03 julio 2014

Memoria de la buena


En el ámbito docente, hay dos tipos de memoria: la que sirve para reflexionar, aprender y mejorar, y la que se archiva en un departamento para que nadie la lea. La memoria que me interesa es la primera, memoria de la buena, la que trato de recoger en este blog o en los distintos blogs de aula que mantengo. Recopilé hace poco los trabajos de 2º de ESO dentro del Plan Lector; ahora toca hacer memoria, de la buena, de lo que hemos trabajado en 1º de Bachiller. 
Como en el curso anterior, hemos desarrollado el proyecto "Piénsame el amor y te comeré el corazón", un proyecto que aglutina diversas competencias y que exige el dominio de destrezas comunicativas en diversos códigos y medios. Como novedades, este año teníamos los libros del proyecto, así que los materiales eran más accesibles y homogéneos; también hemos optado por el modelo pechakucha, sin paliativos, lo que ha resultado una gran sorpresa, ya que el alumnado se ha adaptado bastante bien a este modo de contar.


Por otro lado, para dar respuesta a las competencias digitales, hemos mantenido el proyecto del Portafolio Digital, en el que cada alumno ha difundido sus trabajos.
El balance general ha sido satisfactorio. La mayor parte de los problemas se han debido a la falta de tiempo para trabajar en grupo o para hacer compatibles las tareas con otras asignaturas. Creo que, más allá de las posibles mejoras, ha valido la pena insistir en las presentaciones orales y en la autoevaluación. Se van, al menos, con la experiencia de defender ante un público un proyecto de investigación... en menos de 7 minutos, que no es fácil.
Os dejo los enlaces para que podáis ver los trabajos:

27 junio 2014

Blog Hop Project: así escribo

Hubo un tiempo en el que los blogs eran zarandeados frecuentemente por los memes. Había memes numéricos, indiscretosagoreros, entrañables, literarios, poéticos...  De aquello hace tanto, que ya apenas queda memoria, salvo en las crónicas de los más añejos blogueros. En la era de los desafíos en Facebook, de los trending topics en Twitter y de los virales en Whatsapp, recoger y difundir un meme bloguero es casi un acto de rebeldía, una acción inusitada contracorriente, mucho más atrevida aún si supera con creces los 140 caracteres a los que se ha acostumbrado el ciber-ojo humano.

Este meme del Blog Hop Project, nacido en esta entrada de esplinGo Coaching, busca "responder a cuatro preguntas acerca de nuestra experiencia escribiendo en nuestro blog e invitar a otros tres blogueros para recoger el testigo y continuar la cadena". A mí, el turno me ha llegado de mi colega Iñaki Murua, a quien conocí en Getxolinguae hace ya cinco añazos, y a él le llegó de otro buen amigo de la red, Guillermo Gómez
Incapaz de decir no a tan buena gente, y afectado por una profunda grafomanía, he aquí las preguntas y las respuestas:


1) ¿Sobre qué estoy escribiendo actualmente?
En los ocho años que lleva vivo este blog, los temas se han mantenido con leves variaciones: experiencias didácticas, reflexiones de aula, actualidad educativa, literatura, formación y TIC. En un principio, recogía todo tipo de curiosidades relacionadas con el oficio, algo que he relegado a mi actividad en redes sociales. Actualmente, en el blog escribo notas sobre proyectos que llevo a cabo en clase o sobre formación del profesorado; también suelo dedicar alguna nota a aspectos críticos del sistema educativo. Intento mantener el vínculo con la literatura a través de las sesquidécadas.

2) ¿En qué difiere mi escritura de la de otros que desarrollan el mismo género?
Como no podía ser de otro modo en un profe de lengua, intento cuidar mucho el estilo de mis notas en el blog. Sé que tiendo bastante a la retórica y que algunos de mis textos tienen regusto barroco, pero es mi seña de identidad, igual que el humor. Desde el primer momento decidí que este blog iba a ser un lugar amable en el que los lectores y amigos lo pasasen bien, por ello es habitual que aparezca algún guiño humorístico o algún escrito de docencia-ficción que relaje las tensiones del oficio.

