26 mayo 2021

Quince años tiene mi blog

Llega un tiempo en el que, por mucho que huyas de la nostalgia, acabas inevitablemente mirando hacia atrás con más o menos alegría o congoja, según el caso. Hace exactamente 15 años, el 26 de mayo de 2006, publiqué la primera nota en este blog (se escucha de fondo la musiquilla del Dúo dinámico cantando Quince años tiene mi blog...). Acababan de darme mi primer destino definitivo, el mismo en el que todavía sigo, y me pareció razón suficiente para celebrarlo abrir un blog y compartir en él todas esas cosas que (se) me ocurrían en clase. Ya había trasteado con otro blog que abrí en 2003 (OMG!) y me parecía una herramienta interesante para aprender a través de la práctica reflexiva y del contacto con otros profesionales de la docencia. Hay que decir que por aquella época había muy pocos profes en la red que hablasen de educación, y muchos menos de lengua y literatura: ahí estaban Lourdes Domenech, José Luis González, Eduardo Larequi o Felipe Zayas, entre otros. Después fueron llegando bastantes más. Para alguien como yo, que acababa de llegar al gremio docente desde otro oficio muy diferente, encontrar este oasis de experiencias educativas de primera línea de aula supuso un enorme apoyo y consuelo en los momentos duros. También me fue proporcionando perspectiva en cuanto a la realidad diversa de las aulas, ya que no todo el monte es orégano, ni tu claustro representativo de toda la Escuela. En aquellos momentos, estaba comenzando la web 2.0 y el auge de compartir recursos en la red: la efervescencia de los blogs educativos, las wikis, los proyectos colaborativos... De aquel vivero de buenas prácticas fueron surgiendo magníficos profesionales y excelentes prácticas que aún hoy sirven de modelo; pero también nacieron entonces las primeras manifestaciones de egoísmo virtual y del troleo tóxico, algo que se acentuaría pocos años después con el crecimiento de las redes sociales, especialmente Twitter, donde compartir experiencias de aula se está convirtiendo en un acto de masoquismo.

En estos quince años, aunque he mantenido como en el primer momento la declaración de intenciones que encabeza el blog, la intensidad y la periodicidad de las publicaciones ha ido evolucionando. Podríamos decir que el blog ha crecido y ha ido adquiriendo también un ritmo acorde a los tiempos y a la propia trayectoria de este plumilla que escribe, algo que vaticiné cuando en 2008 recibí el premio Espiral Edublogs. Aunque mi arribada a Facebook no supuso ningún cambio, el aterrizaje en Twitter en 2009 fue provocando un abandono de la rutina bloguera, algo a lo que contribuyó también la decadencia de los RSS y los agregadores de noticias, que fueron durante muchos años el mejor modo de mantenerse al día en Internet. Con las redes sociales no había necesidad de escribir una nota explicando una actividad de clase o una opinión sobre un acontecimiento educativo. La inmediatez de Twitter se fue imponiendo a la reflexión pausada de los blogs, que poco a poco se fueron cerrando y desapareciendo. Sin embargo, este blog ha seguido vivo, en parte gracias a la serie de las sesquidécadas, esas reseñas de lecturas de hace 15 años, que, como pescadilla que se muerde la cola, van a enlazar en breve con su propio momento de nacimiento. Este blog se resiste a desaparecer y en él sigo publicando también memorias trimestrales de lo que ocurre en mi aula y en mi centro. A veces aparece algún texto de docencia-ficción, que sirve de refuerzo a mis opiniones en las redes; también he publicado en los últimos tiempos reseñas de libros o películas que tienen relación con la educación.

Hace cinco años reseñaba el gran cambio que iba a dar a mi carrera asumiendo la dirección de mi centro. Parece que fue ayer y ya soy un director veterano para algunos, cuando sigo viéndome como un novato día a día, algo parecido a lo que me pasa en las aulas, donde mantengo la misma actitud sorprendida y en permanente cambio que cuando abrí este blog. Tendría que dar muchas gracias en este aniversario: al blog por proporcionarme la coartada necesaria para sentarme a escribir sobre mis fallos y mis aciertos, pero sobre todo a esa maravillosa gente que me ha acompañado desde el principio o que se ha ido sumando con los años para aportar ideas, para hacerme ver otras perspectivas o simplemente para decir que no estamos solos. Ojalá sigamos otros tantos años más en compañía. Gracias.

