14 junio 2014

Ortografía, cómic y dieta saludable.


Se nos acaba el curso y con él los proyectos que iniciamos con tanta ilusión como incertidumbre. Estos días estoy recopilando en 2º de ESO los cómics que forman parte del proyecto "Ortografía y dieta saludable" (una adaptación para nuestro Plan Lector dentro del proyecto Ortografía y cómic), en la que hemos trabajado por parejas las reglas de ortografía y algunos principios de la dieta mediterránea. Durante la primera evaluación, nos aproximamos al concepto de "la clase al revés" con explicaciones en vídeo de los alumnos. En el siguiente trimestre, trabajamos el texto expositivo-argumentativo mediante murales y exposiciones orales. Finalmente, en este último tramo, hemos utilizado el cómic como herramienta de síntesis para que los personajes hablasen de dieta saludable y también de ortografía; sobre todo, los alumnos han utilizado Pixton, una herramienta a la que dedicamos una sesión en clase para conocer su funcionamiento (*). Algunos guiones han captado bien el sentido de la actividad y creo que ha valido la pena ligarlo al Plan Lector de centro, pues se ha visto reforzado por  tareas de otras asignaturas. Hemos recogido todos los materiales en el storify que abre esta nota; también podéis ver los cómics en un tablero de Pinterest: Ortografía, cómic y dieta saludable. Por último, quiero agradecer a Pilar Román que me brindase la oportunidad de participar en este proyecto con el que nos lo hemos pasado bastante bien.

(*) Si os animáis con Pixton, tened en cuenta que: a) si son menores tienen que poner una cuenta de correo de adulto para confirmar -también se puede mentir con la edad-; b) el correo de confirmación de cuenta suele ir derivado a la bandeja de spam, así que hay que buscarlo bien pues no deja publicar cómics si no se ha confirmado la cuenta; c) si la conexión es lenta, cuesta cargar los editores de viñetas; d) en aulas virtuales, puede que no carguen todas las cuentas. En nuestro caso, lo han ido haciendo en casa y dedicábamos algunos ratos sueltos a solucionar problemas.