3) ¿Por qué escribo lo que escribo?
Escribo por necesidad. Necesidad de contar lo que vivo en el aula, las tareas de mi alumnado, las (muchas) dudas que me atenazan y las (pocas) certezas con las que me enfrento a la docencia. Necesidad de crear vínculos con otros compañeros a quienes conocí a través de los blogs y que ya son grandes amigos. Escribo para romper los muros del aula, para que otros se asomen y vean lo mucho que se aprende y se enseña en la Escuela. Escribo porque hay que contar las cosas a los cuatro vientos.

4) ¿Cómo es mi proceso de escritura?
Si exceptuamos la serie de sesquidécadas, que tiene prefijada la aparición mensual, y algunos textos que se publican al hilo de proyectos colaborativos, el resto de notas del blog aparecen cuando me lo dicta la conciencia, pues no rindo cuentas a nadie, ni nadie me subvenciona (ni siquiera admite publicidad). Reconozco que la impulsividad de los primeros años ha quedado atrás y que ahora trato de ofrecer una escritura más serena; también contribuye el hecho de poder compartir actividades en redes sociales, lo que deja el blog para notas más tranquilas. Cuando tengo decidido el asunto del que voy a escribir, suelo elegir una imagen Creative Commons para ilustrar el texto. Entonces escribo casi de un tirón, pues ya he pasado tres o cuatro días dándole vueltas en la cabeza para dar con el tono y estilo. Muy pocas veces dejo las entradas en borrador para seguir con ellas: si no están maduras, no me pongo hasta que lo tengo claro. Una vez publicadas, las muevo en las redes durante una semana como mucho. Y a empezar de nuevo. 

Y ahora viene lo mejor (o lo peor, para algunos). Nombro como candidatos para seguir este meme bloguero a tres buenos amigos del blog (que espero que no dejen de serlo). Por supuesto, dadas las fechas en las que estamos, no seré riguroso con esta exigencia de continuidad, aunque sí que me gustaría conocer sus respuestas. Ahí van: 


Panta Hernández, artista de un blog que sigo desde hace tiempo: Oteando desde proa, científico y gran amigo de la lectura y de la ciencia-ficción. También visible en Twitter (@wraitlito) y en algún que otro MOOC educativo. 

Joaquín Mesa es un profe de lengua a quien pude conocer en un encuentro de Buenas Prácticas en Madrid y a quien admiro por su rigor profesional y por sus propuestas y reflexiones más que sensatas. Además de su perfil en Twitter (@jmesa65), tiene un blog con un largo recorrido que recomiendo vivamente: EduCAP-TIC


Por último, me gustaría enredar en este meme a Jesús Hernández, activo tuitero (@jhergony) y artífice de Crea y aprende con Laura, un prolífico blog lleno de buenas ideas y propuestas. Seguro que aprendería muchas cosas de él.

23 junio 2014

Tres meses después


Tres meses han pasado ya del I Encuentro de Docentes de Lenguas en Educación Secundaria celebrado en Sevilla. Un tiempo de reposo, un tiempo de asimilación en el que participantes y seguidores han podido revisar los materiales publicados en el blog y sacar algunas conclusiones al respecto. Hasta ahora no os habíamos mostrado las conclusiones de la evaluación del Encuentro.

Muchos de nosotros pensamos que un encuentro de estas características era necesario; vuestra participación, vuestras opiniones y la retroalimentación a lo largo de estos meses ha demostrado que no estábamos equivocados. Aquí queda todo el trabajo desarrollado durante aquella mañana de sábado y alguna que otra más: conferencia inaugural, líneas de reflexión, talleres, experiencias didácticas...

En este siglo de la hipercomunicación, los docentes de lengua hemos de encontrar claves que nos ayuden a ser más profesionales y más eficaces a la hora de formar a los adultos del mañana. Es posible que en algunas de aquellas líneas de reflexión se hayan planteado cuestiones que nos faciliten esa labor. Es posible que de aquella jornada hayan surgido también las dudas fundamentales que habremos de resolver en el próximo encuentro… porque esperamos que haya un II Encuentro. ¿Alguien se anima a tomar el relevo?


