
Me hablaron no hace mucho de una experiencia docente que se lleva a cabo en algunos centros (supongo que más en Europa septentrional) en la que un profesor entraba en la clase de otro durante algunas sesiones como
observador objetivo para orientarlo acerca de su manera de dar clase. No se trataba de criticar aspectos curriculares, sino más bien de cuestiones relacionadas con la 'actuación' en el aula, el reparto de miradas, los tics, las muletillas, el volumen de voz, etc. He buscado en Internet, pero sólo he encontrado alguna referencia como esta:
Modelo de la práctica reflexiva.
Consiste en una instancia de reflexión supervisada. Se trata de una evaluación para la mejora del personal académico y no de control para motivos de despidos o promoción.
El modelo se fundamenta en una concepción de la enseñanza como “una secuencia de episodios de encontrar y resolver problemas, en la cual las capacidades de los profesores crecen continuamente mientras enfrentan, definen y resuelven problemas prácticos” a la que Schon (1987) llama reflexión en la acción y que requiere de una reflexión sobre la acción o evaluación después del hecho para ver los éxitos, los fracasos y las cosas que se podrían haber hecho de otra manera. Aunque básicamente cuando hablamos de acción nos estamos refiriendo a la clase, también puede concebirse su utilización para cualquier otra forma de organización del proceso de enseñanza - aprendizaje.
En la ejecución de este modelo se contemplan tres etapas. Ellas son:
- Una sesión de observación y registro anecdótico de la actividad.
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- Una conversación reflexiva con la persona que se observa para comentar lo observado y en la que se hacen preguntas encaminadas a descubrir significatividad y la coherencia de la práctica observada.
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- Una conversación de seguimiento en la que se retoman los temas conversados y las acciones acordadas en la segunda etapa. Si es necesario y conveniente, en esta etapa se puede hacer una nueva observación con registro.
- Fuente: OEI
El caso es que me llamó la atención que esta práctica no estuviese más extendida, pues permite al profesor tomar conciencia de algunos de sus vicios en el aula, que todos los tenemos.
Sin embargo, con el inicio de este curso, hemos conseguido en mi departamento avanzar un paso más. En los grupos de 1º y 2º de ESO contamos con profesores para desdoblar la clase, pero, en lugar de partir el grupo y quedarnos cada uno con la mitad de alumnos, hemos decidido
entrar los dos profesores y dar la clase a medias. De momento, los resultados son bastante positivos. Para los profesores supone un aprendizaje de las técnicas del compañero y de su modo de abordar la clase, así como una mayor reflexión acerca de la propia actividad docente. Para los alumnos también tiene ventajas. Aunque al principio se mostraban un tanto extrañados por tener dos profesores que atacaban desde diversos flancos, ahora han descubierto que sus dudas se resuelven al momento y que siempre tienen a alguien que supervise su labor, lo que les evita distracciones fatales.
No sé cuánto durará esa armonía
profesor1-profesor2-alumnos; quizá en breve escriba otra nota contando la ruptura del tripartito, pero, de momento, la experiencia es enriquecedora y abre nuevos caminos para salvar a algunos alumnos del fracaso escolar. Faltan pulir algunos detalles del funcionamiento a la hora de corregir, de sancionar, de plantear metodologías (sobre todo cuando los docentes somos tan distintos en muchos aspectos), pero la novedad nos mantiene animados. A ver lo que dura.
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