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20 diciembre 2010

Los docentes siembran el caos

El caos se ha desatado en esta mañana de diciembre, cuando millones de padres y madres, que han acudido a los colegios e institutos para dejar a sus hijos, se han encontrado con las puertas cerradas. Al parecer, los docentes alegan que se encuentran mal y que no están en condiciones de impartir clase al alumnado. Todo parece indicar, sin embargo, que se trata de una huelga encubierta. Algunos colectivos de docentes han estado avisando en los últimos días de que las condiciones de trabajo se han deteriorado hasta el punto de resultar insostenibles: “Nos han quitado autoridad, nos bajan el sueldo, estamos siempre amenazados física y moralmente por el alumnado y sus familias, la administración reduce personal y sube el número de alumnos, con casos cada vez más complicados; es normal que el profesorado acabe agotado en todos los sentidos”, manifiesta un portavoz del colectivo.

El plante de maestros y profesores está provocando una situación extrema. Cientos de miles de trabajadores no han podido acudir a sus puestos de trabajo porque no podían dejar abandonados a sus hijos. Médicos, jueces, policías, bomberos, y muchos profesionales de servicios básicos han tenido de quedarse en sus casas, al no poder contar con ayuda en la custodia de sus criaturas. También han sido miles los compradores compulsivos que han tenido que llevarse a los niños a sus compras navideñas. Uno de ellos se lamentaba en la puerta del Carrefour: "Dicen que están para educar, pero son lo peor: Han destrozado la ilusión de mi niña, que ahora no va a creer en Papá Noel". Por otro lado, los abuelos están desbordados y ya se han registrado numerosos casos de insuficiencia cardiaca en este colectivo. El clamor general es de indignación: “No sé qué quieren esos sinvergüenzas: Tienen un montón de vacaciones y cobran más que cualquier operario”, gritaba indignada una agente inmobiliaria que había tenido que llevarse a sus dos hijos adolescentes y sus respectivas videoconsolas al despacho. Un escayolista iba aun más lejos: “Es un descaro absoluto que estos privilegiados exijan mejores condiciones; no se manchan, no madrugan, no tienen apenas riesgos profesionales. Si de mí dependiera, los pondría a todos de patitas en la calle”. Una señora que pasaba por allí apuntaba en la misma línea: “Cuando le cogen manía a un chiquito, entre todos se ponen de acuerdo para suspenderlo y decir que es un demonio. Eso le hicieron a un sobrino mío, un trozo de pan, al que le han amargado la vida. Ya ve, ahora en el paro, por culpa de esos inútiles”.

Mientras tanto, el gobierno está preparando un decreto de excepcionalidad que permita obligar a los docentes a volver a su trabajo. Así lo ha manifestado el ministro del ramo: “Deben saber (los docentes) que la sociedad no va a ceder al chantaje. El colectivo docente mantiene privilegios impropios de estos tiempos y encima es poco productivo, pues el fracaso escolar no para de crecer. Si esta actitud continúa, pondremos al ejército a dar clases, que ellos sí que saben hacerse respetar”.

Es muy probable que, si se aplica esta ley, los miles de docentes que han abandonado sus aulas se vean en el banquillo, aunque, si el ejército no logra hacerse con el control de las clases, los juicios se tendrán que celebrarse en improvisadas guarderías multinivel. En todo caso, intennntarremms mantnnerleeeeeees infforsmmasdooos dee looauque ocuurra (hijo mío, deja de toquetearme el teclado que me van a despedir del periódico...)


Crédito de la imagen: 'Wretched'

21 enero 2010

Sesquidécada: enero 1995

Enero de 1995: Sumido en el estudio de la literatura valenciana, de la gramática generativa, de la literatura latinoamericana y de otros intereses filológicos, la asignatura de Latín era para mí un bálsamo (a pesar de los odios que despertaba entre muchos filólogos de otras especialidades). La traducción de textos clásicos era un divertimento que proporcionaba placeres similares a la resolución de un sudoku, con el añadido de conocer las raíces de nuestro pensamiento y cultura modernos. De aquel enero de 1995, rescato la lectura de La República de Cicerón. Revisando mis notas del libro para esta sesquidécada, me encuentro con un pasaje de rabiosa actualidad, que dirían los telediarios. Es un poco largo, pero lo compensaré con la brevedad de mis comentarios al respecto:

Cuando las fauces insaciables de un pueblo se resecan por la sed de libertad y, a causa de los malos servidores, sacia su sed con una libertad excesivamente pura y no moderadamente rebajada, entonces, si los magistrados y dirigentes no son los suficientemente blandos y remisos como para servirles una generosa acción de libertad, el pueblo los persigue, los calumnia y los acusa, llamándolos 'potentados', 'reyes', 'tiranos' (...)