19 junio 2014

Sesquidécada: junio 1999

Esta sesquidécada viene con sabor clásico por partida doble. El protagonista inicial es Luciano de Samósata, pero para llegar hasta este poco conocido autor sirio en lengua griega, tuve que partir de nuestro célebre Lázaro de Tormes. Aquí va la historia.
La obra del Lazarillo de Tormes es una de las más leídas del panorama literario hispánico, incluso en las aulas. Sin embargo, pocos saben que tuvo al menos dos segundas partes, una también anónima y otra de Juan de Luna. En la versión anónima, Lázaro cae de un barco y se convierte en atún para vivir una serie de peripecias en el reino de los atunes. Como podéis imaginar, se trata de una transformación con carácter satírico-burlesco que tenía como finalidad poner en evidencia muchos de los males políticos y sociales de la época, y para ello había de servirse del anonimato y la alegoría como instrumento para salvar la censura inquisitorial. Ese género de las transformaciones ya estaba inventado y su referente más conocido era el Asno de oro, de Apuleyo, pero, rascando un poquito más en las fuentes, se podía llegar a los relatos de Luciano, concretamente a "El gallo" y a "Lucio o el asno", ambos muy relacionados con el estilo y la intención de aquel Lázaro atún.
Así fue como, saltando de uno a otro, llegué a los Relatos fantásticos de Luciano y, posteriormente, a sus hilarantes Diálogos, de los que quizá hable en otra ocasión. Aunque podéis encontrar algunas reseñas y fragmentos en la red, recomiendo la edición de los clásicos de Alianza en la que están recogidos los "relatos verídicos" (auténticas joyas del surrealismo), "Icaromenipo o Menipo en los cielos", "El descreído", "El gallo" y "Lucio o el asno". Los relatos de Luciano son ágiles y muy divertidos. Contienen numerosas referencias a la mitología, pero el autor se apoya en ellas utilizando a menudo a ironía y el humor como elementos de crítica hacia costumbres y normas de la época. En ocasiones recuerda a los sueños de Quevedo, otras a los bestiarios medievales, otras a la picaresca, otras a Bocaccio, otras al viaje a la Luna del Barón de Munchausen... La lectura de aquellos relatos fue en aquel junio de 1999 un gran hallazgo que me abrió camino hacia géneros que desconocía.
Esta es, pues, la historia de un paseo por los clásicos y sus fuentes. Para todo filólogo es un deleite revisar esas obras que están en los márgenes de la literatura, esos textos que ya solo tienen sentido para los pocos que se atreven a recomponer el género y la historia que les dio origen. Para el ávido lector también son fuente de disfrute por su originalidad y porque avivan el deseo de coleccionar una rareza lectora más.

14 junio 2014

Ortografía, cómic y dieta saludable.


Se nos acaba el curso y con él los proyectos que iniciamos con tanta ilusión como incertidumbre. Estos días estoy recopilando en 2º de ESO los cómics que forman parte del proyecto "Ortografía y dieta saludable" (una adaptación para nuestro Plan Lector dentro del proyecto Ortografía y cómic), en la que hemos trabajado por parejas las reglas de ortografía y algunos principios de la dieta mediterránea. Durante la primera evaluación, nos aproximamos al concepto de "la clase al revés" con explicaciones en vídeo de los alumnos. En el siguiente trimestre, trabajamos el texto expositivo-argumentativo mediante murales y exposiciones orales. Finalmente, en este último tramo, hemos utilizado el cómic como herramienta de síntesis para que los personajes hablasen de dieta saludable y también de ortografía; sobre todo, los alumnos han utilizado Pixton, una herramienta a la que dedicamos una sesión en clase para conocer su funcionamiento (*). Algunos guiones han captado bien el sentido de la actividad y creo que ha valido la pena ligarlo al Plan Lector de centro, pues se ha visto reforzado por  tareas de otras asignaturas. Hemos recogido todos los materiales en el storify que abre esta nota; también podéis ver los cómics en un tablero de Pinterest: Ortografía, cómic y dieta saludable. Por último, quiero agradecer a Pilar Román que me brindase la oportunidad de participar en este proyecto con el que nos lo hemos pasado bastante bien.

(*) Si os animáis con Pixton, tened en cuenta que: a) si son menores tienen que poner una cuenta de correo de adulto para confirmar -también se puede mentir con la edad-; b) el correo de confirmación de cuenta suele ir derivado a la bandeja de spam, así que hay que buscarlo bien pues no deja publicar cómics si no se ha confirmado la cuenta; c) si la conexión es lenta, cuesta cargar los editores de viñetas; d) en aulas virtuales, puede que no carguen todas las cuentas. En nuestro caso, lo han ido haciendo en casa y dedicábamos algunos ratos sueltos a solucionar problemas.