Crédito de la imagen: '15'

23 mayo 2021

Sesquidécada: mayo 2006

No soy muy dado a leer best sellers, aunque, de vez en cuando, me apetece hincar el diente a alguno para poder opinar con criterio. Salvo casos excepcionales, para lo bueno y lo malo, son obras que no destacan en la excelencia literaria (referida a su técnica o a su trascendencia dentro del canon), pero sí en el manejo de la trama o de la intriga. Hace quince años dediqué el mes de mayo a la lectura de una interesante novela de Javier Moro: Pasión india. Más que una novela es una biografía novelada, la historia de una española, Anita Delgado, que acabó convertida en princesa de Kapurthala. Como decía arriba, la obra tiene los ingredientes precisos para atrapar al lector: unos hechos reales, un drama personal y familiar que se ha de resolver, la lucha por sobrevivir de una mujer en un entorno y en un tiempo hostiles. Javier Moro huye también de los tópicos que más duelen en los best sellers, el romanticismo fácil, el tono divulgativo o la condescendencia hacia el lector ocasional. Me pareció un libro curioso, una historia humana que abre la mirada a un mundo que el autor conoce bien y que aparece bien retratado como telón de fondo. Así que, si no la habéis leído y no tenéis recomendaciones para este verano que se acerca, os animo a que le deis una oportunidad.

25 abril 2021

Sesquidécada: abril 2006

Al poco de aprobar las oposiciones de Secundaria me ofrecieron dar clases para preparar a otros colegas envueltos en el mismo trance. En principio solo iba a revisar los temarios, pero finalmente me quedé como profesor. Fue una etapa muy interesante, porque durante bastantes años me mantuvo actualizado en aspectos legales, didácticos y, muy especialmente, en los filológicos. Aunque en mis perfiles en redes el aspecto que más destaca es el de docente, siempre he tenido en alta consideración mi formación filológica, tanto en la lingüística como en la historia de la literatura o el comentario de textos. Precisamente en este último apartado es en el que más disfrutaba en aquellas clases, ya que exige combinar la teoría y la práctica de una manera concienzuda y arriesgada a veces. La exigencia de un conocimiento de la historia de lengua para el comentario filológico (uno de los apartados de la oposición es el análisis de un texto anterior al siglo XVIII) requería buenas dosis de latín y otras tantas de lingüística diacrónica. En gran aprecio tenía algunos manuales de esta disciplina, como la Historia de la lengua española, de Rafael Lapesa o Del latín al español, de Paul F. Lloyd (ambos en Gredos). Entre ellos estaba también el que hoy ocupa esta sesquidécada: Fonología histórica del español, de José Manuel Fradejas. Se trata de un manual sencillo, pero bastante completo, que aborda de manera panorámica casi todos los cambios en la fonología del español, aportando su evolución desde el latín y otras lenguas, y reconstruyendo los pasos perdidos a través de las teorías más aceptadas. Es un libro que requiere ciertos conocimientos de fonología, pero que no exige ser especialista en el tema, por lo que es accesible para el ámbito divulgativo, siempre que el lector sea un aficionado de las etimologías y de las lenguas en general. Debo reconocer que para mí es uno de los aspectos más apasionantes de la lengua y que intento sacarle provecho en el aula cuantas veces puedo, explicando el origen de las palabras y su evolución. 

Sí que hubo otras lecturas en aquel mes, lecturas juveniles y otras más técnicas, pero ya veis que ha salido el tema friqui que me gusta y que ha acabado acaparando toda mi atención. En otro momento volveremos a lecturas de gente normal.

04 abril 2021

Normalidad, pero no mucha

Hay que aprovechar los días de vacaciones para poner en orden los recuerdos y las memorias, especialmente las del trimestre, aquellas que nos permiten ir evaluando los objetivos fijados, a la vez que trazamos otros nuevos. La anterior memoria se remonta a finales de noviembre, con el curso pandémico en ascenso y más incertidumbre que certeza sobre el desarrollo de los acontecimientos sanitarios y educativos. En esta memoria del segundo trimestre, han cambiado algunas cosas que merecen ser contadas. Cosas de esta normalidad extraña que me hacen sentir contento, pero con matices que me mantienen con la mosca detrás de la oreja. Así que allá vamos.

