25 mayo 2013

Siete


Siete eran las maravillas del mundo, las colinas de Roma, las virtudes cristianas, las artes liberales y los dolores de María. Los siete secretos, las siete bolas de cristal, los siete infantes de Lara, siete ratones ciegos y también siete domingos rojos. Siete mensajeros de Buzzati y siete locos de Arlt. Siete días para crear el Universo y siete años en el Tibet. Siete partidas las de Alfonso X, siete vidas las del gato y las de Amparo Baró. Siete enanitos y Ana y los 7. Siete notas, siete colores, los siete magníficos y los siete samuráis. El tiburón de siete branquias, el lobo y los siete cabritillos. Los siete mares y los siete pilares de la sabiduría. Los siete niños de Écija y siete novias para siete hermanos.
Hoy cumple siete años este blog. Esa es la magia del siete. Siete que también son dos más cinco; cinco años hace que recibí el premio al mejor blog de profesores de Espiral Edublogs, que ahora celebra también su séptima edición desmintiendo los augurios de quienes vaticinaron una extinción masiva de los blogs.
Este cumpleaños bloguero constituye un precioso momento para reflexionar sobre el pasado y el futuro de la blogosfera educativa; y, en lo personal, es la ocasión idónea para agradecer la compañía virtual y presencial de tantos amigos y compañeros de profesión. 

Crédito de la imagen: 'Sevens'

18 mayo 2013

La calidad va por dentro



Soy optimista y en el fondo creo que el problema de nuestros políticos es solamente la ignorancia. Es cierto que hay algunos malvados, pero como dice el Principio de Hanlon, no siempre hay que atribuir a la mala intención lo que puede ser explicado por la estupidez. Nuestros políticos, en general, son ignorantes. Viven en una burbuja que les impide ver la realidad en su conjunto y a menudo les ocurre lo que a María Antonieta, que a quienes le reclamaban la falta de pan les recomendaba comer pasteles.
Los políticos de este país nunca han visto un aula inclusiva porque sus hijos van a coles exclusivos. En el vídeo que abre esta nota pueden ver a mis alumnos de este curso. Me gustaría que algunas vez esos políticos que hacen leyes educativas desde sus cómodos despachos se acercaran a nuestras aulas, pero sé que no lo harán, así que les invito a que los conozcan al menos en vídeo, a unos poquitos de los que tengo este año, a los del año pasado, a los del anterior...
Con sus nuevas leyes, es posible que pasen la reválida de la ESO, como mucho, un diez por ciento de ellos -tampoco hubiesen pasado la de Primaria más allá del treinta por ciento, seguro-. Para la mayoría de ellos, su Ley de Calidad tiene otra traducción: la Ley OMinosa que les Condena a la Exclusión.
Por suerte, son jóvenes y leen y disfrutan. Por suerte, la Calidad la llevan dentro y no tienen que aprenderla de nadie. Por suerte, les sobrevivirán a ustedes, señores políticos, y tal vez algún día enderecen su torpeza.

11 mayo 2013

Sesquidécada: mayo 1998


¿Recuerdas cuándo leíste por primera vez el Quijote? Detrás de la lectura del Quijote hay infinidad de historias e intrahistorias. Raro es el famoso de la tele que no menciona la obra de Cervantes cuando le preguntan por el libro que salvaría de un incendio; casi tan raro como encontrar gente normal de la calle que de verdad se lo haya leído. Personalmente, aunque pienso que el Quijote es una obra excepcional, no me siento un apóstol de su lectura, y menos en el instituto. En mayo de 1998, hace quince años, leía por segunda vez, de principio a fin, el Quijote. La primera vez fue en 1994, con 26 años y un largo historial de lecturas detrás. A pesar de que siempre hubo un Quijote en la librería de mi casa, yo apenas había pasado de algunas lecturas parciales de los episodios más célebres. Intuía que había algo grande detrás, pero era consciente de que todavía no estaba preparado para ello -guardo entre sus páginas alguna hoja con decenas de palabras para mí desconocidas: "rodela, adarga..."-. Por eso pienso que la labor que tenemos los docentes de Secundaria es acercar el universo cervantino a los estudiantes, mostrar el contexto, leer fragmentos, adaptaciones, textos complementarios... abrir el apetito para cuando realmente estén preparados para leer el Quijote con placer.
Aquella segunda lectura de la que hablo en esta sesquidécada me pareció mucho más jugosa que la primera, porque estaba en condiciones de captar mejor las referencias, los guiños, la sutileza con la que Cervantes nos regalaba. Desde entonces no he vuelto a leer el Quijote de principio a fin. Lo he leído en dosis pequeñas, medianas y grandes, según me lo pedía el cuerpo, porque ahora me resulta difícil no volver a sus páginas cuando echo de menos consuelo, alegría, indignación o aventura. Vuelvo a él para leerlo a trocitos en clase, para sincoparlo o para doblarlo.
No me considero un apóstol del Quijote, pero siento un poquito de pena por todos aquellos que no han sucumbido todavía a su lectura, sea de principio a fin, sea a minúsculas dosis, dosis terapéuticas, dosis balsámicas, dosis de literatura pura cien por cien.

