24 noviembre 2013

Comunicar es verbo de acción


En los próximos días ponemos fin a un curso que he impartido sobre "Didáctica de las Competencias Comunicativas", dirigido a docentes de diversos niveles (Primaria, Secundaria, Audición y Lenguaje...), en el que hemos abordado distintos aspectos metodológicos que tenían en común los enfoques comunicativos. La primera cuestión que se presenta es esta: ¿los enfoques comunicativos son patrimonio exclusivo del profesorado de lenguas? Evidentemente, no. Los enfoques comunicativos van encaminados al desarrollo de la competencia comunicativa, a través de tareas significativas e integradas en contextos de comunicación lo más reales posibles. Esa competencia comunicativa "es la habilidad basada en un conjunto de conocimientos (dominios, experiencias, destrezas, hábitos, etc.) que hacen posible que los integrantes de un grupo social (hablante/ oyente/escritor/lector) comprendan y produzcan eficazmente mensajes con significado sobre cualquier aspecto del mundo por diferentes medios y códigos, y en diversos contextos de la vida social". Por tanto, cuando hablamos de la competencia comunicativa no estamos hablando de enseñar lengua y literatura (que sería una mínima parte de la subcompetencia lingüística o de la cultural), sino de desarrollar estrategias globales para que la comunicación entre individuos sea correcta, eficaz y satisfactoria. Por tanto, trabajar esta competencia es tarea de todas las áreas y asignaturas, y así se recoge en los currículos, en las indicaciones para integrar las competencias en el aula, en los desarrollos de planes lectores o planes lingüísticos de centro, etc. Conviene recordarlo e insistir en ello cuanto sea preciso: la lectura, la escritura, la expresión oral, el debate, los portafolios, los diarios de aula... todas esas tareas encaminadas a trabajar, supervisar y mejorar la competencia comunicativa son responsabilidad conjunta del equipo docente y ello implica que se deben conocer las metodologías más eficaces para abordarlas. "Comunicar" es un verbo de acción y no hay modo de hacerlo desde enfoques pasivos.

Al hilo de este curso he ido publicando en el blog De textos algunas notas recopilatorias sobre distintos aspectos de los enfoques comunicativos. Estos recursos los he recopilado también en un sitio web: Enfoques comunicativos, para que queden a disposición de quienes los necesiten. También allí agradezco las aportaciones de muchos colegas que han abordado este tema, aunque la lista se haría interminable si tuviese que mencionar a todos los que de una manera u otra me han iluminado el camino.
Dejo para el final algunas reflexiones surgidas a partir de las intervenciones en el curso:

  • ¿Puede un docente del siglo XXI trabajar la competencia comunicativa con sus alumnos si ni siquiera conoce experiencias didácticas de su propio claustro o de colegas cercanos?
  • ¿Se puede trabajar la competencia comunicativa exclusivamente con un libro de texto?
  • ¿Se garantiza la competencia en comunicación cuando más del 80% de tareas están centradas en la escritura?
  • ¿Se puede desarrollar y evaluar la competencia comunicativa cuando más del 80% de tareas se hacen fuera del aula?
  • ¿Qué formación se está ofreciendo a los docentes para que conozcan y desarrollen metodologías comunicativas del siglo XXI?
  • ¿Han aprendido alguna vez los docentes técnicas de comunicación?
  • ¿Puede un docente que permanece al margen de redes sociales y entornos digitales instruir adecuadamente a sus alumnos en la comunicación de hoy día?
  • ¿Es más importante para nuestro futuro tener alumnos bilingües que alumnos alfabetizados en contextos comunicativos digitales?
  • ¿Cómo es posible que unos enfoques comunicativos que llevan tantos años en marcha (aprendizaje por tareas, por proyectos, por problemas...) sigan siendo minoritarios en unas aulas invadidas por actividades mecanicistas y descontextualizadas?
  • ¿A quién echaremos las culpas cuando lo que se aprenda en el aula no sirva para nada en la realidad?

