12 abril 2013

Sesquidécada: abril 1998

Esta sesquidécada iba dedicada en un principio a Calderón, un clásico del blog, y a su drama El mágico prodigioso, una obra sobre la que diserté en aquel abril de 1998 dentro del curso "La posibilidad de una tragedia española en el Barroco", dirigido por Evangelina Rodríguez Cuadros. Sin embargo, descubrí entre mis lecturas el Manual de crítica textual de Alberto Blecua y recordé, de repente, las motivaciones que me habían llevado a leerlo. Entonces se me hizo la luz, porque aquellas circunstancias constituyen quizá un elemento germinal de lo que soy y de las derivas que me llevaron hasta aquí.
Quienes conocen la carrera de Filología saben que las salidas profesionales se reducen básicamente a la docencia y a la edición de textos. Paradójicamente, la carrera estaba planteada sobre todo hacia la erudición, pues había poca formación pedagógica y mucha menos sobre la edición crítica de textos. De hecho, al margen de las ilustraciones de los libros de texto, pocos hemos podido ver de cerca textos antiguos, manuscritos, códices o borradores originales de escritores modernos, ni siquiera en versiones facsimilares.

Así que, para suplir esa carencia, en abril de 1998 estaba también inmerso en un curso de doctorado sobre la "Edición de textos en formato electrónico", que impartía José Luis Canet. Hay que recordar que en 1998 el correo electrónico era una tecnología emergente y los textos digitales una rareza. Por ejemplo, la Biblioteca Miguel de Cervantes estaba a la sazón empezando su andadura y reclutando becarios para digitalizar materiales. José Luis Canet había sido el responsable de la Biblioteca de la Universitat de València y había comenzado la tarea de digitalizar los ficheros. Debió de comprender entonces la necesidad de digitalizar también los textos de difícil acceso, por lo que nos ofreció a sus estudiantes la posibilidad de convertir el curso de doctorado en una práctica de edición y digitalización. Vuelvo a recordar que hablamos de 1998, con el dominio del navegador Explorer y la alternativa de Netscape, una época en la que más allá del editor de FrontPage de Microsoft, el código HTML había que trabajarlo artesanalmente, incluso utilizando ASCII para los acentos, las ñ o las cedillas.

En mi caso, escogí dos relaciones de sucesos, impresas en un pliego suelto de 1588, sobre las que tuve que trabajar en la edición y en la interpretación. Había que diseñar también la presentación digital, que se hacía con frames (no existía ni flash, ni CSS, ni nada parecido). Había que comprobar que el código HTML servía para Explorer y Netscape (lo que invalidaba, por ejemplo, las conversiones de FrontPage) y también la visibilidad en las distintas resoluciones de pantalla de los monitores de entonces. El trabajo fue un poco desesperante en ocasiones, sobre todo la parte técnica que requería dejarse los ojos con el HTML. Sin embargo, el resultado está ahí, válido 15 años después, no muy atractivo visualmente pero funcional y operativo:


Como decía al principio, la intrahistoria del manual de Blecua me ha llevado hacia dos asuntos que luego han resultado fundamentales en mi carrera: el mundo digital por un lado, y las relaciones de sucesos por otro, un tema que se convertiría en eje de mi tesis doctoral, aunque todavía ni yo mismo lo supiera. También gracias a aquella iniciativa colaborativa en red -antes de que existieran las redes sociales-, podemos disponer de textos digitales curiosos en la página de Lemir. Para quienes coleccionan anécdotas literarias, una recién licenciada y nada famosa aún Laura Gallego compartió este curso y nos dejó una versión digital del Claribalte. Algún día regresaré a estos asuntos, pues no fue esta mi única aportación a ese proyecto.

