Para los profesores de lengua y literatura, este blog pretende ser la Cueva de Alí Babá, en la que encontrar alguna idea, algún germen que permita abrir caminos, sembrar dudas, avivar el seso de los más inquietos.
Poco antes de la pandemia tuve la ocasión de visitar la exposición La Nueva Educación, un recorrido por lo que supuso el Instituto-Escuela de la Institución Libre de Enseñanza, en el centenario de su fundación. Nuestro instituto, el IES Bovalar, estaba representado en esta exposición con algunos de los proyectos que en aquel curso se habían desarrollado en las aulas y que ejemplificaban en parte el espíritu de renovación y reforma educativa que habían impulsado Giner de los Ríos y los suyos. Tuve ocasión entonces de conocer algunas de las interesantes experiencias y actividades que se promovían en la ILE heredera de aquella y en la Fundación Giner de los Ríos.
Por eso, cuando hace poco se pusieron de nuevo en contacto conmigo para una mesa debate sobre evaluación, en un ciclo denominado La educación en la encrucijada, no tuve dudas y acepté encantado. Estas charlas se organizan en colaboración con el Capítulo Español del Club de Roma, y tienen lugar en la propia sede de la ILE, en un entorno histórico singular, la reformada casa en la que, en 1884, Giner de los Ríos y Manuel Bartolomé Cossío instalaron la sede de la Institución Libre de Enseñanza, una quinta ajardinada en las entonces afueras de Madrid, y hoy en pleno paseo del General Martínez Campos.
En la mesa debate, que llevaba por título Evaluar el aprendizaje, medir el rendimiento, moderada por Luis Lizasoain (Universidad del País Vasco), participé junto con Analía Leite, profesora de la Facultad de Educación de la Universidad de Málaga. Tras la presentación del vicepresidente del Club de Roma y de Luis Lizasoain, los ponentes resumimos en unos quince minutos nuestras reflexiones sobre la evaluación y el aprendizaje, para dar paso posteriormente a un coloquio en el que se respondían las preguntas del público presencial y online. Aquí podéis ver el vídeo del encuentro:
Debo agradecer a los organizadores la oportunidad de darnos voz a un centro público de Secundaria y también el trato cordial y amable, tanto del Capítulo del Club de Roma como de la Institución Libre de Enseñanza, con especial mención a Carlos Wert y Celia Armenteras, que me dieron ocasión de alojarme en la Residencia de Estudiantes y cumplir así con el sueño de cualquier filólogo o enamorado de la Generación del 27.
Hay que aprovechar los días de vacaciones para poner en orden los recuerdos y las memorias, especialmente las del trimestre, aquellas que nos permiten ir evaluando los objetivos fijados, a la vez que trazamos otros nuevos. La anterior memoria se remonta a finales de noviembre, con el curso pandémico en ascenso y más incertidumbre que certeza sobre el desarrollo de los acontecimientos sanitarios y educativos. En esta memoria del segundo trimestre, han cambiado algunas cosas que merecen ser contadas. Cosas de esta normalidad extraña que me hacen sentir contento, pero con matices que me mantienen con la mosca detrás de la oreja. Así que allá vamos.
En el ámbito de mis clases, tenemos en marcha en 3º de ESO el proyecto "Te escribiré cuando llegue", que aborda las migraciones y la invisibilidad de sus protagonistas, con el mar Mediterráneo como telón de fondo. Es un proyecto en el que nos embarcamos la vicedirectora Patricia García, el coordinador de proyectos, Francesc Collado, mi compañera de departamento, Anna Navarro, y algunos colegas más de varias asignaturas (Historia, Filosofía, Tecnología y Religión), en colaboración con PLANEA y Bovalar projecta, y que tendremos ocasión de contar más adelante, cuando tengamos todo el mapa desplegado. De momento, en mi grupo, hemos leído dos novelas que pueden ayudarles a inventar un relato de migrantes: En el mar hay cocodrilos, de Fabio Geda, y el Lazarillo, este clásico de un migrante avant la lettre. Con esos mimbres y con los documentos compartidos de Google drive, se han documentado y han esbozado unos guiones sobre los cuales montarán sus relatos, que culminarán en diversos productos audiovisuales. Por cierto, sobre el Lazarillo también han realizado algún draw my life, como en el trimestre pasado:
Ha sido especialmente emocionante también la actividad de Bibliotecas humanas (una iniciativa de Valencia acoge, gestionada a través de Javier Molinero), en las que personas de diversos orígenes, les han relatado los pormenores de sus viajes y de sus experiencias como migrantes dentro y fuera de sus países.