30 mayo 2014

La práctica hace al maestro... o no


El lunes pasado este blog cumplió ocho años. En todo este tiempo de vida bloguera apenas he hablado de un asunto que ocupa buena parte de mi oficio: la formación del profesorado. Es ésta una faceta en la que me inicié de manera activa en 2007 y en la que todavía sigo interviniendo con bastante asiduidad. Reconozco que empecé a impartir cursos de formación porque no me gustaban los que recibía; no se me entienda mal: no sugiero que mis cursos sean mejores que los de los demás, sino simplemente que como alumno me aburría y como profe no puedo hacerlo por el empeño que pongo en ello. Es algo así como lo que dicen las parejas rotas, "no ha sido culpa tuya, sino mía".
La formación del profesorado es un tema del que no resulta fácil hablar sin tapujos. Me parece que este oficio nuestro es de los pocos en los que los grandes profesionales se atreven a jactarse de que no necesitan formación, alegando que "la práctica hace al maestro". Si lo pensáis bien, nada impide que un pésimo licenciado esté toda su vida dando clase sin tener ni remota idea de lo que hace. Al menos mientras mantenga un alto índice de aprobados. La formación en nuestro colectivo está entendida tradicionalmente como "asistencia o participación en cursos", nunca vinculada a su aprovechamiento, asimilación o relación con la práctica de aula. De hecho, parece que hay una desconexión total entre "formación" y "práctica docente", como si ambas esferas fuesen universos paralelos que nunca se han de tocar. Podríamos hablar incluso de la "burbuja formativa", esa oferta de los últimos años en la que había cursos de todo y para todos, cursos que ofrecían propuestas, enfoques o métodos cuyo contacto con la realidad del aula era pura ficción. Todos hemos sido cómplices, sí, de esa burbuja que solo servía para conseguir créditos y afianzar sexenios: una formación por encima de nuestras posibilidades.
No sé cuál es el camino correcto para abordar la formación docente. He hablado con muchos asesores que se muestran preocupados porque ya no saben cómo promover cursos: incluso ofertando en el propio centro, los docentes se resisten a participar. Por ello, la administración, aplicando aquello de "a grandes problemas, grandes soluciones", ha apostado por la formación on line, probablemente tan efectiva, pero más barata. La clave de todo ello es que tal vez, como ocurre con la política, hayamos llegado al punto de no tomarnos en serio algo que deberíamos considerar fundamental. Digo fundamental porque sé bien que la formación es muy necesaria, no solo para la mejora y la innovación, sino también para la calidad docente.
Para ilustrar estas afirmaciones, voy a poner un ejemplo personal reciente. Quienes me conocen saben que llevo más de cuatro años colaborando en el diseño e implementación de proyectos educativos en el aula. Para hacerlo con mediano éxito, he tenido que formarme y autoformarme: sobre todo lo he hecho leyendo blogs, artículos didácticos, aprendiendo de compañeros, etc. La parte práctica la tenía consolidada, sin duda, y podría haberme quedado ahí, señor de mi rutina, pontífice de mi saber hacer. Sin embargo, cuando a finales del año pasado tuve la ocasión de ejercer de tutor de un curso de "Aprendizaje Basado en Proyectos" para el INTEF, pude comprobar que me faltaban bases teóricas y que desde la atalaya de la tutoría de otros docentes estaba aprendiendo también sobre mis propios errores. De nuevo podría haberme quedado ahí, pues ya tenía la teoría y la práctica; pero me faltaba el tercer lado del triángulo formativo: la visión del aprendiz. Después de tantos años, no había sido juzgado ni evaluado, lo que ponía de manifiesto esa carencia en mi metodología. Así que, en el último MOOC sobre ABP, en el que he participado como "alumno raso" he podido ver lo complicado que resulta a veces cumplir con los deberes, completar tareas, colaborar con colegas, tomar decisiones... y, en especial, lo duro que resulta ser evaluado. 
El punto de la evaluación es el último que quería tratar. Los docentes nos formamos poco y mal. Al menos en la formación estándar, esa que da créditos, porque otra cosa son los eventos educativos y la autoformación. Nos formamos mal porque no nos creemos que otros sepan más o enseñen mejor, porque no nos interesa tanta teoría, porque, mientras el profe explica, buscamos ofertas de viaje o hacemos dibujitos hipnóticos en la libreta, porque firmamos y nos vamos... pero, sobre todo, porque aceptamos de mala gana que nos evalúen. Si dicen que el médico es el peor enfermo, el docente es sin duda el peor alumno. Tanto en el curso del INTEF como en el MOOC que acabo de mencionar han sido muy frecuentes las quejas por evaluaciones injustas, bien por la falta de feedback o comentarios que aclarasen los puntos negativos o bien porque evaluadores y/o evaluados no habían siquiera leído las rúbricas. Yo mismo he tratado de colar algunas tareas un poco flojas y he sido descubierto por colegas que me lo han hecho notar; aún así, en otras ocasiones, he recibido calificaciones bajas sin ninguna aclaración, lo que me ha hecho pensar: "¿Son tan rigurosos esos profes consigo mismos como lo son con los demás?" Reconozco que ese tema ha sido para mí una auténtica "caída del caballo" que me ha hecho reflexionar sobre mi propio modo de evaluar (incluso lo hice explícito en mi blog del MOOC). ¿Qué garantías tenemos de que evaluamos bien a nuestros alumnos? ¿Recibimos u ofrecemos comentarios acerca del acto de evaluar? ¿Qué nos hace pensar que estamos trabajando bien? ¿Quién le dice al profe que lo hace mal? ¿Quién le pone el cascabel al gato?
Cómo veis, había empezado a hablar de formación y acabo haciéndolo de evaluación. No puedo ofrecer respuestas acerca del mejor modo de formar a los docentes, porque en ello hay factores que escapan a mi control (cuánto dinero dedicar, quién debe diseñar la formación de un centro, quiénes están en condiciones de evaluar a un docente....). No obstante, creo que debemos tomar conciencia de que sin formación real, sin someternos periódicamente a una evaluación de nuestras capacidades docentes, es muy probable que estemos viviendo en una burbuja de satisfacción profesional que poco tiene que ver con la realidad. Tal vez sea cierto que la práctica hace al maestro, pero no sabemos si lo hace bueno, regular o malo.