30 marzo 2013

Gloria de leer


Es posible que llegue tarde con algunas de estas recomendaciones lectoras, cuando ya algunos vuelven de vacaciones mientras otros acabamos de empezarlas. No obstante, aquí quedan para quien quiera aprovecharlas.
Me ha sorprendido mucho la novela Intemperie, de Jesús Carrasco, una obra corta pero intensa que merece la pena tener en cuenta. No desvelaré detalles, pero tiene el ambiente de Delibes y la crudeza de Cormac McCarthy. En la misma línea de dureza, pero en el contexto de la América profunda, se sitúa El diablo a todas horas, una mezcla entre road movie, thriller y bildungsroman que estremece en más de una ocasión, y no por lo fantástico sino por lo real.
Cambiando de tercio, tenemos dos novelas con abuelos en portada. El abuelo que saltó por la ventana y se largó, de Jonas Jonasson, es una novela ligera que me recuerda a los absurdos personajes de Arto Paasilinna, esta vez enredados en una trama digna de Forrest Gump. Es una novela ideal para pasar el rato y revisar algunos de los acontecimientos históricos del siglo XX. También tiene fondo histórico Mi abuelo llegó esquiando, de Daniel Katz, una novela que enfoca a una familia judía que va protagonizando batallas y huidas en la Europa del primer medio siglo XX. En este caso, el tono ágil, irónico y desmitificador hace que la lectura sea un verdadero placer.
En el ámbito de la divulgación, Santiago Posteguillo ha publicado una recopilación de anécdotas literarias narradas en forma novelesca que ha titulado La noche en que Frankenstein leyó el Quijote. Tal vez para muchos lectores estas historias son ya conocidas, pero es un libro ameno que se lee en un rato.
Y para acabar, una recomendación juvenil -o no-, en este caso un homenaje a las novelas de Julio Verne que realiza César Mallorquí en La isla de Bowen. A pesar de que es una novela larga y orientada al público juvenil, tiene todos los ingredientes del género de aventuras, con numerosos guiños a los lectores de Verne y de las novelas de ciencia-ficción. Es un gran regalo para jóvenes lectores y para nostálgicos del género.
Como siempre, los comentarios están abiertos para vuestras opiniones. Felices vacaciones; lo que queden de ellas...

18 marzo 2013

Google Reader: Et in Arcadia ego

"Et in Arcadia ego":  yo, la muerte, reino incluso en la Arcadia... Recurrir al funesto tópico del memento mori para hablar del cierre de Google Reader puede parecer exagerado, lo sé, pero quisiera reflexionar no solo sobre lo que supone el fin de este servicio de suscripción de blogs y feeds diversos, sino también sobre el fin de un modo de leer en la red. 
Allá por el 2007 explicaba en este blog que Google Reader había supuesto para mí la conversión de ser un cazador-recolector en la red a ser un habitante del Neolítico 2.0. Cuatro años más tarde, empezaron a vislumbrarse los signos del cambio, que en realidad eran los síntomas de la muerte, el auténtico memento mori del que hablo al principio: también el Neolítico debe dejar paso a nuevas eras.

Dejaré este lenguaje tan críptico y voy a intentar explicar en breves líneas mi juicio sobre estos cambios. En la era de los blogs, estas herramientas como Reader, Bloglines, Netvibes, etc. resultaban indispensables para seguir lo que se publicaba en la red. Sin embargo, cinco o seis años más tarde, el modo de publicar, el modo de compartir información y el modo de leer es radicalmente distinto. Basta con echar un vistazo a las numerosas alternativas a Google Reader que se vienen ofreciendo en los últimos días para descubrir que se agrupan en dos frentes: los que apuestan por lectores de feeds nostálgicos y los que lo hacen por los innovadores. Voy a tratar de analizar a qué tipo de usuarios van destinados unos y otros:

A) Los nostálgicos: Si los gerentes de Google dicen que cierran Reader por falta de usuarios, habrá que creerlos. ¿Quiénes usamos Reader? No tengo datos, pero me parece que en ese grupo estamos muchos de los que empezamos en el mundo de los blogs y algunos más jóvenes que han seguido el ejemplo y han descubierto sus posibilidades. Cumplimos ciertas características que se podrían resumir en: a) voraces lectores, b) apasionados de los blogs, c) ansias de vivir actualizados en el mundo de las noticias. Inspirados  por movimientos como el 15M o el mayo del 68 somos capaces de reunir firmas para que Reader no se cierre o incluso inventar una especie de Harley Davidson de los agregadores: el Old Reader.

B) Los innovadores: Han crecido en el mundo de las redes sociales y de los dispositivos móviles. Su modo de lectura es más visual y fragmentario, frente a la linealidad de los nostálgicos. No necesitan tanto clasificar, ordenar o marcar como no leídos los artículos que consumen, pues más que lectores son consumidores de información.