15 noviembre 2013

Sesquidécada: noviembre 1998

Elias Canetti protagoniza esta sesquidécada con una de sus recopilaciones de aforismos más conocida: El suplicio de las moscas.
Elias Canetti representa por sí mismo la Europa de las migraciones, tanto por su biografía personal como por la de su familia, de origen sefardí. Recomiendo vivamente la lectura de La lengua absuelta, el primer volumen de sus memorias, en el que cuenta su infancia y adolescencia marcadas por el aprendizaje de los idiomas que escuchaba a su alrededor; constituye sin duda un alegato multicultural que debería sonrojar a los nacionalistas de cualquier signo y en general a los obsesionados con el monolingüismo. En el terreno de la ficción, animo también a leer Auto de fe, una novela intensa sobre la pasión por los libros.
Dejo aquí algunos de los aforismos recogidos en El suplicio de las moscas:
  • Confiaba en vivir mucho tiempo sin que Dios se diera cuenta.
  • Nombrar es el mayor y más serio consuelo del hombre.
  • En cada frase añade al menos una palabra extranjera de un idioma que no conoce, ni tampoco los presentes, y todos asienten como si estuvieran al tanto.
  • La historia puede escribirse como si las cosas siempre hubieran sido como en nuestra época. Pero entonces, ¿para qué escribirla?
  • A Dios se le trabó la lengua al crear al hombre.
  • El mito es una historia cuya frescura aumenta con la repetición.
  • Siempre ocurre lo que él desea, pero cuatro o cinco años más tarde, cuando hace tiempo que desea otra cosa.
  • Se esfuerza por saber cada vez menos, y para eso tiene que aprender un montón.
  • Escritor es alguien que inventa personajes que nadie le cree y, sin embargo, nadie olvida.
  • Hay cierta tristeza en las palabras desnudas, pero yo no soy sastre, y antes que probarles un traje prefiero seguir triste.
  • Algunas palabras tienen tantos sentidos que vale la pena haber vivido sólo para conocerlas.
  • No olvides que para algunos eres tan tonto como pueda serlo para ti el más tonto de todos.
  • En la expectación con que te colma cada nuevo conocido sigues siendo un niño. En la decepción que le sigue no tardas en convertirte en un viejo amargado.
  • Queda muy poco de lo que soñamos de jóvenes. ¡Pero el peso de ese poco!

23 octubre 2013

Sesquidécada: octubre 1998

Igual que hay gente que debería caerte bien y te cae mal (y así nos va), ocurre a veces lo contrario: no podemos evitar la simpatía por alguien que merecería nuestro desdén. Es lo que me pasa con uno de los autores que más estimo: se trata de Quevedo, protagonista exclusivo de esta sesquidécada,. No sé cuándo leí por primera vez un poema suyo, difícil remontarse tan lejos. El Buscón ha ocupado ya alguna sesquidécada también. Ahora Quevedo vuelve a esta serie porque en el lejano octubre de 1998 andaba yo leyendo un ensayo de Maxime Chevalier, Quevedo y su tiempo: la agudeza verbal. En verdad, si alguien debe encabezar el paradigma del ingenio verbal, ese es don Francisco de Quevedo y Villegas. Mi admiración por él está por tanto justificada, al menos en cuanto a mi condición de filólogo. Pocos han alcanzado la maestría de Quevedo en el arte de la dilogía, de la metáfora, de la ironía, de la paradoja, de la antítesis, de la hipérbole... Pero también pocos han sido tan cáusticos en el uso de la burla, el sarcasmo, la misoginia o la xenofobia. Del látigo quevediano pocos coetáneos se libraron, en especial los más débiles. Si bien es cierto que era tradición asentada incluso entre intelectuales atacar a conversos o a mujeres, eso no disculpa la especial animadversión de Quevedo hacia esos colectivos. Soy consciente de que no debemos juzgar a personajes de otras épocas bajo los patrones de la nuestra, pero leer a Quevedo hace que te hierva la sangre en más de una ocasión por la ferocidad de sus ataques. Sin embargo, como avanzaba al principio, no consigo que me caiga mal del todo, en parte por ese arte suyo con la palabra y en parte también porque esa mala baba la repartía a diestro y siniestro, como si no fuese más que una vía de escape a su propia frustración. No es sencillo acercarse a la escritura de Quevedo sin tener buenas armas en competencia lectora. Hay maravillosos poemas que admiten una lectura 'fácil' (el más conocido el que habla del amor más allá de la muerte), pero sus acólitos realmente disfrutamos con esos textos que se repliegan sobre sí mismos en una espiral de significados, formando isotopías difíciles de desentrañar, como jeroglíficos hechos con palabras que nunca acaban de cerrar su sentido último. Disfrutamos con esos textos y también con su verso punzante y con su prosa gamberra, como la del Buscón.
Creo que la historia de la literatura tiene pocos personajes tan incisivos como Quevedo. Tal vez Larra habría fraguado un carácter y un estilo similar si hubiese tenido tiempo para ello. En el siglo XX, a pesar del auge del periodismo, en el que podría destacar esa agudeza verbal quevediana, no hallo herederos a su altura; se le aproximan en alguna de sus columnas Francisco Umbral o Juan José Millás, y paremos de contar.
Quevedo es querido y odiado a partes iguales, aunque la crítica literaria siempre lo salvará. Como homenaje también, os dejo este relato, que surgió a partir de una petición especial de mi amiga Mercedes Ruiz para el proyecto 'O Apostolo'. El relato tiene demasiados tintes autobiográficos como para ser tomado a broma, así que cuidado...