24 mayo 2014

Sesquidécada: mayo 1999

En mayo de 1999 leí mi primera novela premio Planeta, una novela que protagoniza esta sesquidécada. En aquellos años de ilusión filológica aún creía que existían premios literarios buenos y malos. Con el tiempo he ido descubriendo que hay obras buenas y obras malas, y que los premios suelen ser accidentes que ocurren en el seno de una cultura y sociedad determinadas. El premio Planeta no escapa de las veleidades de este tiempo tan dado al chamarileo y el agradecimiento de favores, como bien contaba el otro día mi apreciado Rafael Ballesteros en su más que recomendable blog DesEquiLIBROS. Por todo eso, no es de extrañar mi prevención filológica contra la máquina planetaria de vender libros, una prevención que me mantenía lejos de los premiados por la familia Lara.

Sin embargo, aquella primavera de 1999 vencí mis temores y me puse a leer El jinete polaco, de Antonio Muñoz Molina. Era inevitable que lo hiciese, pues ya había leído otras novelas del autor y estaba más que satisfecho con su estilo y su universo narrativo, del que ya he hablado en otras ocasiones. De hecho, la lectura de El jinete polaco venía a complementar otra de sus novelas más apreciadas: Beatus ille. Sé que el estilo de Muñoz Molina es tan particular que puede resultar poco atractivo a los lectores que buscan acción o tramas sorprendentes; por eso mismo me extrañó que le concediesen el premio Planeta en su día, ya que era una novela que se enredaba en los vericuetos de la memoria histórica y, además, lo hacía con una narración compleja, en ocasiones muy técnica, demasiado literaria para el lector estándar.
Han pasado los años y sigo recordando no ya la trama, sino las sensaciones que me produjo aquella lectura. Supongo que eso es lo que consigue la buena literatura, independientemente de que le den uno u otro premio. Después de aquella ocasión, me he acercado a tres o cuatro novelas Planeta, pero ya no se ha vuelto a producir el milagro (me hubiese conformado con poder terminar algunas de ellas).  

No quisiera cerrar este recuerdo lector sin mencionar que el próximo lunes este blog cumple 8 años. Re(paso) de lengua nació un 26 de mayo de 2006 con intención de "compartir experiencias y vivencias relacionadas con la docencia de la lengua y literatura en particular, y con el oficio de enseñar en general", y también de la "necesidad de replantear los términos en que se mueve la docencia en estos días inciertos". Con más de 570 notas escritas en estos años, no sé si algo de ello he cumplido, pero sigo dialogando conmigo mismo y con otros buenos amigos que aún se asoman por aquí. Gracias.