Antes de que me lluevan críticas de usuarios que son excepciones, diré que realmente de lo que se trata es de un cambio en el paradigma lector, de un profundo cambio en los hábitos de lectura y consumo de información en la red (¿la modernidad líquida de la que hablaba Bauman, quizá?). Ahora le ha llegado el turno a Google Reader porque pocos leemos ya de manera continua la red, como si fuese un periódico, pero mañana tal vez desaparezcan los marcadores sociales -ya pasó con Delicious, por ejemplo-, porque cada día nos preocupamos menos de clasificar o etiquetar: si algo es de calidad pensamos que siempre estará ahí, replicándose en un bucle infinito. 
En cuanto a mi propia decisión sobre qué alternativa de Reader escoger, he optado finalmente por abandonar la nostalgia del neolítico y apostar por Feedly. Quizá en el tránsito pierda viejas costumbres, pero no creo que pierda el placer de seguir leyendo a mis buenos amigos de la red.

08 marzo 2013

Sesquidécada: marzo 1998

Una sesquidécada que se publica el Día de la Mujer ha de tener necesariamente como protagonistas a las mujeres. Allá por marzo de 1998, mis ocupaciones lectoras seguían centradas en la literatura conventual femenina, lo que me llevó a descubrir numerosas escritoras interesantes. Si os apetece conocer algunas de las poetisas más destacadas de los siglos de oro, podéis hallarlas en una antología preparada por Ana Navarro en la editorial Castalia. Sin embargo, en esta sesquidécada me quiero centrar en dos autoras muy especiales. La primera es Sor Marcela de San Félix, una artista de primera categoría que quedó eclipsada por tres circunstancias: ser mujer, encerrarse en un convento y ser la hija de Lope de Vega. Probablemente de no haber concurrido esas condiciones (sobre todo la primera), hoy figuraría en muchos más repertorios bibliográficos. Aunque su poesía amorosa tiene una orientación divina como ocurre en los autores místicos, es fácil ver que su sensibilidad artística y su técnica versificatoria está a la altura de otros tantos poetas de la época. Os ofrezco un fragmento de uno de sus poemas amorosos, pero en Internet podéis acceder a la obra completa recopilada por Electa Arenal y Georgina Sabat de Rivers, así como a diversos estudios sobre su producción poética:


Pues no puedo callar
    ni hablar tampoco puedo,
    entre callar y hablar
    desahogarme intento.
         Y callando lo más   
    y diciendo lo menos,
    podré cumplir en parte
    con estos dos afectos.
         Yo me abraso de amores,
    sin duda yo me quemo, 
    que me ha llegado así
    un infinito fuego.
         De cerca pudo herirme
    si bien estaba lejos,
    y en calor tan activo  
    se deshizo mi hielo.
         Es el amante mío
    fino por todo estremo,
    y agora, por mi dicha,
    ha dado en estar tierno. (...)


Dejo a imaginación de los lectores completar el contexto de producción de estos poemas, a cargo de una joven, hija de Lope de Vega y Micaela de Luján, enclaustrada a la edad de 16 años y que llegaría a ser en su vida "tres veces madre superiora, maestra de novicias, provisora, refitolera y gallinera". Probablemente, lo más jugoso de su producción habrían sido sus escritos autobiográficos, quemados antes de su muerte a instancias de su confesor.
ADDENDA 10/03/13:
Referencia al cuadro del entierro de Lope de Vega con Sor Marcela en la celosía del convento
Artículo de Espido Freire sobre Sor Marcela
Artículo de 1957 en el ABC de Sevilla sobre Sor Marcela