Quienes obedecen a los dirigentes son continuamente provocados por ese pueblo (...); por el contrario, a quienes desde el cargo de magistrados quieren parecer ciudadanos normales, que trabajan para que no existan diferencias entre el particular y el magistrado, a ésos los llenan de alabanzas y los colman de honores, de manera que se hace necesario un régimen político de este tipo, que rebose libertad, que en la casa privada no haya autoridad alguna y que esta epidemia se extienda hasta las bestias; finalmente, que el padre sienta miedo ante el hijo; que el hijo olvide sus deberes con el padre; que sobre cualquier tipo de respeto para ser totalmente libres; que nada importe si se es ciudadano o extranjero; que el maestro tenga miedo a sus discípulos, que los adule y que los discípulos desprecien a sus maestros; que los jóvenes asuman las graves tareas de los ancianos y, por el contrario, los ancianos desciendan a los juegos de los jóvenes, con tal de no resultarles odiosos y pesados (…) Y de esa anarquía sin límites ésta es la consecuencia: que los espíritus de los ciudadanos se vuelven tan delicados y suceptibles que, a la menor aplicación de la fuerza del poder, montan en cólera y no consienten en acatarla; a partir de aquí comienzan a despreciarse también las leyes, con el fin de verse libres por completo de toda autoridad. (Libro I, XLIII)
El texto nos lleva a dos líneas de pensamiento divergente:
A) Hay que limitar las libertades y poner coto a los vuelos democratizadores demasiado exigentes.
B) Si limitásemos las libertades, nos encontraríamos todavía con una sociedad como la que plantea Cicerón en la que la mujer sigue siendo inferior o en la que se tolera la esclavitud.
No voy a pediros que toméis partido en este debate, pero lanzaré una pregunta al aire: ¿Pensáis que la Generación 'ni-ni' es producto de una excesiva libertad o es simplemente heredera de un tiempo y sociedad determinada?
Para no engañar a nadie, me apunto a la segunda opción.

18 febrero 2009

Juicios pendientes

Hoy había huelga de jueces. Se quejan de que la justicia es lenta, no dispone de recursos y funciona no del todo bien. Aplicado a la educación podríamos decir lo mismo, aunque un profesor no "pesa" lo mismo que un juez en la sociedad. Sin embargo, estoy convencido de que cada fracaso escolar es exactamente lo mismo que un juicio pendiente. Para los jueces hubo como detonante el caso Mari Luz, pero para la educación nadie quiere ver tantos casos que justifican lo que estoy diciendo; quizá el de la joven Marta del Castillo haya sido uno de ellos (o no, pues no conozco el caso en profundidad), pero tampoco hay que rebuscar mucho para encontrar cientos de ejemplos. Veamos qué ocurre con buena parte de nuestros "juicios pendientes". Lo que viene a continuación es un relato ficticio, pero no me cabe duda de que cualquiera de los que pasáis por aquí podéis dar fe de su verosimilitud:
Tobías es un chico travieso que, desde Primaria, se ha dedicado a hacer pequeñas gamberradas en clase. Sus gracias provocan casi siempre las risas de los demás niños. Al crecer, Tobías se hace fuerte y su gracia se convierte en desparpajo y un poquito de insolencia al contestar. A las chicas les gusta porque siempre va a la última y no se corta a la hora de ponerse un piercing o un tatuaje. Los chicos lo envidian porque algunos profesores le tienen un poquito de miedo y no se meten con él. En el instituto, ya totalmente perdido para lo académico porque colgó los libros en cuarto de Primaria, se dedica a explotar su lado sexy y matón. Es el rey del patio y nadie le puede parar los pies. Alguna vez le han puesto partes de disciplina, pero a él eso únicamente le supone colgarse medallas ante sus fans. En ocasiones ha pegado a sus compañeros: a uno porque era moro y lo miró mal; a otro, porque rozó a su novia (la tercera novia de ese curso); a otro por chulo. Los expedientes disciplinarios se acumulaban, pero la ley garantizaba para Tobías el derecho a la educación, de modo que tenía que seguir en el instituto hasta que cumpliese los dieciséis. Un día, le tiró una colilla a un chaval; éste se giró y se cagó en sus muertos. Tobías lo tiró al suelo y le pateó la cabeza. (...)
Caben dos opciones para darle final a esta historia.
FIN nº 1: La víctima era un compañero de instituto -probablemente un inmigrante de otra banda marginal, ya se sabe- al que tuvieron que dar unos puntos en la cabeza. A Tobías lo trasladarían a otro instituto hasta que cumpliese los dieciséis (ya saben, el derecho a la educación y todo eso -supongo que algunos Centros de Menores no son tan tiquismiquis con estos derechos que parece que sólo respetan y sufren los docentes-). Ciertos periódicos recogerían ese día las protestas de los padres y se reavivaría el debate sobre lo mucho que ha empeorado la educación desde la llegada de la LOGSE y los inmigrantes (sin tener en cuenta que Tobías es de Valencia, Burgos o Pontevedra). No daría más que para una portada en el periódico local y algunos breves en el telediario autonómico.
FIN nº 2: La víctima -un inocente- muere en el acto. Tobías, sin saber qué hacer, huye y permanece escondido tres días en casa de un amigo. La policía resuelve el caso. Grandes portadas en los diarios durante varios días. Las televisiones de todo el país se entretienen en filmar los grumos de sangre; entrevistan a las antiguas novias de Tobías y les preguntan si sintieron miedo; algunos acosados por Tobías (profesores incluidos) destacan lo violento que era. En el mismo saco se mete al amigo de la bestia. Una masa enfervorecida reclama cadena perpetua o pena de muerte, o las dos cosas, qué más da. Algunos de los que más gritan tienen hijos tremendamente parecidos a Tobías, pero todavía no se han enterado... ¿o sí?
No soy juez, pero veo a mi alrededor demasiados "juicios pendientes" ante los que nadie da la cara. ¿Cuál de los dos Tobías es un monstruo? Si el primero también lo es, ¿qué hace mezclado con tiernos corderitos durante seis o siete horas al día? ¿Se veía venir y nadie hizo nada? ¿Por qué: miedo, pasividad, incompetencia? ¿Es razonable defender, sin límites y sin exigir nada a cambio, el derecho a la educación, y al día -o al año- siguiente entregar al verdugo a quienes nadie les pidió cuentas en serio?
El asesino es quien mata, pero, como decía Tagore, una hoja no se pudre sin que lo sepa el árbol.

