01 enero 2024

Escuelas que valgan la pena

Pepe Menéndez no es un docente más, es un maestro, un director, un observador, un gestor, un reportero y, de manera general, un educador. Su paso por diferentes escuelas y su experiencia en la formación y gestión de comunidades educativas nos ofrece una visión muy rica del mundo educativo, una visión que no siempre vamos a poder conocer los que como yo pasamos media vida laboral en el mismo entorno. Mi visión de la Escuela Pública es de todos conocida, ya que da sentido a mi trabajo diario en un centro de especial dificultad. Esa visión también tiene sus sesgos, como todas en realidad, ya que se limita a un entorno muy localizado. Pepe Menéndez trabaja en otros ámbitos, los de la red de escuelas jesuitas, que parecen muy distintos de los de mi día a día. Sin embargo, he encontrado en este ensayo Escuelas que valgan la pena, numerosos puntos de contacto entre ambas realidades, que acaban siendo la misma cuando hablamos de propósitos y sentidos del acto de educar. En el fondo, mis alumnos de compensatoria se diferencian bien poco de los que menciona Pepe en su testimonios, tanto de escuelas de aquí, como los diferentes casos de Latinoamérica que ilustran su libro.
Como podemos comprobar, tanto por las reflexiones del autor, como a través de los numerosos testimonios de docentes que se ofrecen en el libro, el papel del educador, en este sentido, poco cambia cuando se pone en relación con el alumnado: 

Los adultos y, especialmente, los profesores, somos el reflejo en que se miran los adolescentes. Si los tratamos de manera infantil, suelen tender a acomodarse en ese perfil. Si los tratamos como personas capaces de tener criterio y responsabilidad, puede ocurrir que no siempre respondan a nuestras expectativas. Pero, en cualquier caso, estarán ejercitándose en ese rol diferente propio de personas que están creciendo y aprendiendo a disponer de su libertad.

Tampoco cambia que la mayoría de administraciones educativas cuiden poco o nada a sus docentes, escatimando recursos y haciendo difícil el desempeño de las tareas educativas. Administraciones que encubren con terminologías kafkianas grandes despropósitos derivados de su incapacidad a la hora de acabar con la segregación o el fracaso escolar: 

Nunca he entendido esa tendencia de la mayoría de las administraciones públicas de cualquier Estado por crear nomenclaturas tan alambicadas y tendientes a la estigmatización.

Coincido con Pepe Menéndez en la necesidad de ayudar en esa compensación educativa, en la necesidad de no dejar a nadie en las cunetas educativas, una compensación que muchas veces se confunde con bajar el nivel o regalar notas y títulos:

No se trata de una actitud conmiserativa, sino de una posición inicial que favorezca que los alumnos entiendan que pueden lograrlo si se esfuerzan. Que no vean en sus profesores una dificultad mayor de la que tienen en sus propios aprendizajes. (...) 

También es demasiado frecuente, para mi gusto, que algunos profesores ridiculicen con sus comentarios la decisión final de aprobar algunos alumnos:”¡venga, otro más al saco de la ignorancia!” o “no importa trabajar todo el año, al final van a aprobar igual”, son algunos de los comentarios que se pueden oír.

A lo largo del ensayo, se nos recuerda la complejidad del acto de educar, así como los retos que supone tener en cuenta los múltiples factores que influyen en ello, desde el propio alumnado hasta las familias o el trabajo en equipo de los docentes:

Aprender es un proceso interior que requiere la movilización de factores relacionados con el deseo, la motivación, la conexión con lo que se aprende y, sin duda, con un compromiso del alumno con el aprendizaje. (...)

Las familias no son un colectivo homogéneo que responda a las mismas motivaciones actitudes y comportamientos. Ni siquiera el lenguaje es común a todas ellas. Las posibilidades reales de éxito educativo del alumnado se sustentan en buena medida en el entorno familiar. Por eso las escuelas debemos esforzarnos en dedicar tiempo a las relaciones con ellas. (...)

La enseñanza es uno de los sectores en que el trabajo individual ha constituido su esencia más profunda (...). El compromiso de la docencia compartida requiere que todos cumplan su función para el planteamiento de tareas, el seguimiento, la observación y el análisis que llevan a una evaluación realmente en equipo y rigurosa.

