19 diciembre 2021

Sesquidécada: diciembre 2006

En diciembre de 2006 me asomé a las Ventanas de Manhatan, de Muñoz Molina, y a los interiores de Laura y Julio, de Juan José Millás. Me reí con algunos monólogos de Luis Piedrahita y con el humor fino de Maribel y la extraña familia, de Miguel Mihura. También me zampé alguna novela juvenil: El precio de la verdad (Carolin Phillips), El cuarto de las ratas (Alfredo Gómez Cerdá) o Noche de viernes (Jordi Sierra i Fabra). Sin embargo, de todas aquellas lecturas, solo voy a rescatar para esta sesquidécada un breve ensayo divulgativo al que todavía le sigo dando bastante uso: Las claves de la argumentación, de Anthony Weston.

Los docentes de lengua y literatura (y también los de otras especialidades) necesitamos enseñar la argumentación a nuestro alumnado. Enseñar la argumentación, sin embargo, no es explicar la teoría y poner preguntas sobre ello, sino poner en marcha las estrategias y tareas necesarias para desarrollar esa competencia, la de leer, comprender, analizar críticamente y ser capaz de defender racionalmente una tesis (o la contraria). El libro de Weston es un manual ligero para adentrarse en algunas de esas habilidades, con las pautas precisas para identificar argumentos y para planificar los nuestros. También es un buen método para reconocer y evitar las falacias. Nunca lo he propuesto como lectura para el alumnado (podría encajar en el Bachiller, pero tienen demasiada carga de lecturas como para añadir una más), pero sí que he extractado pasajes y les he dado indicaciones que les sirvan de ayuda en sus textos. Demasiadas veces decimos que el alumnado no sabe argumentar, pero lo que veo es que muy pocas veces los hemos acompañado sistemáticamente en la construcción de textos argumentativos bien armados. En una época como la actual, llena de bulos y postverdades, las claves de una buena argumentación son también una vacuna contra la desinformación y el maniqueísmo.  

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