Una actividad que han valorado muy positivamente los estudiantes en una encuesta anónima, solicitando que se haga más a menudo. Por cierto, ¿sabéis qué han pedido los alumnos como sugerencia? Sorpresa...
También hemos realizado actividades divertidas y enriquecedoras en la codocencia del ámbito científico-matemático de 1º de ESO. Ya os conté que hemos dedicado unas horas de refuerzo del Fondo Social Europeo a que entren profesores de un ámbito en el otro, para promover tareas transversales. Hemos aprendido algo sobre Fibonacci, hemos leído versos sobre frutos, árboles y plantas, leyendas míticas sobre animales, y hemos jugado con los animales extraños, como ya conté en Twitter:
Hoy nos ha pasado una cosa muy graciosa en la clase del ámbito científico de 1º de ESO. Ya sabéis que entramos los del ámbito lingüístico una hora a la semana para hacer actividades comunicativas. Pues veréis… ⬇️⬇️
En Casa Camarón las cosas llevan otro ritmo. La pandemia ha agudizado el absentismo en algunos alumnos que, progresivamente, han ido solicitando atención telemática por problemas médicos. Eso se traduce en una desconexión total del entorno educativo, lo que nos hace retroceder muchos pasos en esa lucha contra el monstruo del fracaso y abandono escolar entre el alumnado gitano. Por suerte, los que vienen parecen interesados en el programa y gracias a ello la convivencia ha mejorado sustancialmente. Las actividades propuestas suelen ser la lectura y comentario de noticias relacionadas con la cultura, el trabajo o la educación en el mundo gitano, pero también hemos visto episodios de Black mirror ("Arkangel"), que nos han abierto camino a jugosos debates. Muy emocionante fue ver que el último día de clase aparecieron antiguos alumnos gitanos preguntando si podían venir algún día al instituto a participar en Casa Camarón: en 16 años que llevo en el centro es la primera vez que esto ocurre.
En Casa Camarón hemos leído esta biografía de Django Reinhardt, el príncipe gitano. Después hemos hablado de arte, música y cultura. También de racismo https://t.co/4yKRQQjPMXpic.twitter.com/RmDuaq9GHq
En el terreno de la función directiva, también puedo compartir algunos avances. En plenas vacaciones de navidad, se nos comunicó que podría ampliarse plantilla para garantizar la presencialidad en 2º de ESO, cuyo alumnado hasta diciembre venía en días alternos por falta de espacio. En un tiempo récord, habilitamos dos aulas y ajustamos horarios y conseguimos dos grupos más de 2º de ESO. Un mes más tarde, se aprobó el programa PROA +, lo que nos permitió solicitar más recursos humanos: 28 horas de apoyo para codocencia en 1º y 2º de ESO, lo que nos da un total de 40 horas de codocencia en esos mismo niveles. Ya sabéis que siempre he defendido la codocencia como un arma indispensable para atender la diversidad y mejorar la convivencia y los resultados académicos; ahora no estoy solo en la lucha, pues han sido muchos los colegas que han solicitado ese recurso. Ojalá nos llegasen más horas.
En línea con lo anterior, hemos realizado la supervisión y auditoría del Plan de Actuación para la Mejora (PAM) y hemos comprobado que la inversión de recursos tiene sus recompensas: mejores resultados académicos, menos conflictos y más satisfacción del profesorado, alumnado y familias. El único punto negro es la semipresencialidad en 3º de ESO por falta de aulas: el centro ha crecido por encima de sus posibilidades.
