponía un método de examen no muy usual, que a mí me parece estupendo, pero que no complacía a muchos. Al inicio de curso, daba un listado de bibliografía y dejaba claro que cada cual se buscase la vida para administrarla. En febrero, el examen consistiría en un texto crítico sobre el teatro clásico que podríamos llevarnos a casa, donde tendríamos cinco días para entregar una reflexión crítica a partir de nuestra propia investigación. El reto era impresionante, como podéis imaginar, de ahí que me tomase tan en serio lo de leer crítica literaria y obras de teatro, que no aparecen aquí, pero que también fueron numerosas como demuestra la foto que encabeza esta nota.
El resultado fue bastante bueno (o al menos así me lo evaluaron) y eso me hizo pensar que algún día me dedicaría a la investigación del Barroco. De hecho, empecé mi tesis doctoral con esta profesora, aunque pronto asumí que no podría entregarme con la dedicación que el empeño exigía. Los años marcaron otro destino profesional y quizá algún día retome lo que quedó a medias. De momento, para los devotos del teatro áureo, os dejo aquel examen que empezó a redactarse meses antes de tenerlo en mis manos:
(Entra un tonto en el centro comercial La brecha británica)
TONTO:
Buenas tardes tenga usted.
LISTO 1:
Buenas sean. ¿Qué desea?
TONTO:
Estropeose este tubo del aspirador, ¡qué pena!
LISTO 1:
Veo que es en garantía; llévelo usted sin problema, no anda lejos el servicio técnico, y allí no hay pena. Mas, hombre, no vaya usted hoy que es sábado y allí cierran
(Vase)
ACTO 2
(Servicio técnico, lunes por la tarde)
TONTO:
Buenas tardes tenga usted.
LISTO 2:
Buenas. ¿Viene con un tubo? Sepa que el aspirador que usted creía de lujo es un cacharro mezquino que funciona como el culo. Varios me han traído ya y garantías no hubo.
TONTO:
Asi, ¿me toca pagar?
LISTO 2:
Y serán casi mil duros.
(Vase desconsolado)
ACTO 3
(Martes por la tarde en La brecha británica)
TONTO:
Buenas tardes tenga usted.
LISTO 1:
(Aparte) Otra vez el persistente. ¿Qué le trae por aquí?
TONTO:
Ya de atención al cliente vengo muy desesperado, así que no me caliente... La garantía lo dice: "Dos años los componentes"
LISTO 1:
Pero este tubo es pïeza, señor, y no componente. Y sepa que las pïezas se excluyen completamente.
TONTO:
Mas el tubo no es cepillo, ni filtros; es diferente.
LISTO 1:
Olvídese, caballero. No obró atinadamente al elegir esta marca.
TONTO:
¡Si me la enseñó su gente!
LISTO 1:
Aquí en la factura veo que lo compró en internete. ¡No somos la misma cosa! No vendía yo tal ente.
TONTO:
Pero, ¿qué me dice usted?, ¡si lo veo allí enfrente!
LISTO1:
Para otros bobos lo guardo; siempre pica algún cliente. Retírese ahora un tanto que se me espanta la gente.
(Vase el TONTO rumiando entre dientes)
TONTO:
Enseñaba yo a los críos respetar mucho la letra para tratar con las gentes sin romperles la cabeza. Mas ahora veo triste que, aun sobre letra impresa, hay quien discute y porfía, y lo escrito se la pela. Malas gentes comerciantes, muy devotos de la empresa pero poco fieles al cliente, quien en la estacada dejan. Y llámenme tonto inglés puesto que aquí se demuestra que bien extranjero soy de aquesta mi propia lengua.
FIN
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Los personajes y acciones que se cuentan en este drama están basados en hechos reales. Por si alguien quiere huir de situaciones similares, todo esto ocurrió en este comercio, y con un aspirador de esta marca.
ACTUALIZACIÓN 30/10/09:
Tras varios correos electrónicos, el departamento de gestión de calidad de di4 se ha hecho cargo del envío gratuito de esta pieza. También desde el departamento de atención al cliente de El Corte Inglés se han preocupado de llamar para tratar de solucionarlo. Quiero pensar que lo hubiesen solucionado sin necesidad de mis insistentes correos y de esta nota en el blog. Y como es de bien nacidos ser agradecidos, publico una nota aclarando todo esto en el mismo registro poético.