En general, el ensayo ofrece un panorama amplio de retos y dificultades que nos afectan a todos. Hay cuestiones diferenciales que son propias de las escuelas privadas o concertadas, incluso algunas de sistemas muy diferentes del nuestro, como ocurre en buena parte de Latinoamérica. También discrepo en algunas reflexiones que vinculan demasiado la docencia con la vocación o con ciertos aspectos de virtudes humanas, excesivamente dependientes de la voluntad y no del rigor profesional. En este sentido, creo que es necesario implicar a las administraciones para que doten de recursos a las escuelas, con el fin de que no tengan que depender ni de la vocación ni de la ayuda de fundaciones u órdenes religiosas. Por contra, sí que comparto la idea de que la educación no puede consistir en lo puramente académico, que hay que acabar con esa dicotomía instruir/educar, como si todo ello no fuese necesario de manera global:

El modelo del sistema educativo que tenemos nos ha conducido tradicionalmente a una gran confusión sobre el propósito de la escuela. Por un lado, tiene establecidos unos objetivos generales en el currículo sobre competencias académicas, relacionadas con unos contenidos y, por otro, identifica una serie de competencias transversales en las habilidades y actitudes. Pero los programas oficiales de las asignaturas centran la mirada en los contenidos academicistas, priorizándolos sobre la evolución y las características de los alumnos, disociando así el saber y la persona.

En conclusión, Escuelas que valgan la pena es un ensayo muy recomendable para ponernos en ese espejo que nos interpela y nos cuestiona como educadores, en ese espejo que, como dice Pepe Menéndez, nos hace sentir "el escalofrío de la frágil barrera que separa la euforia del desencanto en la enseñanza".


Pepe Menéndez: Escuelas que valgan la pena, Paidós (2020)

26 diciembre 2023

Sesquidécada: diciembre 2008


En diciembre de 2008 todavía llevaba la gestión de compras de libros para la biblioteca del centro y eso me deja un nutrido listado de novelas juveniles, de entre las que destaco El retrato de Carlota, de Ana Alcolea, un libro que creo que puede funcionar todavía (igual que El medallón perdido, de la misma autor). Esta novela estuvo en la lista de recomendados de 2º de ESO durante bastante tiempo. Teníamos publicadas las guías de lectura en Scribd, pero recientemente las borraron por alguna cuestión de derechos de autor que no entiendo, ya que era una ficha de creación propia. En El retrato de Carlota están casi todos los elementos que hacen de estas lecturas un éxito entre los adolescentes: amor, misterio, amistad, familia... Muy recomendable.



También para la biblioteca adquirí El curioso incidente del perro a medianoche, de Mark Haddon, una novela que tuvo bastante tirón en su momento y que no hace mucho se llevó también a los teatros. El protagonista es un chico Asperger con memoria eidética, casi un Sheldon Cooper avant la lettre, con todos los condicionantes que ello tiene para una vida en los entornos sociales "normotípicos". La trama se mueve entre la aventura, la intriga y las matemáticas, entre la incomunicación y el afecto. Una novela diferente que hace sonreír en más de una ocasión.





El último libro es un ensayo muy particular sobre educación, un libro al que le tengo mucho aprecio: Mal de escuela, de Daniel Pennac. No soy gran lector de libros de educación, quizá porque tengo ya bastante ración diaria con lo que me llega a través de mis redes. Sin embargo, el libro de Pennac lo he leído un par de veces después de aquella primera lectura, porque no quiero que se me olviden las sensaciones y la empatía que sentí con el autor. Como dice Pennac, "este libro no es sobre la escuela y sus problemas, es sobre el zoquete, el mal estudiante. Es un libro sobre el dolor de no comprender. De esto no se habla, y es precisamente lo que no cambia: el dolor compartido del zoquete, sus padres y sus profesores, la interacción de esos pesares de escuela". Por suerte, siempre hay profesionales que confían en esos zoquetes y les dan una mano para salir del agujero. Y con esta cita de Pennac que encabeza mi perfil en X, despido las sesquidécadas de 2023. Que tengáis un buen año lector.


