30 mayo 2007

Todo por la pasta


No suelo comentar las noticias que aparecen en Menéame, pero hoy me ha hecho gracia la aparición de un blog en el que se denuncia que la sopa de letras de Pastas Gallo no incluye ni la U ni la W.
Así que, con los días tontos de fin de curso que se avecinan, ¡qué gran idea montar un taller de poemas con un paquete de sopa de letras!
Lástima que, en el caso de elegir Pastas Gallo, tengamos que prescindir de palabras como 'dulce', 'mundo', 'luz' 'ulular', 'whisky'...

(Si non e vero, e ben trovato..)

27 mayo 2007

And the winner is...


Finalizado el recuento de votos del concurso 'Lectura del año 2007', los ganadores son:

7 Votos

Harry Potter. J.K. Rowling (Salamandra)

4 Votos

97 formas de decir 'te quiero'. Jordi Sierra i Fabra (Bruño)

3 Votos

La catedral del mar. Ildefonso Falcones (Grijalbo)

2 Votos

El diario de Ana Frank. Ana Frank (Debolsillo)

Intercambio con un inglés. Christine Nöstlinger (Espasa)

Manolito 'on the road'. Elvira Lindo (Alfaguara)

Memorias de Idhún. Laura Gallego (SM)

Sin tiempo para soñar. Jordi Sierra i Fabra (Bruño)

Todos los datos de libros votados los podéis descargar en una base de datos de Access, pinchando aquí. En la base de datos tenéis informes organizados por títulos y por cursos. No aparecen los nombres de los alumnos por cuestiones de privacidad, pero sí que van identificados con un ID para que podáis hacer vuestras valoraciones por cursos, grupos, sexos, etc. Desde el fichero de Access se pueden enviar los datos a un procesador de textos.

Y ahora, algunas aclaraciones:

1.- El índice de participación ha sido muy bajo. Sólo han votado 58 alumnos (más 6 votos nulos y 7 en blanco). El centro tiene matriculados 300 alumnos, de los que alrededor de 30 son absentistas. Hay al menos cuatro grupos (dos primeros y dos segundos) donde el índice de fracaso escolar se sitúa en el 90%. Es un centro CAES (Actuaciones Educativas Singulares), por lo que la alfabetización es irregular.

2.- Es la primera edición de este concurso, así que muchos alumnos no se habían enterado muy bien de qué iba todo esto. Por motivos diversos, ha faltado también coordinación dentro del departamento de lengua. Para la siguiente edición buscaremos una campaña publicitaria más efectiva.

3.- El centro está en unas condiciones de precariedad que provocan en el alumnado un desencanto generalizado. Algunos alumnos ya pasan directamente de cualquier actividad más o menos académica.

En cuanto a los resultados de las votaciones, trataré de valorarlos a lo largo de la semana.

Actualización: Disponible la lista simple de libros votados en PDF.

Crédito de la imagen: www.flickr.com/photos/48600101641@N01/169026264

24 mayo 2007

Dejad que los libros se acerquen a ellos

Mañana acaba el plazo para votar la Lectura del año, ese concurso que comenté hace unos días y del que espero obtener datos interesantes acerca de los gustos de los alumnos de mi instituto.
Supongo que, antes de acabar el curso, podré ofreceros algunas conclusiones sobre aciertos y errores en los planteamientos metodológicos de la lectura en el aula. En la docencia, uno debe considerarse siempre un principiante y, por tanto, asumir que se equivoca y que puede mejorar de un curso para otro.
Uno de mis planteamientos erróneos era el siguiente:
-No debo recomendar libros que yo mismo no haya leído.
El argumento tenía cierta lógica, pues si uno es honrado no debe engañar a sus alumnos. Sin embargo, he descubierto que se puede promover la lectura de libros que el profesor no ha leído, invitando al alumno a que sea él quien lo recomiende o no al profesor, y de paso a sus compañeros.
Este sistema ha dado frutos interesantes, pues las clases se han convertido, a veces, en improvisados clubes de lectura, donde los alumnos defendían o denostaban sus libros ante el resto de los presentes.
Y ¿cuál ha sido mi papel en todo ello? Aunque ya trataré con más detenimiento la metodología precisa, avanzo algunas claves:

-En clase siempre aparezco cargado con cinco o seis libros de la biblioteca del centro (o de las muestras editoriales, da igual). Intento seleccionarlos y prestarlos según los intereses de cada uno. Les aviso que la lectura de libros voluntarios siempre incrementa la nota de evaluación.

-A principio de curso sólo recomiendo aquellos libros que sé ciertamente que funcionan, porque me los he leído. Para eso, procuro leer bastantes durante el verano y en mis vacaciones, y así obtengo una batería de clásicos juveniles infalibles, de los que suelo hablar en este blog.

-Poco a poco, hacia Navidad, los alumnos descubren que las lecturas que llevo a clase son interesantes. Empieza el boca-oído entre ellos. Algunos libros tienen lista de espera, por lo que hay alumnos que deciden comprarlos por su cuenta.

-Sigo llevando pilas de libros a clase. Los expongo de pie en la mesa al inicio y no digo nada. Ya son los alumnos los que vienen y se interesan. Entre los libros, hay algunos que no he leído, por lo que pido a los alumnos que hagan el favor de decirme si les gusta o no.

-A estas alturas del curso, hay alumnos que cambian de libro cada dos semanas. Unos les gustan, otros no (siempre les digo que si han leído un trozo y no les convence, que lo devuelvan para otro alumno). Quienes confían en mí son arrastrados, poco a poco, hacia lecturas más maduras.

-No mando trabajos. Les pregunto por dónde van (llevo una libreta donde apunto los préstamos y todas las lecturas de cada alumno) y les sugiero que escriban, al final, una opinión personal. A los que no leen se les pilla enseguida, porque permanecen ajenos al barullo lector y porque sólo quieren que les mandes un trabajo convencional que puedan 'fusilar' de Internet o de otro compañero.

Y no sigo más. Como he apuntado, ya os proporcionaré datos estadísticos de todo esto y de los resultados del concurso lector. De lo que no os puedo dar datos objetivos es de la satisfacción que produce ese enjambre de alumnos alrededor de una pila de libros.

Crédito de la imagen: http://convalor.blogia.com

21 mayo 2007

Lee para que lean

La serie de notas que me ha tenido ocupado en la última semana ha servido para que me dé cuenta del irresistible poder de las listas. Es difícil sustraerse a la tentación de leer listas, ya sea de libros, de personajes premiados, de los más votados en el ámbito que sea, de los más criminales (también, a veces los más votados), etc.
Hace tiempo, en mi rastreo por bibliotecas de saldo, acumulaba en casa toda clase de anuarios y de libros de listas (conservo de la editorial Grijalbo un libro de listas en tres tomos muy famoso en los EEUU), en los que descubría cuál era el lago más profundo o cuál el camión más pesado. De todo ello me quedó la manía de apuntar, casi al estilo contable, todos los libros que compro y que leo (creía que era algo enfermizo, pero veo en la red ejemplos similares).
Ahora, ya veis, me entretengo en confeccionar listas de lecturas, para las que nunca hay límites, pues la gente, fíjate, no para de escribir. Así que, aprovechando que casi todos mis amigos blogueros están escribiendo acerca de la lectura, y siguiendo las reflexiones del profesor Benedicto González Vargas acerca de los hábitos lectores desde la infancia, me animo a dar continuidad a un casi meme lanzado desde Vida de Niki en el que proponía diez obras para leer a los niños en la cama (o en el aula, de Primaria, supongo). Estos son los Diez Grandes Éxitos de la Hora de Dormir en mi casa:

1.- El Flautista de Hamelín (versión flauta perdida con un niño cojo que actúa como héroe).
2.- Los tres cerditos (con Cerdito mayor superdotado y un poco plasta y aburrido).
3.- El pececillo de oro (no es culpa mía que la mujer aparezca como ambiciosa sin mesura).
4.- Hansel y Gretel (los niños encuentran el tesoro de la bruja en un huevo de chocolate, antecedente de los famosos Kinder).
5.- La cigarra y la hormiga (¿qué envidia de cigarra? ¿y por qué cae tan mal la hormiga? ¿es pariente del Cerdito mayor?)
6.- La liebre y la tortuga (la liebre para en un bar de carretera y le da flato ¿no?).
7.- El gato con botas (las influencias del gato permiten a un joven snob hacerse con un montón de fincas rústicas y palacios recalificados al más puro thriller político).
8.- El soldadito de plomo (¿quién no se ha sentido alguna vez soldadito o bailarina?).
9.- El gigante egoísta (conviene recordar la alegría de ser niño).
10.- El príncipe feliz (¡ay! aquellas primeras lágrimas...).

¿Se anima alguien más a confesar las lecturas a sus retoños?

18 mayo 2007

Los raros y los largos (y V)

En qué lío me he metido. Cada vez que rectifico acerca de los fines de esta rarilarga nota por entregas, surgen nuevos comentarios sobre la oportuna inclusión de algunos títulos en ella. Hoy me decía Ana, compañera de música, que Crimen y castigo no merece el apelativo de rarilargo, por ninguno de sus dos conceptos. Podríamos discutir si es largo o no (todos habéis confesado que la extensión es una percepción subjetiva cuando hablamos de lecturas, así que los libros de mil páginas se consumen en horas si el lector lo apetece); y raro, no sé: las elucubraciones de Raskólnikov no parecen muy recomendables para marginales de la 'secta lectora' y, de hecho, fuera de este mundillo de los blogs, tengo pocos amigos a quien se lo recomendaría de corazón.
En esta larga lista aparecen obras muy buenas, ya lo dije, pero olvidamos que no todos los lectores son sensibles, comprometidos, incondicionales, tenaces, decadentes, perfeccionistas, etc. A veces, los lectores son sólo lectores y desean distraerse sin más complicación que pasear la mirada por los renglones y evocar una historia. Para ellos, los libros de esta lista están prohibidos.
Y clausuro este centón con los cinco últimos:

21.- Orhan Pamuk: Me llamo Rojo.
Me asombra verlo en las listas de los más vendidos porque es un libro esquivo y difícil. La técnica de la perspectiva múltiple es complicada para muchos lectores y, además, la intriga acerca de las representaciones icónicas en Oriente y Occidente como trasunto del choque de civilizaciones, tampoco parece asunto sencillo. Y la literatura impregnándolo todo... Es, desde luego, un libro que no se olvida, pero en el que hay que tener paciencia.

22.- Günter Grass: Mi siglo.
Fue un libro que pasó por los estantes sin mucho alboroto, para quedar eclipsado por otras obras más famosas del autor. Pienso que no se le ha hecho justicia, quizá por lo mucho de personal que tiene. Sin embargo, la visión de Europa que ofrece me parece más que interesante. Forma parte de esos libros que, sin ser éste su propósito fundamental, nos ayudan a entender el mundo en que vivimos. Algo parecido me pasó con Un puente sobre el Drina, de Ivo Andric, novela panorámica fundamental para entender qué está pasando en los Balcanes.

23.- Guillermo Cabrera Infante: Tres tristes tigres.
Para un profesor de lengua, dejar fuera de esta lista a Cabrera Infante sería delito. Esta novela supone exprimir la lengua a tope y sacarle todas las notas posibles. No puedo incluir a todos los que jugaron con las palabras en sus novelas porque la lista se haría interminable, pero recordaré la existencia del OULIPO, para que los curiosos espabilen y rastreen entre sus preferidos.