La segunda autora en esta femenina sesquidécada es Sor Juana Inés de la Cruz, una figura muy reconocida y reivindicada desde el ámbito de la lucha por los derechos de la mujer, una figura que casi todos coinciden en señalar como una de las primeras feministas en lengua castellana. Sus poemas más combativos son tan famosos que incluso nuestros alumnos del proyecto #piensamelamor están trabajándolos, pero no es tan conocida su faceta como dramaturga. En marzo de 1998 pude leer su obra Los empeños de una casa, una comedia de enredo y con intriga amorosa. Una vez más, al igual que ocurría con Sor Marcela de San Félix, sorprende la capacidad de estas mujeres de presentar una identidad tan 'mundana' en ese contexto recluido desde el que ejercían su voz pública. Para el lector actual es todo un reto tratar de leer entre líneas las inquietudes que estas mujeres podían filtrar a través de sus obras. Es un reto adivinar si existen mensajes en clave para todas esas otras mujeres silenciadas a las que podían llegar con sus escritos. Quienes deseen acceder a esta comedia, pueden encontrar una versión digital anotada y otra descargable en formato PDF. Creo que, cuatro siglos más tarde, estas mujeres aún tienen mucho que decir.

22 febrero 2013

De absentismo


El diálogo es un género literario que se remonta a la Antigüedad Clásica. Ha tenido distintos usos y variantes, desde la filosofía a la didáctica de las lenguas. En algunas épocas se utilizó también como instrumento de crítica social, con ejemplos brillantes como Luciano de Samósata o los hermanos Valdés. En otras ocasiones es tan solo un ejercicio retórico.


Diálogo de TÁCITO y NUMERIO

TÁCITO: Por aquí viene mi amigo Numerio.
NUMERIO: Hola, Tácito. Ven conmigo que quiero invitarte.
TÁCITO: Muy feliz te veo, Numerio. ¿Van mejor las cosas de palacio?
NUMERIO: Pues sí. Precisamente acabamos de publicar los datos de absentismo escolar. Lo hemos reducido en más de diez puntos porcentuales.
TÁCITO: Es un buen motivo para estar contento. ¿Qué habéis hecho: conceder ayudas para la conciliación laboral, promover talleres de formación familiar, aplicar programas de integración, cursos de formación intercultural... ?
NUMERIO: Sí, sí... esas teorías están bien, pero nosotros tenemos nuestros atajos: notificación de servicios sociales y un policía que se presenta en casa del chaval y avisa de que si no lo mandan al cole les pondrán multa y le retirarán ayudas. No falla, ya ves las cifras.
TÁCITO: Pero, ¿no crees que esa solución es un tanto precaria? ¿Crees que mandar al cole a los niños bajo amenaza sirve para educarlos?
NUMERIO: Educarlos no sé, pero ya no son absentistas. Las cifras son las cifras. 
TÁCITO: Al menos los mandarán con material escolar, ¿no? 
NUMERIO: No me consta. Nosotros no podemos vigilar si van con libros o no. Harían falta decenas de asistentes sociales para eso. El policía y la amenaza son más baratos.
TÁCITO: No quiero imaginarme qué ocurrirá en los coles e institutos cuando se llenen las aulas de jóvenes que van a la fuerza y sin ningún estímulo familiar para aprovechar el tiempo.
NUMERIO: Bueno, siempre les queda la opción de expulsarlos si se portan muy mal. Las familias ya saben que el asistente y la policía no les dirán nada si el niño está en casa con un parte de expulsión. 
TÁCITO: Pero eso es terrible.
NUMERIO: No se lo digas a nadie, pero ellos ya se saben el truco: cuanto más gorda montes la bronca, más tiempo te expulsan y menos te molestan los servicios sociales.
TÁCITO: No sé, Numerio, a mí todo esto me parece un poco hipócrita: conseguir que vayan a la escuela para que los expulsen. ¿Para qué preocuparse entonces ahora por el absentismo?
NUMERIO: Mira, Tácito, en los tiempos de bonanza nadie ponía en evidencia las cifras de absentismo ni las del fracaso escolar. Como había faena, que un chaval dejase el instituto para irse a la obra era casi un motivo de orgullo para todos. Pero ahora, con la crisis, a todos les ha dado por echar la culpa al fracaso y al abandono. Hay que bajar las cifras sea como sea. 
TÁCITO: Pero esas medidas no solucionan el abandono ni mejoran el éxito...
NUMERIO: Siempre viviendo en la utopía, Tácito... Las medidas en las que estás pensando cuestan dinero. Con las nuestras hemos conseguido mejoras estadísticas. Si dentro de unos años hay que revisar la estrategia, se revisa y ya está.
TÁCITO: Amigo Numerio, ojalá tengas razón, pero me temo que la realidad no se acomoda a las cifras, sino al contrario. Es más, estás hablando de cifras y detrás de cada uno de esos números hay una vida y un futuro. Quizá estáis alimentando un monstruo que algún día nos devorará. 
NUMERIO: No exageres. En nuestra época hemos visto cosas peores en la escuela, la palmeta, el capón, el tirón de orejas, cuarenta en clase... Además, la gente de bien siempre contará con la opción de buscar un colegio o instituto más tranquilo. A nadie decente se le cerrarán esas puertas.
TÁCITO: Quieres decir que no se le cerrarán puertas a quien pueda pagarse la llave, ¿no?
NUMERIO: Querido Tácito: Dios aprieta, pero no ahoga. Ya hablaremos dentro de unos años.
TÁCITO: Sí, Numerio, hablaremos y recordaremos tus palabras y las mías. Lástima que en estos tiempos las palabras tengan tan poco valor como memoria.