P.D: Si no se creen la amistad entre Quevedo y Góngora, miren a ver quién aparece en el icono de la pestaña del navegador en este enlace a las poesías de Quevedo.

12 octubre 2013

Repiénsame el amor


Durante este curso los dos profes de 1º de Bachillerato del IES Bovalar volvemos al ataque con los portafolios digitales y con el proyecto "Piénsame el amor y te comeré el corazón". Este proyecto fue diseñado en colaboración con Mª José Chordá, Inma Contreras, José Antonio Fraga, José Daniel García, José Luis Gamboa, Evaristo Romaguera, aunque también se sumaron otros profes como Elena Cervero, Nacho Gallardo o Javier Arredondo. Este año volvemos al aula con más ganas y con ansias de superar los trabajos del curso anterior. También contamos como novedad con el libro del proyecto, publicado por la editorial Germania, en el que se recoge tanto la antología poética como las propuestas didácticas y memorias docentes del año pasado.
Os animo a que lo llevéis al aula y compartáis los trabajos en las redes sociales con la etiqueta #piensamelamor. Si no lo tenéis claro, escuchad lo que dicen quienes lo probaron:


Más información:

27 septiembre 2013

La lengua a rastras

Hablaba en mi nota anterior de los dardos en la palabra de Lázaro Carreter y de su preocupación por un idioma sano. Me da la impresión de que no existe una conciencia clara de la importancia de hablar y escribir bien, al menos entre los usuarios de la lengua estándar. La fijación por la ortografía de cierta escuela tradicional, con sus dictados y lecturas canónicas, cayó en desgracia, arrasada por nuevos planteamientos pragmáticos y comunicativos en los que se privilegiaba la comprensión y producción textual en contextos más reales y diversos, lo que conllevaba en ocasiones una menor atención a la corrección ortográfica.
En el aula, los docentes de lengua -algunos ávidos lectores de gramáticas- corregimos hasta la saciedad, tachamos, volvemos a pedir la reescritura de borradores, exigimos reflexiones sobre el error, juegos ortográficos, ejercicios interactivos, etc. Sin embargo, parece que ese interés por escribir (y hablar) bien, solo incumbe a la Escuela; como ocurre con otros tantos 'pecados adolescentes', los profes son unos friquis que se enfadan por hábitos considerados normales fuera del aula. Pocas familias echan una mano a la hora de enseñar a hablar y escribir; quizá algunas por ignorancia, pero otras también por dejadez.
A pesar de todo ello, debo constatar que esos hablantes del castellano, usuarios medios, tienen pocos recursos para conocer qué es correcto y qué no. La televisión está plagada de individuos que se expresan como si nunca hubiesen leído un libro; pseudoperiodistas que utilizan un idioma enrevesado y lleno de incorrecciones. No hay programas de divulgación lingüística y, cuando los hay, la propia estética avisa de su cursilería o petulancia. Por no haber, no hay ni siquiera manuales para el buen uso de la lengua. Es verdad que algunos periodistas, como Álex Grijelmo, han intentado publicar ensayos sobre corrección, al estilo del mencionado Lázaro Carreter (aunque también es verdad que su intento de llegar a todos con La gramática descomplicada no fue muy exitoso). Tenemos los manuales de estilo de algunos diarios, casi todos demasiado técnicos para un hablante no especialista. Tampoco la Nueva Gramática de la Lengua Española está al alcance del público general; incluso el Manual es un recurso más académico que divulgativo.
Al final, las posibles dudas de ese hablante que quiera mejorar su corrección acaban siendo solucionadas a través de la red, con los riesgos de no hallar el recurso adecuado o el informador apropiado. En Internet, podemos encontrar recursos bastante fiables como WikilenguaFundéu o la RAE, pero de nuevo nos hallamos ante unos portales poco atractivos o complicados de usar.
Para finalizar, y no como publicidad aunque pueda parecerlo, quisiera mencionar que acabo de recibir un ejemplar de la Ortografía y gramática para dummies, de Pilar Comín. Al principio pensé que sería otro de esos libros de divulgación superficiales que buscan más impresionar por el título que por el contenido y que reseñarlo en el blog no tendría sentido. Sin embargo, me he encontrado con un manual bastante completo y documentado que ayuda a resolver dudas prácticas, al mismo tiempo que aporta una visión general del funcionamiento del idioma en sus distintos niveles. No es un libro para trabajar en el aula (de Primaria o ESO), pero podría ser interesante para despertar el interés por la corrección lingüística en Bachillerato, escuelas de idiomas (ELE) o ámbito universitario. 