24.- Juan Carlos Onetti: La vida breve, El astillero, Cuando ya no importe.
Que alguien decida pasar los últimos años de su vida tumbado en la cama ya es síntoma de rareza. Onetti nos dejó el universo de Santa María, que ha quedado eclipsado por Macondo, pese a ser más triste y desolador y, por tanto, más humano. Los autores más representativos de América tienen la virtud de pegarnos un puñetazo en el estómago con sus obras, algo que el buen lector agradece. Ocurre con El señor presidente, de Miguel Ángel Asturias, con El cobrador de Rubem Fonseca, o con Los siete locos de Roberto Arlt, por citar algunos de los menos recordados.

25.- Luciano de Samósata: Diálogos. Relatos fantásticos.
Para cerrar este repertorio, he querido levantar el vuelo y dejarme llevar muy lejos en el tiempo, quizá con ánimo de recordar que quienes amamos la literatura somos raros desde hace siglos, como demuestra este autor sirio del siglo II, que escribía en griego algunos de los relatos y diálogos más divertidos que he leído, y que sirvieron de inspiración a buena parte de los humanistas del XVI, a lomos de los cuales aún seguimos cabalgando.

Algún día es posible que retome esta vena y vuelva para hablaros de Marcel Schwob, de J.P. Donleavy, de Jan Neruda, de Javier Calvo, de...

Notas anteriores (I) - (II) - (III) - (IV)

Crédito de la imagen: www.flickr.com/photos/79687145@N00/353174145

17 mayo 2007

Los raros y los largos (IV)

Por los comentarios que vais desgranando en mis notas, creo que no me habéis entendido. Esto NO es un canon, sino todo lo contrario, el anticanon, lo que no se debe leer. Sufriría mucho si dedicáis vuestro verano a alguno de estos libros y no os gusta, o pensáis: 'vaya pérdida de tiempo inútil; habrá que decirle cuatro cosas a Antonio cuando volvamos; mejor nos habría ido disfrutando de las playas de Cancún, etc.'
También pudiera ocurrir que, al leerlos, penséis que ha valido la pena. En ese caso, habréis sucumbido al poder maléfico de los 'rarilargos' y vuestro disco duro quedará infectado de por vida, lo transmitiréis de generación en generación a través de blogs futuros, se extenderá como una plaga por los confines de la web 6.0, y una muchedumbre enfervorizada gritará por las calles: 'Libros, libros, libros...'.
Vale, vale, continúo:

16.- Gilbert K. Chesterton: El hombre que fue Jueves, El Napoleón de Notting Hill, El regreso de don Quijote.
'En los albores del siglo XX no había forma de saber qué terrenos pisaban los listos. Abundaban tanto que un bobo resultaba harto excepcional y, cuando aparecía uno, la multitud lo seguía por las calles, lo enaltecía y le otorgaba algún alto cargo en el Estado'.
El narrador de las novelas de Chesterton (la cita anterior pertenece a El Napoleón de Notting Hill) es siempre un ente escéptico, irónico y burlón que juega a los sobreentendidos con el avezado lector. De las tres novelas que cito, la primera es aceptable para un lector medio, la segunda exige mayor implicación y la tercera se convierte en una locura literaria.

17.- Flann O'Brien: El tercer policía.
También es tarea de locos descifrar los sentidos de esta novela, que mezcla lo real con lo onírico y lo literario con lo académico en un constante juego de burlas y veras. Precedente de la estética del absurdo, Flann O'Brien fue alabado por Beckett y Joyce, quien lee un libro suyo en su célebre foto de la lupa (si non e vero e ben trovato) .

18.- Lord Dunsany: En los confines del mundo.
Y siguiendo con otro irlandés, dedico un homenaje a la literatura fantástica que tan gran lista de raros ha dado: Poe, Lovecraft, Derleth, Howard, Bloch, Machen, etc. Todo un despliegue de monstruos y fenómenos paranormales que, en ocasiones, pueden degenerar en secta gótica (conviene apercibir de que este tipo de literatura es bien recibida por aquellos alumnos de lívida tez y negras ojeras, acompañados o no de labios negros y lentillas de gato).