30 abril 2013

Educación escindida

Llevo tiempo intentando encontrar la palabra que defina la situación actual en la que se encuentra el sistema educativo. No sé si este título de "educación escindida" da respuesta a mi percepción o todavía se queda corto, pues incluso para los filólogos no resulta sencillo nombrar una realidad tan llena de paradojas y contrasentidos como esta en la que vivimos. La realidad educativa está escindida en todos los niveles: el desánimo por la crisis y los recortes frente a la tenacidad por salvar a los jóvenes de un futuro negro; las muestras de apoyo de la sociedad frente al acoso y derribo de algunos políticos; el orgullo de casta de algunos docentes frente a la modestia obrera de otros; la lucha activa frente al victimismo pasivo...
En esa brecha nos movemos en el día a día, saltando incluso de un lado a otro según nos vaya el ánimo o el clima. Tomamos muchas decisiones bajo esa disyuntiva y no siempre estamos seguros de acertar. Ya he hablado aquí de lo difícil que resulta elegir cuando parece que las decisiones ya están tomadas de antemano, de lo vano que resulta todo cuando la administración te ofrece con una mano lo que te quita con otra.
En los próximos días celebramos la jornada de puertas abiertas en mi centro. Se nos planteaba el dilema de publicitar el instituto más allá de los colegios de referencia, pensando que quizá con el recién estrenado distrito único podemos acoger a alumnado de otras zonas. Aunque sigo pensando que esto del distrito único es una trampa, también pienso que nuestro centro puede ofrecer calidad, que merece la pena que las familias sepan que en el instituto trabajamos con ganas y con pasión. Pero también es verdad que no siempre tenemos lo que necesitamos, que la administración sigue reduciendo recursos humanos, que cada día resulta más difícil mantener unos niveles formativos satisfactorios. De nuevo la realidad escindida, la alegría por ofrecer lo mejor y la tristeza por no llegar a todos. ¿Sirve de mucho contar a las familias la labor diaria en el aula si luego las pruebas diagnósticas nos sitúan lejos de las posiciones de cabeza? ¿Debemos asumir los docentes como propio el fracaso escolar cuando este responde a condiciones externas al centro? ¿Acoger más alumnos nos garantiza realmente una dotación mayor de recursos? ¿Se puede hacer compatible la atención social con la educación de calidad? Todo son preguntas sin respuesta. Mientras reflexionamos sobre ello, en este vídeo se explica cómo es nuestro centro y cómo somos nosotros. Creo que lo hacemos lo mejor que sabemos, incluso cuando nos equivocamos. Al menos en mi caso, tal vez sea la única certeza que tengo.


23 abril 2013

No es un día

El Día del Libro no es un día. Puede que lo sea para quienes lo celebran hoy como un acto singular, como una excepcionalidad que conviene recordar año a año. Es un día en el que, en los medios, se oyen alabanzas y se escriben panegíricos sin límite al acto de leer o al libro-objeto. Algunos de esos rapsodas públicos perpetran en este día elogios a la cultura, mientras olvidan que durante el resto del año nos obsequian con un discurso zafio y del todo impropio de un buen lector.
Sin embargo, el día del libro llega para muchos de nosotros casi a hurtadillas, sin ser oído, a oscuras y en celada. Nos pilla la mayor parte de las veces sin haber preparado nada, con un montón de proyectos a mitad, incapaces de parar la máquina del aula para salir a tomar el aire con actos de homenaje o con actividades extraordinarias. Para mí, el día del libro no es un día: el día del libro es todo el año leyendo en el aula, acumulando libros bien visibles sobre la mesa del profesor, recomendando lecturas en un cruce rápido del pasillo, comentando novelas en la cantina, prestando libros propios a los alumnos, atendiendo sugerencias en la biblioteca, hablando de libros, viviendo los libros. Es bueno recordar que el 23 de abril hacemos del libro una fiesta, pero no es bueno olvidar que leer no es cosa de un día. Cuando hablar de libros se convierta en un acto cotidiano -en el aula y fuera de ella-, este vídeo de recomendaciones lectoras de los alumnos de mi centro no nos parecerá excepcional, como tampoco lo será celebrar el Día del Libro.