Me gustaría encontrar en las librerías más obras que animasen a los lectores a interesarse por la lengua y que pusiesen, al menos, la preocupación por el lenguaje a la altura del cuidado del cuerpo, por aquello de mens sana in corpore sano. Ya sabemos que en la televisión, la batalla parece perdida; sería una lástima que nos rindiésemos sin dar un poquito de guerra, aunque solo sea con la lengua a rastras.

Crédito de la imagen: 'Errata'

21 septiembre 2013

Sesquidécada: septiembre 1998

Revisando las lecturas de septiembre de 1998, encuentro pocos libros que me dejasen huella. La excepción se convertirá por tanto en protagonista de esta sesquidécada, y esa excepción lleva nombre propio: Fernando Lázaro Carreter. Creo que casi todos conocen sus recopilaciones de artículos sobre corrección idiomática: El dardo en la palabra y El nuevo dardo en la palabra, así como el imprescindible Cómo se comenta un texto literario, escrito junto con Evaristo Correa (con quien también había confeccionado los libros de texto de Anaya -momento ultranostálgico para muchos-).
Lázaro Carreter no necesita presentaciones entre la turba de filólogos que andamos ejerciendo nuestro oficio por esos mundos reales o virtuales. Forma parte de los referentes teóricos de nuestra formación como lingüistas, junto Dámaso Alonso, Emilio Alarcos, Menéndez Pidal, Rafael Lapesa, Violeta Demonte, etc. (un mundo de hombres en el que asoman pocas mujeres, por cierto). Estas figuras destacan entre el panorama de eruditos que hoy nos parecen de otros tiempos, con métodos que requerían a veces más paciencia que clarividencia. No es el caso de Lázaro ni de los mencionados, que brillaron con obras que han sentado las bases del estudio de la lengua como ciencia y que siguen siendo leídos, al menos entre los apasionados del tema, entre los que me incluyo.
Los artículos de El dardo en la palabra, publicados en la prensa española de los años 90, ponen el dedo en la llaga de la incorrección idiomática en los medios de comunicación. Lázaro Carreter dejó la dirección de la RAE aquel año de 1998 y murió apenas seis años más tarde, pero no creo que su corazón hubiese resistido de haber llegado a ver las patadas al idioma que se perpetran hoy día: sin duda, no le hubiese bastado con una columna semanal de denuncia. Debo aclarar que no soy un fundamentalista ortográfico -moriría varias veces al día en el aula-, pues entiendo que las normas son convenciones muchas veces arbitrarias y que debe primar ante todo la función comunicativa (bene dicendi) por encima de la corrección ortogramatical (recte dicendi). El problema es que esa benevolencia debería restringirse a mi alumnado, a las personas sin formación académica, a contextos muy informales de la lengua... Esa condescendencia no la merecen, sin embargo, profesionales que deben conocer bien su instrumento de trabajo: periodistas, políticos, docentes, juristas...
Como digo, en el aula la ortografía no ocupa un lugar principal, sobre todo porque los mayores problemas vienen dados por la ineficaz comprensión oral y escrita, así como por la pobre expresión oral y escrita. Puedes dedicar cientos de horas a rellenar fichas de ortografía (o a analizar oraciones), pero si no dedicas tiempo a leer y a escribir (planificar, redactar, revisar, reescribir...) poco conseguirás en este arduo camino. Quizá por eso, mis proyectos de aula de los últimos años no han incidido especialmente en cuestiones de lengua (no más allá de la lengua como instrumento) y se han centrado en objetivos literarios o comunicativos más generales. Sin embargo, el curso pasado conocí el interesante proyecto Ortografía y cómic, de Pilar Román, y me planteé llevarlo este año a clase, tal vez con 2º de ESO o con PQPI. No sé si este acercamiento heterodoxo a la ortografía hubiese convencido a aquellos eruditos, pero seguro que a Lázaro Carreter le habría encantado, pues también él tuvo sus veleidades literarias cuando escribió La ciudad no es para mí. Lo mismo dirían mis alumnos: "maestro, la ortografía no es para mí"; eso ya lo veremos.