12 mayo 2014

Reír por no llorar


No es fácil escribir literatura cómica que parezca seria o viceversa. Creo que ocurre como con el cine, donde a menudo se pasa el límite que separa la comedia divertida del chiste burdo. En otra nota del blog comenté mis impresiones sobre la literatura de humor y recomendé algunas de las lecturas que me hicieron reír en su momento. Como de aquello hace ya un tiempo y, además, el mundo nos brinda hoy más ocasiones de llorar que de reír, aprovecho este mes de mayo para apuntar algunos autores y obras que podría sumar al repertorio de literatura cómica.
Hay un humor sutil que deriva del absurdo cotidiano, de la propia torpeza de nuestra humanidad, de la ampliación del detalle más ridículo de nuestra existencia. Saben captarlo muy bien autores como Jorge Ibargüengoitia -Estas ruinas que ves, La ley de Herodes-, Junot Díaz -La maravillosa vida breve de Óscar Wao, Así es como la pierdes-, Arto Paäsilinna -Delicioso suicidio en grupo, El año de la liebre- , Philip Roth -El mal de Portnoy- o Antonio Orejudo -Fabulosas narraciones por historias, Ventajas de viajar en tren-. Otros lo hacen desde las novelas de género policíaco o de ciencia-ficción, como Fredric Brown -Universo de locos, Marciano, vete a casa-, Terry Pratchet -Mundodisco- o Douglas Adams -Guía del autoestopista galáctico-. Finalmente, otros eligen el relato breve casi surrealista, como Slawomir Mrozec -La mosca, La vida difícil-, Fernando Iwasaki -Ajuar funerario- o Juan José Arreola -Confabulario definitivo-. 
No me gusta dejar en el blog reseñas tan genéricas sin recomendar al menos algún título en concreto. Voy a optar por tres muy distintos para que no me riñan quienes se animen a leerlos. El primero es un librito muy breve de Hermínia Mas, disponible en catalán y en castellano, que se titula ¿A quién le bajamos el sueldo? Se trata de una colección de relatos diversos bastante cómicos sin llegar a lo histriónico. El que da título al libro es tan divertido como actual, por no hablar de idiosincrásico.
Para segundo plato, un clásico: Los papeles póstumos del club Pickwick, de Charles Dickens. Me ha parecido una obra extraña, crítica y mordaz en ocasiones y amable en otras. Le he encontrado guiños a lo mejor de la literatura clásica, incluido nuestro Quijote. Por supuesto, por su extensión y su prosa del XIX no es apta para impacientes.
Para finalizar, traigo la referencia de una obra que me envió mi amigo Enrique Gallud Jardiel, nieto de otro ilustre Jardiel. Se trata de una Historia estúpida de la literatura, que como su nombre indica pretende reírse sanamente del noble arte de la historia y crítica literaria. El libro recoge fragmentos de pseudocrítica, parodias y escolios de clásicos literarios, apuntes absurdos... A mi juicio, el autor recupera la tradición del humor vanguardista, un humor que requiere su punto de erudición, un humor negro o gris que la guerra civil convirtió en reliquia. Probablemente, la poca gracia de la posguerra provocó que se juzgase a la ligera a autores como Miguel Mihura, Julio Camba, Álvaro de Laiglesia o el propio Jardiel Poncela, y eso también es otra asignatura pendiente de nuestra historia literaria y cainita. ¿Qué se puede esperar de un país cuyos mejores intelectuales y glosadores del momento son dos humoristas: El Roto y Manel Fontdevila?
Si alguien quiere discrepar, asentir o preguntar, para eso están los comentarios, incluso para echar unas risas.

30 abril 2014

Leer es cosa seria

He tenido ocasión de participar en las IV Jornadas de Fomento de la Lectura en Zamora y allí he contado mi visión pragmática de la lectura en el aula, ilustrada con vídeos de actividades concretas de mi alumnado, entre las que destacaban unas recientes confesiones sobre el acto de leer. Creo que la presentación que acompaña esta nota es bastante sintética al respecto, pero aun así trataré de resumir en pocos puntos algunas ideas clave que quedaban fuera de ella:
  • No hay que confundir lectura con literatura
  • Leer por obligación no es leer, pero, sin intervención docente, el hábito lector se extingue
  • Leer es comprender y aprender, pero también debe conducir al disfrute
  • La lectura en el aula es fundamental para crear lectores competentes
  • Sin hábito lector difícilmente se puede progresar en ninguna materia
  • Hay que plantear en las aulas estrategias de lectura activas
  • La vinculación de la lectura con proyectos de aprendizaje la hacen más efectiva
  • Enseñar a leer y fomentar su hábito no es tarea exclusiva de los docentes de lengua
  • Los planes lectores de centro deberían ser algo más que un requisito legal
  • Es preciso estar formado y actualizado en prácticas de animación lectora
  • Para enseñar a leer es conveniente predicar con el ejemplo
Si de mí dependiese, en el desarrollo de la lectura en el aula prohibiría y castigaría cualquier manifestación del tipo "cuando yo era joven..." o "es que los jóvenes de ahora..." Creo que muchos docentes han leído poco y mal, igual que ocurre hoy día entre el alumnado, y que escudarse en una arcadia educativa inexistente es poco eficaz y menos profesional. Debería ser una obligación ética tomarnos en serio la formación de lectores competentes, pues no se trata de que sean devoradores eruditos de literatura el día de mañana, sino de que sean ciudadanos críticos y autónomos. Resulta doloroso ver que en el tránsito de Primaria a Secundaria perdemos una buena cantidad de ávidos lectores simplemente porque los condenamos a lecturas aburridas, solemnes, mal orientadas, desasistidas... Bastaría con que en cada asignatura se dedicase una hora semanal a lectura comprensiva (con actividades contextualizadas, nada de preguntas del libro) para paliar el fracaso que evidencian las pruebas internacionales. 
No insistiré más en ello, de momento. Solo añadiré que en el viaje de vuelta tuve la suerte de encontrarme con Jordi Sierra i Fabra, a quien en una ocasión llamé "rey Midas de la literatura juvenil", y pudimos charlar brevemente sobre lectura y jóvenes. Me mostró sus apuntes para el nuevo libro y me dijo que no pensaba dejar de escribir, pues siempre hay temas que resultan interesantes para los jóvenes. En efecto, siempre hay algo interesante que leer y esa es parte fundamental de nuestra labor, encontrarlo y conseguir que ellos también lo conozcan y lo sepan buscar.