14 febrero 2013

Amor y PQPI

El amor, ay, el amor... Para que asome alguna alegría hay que sufrir muchas tristezas y desengaños. Mi relación con el grupo del PQPI representa muy bien la ponzoña de la que hablaba Góngora: "Amor está de su veneno armado, / cual entre flor y flor sierpe escondida". En lo que llevamos de curso hemos tenido numerosos desengaños de los que hablaré algún día, cuando serene el espíritu; las alegrías han sido escasas, pero intensas, como la participación en #poema27 con poemas grabados en clase o sus redacciones sobre la reencarnación.
Pero en el día de #sanpiensamelamor, el grupo y yo nos hemos reconciliado y volvemos a ser una pareja al  más puro estilo Pimpinela. A ver cuánto nos dura.

10 febrero 2013

Sesquidécada: febrero 1998


El teatro del Siglo de Oro es un referente continuo en mis lecturas filológicas y ya ha aparecido en alguna sesquidécada. Al igual que ocurre con los romances, la comedia abarca un universo que parece inagotable: aventura, pasión, celos, ambición, humor y muerte. Siempre he imaginado al espectador de aquel teatro como un híbrido de lo que hoy son los apasionados del cine y los forofos del fútbol. Ya sé que no todas las obras barrocas están pensadas para ese público ruidoso de ebrios mosqueteros y matronas festivas, pero me gusta pensar que incluso en las comedias más morales habría quien hallase un punto lúdico que justificase pasar una tarde de teatro en el corral. 
En febrero de 1998 leí, entre otras, dos obras que podrían representar bien el alfa y el omega de este teatro áureo. Por un lado El cerco de Numancia, de Cervantes y por otro Los cabellos de Absalón, de Calderón de la Barca. Mientras la primera podría ubicarse en el nacimiento de lo que hoy llamamos la 'comedia nacional, la segunda se sitúa en la cima del teatro barroco, y a partir de ella comenzará su declive y extinción.

La Numancia se corresponde con las postrimerías del teatro renacentista, anclado en las normas aristotélicas y sujeto a sus unidades de acción, tiempo y lugar. Cervantes construye una tragedia en cinco actos plagada de muerte y desolación, con un deseo ferviente de provocarnos la catarsis, pero a nuestros ojos es una obra que no conmueve, que se queda a mucha distancia de historias como Fuenteovejuna, mucho más cercanas a las emociones del espectador. Cervantes tuvo clavada durante mucho tiempo la espinita del fracaso como dramaturgo, sobre todo cuando alguien hacía lo que yo acabo de hacer, compararlo con el exitoso Lope. Solo al final de su vida entendió que había prestado más atención a Aristóteles que a los ansiosos espectadores de su época. 