30 mayo 2014

La práctica hace al maestro... o no


El lunes pasado este blog cumplió ocho años. En todo este tiempo de vida bloguera apenas he hablado de un asunto que ocupa buena parte de mi oficio: la formación del profesorado. Es ésta una faceta en la que me inicié de manera activa en 2007 y en la que todavía sigo interviniendo con bastante asiduidad. Reconozco que empecé a impartir cursos de formación porque no me gustaban los que recibía; no se me entienda mal: no sugiero que mis cursos sean mejores que los de los demás, sino simplemente que como alumno me aburría y como profe no puedo hacerlo por el empeño que pongo en ello. Es algo así como lo que dicen las parejas rotas, "no ha sido culpa tuya, sino mía".
La formación del profesorado es un tema del que no resulta fácil hablar sin tapujos. Me parece que este oficio nuestro es de los pocos en los que los grandes profesionales se atreven a jactarse de que no necesitan formación, alegando que "la práctica hace al maestro". Si lo pensáis bien, nada impide que un pésimo licenciado esté toda su vida dando clase sin tener ni remota idea de lo que hace. Al menos mientras mantenga un alto índice de aprobados. La formación en nuestro colectivo está entendida tradicionalmente como "asistencia o participación en cursos", nunca vinculada a su aprovechamiento, asimilación o relación con la práctica de aula. De hecho, parece que hay una desconexión total entre "formación" y "práctica docente", como si ambas esferas fuesen universos paralelos que nunca se han de tocar. Podríamos hablar incluso de la "burbuja formativa", esa oferta de los últimos años en la que había cursos de todo y para todos, cursos que ofrecían propuestas, enfoques o métodos cuyo contacto con la realidad del aula era pura ficción. Todos hemos sido cómplices, sí, de esa burbuja que solo servía para conseguir créditos y afianzar sexenios: una formación por encima de nuestras posibilidades.
No sé cuál es el camino correcto para abordar la formación docente. He hablado con muchos asesores que se muestran preocupados porque ya no saben cómo promover cursos: incluso ofertando en el propio centro, los docentes se resisten a participar. Por ello, la administración, aplicando aquello de "a grandes problemas, grandes soluciones", ha apostado por la formación on line, probablemente tan efectiva, pero más barata. La clave de todo ello es que tal vez, como ocurre con la política, hayamos llegado al punto de no tomarnos en serio algo que deberíamos considerar fundamental. Digo fundamental porque sé bien que la formación es muy necesaria, no solo para la mejora y la innovación, sino también para la calidad docente.
Para ilustrar estas afirmaciones, voy a poner un ejemplo personal reciente. Quienes me conocen saben que llevo más de cuatro años colaborando en el diseño e implementación de proyectos educativos en el aula. Para hacerlo con mediano éxito, he tenido que formarme y autoformarme: sobre todo lo he hecho leyendo blogs, artículos didácticos, aprendiendo de compañeros, etc. La parte práctica la tenía consolidada, sin duda, y podría haberme quedado ahí, señor de mi rutina, pontífice de mi saber hacer. Sin embargo, cuando a finales del año pasado tuve la ocasión de ejercer de tutor de un curso de "Aprendizaje Basado en Proyectos" para el INTEF, pude comprobar que me faltaban bases teóricas y que desde la atalaya de la tutoría de otros docentes estaba aprendiendo también sobre mis propios errores. De nuevo podría haberme quedado ahí, pues ya tenía la teoría y la práctica; pero me faltaba el tercer lado del triángulo formativo: la visión del aprendiz. Después de tantos años, no había sido juzgado ni evaluado, lo que ponía de manifiesto esa carencia en mi metodología. Así que, en el último MOOC sobre ABP, en el que he participado como "alumno raso" he podido ver lo complicado que resulta a veces cumplir con los deberes, completar tareas, colaborar con colegas, tomar decisiones... y, en especial, lo duro que resulta ser evaluado. 
El punto de la evaluación es el último que quería tratar. Los docentes nos formamos poco y mal. Al menos en la formación estándar, esa que da créditos, porque otra cosa son los eventos educativos y la autoformación. Nos formamos mal porque no nos creemos que otros sepan más o enseñen mejor, porque no nos interesa tanta teoría, porque, mientras el profe explica, buscamos ofertas de viaje o hacemos dibujitos hipnóticos en la libreta, porque firmamos y nos vamos... pero, sobre todo, porque aceptamos de mala gana que nos evalúen. Si dicen que el médico es el peor enfermo, el docente es sin duda el peor alumno. Tanto en el curso del INTEF como en el MOOC que acabo de mencionar han sido muy frecuentes las quejas por evaluaciones injustas, bien por la falta de feedback o comentarios que aclarasen los puntos negativos o bien porque evaluadores y/o evaluados no habían siquiera leído las rúbricas. Yo mismo he tratado de colar algunas tareas un poco flojas y he sido descubierto por colegas que me lo han hecho notar; aún así, en otras ocasiones, he recibido calificaciones bajas sin ninguna aclaración, lo que me ha hecho pensar: "¿Son tan rigurosos esos profes consigo mismos como lo son con los demás?" Reconozco que ese tema ha sido para mí una auténtica "caída del caballo" que me ha hecho reflexionar sobre mi propio modo de evaluar (incluso lo hice explícito en mi blog del MOOC). ¿Qué garantías tenemos de que evaluamos bien a nuestros alumnos? ¿Recibimos u ofrecemos comentarios acerca del acto de evaluar? ¿Qué nos hace pensar que estamos trabajando bien? ¿Quién le dice al profe que lo hace mal? ¿Quién le pone el cascabel al gato?
Cómo veis, había empezado a hablar de formación y acabo haciéndolo de evaluación. No puedo ofrecer respuestas acerca del mejor modo de formar a los docentes, porque en ello hay factores que escapan a mi control (cuánto dinero dedicar, quién debe diseñar la formación de un centro, quiénes están en condiciones de evaluar a un docente....). No obstante, creo que debemos tomar conciencia de que sin formación real, sin someternos periódicamente a una evaluación de nuestras capacidades docentes, es muy probable que estemos viviendo en una burbuja de satisfacción profesional que poco tiene que ver con la realidad. Tal vez sea cierto que la práctica hace al maestro, pero no sabemos si lo hace bueno, regular o malo.