12 abril 2013

Sesquidécada: abril 1998

Esta sesquidécada iba dedicada en un principio a Calderón, un clásico del blog, y a su drama El mágico prodigioso, una obra sobre la que diserté en aquel abril de 1998 dentro del curso "La posibilidad de una tragedia española en el Barroco", dirigido por Evangelina Rodríguez Cuadros. Sin embargo, descubrí entre mis lecturas el Manual de crítica textual de Alberto Blecua y recordé, de repente, las motivaciones que me habían llevado a leerlo. Entonces se me hizo la luz, porque aquellas circunstancias constituyen quizá un elemento germinal de lo que soy y de las derivas que me llevaron hasta aquí.
Quienes conocen la carrera de Filología saben que las salidas profesionales se reducen básicamente a la docencia y a la edición de textos. Paradójicamente, la carrera estaba planteada sobre todo hacia la erudición, pues había poca formación pedagógica y mucha menos sobre la edición crítica de textos. De hecho, al margen de las ilustraciones de los libros de texto, pocos hemos podido ver de cerca textos antiguos, manuscritos, códices o borradores originales de escritores modernos, ni siquiera en versiones facsimilares.

Así que, para suplir esa carencia, en abril de 1998 estaba también inmerso en un curso de doctorado sobre la "Edición de textos en formato electrónico", que impartía José Luis Canet. Hay que recordar que en 1998 el correo electrónico era una tecnología emergente y los textos digitales una rareza. Por ejemplo, la Biblioteca Miguel de Cervantes estaba a la sazón empezando su andadura y reclutando becarios para digitalizar materiales. José Luis Canet había sido el responsable de la Biblioteca de la Universitat de València y había comenzado la tarea de digitalizar los ficheros. Debió de comprender entonces la necesidad de digitalizar también los textos de difícil acceso, por lo que nos ofreció a sus estudiantes la posibilidad de convertir el curso de doctorado en una práctica de edición y digitalización. Vuelvo a recordar que hablamos de 1998, con el dominio del navegador Explorer y la alternativa de Netscape, una época en la que más allá del editor de FrontPage de Microsoft, el código HTML había que trabajarlo artesanalmente, incluso utilizando ASCII para los acentos, las ñ o las cedillas.

En mi caso, escogí dos relaciones de sucesos, impresas en un pliego suelto de 1588, sobre las que tuve que trabajar en la edición y en la interpretación. Había que diseñar también la presentación digital, que se hacía con frames (no existía ni flash, ni CSS, ni nada parecido). Había que comprobar que el código HTML servía para Explorer y Netscape (lo que invalidaba, por ejemplo, las conversiones de FrontPage) y también la visibilidad en las distintas resoluciones de pantalla de los monitores de entonces. El trabajo fue un poco desesperante en ocasiones, sobre todo la parte técnica que requería dejarse los ojos con el HTML. Sin embargo, el resultado está ahí, válido 15 años después, no muy atractivo visualmente pero funcional y operativo:


Como decía al principio, la intrahistoria del manual de Blecua me ha llevado hacia dos asuntos que luego han resultado fundamentales en mi carrera: el mundo digital por un lado, y las relaciones de sucesos por otro, un tema que se convertiría en eje de mi tesis doctoral, aunque todavía ni yo mismo lo supiera. También gracias a aquella iniciativa colaborativa en red -antes de que existieran las redes sociales-, podemos disponer de textos digitales curiosos en la página de Lemir. Para quienes coleccionan anécdotas literarias, una recién licenciada y nada famosa aún Laura Gallego compartió este curso y nos dejó una versión digital del Claribalte. Algún día regresaré a estos asuntos, pues no fue esta mi única aportación a ese proyecto.