Tras el huracán teatral de Lope, será Calderón quien lleve el teatro a su máximo esplendor. En alguna ocasión he mencionado que la crítica ha sido injusta con el pobre Calderón, a quien acusan de dogmático, serio o austero por oposición a la desmesura lopesca. Sin embargo, las obras de Calderón tienen una perfección formal difícil de igualar. Incluso sus obras más complejas, las que parten de la historia o la tradición bíblica para moralizar sobre su tiempo, tienen una trama escénica que cautiva al lector y lo mantiene en vilo hasta el final. En el caso de Los cabellos de Absalón, los personajes bíblicos de Tamar, Amón y Absalón son el eje para reflexionar sobre la ambición humana y sobre el engaño basado en una interpretación errónea de los vaticinios -algo que emparenta esta obra con La vida es sueño-. Absalón, a partir de estas palabras: "Ya veo / que te ha de ver tu ambición / en alto por los cabellos", interpreta lo siguiente: "Luego justamente infiero, / pues que mis cabellos son/ de mi hermosura primeros / acreedores, que a ellos deba / el verme en el alto puesto; / y así, vendré a estar entonces / en alto por los cabellos.". Su vanidad, arrogancia y ambición lo llevarán a la guerra, al asesinato, al incesto y a su fin trágico ahorcado por su propio cabello, un cuadro final que servirá para que el público comprenda que no hay error sin castigo. 

Soy consciente de que esta sesquidécada es un bocado casi exclusivo para filólogos, de modo que aún me atreveré a mencionar otra obra muy alejada en tiempo, género y tema de las anteriores, pero también destinada a un lector con cierto conocimiento de los ambientes universitarios. Se trata de la novela de David Lodge, El mundo es un pañuelo, una narración de enredo protagonizada por profesores visitantes y que constituye una crítica más o menos amable de ese extraño mundillo de favores y rencores. Recuerdo que me resultó una novela divertida que me provocó más de una risa, quizá porque todavía tenía muy presentes los entresijos de la vida en la facultad, los congresos y las disputas de eruditos. Tal vez ahora me resultase muy muy lejana, más incluso que Calderón.

02 febrero 2013

Vuelven los 60


Tengo abandonados a mis grupos de 2º de ESO en las notas de este blog, a pesar de que suelen ser protagonistas habituales de muchas de las actividades que más alegría generan. Son grupos bulliciosos y con perfiles difíciles, en los que trabajo con mi compañera de departamento, Elena Cervero, la docencia compartida desde hace varios años. Por segundo año consecutivo, en estos grupos desarrollamos actividades ligadas al Plan Lector de centro que, con loables y contadas excepciones, sigue siendo un proyecto que pocos docentes asumen como propio, necesario y útil, incluso recordando que se trata de una exigencia legal. En este sentido, la revista de centro funcionaba como un elemento integrador que daba sentido a actividades interdisciplinares. Los recortes de personal y la ampliación de la dedicación horaria dejan muy poco tiempo para actualizar el blog y la web de la revista y mucho menos para dinamizar la redacción de artículos. No obstante, seguimos con el proyecto de la revista Riu Sec aunque sea bajo mínimos. 
En este curso, con motivo de los 50 años del primer disco de los Beatles, hemos tomado como hilo conductor los años sesenta. Como en el primer trimestre trabajamos a fondo el texto expositivo, vimos ese pequeño documental -que encabeza esta nota- sobre la moda de los sesenta y luego les propusimos la elaboración de un trabajo sobre diversos aspectos de los sesenta. Este texto se elabora en el aula y en la biblioteca, tutelando tanto la escritura como la búsqueda de información, lo que nos lleva unas cuatro o cinco sesiones. Tanto los borradores como el texto final en limpio se pegan en la libreta (en algunos casos se animan a entregarlo en formato digital). El trabajo culmina con la elaboración de presentaciones, realizadas en un par de sesiones en el aula de informática. No todos los alumnos llegan a esta fase final; el absentismo frecuente o el 'olvido' del material son inconvenientes insalvables.
Con estos proyectos constatamos las severas carencias que tiene el alumnado del primer ciclo de ESO (y niveles más altos) para planificar, seleccionar, organizar y presentar información. Incluso aquellos que 'tienen buenas notas' reconocen que ante este tipo de trabajos suelen ir a la wikipedia y copiar sin más lo que se les pide. En nuestro caso, la conclusión debía incluir una reflexión acerca de lo que habían aprendido: la tendencia general es pensar en términos de contenidos, es decir, qué han aprendido sobre los sesenta; pocos son capaces de alzarse al marco de los procedimientos y reconocer que han aprendido a buscar, sintetizar y exponer sus conocimientos.
Podéis ver las presentaciones de los alumnos en el blog de 2º ESO. También tenéis a vuestra disposición la ficha de la actividad (y la del año pasado sobre las bibliotecas).