24 mayo 2014

Sesquidécada: mayo 1999

En mayo de 1999 leí mi primera novela premio Planeta, una novela que protagoniza esta sesquidécada. En aquellos años de ilusión filológica aún creía que existían premios literarios buenos y malos. Con el tiempo he ido descubriendo que hay obras buenas y obras malas, y que los premios suelen ser accidentes que ocurren en el seno de una cultura y sociedad determinadas. El premio Planeta no escapa de las veleidades de este tiempo tan dado al chamarileo y el agradecimiento de favores, como bien contaba el otro día mi apreciado Rafael Ballesteros en su más que recomendable blog DesEquiLIBROS. Por todo eso, no es de extrañar mi prevención filológica contra la máquina planetaria de vender libros, una prevención que me mantenía lejos de los premiados por la familia Lara.

Sin embargo, aquella primavera de 1999 vencí mis temores y me puse a leer El jinete polaco, de Antonio Muñoz Molina. Era inevitable que lo hiciese, pues ya había leído otras novelas del autor y estaba más que satisfecho con su estilo y su universo narrativo, del que ya he hablado en otras ocasiones. De hecho, la lectura de El jinete polaco venía a complementar otra de sus novelas más apreciadas: Beatus ille. Sé que el estilo de Muñoz Molina es tan particular que puede resultar poco atractivo a los lectores que buscan acción o tramas sorprendentes; por eso mismo me extrañó que le concediesen el premio Planeta en su día, ya que era una novela que se enredaba en los vericuetos de la memoria histórica y, además, lo hacía con una narración compleja, en ocasiones muy técnica, demasiado literaria para el lector estándar.
Han pasado los años y sigo recordando no ya la trama, sino las sensaciones que me produjo aquella lectura. Supongo que eso es lo que consigue la buena literatura, independientemente de que le den uno u otro premio. Después de aquella ocasión, me he acercado a tres o cuatro novelas Planeta, pero ya no se ha vuelto a producir el milagro (me hubiese conformado con poder terminar algunas de ellas).  