En el ámbito de mis clases, tenemos en marcha en 3º de ESO el proyecto "Te escribiré cuando llegue", que aborda las migraciones y la invisibilidad de sus protagonistas, con el mar Mediterráneo como telón de fondo. Es un proyecto en el que nos embarcamos la vicedirectora Patricia García, el coordinador de proyectos, Francesc Collado, mi compañera de departamento, Anna Navarro, y algunos colegas más de varias asignaturas (Historia, Filosofía, Tecnología y Religión), en colaboración con PLANEA y Bovalar projecta, y que tendremos ocasión de contar más adelante, cuando tengamos todo el mapa desplegado. De momento, en mi grupo, hemos leído dos novelas que pueden ayudarles a inventar un relato de migrantes: En el mar hay cocodrilos, de Fabio Geda, y el Lazarillo, este clásico de un migrante avant la lettre. Con esos mimbres y con los documentos compartidos de Google drive, se han documentado y han esbozado unos guiones sobre los cuales montarán sus relatos, que culminarán en diversos productos audiovisuales. Por cierto, sobre el Lazarillo también han realizado algún draw my life, como en el trimestre pasado:

Ha sido especialmente emocionante también la actividad de Bibliotecas humanas (una iniciativa de Valencia acoge, gestionada a través de Javier Molinero), en las que personas de diversos orígenes, les han relatado los pormenores de sus viajes y de sus experiencias como migrantes dentro y fuera de sus países.

Una actividad que han valorado muy positivamente los estudiantes en una encuesta anónima, solicitando que se haga más a menudo. Por cierto, ¿sabéis qué han pedido los alumnos como sugerencia? Sorpresa...

También hemos realizado actividades divertidas y enriquecedoras en la codocencia del ámbito científico-matemático de 1º de ESO. Ya os conté que hemos dedicado unas horas de refuerzo del Fondo Social Europeo a que entren profesores de un ámbito en el otro, para promover tareas transversales. Hemos aprendido algo sobre Fibonacci, hemos leído versos sobre frutos, árboles y plantas, leyendas míticas sobre animales, y hemos jugado con los animales extraños, como ya conté en Twitter:

En Casa Camarón las cosas llevan otro ritmo. La pandemia ha agudizado el absentismo en algunos alumnos que, progresivamente, han ido solicitando atención telemática por problemas médicos. Eso se traduce en una desconexión total del entorno educativo, lo que nos hace retroceder muchos pasos en esa lucha contra el monstruo del fracaso y abandono escolar entre el alumnado gitano. Por suerte, los que vienen parecen interesados en el programa y gracias a ello la convivencia ha mejorado sustancialmente. Las actividades propuestas suelen ser la lectura y comentario de noticias relacionadas con la cultura, el trabajo o la educación en el mundo gitano, pero también hemos visto episodios de Black mirror ("Arkangel"), que nos han abierto camino a jugosos debates. Muy emocionante fue ver que el último día de clase aparecieron antiguos alumnos gitanos preguntando si podían venir algún día al instituto a participar en Casa Camarón: en 16 años que llevo en el centro es la primera vez que esto ocurre.

En el terreno de la función directiva, también puedo compartir algunos avances. En plenas vacaciones de navidad, se nos comunicó que podría ampliarse plantilla para garantizar la presencialidad en 2º de ESO, cuyo alumnado hasta diciembre venía en días alternos por falta de espacio. En un tiempo récord, habilitamos dos aulas y ajustamos horarios y conseguimos dos grupos más de 2º de ESO. Un mes más tarde, se aprobó el programa PROA +, lo que nos permitió solicitar más recursos humanos: 28 horas de apoyo para codocencia en 1º y 2º de ESO, lo que nos da un total de 40 horas de codocencia en esos mismo niveles. Ya sabéis que siempre he defendido la codocencia como un arma indispensable para atender la diversidad y mejorar la convivencia y los resultados académicos; ahora no estoy solo en la lucha, pues han sido muchos los colegas que han solicitado ese recurso. Ojalá nos llegasen más horas.