También hemos evaluado la implantación de los ámbitos en 1º de ESO; en contra de lo que se escucha por ahí, la valoración es bastante positiva. Eso sí, ojalá hubiese más formación y más profesores para hacer codocencia en ellos. Y por supuesto, mantener la ratio actual de 20 alumnos por grupo. Os dejo algunas de las conclusiones gráficas del cuestionario anónimo:
Finalmente, antes de marcharnos de vacaciones tuvimos la oportunidad de ser vacunados. El proceso de vacunación ha incluido a toda la comunidad educativa: docentes, PAS, educadores, personal de limpieza, alumnado de prácticas, conductores y monitores del transporte escolar y cantina. Se estableció un día y hora y con una puntualidad y eficacia inusuales, en menos de media hora, estábamos las 110 personas del centro vacunadas. Desde aquí mi más sincera enhorabuena a todos los organizadores, y, especialmente, a los sanitarios por su paciencia y profesionalidad.
Ahora nos queda por delante menos de un trimestre para enfilar el final de este curso anormal. Ahí tenemos unas oposiciones en las que, aunque consiga librarme de participar como tribunal, nos tocará ser sede, de modo que mucha faena a la vista. También nos han confirmado ya que se mantienen las adaptaciones por la pandemia en el sistema de evaluación y titulación, lo que volverá a generar bastante incertidumbre, al depositar en la junta de evaluación decisiones que, si bien ya están recogidas en la ley, a menudo son demasiado imprecisas. El mayor reto para nosotros, sin embargo, será ver cómo afrontamos el curso 2021-2022, con poco espacio y mucha matrícula, sabiendo que gran parte de los avances que hemos reseñado y evaluado se deben a la reducción de ratio. Esperemos que esa reducción no sea a costa de la semipresencialidad ni del sacrificio de espacios comunes. Ojalá.
Centros pequeños con seis o siete docentes y grandes institutos con centenares de ellos. Escuelas rurales y colegios urbanos. Barrios de lujo y áreas marginales. Funcionarios interinos que no han pasado nunca por una oposición y funcionarios de carrera que han aprobado varias. Interinos que han aprobado muchos exámenes y ninguna oposición y funcionarios de carrera que, por azar, aprobaron a la primera. Docentes que se esfuerzan en cada clase como si les fuese la vida en ello y profes que huyen de sus responsabilidades como si fuese la peste. Buenas personas y malas personas. Buenos profesionales y malos profesionales... Este es el sistema, esto es lo que hay. Seas docente, familia o alumno, te toca la lotería de tu centro, aunque siempre puedes huir a probar suerte en otro.
Se está hablando mucho de evaluación docente y también yo creo que es necesaria, precisamente para que la educación de todos no sea una lotería. Hace falta una evaluación que corrija los errores del sistema y sus desigualdades. Una evaluación que facilite la mejora profesional y el rendimiento de los centros y del alumnado. Evaluarse es sano y muchos lo hacen. No como se está diciendo en las redes, con una evaluación diaria ante la comunidad educativa, porque sabemos que un mal profe, detectado y comprobado en su mala praxis, es una "patata caliente" que queda enquistada en un departamento como una dolencia crónica, si es funcionario de carrera, o va pasando de centro en centro, si es interino. Nos molesta hablar de ello y tratamos de defender nuestra integridad como colectivo, pero una buena evaluación ayudaría a que estos casos minoritarios no empañasen la imagen del profesorado, y tal vez les ayudase a ellos también para tomar conciencia de sus fallos. Es necesaria la evaluación para que los centros aprovechen sus recursos. Es necesaria también para que los proyectos educativos tengan sentido para toda la comunidad educativa. Evaluar es dar valor a lo que nos importa a todos.