Se queja con razón el pobre Lope de que nadie lee sus poemas ni ve sus obras de teatro. No me culpéis esta vez de hacer chanzas de los clásicos: fue otro el autor y yo solo soy el mensajero.
No obstante, me viene de perilla el vídeo para mi recopilación mensual de lecturas sesquidecádicas. Hace quince años estaba sumergido en la lectura de comedias del Siglo de Oro. Me leí tantas que ya casi adivinaba con antelación lo que iba a ocurrir en ellas (algo similar a lo que ocurre con Agatha Christie). El teatro barroco es un fenómeno de dimensiones inimaginables, a las que no se alcanza siquiera con la lectura de todo el inmenso corpus teatral. Suelo decir en clase que, para hacerse una idea de la comedia del Siglo de Oro, piensen en el fútbol y el cine de Hollywood: del primero imaginen las aficiones, los hinchas, el estadio, la gente alborotando; del segundo, las historias, la intriga, la aventura, el miedo, el amor, el drama... Con esta digresión de fondo, regreso a mi nómina de marzo de 1994, en la que se dan cita dos de los grandes: Lope de Vega y Calderón de la Barca. El primero con La dama boba, y el segundo con El gran teatro del mundo. La dama boba es un ejemplo de comedia ligera, muy representativa del teatro de Lope, al estilo de El perro del hortelano, y de la que también existe versión cinematográfica:
No es desde luego la mejor comedia de Lope (en el aula de Bachiller creo que funcionan mejor Fuenteovejuna o El caballero de Olmedo), pero sería interesante probar a combinar la lectura de la obra con el pase de la película, y luego tratar la imagen de la mujer que ofrece Lope. Por si acaso, os dejo un fragmento del padre de las chicas, una lista y otra boba:
(...) Aquí el oficio de padre y dueño alarga el pensamiento. Caso a Finea; que es notable indicio de las leyes del mundo, al oro atento. Nise, tan sabia, docta y entendida, apenas halla un hombre que la pida; y por Finea, simple, por instantes me solicitan tantos pretendientes, del oro, más que del ingenio, amantes, que me cansan amigos y parientes.
Ya veis que las mujeres listas no tenían buena prensa...
El gran teatro del mundo es quizá el mejor auto sacramental de Calderón. Puede que otro día me entretenga en salvar a Calderón de la mala fama que tiene. Creo que La vida es sueño es una de las mejores obras de la literatura española, con diferencia. Tampoco voy a proponer a Calderón como autor revolucionario, pero considero que, aun hoy, pesan sobre él lecturas muy rancias, debidas más a los críticos posteriores que a su propia obra.
En este auto, Calderón plantea que la vida es una función de teatro en la que cada uno representa un papel. El autor, Dios, los juzgará al acabar la función. Como es normal, pocos están conformes con el personaje que les toca representar; pero el autor tiene palabras de consuelo para todos, incluido el pobre:
En la representación igualmente satisface el que bien al pobre hace con afecto, alma y acción como el que hace al rey, y son iguales este y aquel en acabando el papel. Haz tú bien el tuyo y piensa que para la recompensa yo te igualaré con él. No porque pena te sobre, siendo pobre, es en mi ley mejor papel el del rey si hace bien el suyo el pobre; uno y otro de mí cobre todo el salario después que haya merecido, pues con cualquier papel se gana, que toda la vida humana representaciones es. Y la comedia acabada ha de cenar a mi lado el que haya representado, sin haber errado en nada, su parte más acertada; allí igualaré a los dos.
Supongo que para el mísero espectador del siglo XVII, estas palabras servirían de consuelo; quien dude del poder balsámico de tales palabras, puede pararse a escuchar a los políticos de nuestros días en campaña electoral y encontrará ejemplos similares con una prosa más basta.
Pero, no quisiera terminar sin rendir un homenaje también a la Colección Letras Hispánicas de la Editorial Cátedra. La mayoría de amantes de la palabra, es decir, filólogos en sentido amplio, debemos tributo a esos clásicos a los que hemos llegado a través de cuidadas ediciones de bolsillo. En mi biblioteca tengo más de cincuenta libritos de los que nunca pienso deshacerme. Y una vez más, seguro que coincido en esto con alguno de los que pasáis por aquí.
Enlaces a la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes: