29 mayo 2012

Cita con la pizarra



El pasado sábado 26 de mayo tuve la oportunidad de acudir al V Encuentro de usuarios de pizarra digital en Centro Internacional de Tecnologías Avanzadas (CITA) de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez de Peñaranda de Bracamonte. Allí coincidí en el escenario con tres grandes profesionales, Raúl Diego (@raulillodiego), Juan Carlos Guerra (@Juancarikt) y Pep Hernández (@pephernandez), y también pude disfrutar de las experiencias educativas compartidas por docentes como Puerto Blázquez (@puerto), Salomé Recio (@salomerecio), Cristina Díaz (@crisdialpe), Marisa Moya (@escuelagranvia) o Lara Romero (@larita20). En esa jornada tan interesante en lo profesional como en lo humano pude asimismo coincidir con otros buenos amigos de Twitter como @angesusu, @xalocgregal, @similiki, o mi gran colega Marcos Cadenato (@mcadenato). Algunos de los asistentes ya han reseñado las experiencias que se dieron cita allí (*), casi todos apuntando a algunas consideraciones generales que se podrían resumir en dos principios: a) La pizarra digital debe ser un instrumento para dar protagonismo al alumnado; b) la pizarra digital debe ser una herramienta de cambio metodológico y no un mero accesorio tecnológico.
Antes de ofrecer el resumen de mi ponencia, quisiera agradecer también el trato personal y profesional de los responsables del CITA, tanto María (@MFontalmeida) como José Luis (@JLBracamonte), Carmen (@carmeniglesiasb) y el resto de compañeros del centro. Creo que la labor de mecenazgo y apoyo educativo y cultural que están desarrollando desde Peñaranda es una tarea envidiable y digna de ser emulada por otras instituciones públicas y privadas.
Os dejo a continuación la presentación que mostré en el encuentro y un sumario de mis conclusiones.



Cuando la pizarra entra por la puerta, ¿la imaginación salta por la ventana?


(*) Más reseñas y fotos del encuentro:




7 comentarios:

Marcos Cadenato dijo...

Muchas gracias, Toni, por compartir también desde aquí la presentación que hiciste en Peñaranda. Completamente de acuerdo con todo lo que dices: fue un día espléndido en donde aprendimos y compartimos pizarra con muchos amigos y compañeros. Ya lo he dicho en otros foros: estuvisteis todos fantánticos y nos hicisteis disfrutar de lo lindo... ¡Felicidades y gracias!

Juan Carlos Guerra dijo...

Un auténtico placer haber coincidido contigo y así haber tenido la oportunidad de conocerte.
Espero que no sea la última vez ;).
Un abrazo y enhorabuena por tu ponencia.

Carmen Iglesias dijo...

Al fin conseguí poder escucharte en el auditorio del CITA.

¡Gracias por venir!

Joselu dijo...

Llevo dos años usando la pizarra digital de la que soy un gran defensor y usuario habitual.

Sin embargo, no veo este poder taumatúrgico en la pizarra digital. Este curso tuve la opción de plantear un programa totalmente alternativo con materiales tecnológicos, herramientas interactivas, utilización continua del vídeo… y fueron mis alumnos quienes me pidieron un planteamiento tradicional. Lo siento mucho pero toda la filosofía 2.0 no lleva a muchos sitios que impliquen esfuerzo, comprensión, trabajo, determinación. No he encontrado alumnos que en un sistema tradicional funcionen y que no lo hagan en un sistema 2.0. Claro que funcionan. Pero a la vez, no he encontrado desertores del aula que se sientan motivados por el aprendizaje aunque el contexto sea 2.0. No es cierto, según mi perspectiva, que se atraiga a alumnos válidos al proceso de aprendizaje y que de otra manera estarían perdidos. Realizar una webquest en google docs bien hecha requiere esfuerzo y trabajo. Y ya ha dejado de ser atractivo el mundo digital y cuando supone trabajo es igualmente detestable para los desertores o simplemente perezosos.

¿La pizarra digital? Claro que la utilizo, y pienso que es una ventana al mundo, pero sé que he de utilizar la pizarra que tengo al lado y en la que escribo con un rotulador borrable. Y la utilizo con tanto o más aprovechamiento que la pizarra digital.

No sé vosotros, pero es cierto que mis alumnos me han pedido una cierta vuelta a los métodos tradicionales. ¿Por qué? En el conjunto de herramientas interactivas que se frecuentan el fruto es bien escaso, y siempre quedará el trabajo de realizar una redacción con arreglo a unos parámetros, o realizar un análisis de funciones sintácticas, o el comentario de un libro leído. Y la ortografía no será más entretenida por utilizar medios 2.0.

Creo que esta movida educativa de la escuela 2.0 que está siendo experimentada (La gente no se chupa el dedo y ha aplicado mucho de ella) está en un movimiento de reflujo que llevará a una síntesis entre la escuela tradicional y la innovadora. Ninguna de ambas llega demasiado lejos sin la otra. La escuela 2.0 es solo, si se queda en lo que parece, en un intento fallido de conquistar Itacas sin poner los fundamentos imprescindibles.

Toni Solano dijo...

Marcos: Tu compañía siempre es placentera y creo que conectamos en todo lo esencial. Ojalá sigamos viéndonos en situaciones tan agradables.
Juan Carlos: Tenía ganas de conocerte después de haber expoliado ampliamente tus recursos de pizarra digital :) Fue muy bonito lo nuestro, pero sabes que se interpone entre nosotros esa inquilina a modo de código de barras que albergas en casa :)) Un a(ze)brazo.
Carmen: Gracias a vosotros por invitarme. Sé que os arrepentiréis de haberme tratado tan bien ;)
Joselu: Se habló de todo ello en el encuentro, en la falsa dicotomía entre lo tradicional y lo tecnológico, como si hubiese que decidirse en exclusiva por uno u otro modelo. La pizarra es una herramienta, ni más ni menos, pero mi ponencia apuntaba a que depende únicamente de nosotros, de la metodología docente, convertirla en el aleph o en un trozo de piedra. Desde luego, tal como se ponen las cosas, no será fácil cambiar la metodología y, como dices, veremos una involución, pues la pedagogía activa y colaborativa no puede sostenerse en clases masificadas y con falta de medios. En mi instituto solo hay una PDI para más de 500 alumnos; ¿se puede pedir un cambio metodológico con ese equipamiento? De momento, me conformo con poder bajar mi pizarra digital de clase y esperar que todo funcione cuando lo necesite. Lo que algunos consideran presente para otros es todavía un futuro soñado.

Lourdes Domenech dijo...

En mi centro, hay pizarras digitales en todas las aulas, pero se proyectan sobre una pizarra veleda en la que se puede escribir, así que tenemos un dos en uno muy, pero que muy práctico.
Yo ya no sabría dar clase sin la PDi, aunque uso escasamente el software para crear materiales. Entiendo la reflexión de Joselu y la comparto. La pizarra digital abre paso a nuevas formas de participación y de proyección de contenidos, pero cualquiera que sea su uso debe contar con alumnos receptivos y participativos. ¿Es más motivadora? Lo fue cuando se introdujo porque las novedades siempre tienen un poder de atracción, pero hoy es tan natural en mi centro que los alumnos no ven en la pizarra nada que las haga distintas a las anteriores, que no sé si recuerdan. ¿Y por qué es así? Porque las PDi tienen el peligro de que se pueden usar sin modificar en nada la metodología. ¡Vaya reto cambiar esta inercia!

Toni Solano dijo...

Lu: Algún día tendremos que dar cuenta de este dislate de desequilibrios territoriales en cuestiones básicas. Mi instituto es nuevo, lo sabes; costó 9 millones de euros y 10 años de retrasos en ser construido. Quitando las 3 aulas de informática, no hay preinstalación de pizarras y cañones en ningún aula, por lo que tenemos que gastar unos 700 euros de presupuesto del centro cada vez que queremos dotar un aula de cañón y pizarra (normal, no PDI). Tengo la suerte de disponer en mi aula compartida de una de ellas porque el cañón lo regaló una editorial y el ordenador es mío, mío de casa. Cuando alguien reclama una pizarra digital en su aula -que está en su derecho, claro- para poner algún vídeo los días que los niños están insoportables, recuerdo los cinco años que llevo yo cargando arriba y abajo con el cañón, pizarra desplegable, portátil y cables... Ya ves, estoy como para ponerme a hacer materiales para la PDI. ¡Qué pena y cuánto desatino!