Tras este panegírico de la evaluación docente llega la cruda realidad: es imposible una evaluación docente ahora. Ni docente ni decente. Y probablemente lo sea en los próximos años. Toda la evaluación del sistema pasa por asumir la diversidad de contextos que se mencionan al inicio de esta nota, así que no se pueden establecer criterios generales para hacerlo. Una evaluación que no tenga en cuenta el contexto educativo y la diversidad de los miembros que lo conforman es errónea desde la base. Es más, la propia presencia de contextos anormales (guetos educativos, escuela concertada, centros bilingües o de excelencia) dificulta que los resultados de una evaluación tengan valor más allá del aquí/ahora. Por ejemplo, evaluar positivamente a un profe en un centro sin apenas alumnado de compensatoria ¿lo hace competente para trabajar en otro barrio con alto índice de inmigración? Es más, los contextos no son fijos, cambian con el tiempo, con lo cual, la evaluación debería realizarse con cierta frecuencia, lo que exige recursos.
Hablando de recursos para evaluar, se habla poco de quién o quiénes tendrían que realizar esa evaluación del profesorado o de los centros. ¿Una empresa externa? ¿La inspección educativa? ¿Los equipos directivos? No vale la pena extenderse en esto. Las empresas externas no saben lo que es enseñar ni podrán nunca comprender en una o dos sesiones de evaluación la dificultad que entraña nuestro trabajo. Imaginad al auditor que vaya a un centro un lunes a primera hora y a otro el viernes a última. Ah, no, ellos solo medirán la documentación, es decir, no evaluarán la práctica docente, sino las programaciones, las rúbricas, etc. Así sí, claro. En cuanto a la inspección, tal vez en algún caso estén en condiciones de evaluar un centro, pero ni tienen recursos ni capacidad para hacerlo con los docentes, en la mayoría de casos pertenecientes a un nivel o asignatura distinto, e incluso a épocas o ideas educativas distantes. Finalmente, los equipos directivos somos parte implicada y por ello no deberíamos asumir más que aspectos organizativos de esa evaluación y ser también evaluados. Por cierto, imagino que si llega a hacerse esa evaluación, también habría que establecer criterios para evaluar a la inspección, al personal de administración y servicios, ¿a las familias...?
Pero, si hay algo que definitivamente impida la evaluación docente hoy día es el "para qué". Arriba he explicado mis ideas acerca de los objetivos de la evaluación, centrados especialmente en la mejora profesional. Sin embargo, con unos políticos incapaces de ponerse de acuerdo en las líneas generales de la educación, unos políticos que usan la Escuela como un tablero de batalla política, ideológica e incluso religiosa, unos políticos que con una mano aplauden a los profes mientras con la otra les recortan recursos imprescindibles para su trabajo, con esos políticos, la evaluación se convierte en una maquinaria de terror, el instrumento para justificar que no funcionan las cosas que a ellos no les gustan y que hay que promover las que ellos diseñan. Evaluar, para muchos, es una manera de castigar al disidente y premiar al lisonjero. También, si se hace para racionar (que no racionalizar) recursos, se puede convertir en la excusa para privatizar, segregar, excluir... Lo hemos visto demasiadas veces y los resultados han sido demoledores. No, la Escuela no se va al garete por los innoveitors ni por los guruses ni por los profesaurios, tampoco por la LOGSE ni por la LOMCE; la Escuela no arranca porque no hay un pacto de estado a largo plazo que siente las bases de un horizonte educativo en el que todos podamos avanzar hacia objetivos comunes. No existe ese pacto y por tanto no hay ni recursos ni financiación justa. Con una visión de futuro se pueden detectar las carencias y reducir ratios donde haga falta, asignar profesorado para paliar desequilibrios sociales o familiares, trazar mapas escolares con sentido común, eliminar conciertos donde no sean necesarios, potenciar la Escuela pública inclusiva, etc. Por eso, hablar ahora de evaluación docente, cuando hay tantas cosas que solucionar antes, es un tanto temerario, por no decir inconsciente. Espero que a nuestros gestores se les pase esta fiebre evaluadora tan poco meditada y se pongan de verdad a solucionar los problemas de la educación, que empiezan justamente en esa gran pregunta: ¿para qué queremos la Escuela? Mientras tanto, cuenten con que la mayoría de docentes seguirán esforzándose en su trabajo docente y decente, como siempre.