13 septiembre 2013

Lo hacemos por tu bien... aunque te duela


Ya es costumbre que nuestra administración educativa recorte a puñados con una mano para repartir migajas con la otra. "Lo hacemos por mejorar la calidad, lo hacemos por tu bien y el de tus alumnos", dicen. Generalmente, este cambalache (o timo de la estampita) consiste en la conversión de un recurso al que tienes derecho en un objeto de mercadillo con el que se pueden negociar vacantes o cargos. Hablé de ello con motivo de los contratos-programa (por cierto, contratos que no se cumplieron ni en lo económico ni en la dotación de profesorado) y del distrito único, pero siento la necesidad de recordarlo una vez más en este deprimente inicio de curso. Digo deprimente porque no encuentro otro adjetivo para designar el estado de ánimo que se le queda a uno cuando, después de cinco años desarrollando la docencia compartida en los grupos más necesitados de 2º de ESO, ha de resignarse a echar por tierra ese trabajo y empezar de nuevo. Somos cinco profesores de Lengua y Literatura para más de 600 alumnos. Hace años que renunciamos a dar optativas (ya perdimos las horas para la revista, para la optativa de prensa, no pudimos ofertar Literatura Universal...) porque ello suponía dejar sin refuerzos y desdobles el Primer Ciclo de ESO, donde llegamos a alcanzar en varios grupos el 90% (no es una errata, no) de fracaso escolar. Llevamos años pidiendo por escrito otro docente en el Departamento, sin que nadie conteste siquiera. El profesor completo de lengua para Educación Compensatoria de hace años (conviene recordar que estamos en un centro CAES, es decir, con alto porcentaje de alumnado en situación de exclusión social o de marginalidad) se convirtió en media jornada de un maestro de Pedagogía Terapéutica para refuerzo y ha acabado convertido en tres horas semanales de apoyo para Necesidades Educativas Especiales. En resumidas cuentas, hemos pasado de 6 profesores para 350 alumnos a 5 profesores para 650. 
Sé que todos los que nos dedicamos a esto estamos sufriendo situaciones parecidas y que es mala época para plantos y elegías. Pero reconozco que estoy enfadado, y mucho. Enfadado porque la administración educativa nos manda profesores de otras especialidades cuando no sabe qué hacer con ellos, incluso sabiendo que va a haber que improvisarles carga horaria deprisa y corriendo; indignado porque, mientras mi centro tiene grupos completos cuyos alumnos repetidores llevan años sin aprobar una sola asignatura, otros centros organizan grupos de Excelencia Educativa; airado porque ni siquiera me puedo plantear la mitad de actividades que realizaba en 2º de ESO, a menos que deje desatendidos a buena parte de alumnos de cada clase; sublevado porque cuando lleguen las pruebas diagnósticas de mayo, el alumnado de este centro no se va a examinar ni de Tecnología, ni de Música, ni de Historia, ni de Biología, ni de Religión... se va a examinar, entre otras cosas, de competencias lingüísticas y comunicativas de las que es responsable mi departamento, y que dichas pruebas arrojarán de nuevo deprimentes resultados para cerrar este ciclo de penuria profesional.
Con este panorama, solo me faltaba leer que la administración educativa (la misma que me priva de impartir clases con calidad y dignidad), esforzándose por el bien de las familias, va a premiar a quienes confeccionen sus propios materiales. ¿Saben qué les digo? Váyanse al carajo.