En línea con lo anterior, hemos realizado la supervisión y auditoría del Plan de Actuación para la Mejora (PAM) y hemos comprobado que la inversión de recursos tiene sus recompensas: mejores resultados académicos, menos conflictos y más satisfacción del profesorado, alumnado y familias. El único punto negro es la semipresencialidad en 3º de ESO por falta de aulas: el centro ha crecido por encima de sus posibilidades. 

También hemos evaluado la implantación de los ámbitos en 1º de ESO; en contra de lo que se escucha por ahí, la valoración es bastante positiva. Eso sí, ojalá hubiese más formación y más profesores para hacer codocencia en ellos. Y por supuesto, mantener la ratio actual de 20 alumnos por grupo. Os dejo algunas de las conclusiones gráficas del cuestionario anónimo:



Finalmente, antes de marcharnos de vacaciones tuvimos la oportunidad de ser vacunados. El proceso de vacunación ha incluido a toda la comunidad educativa: docentes, PAS, educadores, personal de limpieza, alumnado de prácticas, conductores y monitores del transporte escolar y cantina. Se estableció un día y hora y con una puntualidad y eficacia inusuales, en menos de media hora, estábamos las 110 personas del centro vacunadas. Desde aquí mi más sincera enhorabuena a todos los organizadores, y, especialmente, a los sanitarios por su paciencia y profesionalidad.

Ahora nos queda por delante menos de un trimestre para enfilar el final de este curso anormal. Ahí tenemos unas oposiciones en las que, aunque consiga librarme de participar como tribunal, nos tocará ser sede, de modo que mucha faena a la vista. También nos han confirmado ya que se mantienen las adaptaciones por la pandemia en el sistema de evaluación y titulación, lo que volverá a generar bastante incertidumbre, al depositar en la junta de evaluación decisiones que, si bien ya están recogidas en la ley, a menudo son demasiado imprecisas. El mayor reto para nosotros, sin embargo, será ver cómo afrontamos el curso 2021-2022, con poco espacio y mucha matrícula, sabiendo que gran parte de los avances que hemos reseñado y evaluado se deben a la reducción de ratio. Esperemos que esa reducción no sea a costa de la semipresencialidad ni del sacrificio de espacios comunes. Ojalá.

31 marzo 2021

Sesquidécada: marzo 2006


En marzo de 2006 llegué a un clásico de la literatura juvenil: Rebeldes, de Susan E. Hinton. Conocía la historia y me sonaba incluso haber visto la versión cinematográfica, pero no había leído aún la novela. Por supuesto, me gustó mucho y fue durante bastante tiempo una lectura recomendada para mis grupos de la ESO, especialmente los de tercero. Es posible que a día de hoy no se perciba como una lectura cercana a los jóvenes, pues las pandillas callejeras se han convertido en grupos de wasap que se enfrentan más en lo virtual que en lo real, pero sigue teniendo ese atractivo de la transgresión, de la juventud en estado efervescente, del amor al riesgo y las emociones. Por eso sigo recomendándola a pequeñas dosis, a alumnos en particular que se pueden sentir atraídos por la historia o el fondo. Lo bueno de los clásicos es que siempre hay alguien que te agradece que lo hayas llevado hasta ellos. 


También leí Pandora en el Congo, la segunda novela de Albert Sánchez Piñol, que también podéis leer en catalán. No fue una decepción, porque la novela se sostiene en un razonable mundo de ficción, con un montaje bastante solvente, pero a mi juicio no está a la altura de La piel fría, su obra más conocida. En esta ocasión, explora también los territorios del miedo telúrico, con evocaciones de Lovecraft o de los grandes novelistas de aventuras de principios del siglo XX, pero me da la impresión de que el resultado no impacta tanto al lector como en su predecesora. Como digo, si os apetece acercaros a este autor, empezad con La piel fría y daréis por bien aprovechada esta sesquidécada.

20 febrero 2021

Sesquidécada: febrero 2006

Febrero de 2006 me pilló leyendo cuentos del certamen internacional Max Aub, lo que hace que esta sesquidécada sea más ligera que otras. En aquella época participaba en el comité de preselección, que elegía los relatos con mayor calidad para que pasasen a la siguiente fase. Con aquellas experiencias iba descubriendo lo difícil que es escribir y hacerlo bien. Había magníficas historias mal contadas y tramas anodinas presentadas con maestría. Aprendí mucho, aunque no creo que llegue a dedicarme nunca a escribir de manera profesional: me falta constancia y paciencia para ello (y quizá un tiempo que debería quitar de otros menesteres).