Basta un profesor -¡uno solo!- para salvarnos de nosotros mismos y hacernos olvidar a todos los demás.

03 diciembre 2023

Regresa #poema27


Esta será la decimosexta edición de #poema27, la cita anual que celebra el acto fundacional de la Generación del 27. Conviene recordar que los próximos días 16 y 17 de diciembre se cumplirán los 96 años del encuentro de algunos autores de ese movimiento literario en el Ateneo de Sevilla. Este aniversario poético lo celebramos llenando la red de poemas y versos de aquellos poetas. Cada año, docentes, alumnado y aficionados a la poesía en general, se suman a esta invitación y comparten en redes sus poemas o versos preferidos.

Así pues, a lo largo de esta semana podéis publicar cualquier homenaje poético en los blogs, en Facebook, en Instagram y, por supuesto, en Twitter, bajo la etiqueta #poema27. La nómina de autores es bastante extensa y podéis encontrar suficientes poemas de ellos en la red, sin olvidar a las mujeres de la Generación, esas olvidadas que tímidamente asoman en los últimos años bajo la etiqueta de Las sinsombrero, como si necesitaran unirse para ser escuchadas tantos años después. Es también una oportunidad para llenar las aulas de poesía y para jugar en familia con la narrativa digital. Os dejo unos ejemplos y variados enlaces al final por si queréis investigar. Para el aula se pueden repartir poemas (por ejemplo, esta antología del 27), para ser grabados en podcast o vídeo de manera voluntaria. ¿Os animáis?


Mis homenajes:
Año 2017: Al final de la tarde (Ernestina Champourcín)
Año 2016: Underwood girls (Pedro Salinas)
Año 2015: La tarde... Josefina de la Torre
Año 2014: Dos poemas y más
Año 2013: Canción que nunca pone el pie en el suelo (Rosales)
Año 2012: Al oído de una muchacha (Lorca)
Año 2011: Amor oscuro (Altolaguirre)
Año 2010: Cernuda y Morente
Año 2009: Cernuda

26 noviembre 2023

Sesquidécada: noviembre 2008

Es habitual en los últimos meses que aparezca alguna noticia o entrevista de profesores quemados con el oficio y con las condiciones en las que tienen que desempeñar su tarea docente. Un sector del claustro virtual señala como culpables a la LOMLOE (esa ley que todavía ni siquiera se aplica -algunos de ellos dicen que no la entienden ni la piensan aplicar-), a los móviles, a los políticos o a las familias enfurecidas. Revisando para esta sesquidécada mis lecturas de hace quince años, me he encontrado una novela deliciosa de Natsume Sôseki, Botchan, protagonizada por un profesor que se parece en algunos aspectos al que he reseñado en mi nota Miedo y asco en las aulas


Botchan es un profesor que abandona Tokyo para dar clases de matemáticas en un instituto de provincias. En la novela se desgranan sus impresiones sobre el oficio docente, con un desapego y condescendencia que recuerdan al narrador de El guardián entre el centeno. Se pueden encontrar dos bloques de personajes, el colectivo de alumnos, que aparecen retratados como brutos indeseables y miserables, y el profesorado del instituto, a los que Botchan pone motes, y que, desde el principio, le parecen un montón de mamarrachos egoístas que solo buscan aprovecharse de él.

Os dejo algunos fragmentos:

El carácter de Botchan es recto, flexible y resistente como el de una vara de bambú, pero su impulsividad me preocupa. Si se dedica a poner imprudentemente motes a los demás y se enteran, le cogerán manía.

Pero excusar el comportamiento de unos alumnos insolentes que se han burlado de un profesor nuevo sin ninguna razón, empañaría la reputación de nuestro instituto. Educar no es sólo impartir conocimientos. Educar es también forjar caracteres nobles, rectos y con fuertes principios, en los que no cabe la vulgaridad, la superficialidad y la arrogancia.

Desde mi punto de vista, sólo había dos opciones: o se castigaba a los alumnos díscolos, o yo presentaba mi dimisión. Si prevalecía la opinión de Camisarroja, estaba decidido a levantarme allí mismo, irme a la pensión y hacer las maletas.