Crédito de la imagen: 'Shouting worm'

04 septiembre 2013

Leer el exilio, vivir el exilio



No resulta fácil para mí elegir los proyectos en los que quiero embarcarme cada inicio de curso. Por un lado, la oferta de actividades en las que colaborar es cada vez más amplia y atractiva. Se añade, además, la "amistad profesional" con muchos de los compañeros que los coordinan y promueven. Por otro lado, también me complica la elección el hecho de no tener claro aún el contexto de aula en el que me voy a mover, aunque resulta evidente que cada curso las condiciones se endurecen con una vuelta de tuerca, o más.
A pesar de ello, uno de los proyectos a los que no renunciaré este año es mi colaboración en El barco del exilio, un proyecto en el que ya participé el curso pasado, y que viene ahora con un ambicioso plan de trabajo cooperativo: N-MOOC Los astilleros del barco. No voy a entrar en detalles porque podéis encontrar mucha información en los diversos foros y plataformas en los que está ya fraguándose esta segunda edición del proyecto. Animo a todos los lectores del blog a que lo conozcan y participen de manera activa en la creación de actividades y en la construcción de una red de conocimiento compartido para el aula y fuera de ella.
Decía que tengo clara mi participación en este proyecto, pero hasta que no vea el material humano con el que cuento en el aula no voy a entrar en materia. Es muy posible que lo lleve a cabo en el 2º curso de PQPI de Jardines y Viveros, un grupo reducido que se rige por el currículo de la escuela de adultos. Tengo en mente trabajar la vivencia de los exiliados a partir de lecturas juveniles que les resulten cercanas. Es curioso comprobar que vivimos en una sociedad de exiliados, unos que se fueron, otros que llegan y muchos más que tendrán que marchar. En ese contexto de migraciones, creo que todo el alumnado tiene historias familiares que contar, experiencias cercanas vividas con alegría o dolor. Por tanto, mi proyecto, al que he llamado "Leer el exilio, vivir el exilio", irá encaminado a leer, recrear y compartir estas vivencias. No sé si llegaremos a buen puerto, como pretende mi amigo Joaquín José Martínez, patrón fáctico de este Barco del exilio, pero siempre he defendido que más que la meta importa el viaje.
De momento, comparto con vosotros un listado de lecturas juveniles cuyo tema es el exilio, abordado desde distintos puntos de vista. Es una selección personal, con sus virtudes y carencias. Algunas lecturas las conozco bien y puedo dar fe de su calidad (cito, por ejemplo, Saboreando el cielo, Los fuegos de la memoria, El llanto de las palomas, Cuando Hitler robó el conejo rosa, Rosas negras en Kosovo, La piel de la memoria, etc.); en otros casos, me he dejado guiar por opiniones ajenas. Si alguien conoce más lecturas de este tipo, puede dejar un comentario o pinearla en el tablero colaborativo de Lecturas para el aula de Secundaria en Pinterest.
Espero que tengáis un buen comienzo de curso. 
(Por cierto, si no fallan las previsiones, el próximo domingo 8 de septiembre, aparecerá un reportaje de docentes creativos en El País Semanal, en el que podréis encontrarme junto con alumnos míos).
Addenda 13/09/13: Enlace al artículo Nuevos tiempos, nuevo profe