También en aquel lejano febrero empecé a leer Fortunata y Jacinta, de Pérez Galdós. Me pareció una novela brillante, en la línea de otras que ya había leído del autor. Impresiona la capacidad de Galdós de sumergir al lector en un Madrid lleno de matices y detalles; la habilidad al mostrar el contraste de los personajes y sus circunstancias; la riqueza de la prosa y la variedad de registros... Sé que no es una novela para leer con prisas, que necesita su ritmo y su tiempo, pero merece la pena dedicárselo en algún momento. Galdós es siempre un valor seguro.

24 enero 2021

Sesquidécada: enero 2006


Dos libros singulares abren la serie de sesquidécadas de 2006. Libros singulares para unos tiempos extraños, así que todo en orden. El primero de ellos es El regreso de Don Quijote, de G.K. Chesterton, una fábula moderna en su tiempo, que reúne el particular sentido del humor británico, la crítica social y la recuperación de nuestro clásico universal. Chesterton requiere tranquilidad y reposo en su lectura, porque sus personajes y situaciones, lejos de ser accesorios, configuran un entramado que sostiene una finalidad satírica en diversos niveles; el autor, como se suele decir, nunca da puntada sin hilo. En la obra que nos ocupa, la aventura quijotesca nos acerca aun más a este autor imprescindible.


El segundo rescatado es el Viaje por España, de Hans Christian Andersen. Conocido por su labor como recopilador de la tradición cuentística, Andersen era también un prolífico autor de obras de todo tipo, entre ellas esta crónica de su viaje en 1862 por España. Si no sois habituales del género de viajeros extranjeros por España (especialmente en el siglo XIX), os lo recomiendo, porque hallaréis auténticas joyas del costumbrismo y de la etnología patria. El relato de Andersen no es el más detallado, pero es muy ameno y variado. Podéis encontrarlo en versión digital en la página del CVC: Un viaje por España. De paso, podéis investigar también sobre la azarosa y viajera vida de Andersen, un autor del que algunos solo conservábamos la edulcorada imagen de Danny Kaye silbando por el bosque. 

19 diciembre 2020

Sesquidécada: diciembre 2005


Hace quince años estaba preparando mi primera petición de plaza definitiva después de haber aprobado la oposición. Ya estaba en Castelló, pensando que sería más viable obtener una vacante cerca de aquí que de Valencia, que era mi lugar de origen. Tuve mucha suerte y me dieron un instituto en Castelló, un centro que tenía cierta mala fama y que no resultaba muy atractivo para que otros lo pidiesen en el concurso de traslados. Todavía sigo en aquel centro, en el que aterricé en el curso 2006-2007, y en el que quizá me jubile. Quince años después, es momento de recordar las lecturas que acompañaron aquel puzzle de códigos y localidades, aquella lista de promesas de futuro, de universos paralelos que nunca llegarían a existir. 

Como corresponde a aquel momento tan existencial, recupero en esta sesquidécada un autor que me parece imprescindible: Dino Buzzati. Ya había leído su magistral novela El desierto de los tártaros, una obra que te deja sin aliento y que ocupa muchas de las listas de mejores novelas del siglo XX. En diciembre de 2005 leí Los siete mensajeros y otros relatos, una antología de cuentos que recomiendo encarecidamente. Aunque no los recuerdo todos, sé que varios de ellos me dejaron impresionado, por ejemplo "El colombre", "Los siete mensajeros" o "La capa". Este último puede entrar también en el parnaso de los mejores relatos cortos de todos los tiempos, con una estructura e intensidad difícilmente igualables. 


Por otro lado, recupero una novela juvenil de una autora que estuvo muy de moda en aquella época: Cornelia Funke. Se trata de El señor de los ladrones, una novela de aventura y misterio que entronca con muchos de los temas del género y recuerda a Mark Twain, Barrie o incluso a nuestro Lazarillo. Una novela para regalar a chavales de diez o doce años. Felices fiestas y felices lecturas.