25 abril 2014

Sesquidécada: abril 1999

El protagonista de esta sesquidécada es bien conocido: Ramón del Valle-Inclán. Más de una vez he declarado mi veneración por Luces de bohemia, la que considero su obra maestra. Sin embargo, la relectura de otras de sus obras me llevan a considerar a Valle como una de las figuras más destacadas de la literatura y cultura del siglo XX. Pienso en sus Comedias bárbaras, en las Sonatas, en las novelas del Ruedo ibérico, en el Tirano Banderas... tan distintas unas de otras, tan magistrales todas ellas y creo que tardaremos bastante en encontrar una figura de tamaña valía.

Recupero en esta ocasión una de sus obras menores, los esperpentos que configuran Martes de carnaval: Los cuernos de don Friolera, La hija del capitán y Las galas del difunto (por suerte, podemos ver incluso su versión televisiva). Aunque la unidad del conjunto reside en las referencias al estamento militar y al concepto del honor, creo que lo más valioso es su estilo y la agudeza de su visión crítica. Parece que detrás de cada palabra haya una carga de profundidad hacia una sociedad entumecida y anclada en lo más rancio y trasnochado. 
Quisiera aprovechar también para rescatar una pequeña obrita que aparece en mi edición de Espasa titulada ¿Para cuándo son las reclamaciones diplomáticas? Es tan breve que se puede leer en apenas unos minutos. ¿Lo probáis? 

Son solo unos minutitos...

Si la habéis leído os animo a compararla con alguna de las viñetas de Néstor Alonso, como esta que ilustra mi nota o con otras del mismo estilo. ¿Tanto se diferencian estos tipos grises de los de Valle?

Me hubiese gustado disponer de una máquina del tiempo para ver la España de Valle y poder compararla con la nuestra. O quizá mejor traerme a Valle a esta España del siglo XXI que tan poco se ha distanciado de la suya en muchos aspectos. Como dice Curro en Los cuernos de don Friolera, "en general, la clase de oficiales es decente. El mal está en los altos espacios. ¡Allí no entienden si no es por miles de pesetas!".
Valle seguro que nos hubiese ilustrado bien sobre la marca España y el casticismo, aunque me da la impresión de que el esperpento se le quedaría corto en ocasiones.

19 abril 2014

Dieta mediterránea y expresión oral



En estos primeros días de primavera, hemos acabado la segunda fase del proyecto "Ortografía y dieta saludable" dentro del Plan Lector de este curso. El alumnado de 2º de ESO ha trabajado una ficha en la que se planteaba la búsqueda de información y la argumentación a partir de elementos de la dieta mediterránea. Han elaborado unos murales en el aula y han tenido que defenderlos de manera oral. Después de grabarlos en vídeo y de ver los resultados en clase, escribieron sus críticas: un aspecto positivo propio, otro ajeno, un aspecto mejorable propio, otro ajeno (*). Estos son los aspectos mejorables que encontraron y sobre los que prometieron enmienda:
  • No hay que mirar tanto el mural
  • El tamaño de las cartulinas tendría que ser más grande
  • Mirar más a la cámara
  • Mejorar la presentación del mural
  • Ser más profesionales presentando
  • Aprender de memoria lo más importante
  • Ser más claro hablando
  • No reírse tanto
  • Practicarlo antes
  • Demasiado texto para leer
  • Aportar más información
  • Ser más aseado
  • Menos tomas falsas
  • Hablar más alto
  • Tener menos vergüenza
  • Algunos murales no tienen contraste
  • Más imágenes en los murales
  • No usar palabras que no entendíamos
  • Información más resumida
  • Títulos más claros
  • No estar sentado
Los resultados evidencian la necesidad de seguir trabajando las destrezas orales, esas grandes olvidadas de la Escuela. Es llamativo que reprochemos a los alumnos de Bachiller sus carencias a la hora de presentar trabajos en público, cuando apenas se le ha prestado atención a este aspecto durante la ESO (o al menos no de manera pautada). En general, la actividad ha quedado bastante bien, incluidos los murales, en los que están participando otros compañeros que siguen el Plan Lector. Ahora solo nos queda terminar el trimestre con los cómics, dentro del proyecto "Ortografía y cómic". Estamos haciéndolos en Pixton, muy versátil y divertido, aunque genera problemas para el registro si son menores (hay que confirmar con un correo de adulto). Ya tenemos algún cómic que resume bien aspectos ortográficos y hábitos saludables, pero prometo una nota en el blog cuando estén todos.