19.- Jaroslav Hasek: Las aventuras del valeroso soldado Schwejk.
Andando de los serios a los paródicos, nos topamos con esta hilarante novela que pone patas para arriba la seriedad de todos los ejércitos y que desmonta la lógica de los salvapatrias. El soldado protagonista tiene un punto de Sancho Panza, aunque recuerda también a Cándido o el optimismo de Voltaire. Su contrapunto en el lado capitalista sería Ignatius Reilly de La conjura de los necios.

20.- Herman Melville: Moby Dick.
Alguno dirá que por qué Moby Dick es un raro (lo de largo es evidente), tratándose de un clásico que todos citan y que aparece en cualquier película de institutos de EEUU (junto con Whitman y El viejo y el mar). Pues, confieso que también me costó leerla (aunque me encantó), y considero que aguantar setecientas páginas entre esperma de ballena no es tarea fácil. Es más, supongo que, en los EEUU, Moby Dick será como nuestro Quijote: una obra imprescindible que pocos leen.

(continuará y acabará... creo)

Notas anteriores (I) - (II) - (III)

Crédito de la imagen: www.flickr.com/photos/19487674@N00/68772096

16 mayo 2007

Los raros y los largos (III)

Me he dado cuenta, al elaborar esta lista de rarilargos, de que hay muchos raros relacionados con lectores y libros. Era el caso de Bolaño y Vila-Matas, metaliterarios donde los haya. Continuando ese filón, ahí va la siguiente serie:

11.- Bohumil Hrabal: Una soledad demasiado ruidosa.
Este escritor checo, muy famoso por su novela Trenes rigurosamente vigilados, es otro de esos literatos que bordean la locura hasta confundir lo real y lo ficticio para hacer de sí mismos un personaje más de la novela de la vida. En esta ocasión, el protagonista trabaja en una imprenta y, ya se sabe, la sobredosis bibliófaga le sienta mal a cualquiera.

12.- Elías Canetti: Auto de fe.
Fuego y libros, binomio presente en la historia de la humanidad (léase la Historia universal de la destrucción de libros de Fernando Báez) y en la de la literatura (léase la purga de libros en el Quijote o Fahrenheit 451, por ejemplo). La amargura que destilan las obras de Canetti no puede dejar a nadie indiferente. Y sus aforismos, impagables.

13.- George Borrow: La Biblia en España
Los relatos literarios de viajeros suelen ser bastante extensos, pues es condición intrínseca del extraño demorarse en todas las cuestiones curiosas. Mis preferidos son los viajeros extranjeros por España: James Michener, Hans Christian Andersen, Paul Theroux, etc. Sin embargo, George Borrow, don Jorgito el inglés, como lo llamaban en los albores del XIX, ostenta la categoría de empecinado del libro. Inasequible al desaliento y con una mentalidad demasiado avanzada a su época, recorre esa España atrasada intentando vender biblias; en su empeño y gracias a la hospitalidad de los gitanos, acaba convirtiéndose en un experto en caló, idioma al que traduce las Escrituras. El relato autobiográfico de sus andanzas no tiene desperdicio y es una lástima que siga siendo un raro.

14.- Juan Manuel de Prada: Las máscaras del héroe.
La bohemia española y sus dorados años de tertulias han dado para muchas novelas. De entre los clásicos no quisiera olvidar La calle de Valverde de Max Aub, autor que ha dejado ya de ser raro, aunque todavía con escasa presencia en las listas. La novela del insolente Juan Manuel de Prada es divertida para los amantes de la literatura y del humor negro, pues está basada en la rocambolesca biografía de Pedro Luis de Gálvez. Se trata de un desfile de vividores y bebedores con ínfulas literarias que se convierte en una especie de parada de los monstruos. Creo que es una novela muy original y bien escrita, aunque el léxico rebuscado llega en ocasiones a agotar. En la misma línea está Fabulosas narraciones por historias de Antonio Orejudo (Ventajas de viajar en tren también es rara), con un planteamiento similar y con el telón de fondo de la Residencia de Estudiantes.