No creo que sea fácil alcanzar tal grado de maldad. Aquellos muchachos eran unos auténticos cerdos.

Las mismas escuelas deberían enseñarte a mentir mejor, a desconfiar de los demás y a tomarle el pelo a la gente.

Es un relato interesante que nos permite ver ciertos patrones en el funcionamiento de los institutos, más allá de las fronteras físicas y temporales. Lo mejor de este novela es que es un clásico en su país, Japón, tan ejemplar en la educación para algunos de nosotros. Un clásico que se publicó en 1906, antes de los móviles y también antes de la LOMLOE. 


10 noviembre 2023

Miedo y asco en las aulas

En 1971 el periodista Hunter S. Thompson fue enviado a hacer un fotorreportaje sobre motocross a la vez que cubría una convención policial sobre narcóticos en Las Vegas. Fruto de aquel encargo fue la mítica novela Miedo y asco en Las Vegas, que se convertiría en un icono de lo que luego se llamaría periodismo gonzo. Como señala la crítica, la mayor parte del libro está basado en hechos reales, pero alterados y exagerados hasta tal punto que pueden traspasar la línea de la ficción. Durante la lectura de la novela Había del verbo a ver. Diario del instituto, del licenciado en Filología, poeta y corrector Ánjel María Fernández, me he acordado bastante de Thompson y de sus desvaríos. Hablo de novela y no de diario porque creo que se trata de una obra que se acerca más a la literatura que al ensayo, a pesar de que se autodenomine "diario". Para mí, es literatura porque construye una trama y selecciona unos personajes, con un guion bien trazado, y con una buena dosis de elementos retóricos. No pretendo decir que lo que cuenta es mentira, sino que ha convertido la realidad en un espacio mítico, o mejor dicho, distópico. Después de trabajar 17 años en un centro de especial dificultad, ninguno de esos alumnos "zoquetes", ninguna de sus barbaridades, ninguno de sus desafíos y ninguno de sus sueños rotos me resulta extraño. Conozco muy bien ese perfil de alumno al que se relegaba a los grupos E o F, después de haber colocado a los "buenos" en los A y B, quedando en el C y D el colectivo de los "salvables" (he de decir que a muchos de los desahuciados los hemos salvado también, gracias a ser mejores profesionales que lo que se sugiere en este libro). Me sorprende, eso sí, que existan aún esos grupos que la ley señala como ilegales porque segregan al alumnado con dificultades (prácticamente todos los alumnos protagonistas son absentistas, de necesidades educativas o de compensatoria). Como bien explica el narrador, el profesor que escribe el diario, son grupos en los que la ratio no importa porque da igual que sean cuatro que doce, son carne de fracaso y abandono escolar. Como considero este libro una novela y no un ensayo, no voy a explicar los fallos de guion, por ejemplo cuando el profesor trata de explicar el concepto de adjetivo cuando tiene delante alumnos que necesitan alfabetización básica, o cuando sigue aplicando la técnica de la explicación y el examen ante grupos que presentan una asistencia irregular. Gracias a que lo considero una novela y no un diario, entiendo que los pensamientos y juicios del profesor-narrador sean tan desagradables y humillantes, con un menosprecio total de las condiciones de esos menores que quizá solo necesitan alguien que los escuche. Desde luego, el personaje del profesor está muy bien trazado, un cóctel de Bill Murray, Jack Nicholson, Mr. Scrooge y el propio Hunter S. Thompson. Hay una sensación perenne de que el narrador no es un profesor real, sino un infiltrado que ha venido a documentarse para escribir esta crónica de un curso en el infierno. En ese sentido, la novela es un éxito, porque transmite las grandes frustraciones del docente que no quiere serlo. Quizá solo por eso valga la pena leerlo, para que algunos de los que no conocen otras realidades más allá de sus sillones burgueses sepan que hay niños que huelen a leña y a enfermedad y a hambre, que hay niños a los que les gusta vacilarte acerca de la posición de un mapa, pese a haber vivido en más hogares de los que tú pisarás en tu vida, que hay niños que con doce o catorce años parece que tengan treinta. Es curioso que el narrador haya recogido fielmente los horrores del aula, pero se haya dejado en el tintero las alegrías, aunque en algún momento que se le han puesto delante no haya sabido interpretarlas. Al hilo de esto último, el libro también me ha recordado a Sin noticias de Gurb, el relato de un marciano que no entiende nada de la realidad humana y que interpreta todo al revés. Siguiendo esta línea, quizá en su próxima novela se arrime al día a día de un hospital y nos cuente con el mismo desagrado el olor a enfermedad y muerte: probablemente, un médico nunca lo haría. 