30 marzo 2013

Gloria de leer


Es posible que llegue tarde con algunas de estas recomendaciones lectoras, cuando ya algunos vuelven de vacaciones mientras otros acabamos de empezarlas. No obstante, aquí quedan para quien quiera aprovecharlas.
Me ha sorprendido mucho la novela Intemperie, de Jesús Carrasco, una obra corta pero intensa que merece la pena tener en cuenta. No desvelaré detalles, pero tiene el ambiente de Delibes y la crudeza de Cormac McCarthy. En la misma línea de dureza, pero en el contexto de la América profunda, se sitúa El diablo a todas horas, una mezcla entre road movie, thriller y bildungsroman que estremece en más de una ocasión, y no por lo fantástico sino por lo real.
Cambiando de tercio, tenemos dos novelas con abuelos en portada. El abuelo que saltó por la ventana y se largó, de Jonas Jonasson, es una novela ligera que me recuerda a los absurdos personajes de Arto Paasilinna, esta vez enredados en una trama digna de Forrest Gump. Es una novela ideal para pasar el rato y revisar algunos de los acontecimientos históricos del siglo XX. También tiene fondo histórico Mi abuelo llegó esquiando, de Daniel Katz, una novela que enfoca a una familia judía que va protagonizando batallas y huidas en la Europa del primer medio siglo XX. En este caso, el tono ágil, irónico y desmitificador hace que la lectura sea un verdadero placer.
En el ámbito de la divulgación, Santiago Posteguillo ha publicado una recopilación de anécdotas literarias narradas en forma novelesca que ha titulado La noche en que Frankenstein leyó el Quijote. Tal vez para muchos lectores estas historias son ya conocidas, pero es un libro ameno que se lee en un rato.
Y para acabar, una recomendación juvenil -o no-, en este caso un homenaje a las novelas de Julio Verne que realiza César Mallorquí en La isla de Bowen. A pesar de que es una novela larga y orientada al público juvenil, tiene todos los ingredientes del género de aventuras, con numerosos guiños a los lectores de Verne y de las novelas de ciencia-ficción. Es un gran regalo para jóvenes lectores y para nostálgicos del género.
Como siempre, los comentarios están abiertos para vuestras opiniones. Felices vacaciones; lo que queden de ellas...

18 marzo 2013

Google Reader: Et in Arcadia ego

"Et in Arcadia ego":  yo, la muerte, reino incluso en la Arcadia... Recurrir al funesto tópico del memento mori para hablar del cierre de Google Reader puede parecer exagerado, lo sé, pero quisiera reflexionar no solo sobre lo que supone el fin de este servicio de suscripción de blogs y feeds diversos, sino también sobre el fin de un modo de leer en la red. 
Allá por el 2007 explicaba en este blog que Google Reader había supuesto para mí la conversión de ser un cazador-recolector en la red a ser un habitante del Neolítico 2.0. Cuatro años más tarde, empezaron a vislumbrarse los signos del cambio, que en realidad eran los síntomas de la muerte, el auténtico memento mori del que hablo al principio: también el Neolítico debe dejar paso a nuevas eras.

Dejaré este lenguaje tan críptico y voy a intentar explicar en breves líneas mi juicio sobre estos cambios. En la era de los blogs, estas herramientas como Reader, Bloglines, Netvibes, etc. resultaban indispensables para seguir lo que se publicaba en la red. Sin embargo, cinco o seis años más tarde, el modo de publicar, el modo de compartir información y el modo de leer es radicalmente distinto. Basta con echar un vistazo a las numerosas alternativas a Google Reader que se vienen ofreciendo en los últimos días para descubrir que se agrupan en dos frentes: los que apuestan por lectores de feeds nostálgicos y los que lo hacen por los innovadores. Voy a tratar de analizar a qué tipo de usuarios van destinados unos y otros:

A) Los nostálgicos: Si los gerentes de Google dicen que cierran Reader por falta de usuarios, habrá que creerlos. ¿Quiénes usamos Reader? No tengo datos, pero me parece que en ese grupo estamos muchos de los que empezamos en el mundo de los blogs y algunos más jóvenes que han seguido el ejemplo y han descubierto sus posibilidades. Cumplimos ciertas características que se podrían resumir en: a) voraces lectores, b) apasionados de los blogs, c) ansias de vivir actualizados en el mundo de las noticias. Inspirados  por movimientos como el 15M o el mayo del 68 somos capaces de reunir firmas para que Reader no se cierre o incluso inventar una especie de Harley Davidson de los agregadores: el Old Reader.

B) Los innovadores: Han crecido en el mundo de las redes sociales y de los dispositivos móviles. Su modo de lectura es más visual y fragmentario, frente a la linealidad de los nostálgicos. No necesitan tanto clasificar, ordenar o marcar como no leídos los artículos que consumen, pues más que lectores son consumidores de información.

Antes de que me lluevan críticas de usuarios que son excepciones, diré que realmente de lo que se trata es de un cambio en el paradigma lector, de un profundo cambio en los hábitos de lectura y consumo de información en la red (¿la modernidad líquida de la que hablaba Bauman, quizá?). Ahora le ha llegado el turno a Google Reader porque pocos leemos ya de manera continua la red, como si fuese un periódico, pero mañana tal vez desaparezcan los marcadores sociales -ya pasó con Delicious, por ejemplo-, porque cada día nos preocupamos menos de clasificar o etiquetar: si algo es de calidad pensamos que siempre estará ahí, replicándose en un bucle infinito. 
En cuanto a mi propia decisión sobre qué alternativa de Reader escoger, he optado finalmente por abandonar la nostalgia del neolítico y apostar por Feedly. Quizá en el tránsito pierda viejas costumbres, pero no creo que pierda el placer de seguir leyendo a mis buenos amigos de la red.