15.- James Joyce: Ulises.
El raro entre los raros y, además metaliterario a más no poder. Ir a Dublín sin haber leído a Joyce (mejor Dublineses que el Ulises) es dejar de visitar lo más importante. De igual modo, leer a Joyce es sentirse un poco irlandés a cada línea. De todos los libros poco recomendables para amigos, éste se lleva la palma. Pero, para quienes no les importa llegar a ningún sitio, es un placer recrearse en sus transgresiones...

(continuará...)
www.flickr.com/photos/86399392@N00/109404349

15 mayo 2007

Los raros y los largos (II)

Seguiré con la selección de 'rarilargos' (gracias, Tigre, por acertar con el nombre) que comencé en la nota anterior:

6.- Mijaíl A. Shólojov: El Don apacible.
Los autores rusos son famosos por esas novelas ladrillo con las que se puede asesinar a un zar a golpes. En algunas de las listas de mis colegas he visto Crimen y castigo de Dostoievski, impresionante e imprescindible, pero que uno sólo es capaz de recomendar a sus amigos ultra-lectores o a su pérfida casera. El Don apacible es una novela río, nunca mejor dicho, pues trata de esa región rusa bañada por el Don. Después de leer sus más de dos mil páginas, uno entiende mejor la revolución rusa, la vida de los cosacos y, sobre todo, conoce lo que es el frío.

7.- Ferdinand Céline: Viaje al fin de la noche.
Hay libros que merece la pena leerlos por algunas de sus frases. En la novela de Céline encontramos algunas joyas:
'El pobre de este mundo tiene dos grandes alternativas de diñarla: sea por la indiferencia absoluta de sus semejantes en tiempos de paz, o por la pasión homicida de los mismos cuando llega la guerra. Si empiezan a pensar en ti, sólo soñarán en torturarte, y nada más que en eso'
'Tener confianza en los hombres equivale a dejarse matar un poco'
'Casi todos los deseos del pobre están castigados con la cárcel'
Al margen de estos aforismos, la novela es un auténtico canto a la miseria humana.

8.- Joseph Conrad: El corazón de las tinieblas.
Algo parecido se puede decir de Conrad. El avance de los personajes hacia el interior de la selva es paralelo al sofoco del lector, que acaba sintiendo una claustrofobia vital insoportable. Y ese final... Es conveniente acompañarla de la traducción de Coppola al cine.

9.- Alejandro Dumas: El conde de Montecristo.
¡Qué culebrón! La venganza es un plato que se sirve frío y que vale la pena esperar, aunque sea viendo a Dantés (Edmundo, no Leonardo, por favor) rascar durante años una pared con cucharilla (¿o eso es de Top secret?). Da igual que sepamos que Dumas mantenía un ejército de negros para su taller literario; da igual, porque en un folletín el estilo es lo de menos. En mi lista de lecturas juveniles, apunté una obra de este jaez, La araña negra de Blasco Ibáñez, con las intrigas de los jesuitas de por medio.

10.- Giovanni Bocaccio: El Decamerón.
Rescataría muchas obras medievales que merecen la pena para mi gusto, pero no sería imparcial después de haberlas diseccionado en mis estudios de Filología Hispánica. Así pues, anoto este divertido clásico, una de las recopilaciones de cuentos que mejor ha sobrevivido a los siglos. Vale la pena ofrecer a los alumnos más creciditos algún fragmento.

(continuará...)

Crédito de la imagen: www.flickr.com/photos/98469445@N00/327471676