(*) Nota al pie: Esto de señalar puntos positivos y negativos como coevaluación se lo había oído a mis amigas y maestras Mercedes Ruiz, Conchita López y Julita Fernández, que lo llaman 3x1 (tres elementos positivos y uno mejorable). Como no me acordaba de la cita exacta, lo pregunté en Twitter y enseguida me lo recordaron, pero agradezco también la aportación de Paco Montero y Ainhoa Ezeiza que me han descubierto el término técnico: critical friends' protocol. Ahora que sé el nombre, prometo ponerlo en práctica más a menudo.

13 abril 2014

No vamos a disimular


Este es mi segundo año con el PQPI de 2º curso, ese nivel diseñado para que alumnos abocados al fracaso escolar puedan obtener el graduado de Secundaria de manera presencial. Tal vez el año que viene sea el último, si se implanta la Formación Profesional Básica. Sobre ese cambio legal, hay opiniones para todos los gustos: hay quienes piensan que dignificará la etapa con un título profesional, mientras otros pensamos que pone más trabas a quienes, salvando el fracaso, busquen otras salidas académicas. Sin embargo, mi nota no busca entrar en ese debate, sino mostrar algunas reflexiones más prácticas sobre lo que ha supuesto mi experiencia en este nivel.

Durante el curso pasado, establecí para el PQPI una metodología práctica para cumplir con los objetivos establecidos en el currículo de formación de personas adultas por el que se rige este curso. Sin embargo, aún sentía la necesidad de realizar exámenes para obtener alguna evidencia de evaluación en forma de nota numérica. Los resultados eran descorazonadores, pues había alumnos que sin trabajar nada en el aula sacaban un cinco, mientras que otros más constantes y esforzados apenas lograban un tres. Pese a que la rúbrica de evaluación compensaba estos problemas, este año he decidido eliminar definitivamente el examen. Pensé que no valía la pena plantear una prueba simplemente para disimular o para hacer creer que estudiábamos teoría. Las clases en el PQPI son cualquier cosa menos pasivas. Los lunes leemos: puede ser una adaptación del Quijote, relatos de acoso escolar, etc. Los martes planteamos proyectos de escritura y trabajamos en Google drive, que ha desplazado por completo a la libreta tradicional. Buena parte de esos proyectos son propuestas que vemos en la red y a las que nos sumamos enseguida. Los viernes tenemos sesión de debate oral, generalmente a partir de un cortometraje; en ocasiones tenemos alumnos invitados que se quedan para participar.
Las distintas destrezas trabajadas en el aula se recogen en esta rúbrica de autoevaluación:

Así pues, a partir de ahora, no vamos a disimular más. Las notas serán producto de sus autoevaluaciones y de mi aplicación de criterios de observación directa en el aula. Creo que trabajan bastante en el aula, más incluso que alumnos de otros niveles que se limitan a copiar ejercicios de la pizarra. Sus textos van mejorando de una vez a otra, todo un reto si tenemos en cuenta que llevan a la espalda años de barbecho académico.


Si queréis ver cómo va funcionando esta metodología, aparte de los textos que he insertado en esta nota, os dejo los enlaces a su blog de aula:
Por cierto, muy pronto tendrán listos sus diarios del Stanbrook, un particular homenaje al exilio.