20 septiembre 2007

Cajones 2.0

En un artículo de Francis Pisani, hoy en Ciberp@ís, se cita un libro de David Weinberger, Everything is miscellaneous. The power of the new digital disorder, en el que se muestra "cómo el mundo digital nos invita a reconsiderar nuestras maneras de pensar el mundo, de conocerlo y de entenderlo".
Entresaco y destaco algunas ideas que vienen a redimirme de mi incapacidad por encasillar la realidad en cajones estancos (por ejemplo, ¿quién no tiene problemas para clasificar palabras como 'nuestro', 'algunos', 'no', etc. dentro de las categorías gramaticales tradicionales?; y dentro del ámbito de la Web 2.0, ¿quién no las pasa canutas con las etiquetas y las categorías?). Este es mi resumen:

El punto de partida es la forma en que ordenamos las cosas y lo que de ellas sabemos. Distingue tres niveles, tres órdenes de orden. El primero consiste en el orden de las cosas: cubiertos en el cesto de la izquierda al lado del lavaplatos. Servilletas en la cómoda. Característica esencial: cada cosa sólo puede estar en un solo lugar a la vez.

El mejor ejemplo para entender el segundo orden de orden es el catálogo de la biblioteca municipal o de la tienda de venta por correo. Un código indica dónde está el objeto. Lo que es. Sin embargo, insiste Weinberger, este segundo orden también sufre las limitaciones del mundo de los átomos. La cantidad de información que uno puede poner sobre un libro o un par de medias es limitado por el tamaño de la tarjeta o por el peso del catálogo.

El tercer orden de orden es el del mundo digital. Ya no hay límite a la cantidad de información. Al contrario, mientras más información tenemos, mejor; como lo muestran los tags que ordenan el desorden de Flickr o del.icio.us. (...) Consecuencia: "debemos deshacernos de la idea según la cual hay una manera mejor que el resto de organizar el mundo".

"En vez de que cada cosa tenga su lugar resulta mejor si se les pueden atribuir varios lugares simultáneamente", escribe Weinberger. Las consecuencias sociales son considerables en la medida en que las clasificaciones tradicionales implican autoridad. La que hace falta para decidir poner un objeto en un lugar y no en otro, para atribuirle una posición en un conjunto en vez de otra. (...)

El hecho de poder, en el universo digital, encontrar lo que uno quiere sin pasar por clasificaciones rígidas trastoca la posición de los responsables del conocimiento. Si podemos participar desordenadamente en la organización sin paralizar la capacidad de los demás de encontrar, clasificar se vuelve un proceso social.

"Podemos establecer conexiones y relaciones a un ritmo difícil de imaginar antes", escribe Weinberger. "Podemos hacerlo juntos. Podemos hacerlo en público. Cualquier enlace y cualquier lista enriquecen nuestra colección dispareja de cosas compartidas y crea conexiones potenciales difíciles de predecir. Cada conexión nos dice algo sobre las cosas conectadas, sobre quién la estableció, sobre la cultura que pudo establecerla, sobre el tipo de gente a la que le interesa. Así es como crece el significado. Sea porque lo hacemos adrede o dejando huellas por donde pasamos, la construcción pública del significado es el proyecto más importante del próximo siglo" (...).

Crédito de la imagen: www.flickr.com/photos/71561182@N00/220417400

5 comentarios:

Lourdes Domenech dijo...

Organizar, compartir, ordenar...

A veces, tengo la sensación de estar al desnudo en la RED. Tantas cosas pueden deducirse de nuestra escritura y de nuestros criterios de clasificación y selección de información en los blogs que da cierto pudor.

Ana Ovando dijo...

Son unas reflexiones muy interesantes para los que nos encanta eso de la folksonomía, pero ¡qué complicado de entender para los que se inician en la 2.0! Desprenderse de la seguridad de la jerarquía es difícil y comporta un cambio de mentalidad que es un salto al vacío: confiar en los criterios de los demás y confiar en nuestra propia categorización. Como dice Lu, es casi un acto de exhibicionismo, un desnudo público sobre nuestra manera de ver el mundo.

Anónimo dijo...

A los que hemos vivido con un cierto desorden ordenado, la era digital nos ayuda un montón. En los cajones no encuentro nada pero en el ordenador todo es mucho más fácil.

Joselu dijo...

Soy un desordenado absoluto. Mi padre era así también. Me cuesta encontrar criterios de ordenación lógica. Clasificar para mí es una tortura. Por ello, el universo digital con su parte intuitiva de relaciones aleatorias e inesperadas es un lenitivo que me impele a desarrollar otras formas de ordenación no basadas en la jerarquía. Eso sí, mis alumnos necesitarían a alguien más apañadito en el orden lógico, especialmente los más pequeños.

María Paz Díaz dijo...

Creo que acabas de darme la clave para resolver una aparente contradicción de mi personalidad, soy muy organizada y meticulosa, pero tengo fobia a las etiquetas, clasificaciones y encasillamientos.
Ahora lo entiendo :)