No quisiera cerrar este recuerdo lector sin mencionar que el próximo lunes este blog cumple 8 años. Re(paso) de lengua nació un 26 de mayo de 2006 con intención de "compartir experiencias y vivencias relacionadas con la docencia de la lengua y literatura en particular, y con el oficio de enseñar en general", y también de la "necesidad de replantear los términos en que se mueve la docencia en estos días inciertos". Con más de 570 notas escritas en estos años, no sé si algo de ello he cumplido, pero sigo dialogando conmigo mismo y con otros buenos amigos que aún se asoman por aquí. Gracias.

12 mayo 2014

Reír por no llorar


No es fácil escribir literatura cómica que parezca seria o viceversa. Creo que ocurre como con el cine, donde a menudo se pasa el límite que separa la comedia divertida del chiste burdo. En otra nota del blog comenté mis impresiones sobre la literatura de humor y recomendé algunas de las lecturas que me hicieron reír en su momento. Como de aquello hace ya un tiempo y, además, el mundo nos brinda hoy más ocasiones de llorar que de reír, aprovecho este mes de mayo para apuntar algunos autores y obras que podría sumar al repertorio de literatura cómica.
Hay un humor sutil que deriva del absurdo cotidiano, de la propia torpeza de nuestra humanidad, de la ampliación del detalle más ridículo de nuestra existencia. Saben captarlo muy bien autores como Jorge Ibargüengoitia -Estas ruinas que ves, La ley de Herodes-, Junot Díaz -La maravillosa vida breve de Óscar Wao, Así es como la pierdes-, Arto Paäsilinna -Delicioso suicidio en grupo, El año de la liebre- , Philip Roth -El mal de Portnoy- o Antonio Orejudo -Fabulosas narraciones por historias, Ventajas de viajar en tren-. Otros lo hacen desde las novelas de género policíaco o de ciencia-ficción, como Fredric Brown -Universo de locos, Marciano, vete a casa-, Terry Pratchet -Mundodisco- o Douglas Adams -Guía del autoestopista galáctico-. Finalmente, otros eligen el relato breve casi surrealista, como Slawomir Mrozec -La mosca, La vida difícil-, Fernando Iwasaki -Ajuar funerario- o Juan José Arreola -Confabulario definitivo-. 
No me gusta dejar en el blog reseñas tan genéricas sin recomendar al menos algún título en concreto. Voy a optar por tres muy distintos para que no me riñan quienes se animen a leerlos. El primero es un librito muy breve de Hermínia Mas, disponible en catalán y en castellano, que se titula ¿A quién le bajamos el sueldo? Se trata de una colección de relatos diversos bastante cómicos sin llegar a lo histriónico. El que da título al libro es tan divertido como actual, por no hablar de idiosincrásico.
Para segundo plato, un clásico: Los papeles póstumos del club Pickwick, de Charles Dickens. Me ha parecido una obra extraña, crítica y mordaz en ocasiones y amable en otras. Le he encontrado guiños a lo mejor de la literatura clásica, incluido nuestro Quijote. Por supuesto, por su extensión y su prosa del XIX no es apta para impacientes.
Para finalizar, traigo la referencia de una obra que me envió mi amigo Enrique Gallud Jardiel, nieto de otro ilustre Jardiel. Se trata de una Historia estúpida de la literatura, que como su nombre indica pretende reírse sanamente del noble arte de la historia y crítica literaria. El libro recoge fragmentos de pseudocrítica, parodias y escolios de clásicos literarios, apuntes absurdos... A mi juicio, el autor recupera la tradición del humor vanguardista, un humor que requiere su punto de erudición, un humor negro o gris que la guerra civil convirtió en reliquia. Probablemente, la poca gracia de la posguerra provocó que se juzgase a la ligera a autores como Miguel Mihura, Julio Camba, Álvaro de Laiglesia o el propio Jardiel Poncela, y eso también es otra asignatura pendiente de nuestra historia literaria y cainita. ¿Qué se puede esperar de un país cuyos mejores intelectuales y glosadores del momento son dos humoristas: El Roto y Manel Fontdevila?
Si alguien quiere discrepar, asentir o preguntar, para eso están los comentarios, incluso para echar unas risas.