Había del verbo a ver
Ánjel María Fernández

22 octubre 2023

Sesquidécada: octubre 2008


El horror del bombardeo de Gaza nos tiene sobrecogidos en estos días. Revisando para esta sesquidécada mis lecturas de hace 15 años me encuentro con Manzanas rojas, de Luis Matilla, una obra que recibió en 2002 el premio SGAE de teatro infantil y juvenil. En este libro, los protagonistas, Salim y Ariel, son dos niños, palestino y judío, que sobrellevan los horrores adultos a través de la amistad. Recuerdo que varios colegas hicieron proyectos en el aula con la representación de fragmentos de la obra, trabajando además la educación para la paz. Quince años después, el horror sigue y los niños palestinos mueren a un ritmo de uno cada quince minutos. Es quizá el momento de recuperar esta lectura para las aulas e insistir en la necesidad de una solución dialogada para los conflictos políticos y territoriales. 

En otra línea muy diferente se mueve el segundo libro de la saga Canción de hielo y fuego, de George R.R. Martin, Choque de reyes. Los que fuimos fanáticos de la saga novelística sabemos bien lo que costaba esperar la aparición de cada tomo, algo que se paralizó con la producción de la serie de HBO. Ahora cuesta soñar con un regreso de aquellos personajes que todavía no tenían caras conocidas.



Finalmente, también para las aulas me gustaría recomendar un par de relatos de William Irish (también conocido como Cornel Woolrich), recopilados por Vicens Vives en su edición de la colección Cucaña: Aprendiz de detective. Un robo muy costoso. Al igual que otros dos del mismo autor: El ojo de cristal. Charlie no vendrá esta noche, son historias sencillas de leer en el aula de 1/2 ESO, y que dan mucho juego para trabajar otros temas sociales y humanos. Además, al alumnado les suele gustar mucho la intriga que hay detrás de ellos. 

01 octubre 2023

Aula o jaula. La Escuela en tiempos convulsos



El 6 de septiembre se lanzó oficialmente Aula o jaula. La Escuela en tiempos convulsos, mi primer libro de tirada general. Debo aclarar que hace 23 años fui editor de un libro universitario, De civilitate, que no salió del círculo reducido para el que fue diseñado, así que considero que Aula o jaula es mi primera incursión en el mundo editorial. Esta semana pasada, además, lo he podido presentar en mi librería habitual, esa librería que nutre mis ansias lectoras. En esa presentación me acompañaron amigos, familiares y colegas del gremio docente, tanto del IES Bovalar como de otros centros y niveles educativos. Mi compañero Fernando Peña, escritor e historiador, tuvo la deferencia de presentarme con mucha generosidad, y también lanzó algunas preguntas interesantes para el debate. ¿Por qué he escrito Aula o jaula? Por una parte porque era una de las posibles extensiones de la escritura en el blog, dar salida al público general a estas reflexiones que vengo dejando aquí desde hace 17 años. También por ampliar la microescritura de las redes sociales, especialmente los hilos de Twitter, que se quedan a menudo cortos y sin contexto. Pero, sobre todo, porque, a partir de la pandemia, tenía la necesidad de reflexionar acerca del sentido de la Escuela Pública, de los elementos que la hacen necesaria, de los condicionantes que impiden que sea perfecta. Por eso, Aula o jaula es un libro de reflexión abierta, un libro de divulgación educativa para toda la sociedad (no solo para el gremio docente) que pretende lanzar dudas y cuestiones no resueltas. Es un libro que invita a discrepar y que anima a disentir de algunas de mis pocas certezas. 
Aula o jaula es también un escaparate del sistema educativo como estructura social y académica, un libro de viajes con hilo conductor mítico, que lleva de paseo al lector por los diferentes territorios de la Escuela, desde la formación inicial del profesorado hasta los entresijos de los equipos directivos. El prólogo de Nando López ya avisa de los riesgos de esta empresa: Porque si ese hilo nos permite llegar a todos los rincones sin que nadie se quede atrás, el Minotauro no tendrá más remedio que asumir su derrota mientras huimos y emprendemos un vuelo que, ojalá, acabe mucho mejor que el de Ícaro
En conclusión, creo que, como docente que ha ido buscando siempre la mejora de su práctica profesional, este libro es un diario de aprendizaje en abierto que muestra ese recorrido con sus titubeos y sus pequeños pasos hacia adelante. Espero que se convierta al menos en un buen punto de partida para discutir acerca de los pasos más certeros que nos llevan a una escuela mejor para todos.