Crédito de la imagen: www.flickr.com/photos/90151774@N00/221338168

19 noviembre 2008

Lo que la lectura esconde

Todos sabemos de las bondades de la lectura. Cualquier político/a, famoso/a, presentador/a, modelo/a, etc/a. que se precie, al tener que responder sobre sus aficiones, siempre recurre a la lectura como acto sublime de dedicación cultural, muy por encima de ver la tele, participar en saraos y tertulias o cualquier otra forma de vender cuerpo y alma en pública subasta.
Pero, quienes trabajamos a diario con los libros y la lectura sabemos lo difícil que es formar lectores, las horas que conlleva convertir a un adolescente con sobredosis hormonal en un cauto y motivado lector. Podemos, incluso, afirmar que no hace falta que vengan catedráticos de Harvard a recomendarnos que lo mejor para fomentar la lectura es predicar con el ejemplo. Y, sobre todo, sabemos que contamos con un gran enemigo: la pervivencia de estereotipos que asignan a la lectura exclusivamente valores relacionados tópicamente con lo femenino, como la sensibilidad, el sosiego, el buen gusto, el orden, etc.
En mi centro, muy marginal en muchos aspectos, llevamos tiempo trabajando la poesía en los grupos de 2º de ESO, además con un libro ilustrado por Agatha Ruiz de la Prada. Eso nos convierte en una especie de "domadores de la virilidad", "bomberos de la fogosidad masculina" que pretendemos ablandar a los chicos y convertirlos en damiselas. Algunos padres han llegado a cuestionar si esas lecturas son apropiadas (y justificadas pedagógicamente) para sus aguerridos muchachos, más dados a obras como Sandokán o Roberto Alcázar (si tuviesen al menos la capacidad de leerlas enteras). Así que los profesores de literatura (más los hombres, que somos minoría en el gremio), tenemos que batallar con esa sospecha de que tratamos de "ablandar" a las criaturas mediante la lectura, asumiendo, además, que somos también homosexuales o afeminados en ciernes.
Por si fuera poco, en una red social en la que acabo de ser invitado y en la que os animo a participar, me he encontrado que los anuncios de Google, muy mirados con eso de dirigirse a objetivos potenciales, apuntan a lo que acabo de explicar. Pues ofrecer contactos gays en una red que se denomina Lecturas y lectores es dar por sentado aquella concepción social trasnochada en la que un hombre con un libro algo raro esconde.
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Crédito de la imagen de portada: www.flickr.com/photos/84251591@N00/2804355087