A continuación tenéis algunas reseñas y entrevistas sobre Aula o jaula.




 
  • Entrevista en El Mundo: 

  • Entrevista en El Diario:

https://www.eldiario.es/sociedad/toni-solano-cultura-esfuerzo-justifica-segregacion-seleccion-partir-entorno-social-economico_128_10536172.html

  • Entrevista en Mediterráneo:

https://www.elperiodicomediterraneo.com/castello-provincia/2023/09/16/toni-solano-suele-opinar-ligereza-92106937.html

  • Entrevista en La Vanguardia:

https://www.lavanguardia.com/vida/20230911/9218125/toni-solano-catedratico-escuela-mejor-esta-atrapada.amp.html

  • Magisterio:

https://www.magisnet.com/2023/09/toni-solano-la-escuela-va-a-mejor-pero-esta-atrapada-en-el-tiempo/

  • Entrevista en La Buena Tarde @RTPAOficial. A partir del minuto 13:20 de la segunda parte

https://www.rtpa.es/audio:La%20buena%20tarde_1693936081.html

https://complementaria.wordpress.com/2023/09/17/enjaulados-en-el-aula/


Toni Solano: «Creer que ahora los chavales están más dispersos, tienen menos interés o son más tontos no tiene sentido. Igual nos convendría pasar un año en sus condiciones y que nos examinaran»


  • Entrevista en Quadern en blanc, Teve4 de Vila-Real (a partir del minuto 14):






  • Podcast-entrevista de Mónica de la Fuente en Madresfera: Aula o Jaula, reflexiones de un profesor vocacional (podcast audio)


  • Podcast Píldoras de educación, a cargo de David Santos:
  • Podcast Cadena Ser: entrevista de Lola Cabrillana: La labor del cuentacuentos y una reflexión del sistema educativo con "¿Aula o jaula?" de Toni Solano en 'Leer en Verano'




10 septiembre 2023

Sesquidécada: septiembre 2008


Dos novelones protagonizan esta sesquidécada, novelones separados por el tiempo, el género y la trascendencia literaria. El primero es un clásico fuera de toda duda, Rojo y negro, de Stendhal, una novela publicada en 1830 que sigue siendo objeto de debate por lo que respecta a su significado y simbolismo. En ella se narra el ascenso y caída de Julien Sorel, un campesino inteligente y lleno de ambiciones que va medrando en la corte burguesa de su tiempo hasta encontrar el éxito y el amor. Obra clave de la literatura francesa, entre el Romanticismo y el Realismo, se alza como una lectura imprescindible para los fanáticos del siglo XIX, pues avanza algunos de los temas y técnicas que veremos en Flaubert o en Clarín. Una novela para leer con calma y quizá con el acomodo de un buen sillón junto a la chimenea.



El segundo novelón es más actual, pues se trata de La catedral del mar, de Ildefonso Falcones. Hace poco hablaba en estas notas de Ken Follet y su saga, y aquí tenemos el exponente local de ese tipo de novelas históricas con una trama más o menos folletinesca que engancha al lector con sus giros inesperados de guion. Es una novela también para tomar con calma, pero a diferencia de Stendhal, aquí no hace falta mucha concentración para no perderse, pues basta con recordar los nombres de los personajes y sus enredos. Para leer sin complicaciones y tener la excusa de visitar Barcelona para recorrer sus escenarios.