25 noviembre 2012

Sesquidécada: noviembre 1997


Hoy es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Tal vez por azar, esta sesquidécada de noviembre tiene mucha relación con la condición de la mujer y con su lugar en este mundo gestionado por hombres. En aquel lejano noviembre de 1997, uno de los cursos de Doctorado que realicé en mi carrera sin rumbo fijo tenía el apasionante título de "La imagen de la mujer en el Siglo de Oro". Lo impartía Teresa Ferrer y creo que fue el primer trabajo de investigación serio que abordé, y además lo hice con un entusiasmo desbordado. Las primeras lecturas iban encaminadas a mostrarnos los programas de educación de la mujer en el siglo XVI. Los autores de referencia: Juan Luis Vives y Fray Luis de León. Ambos pertenecían al estamento religioso y ambos fueron perseguidos por sus correligionarios. Veamos qué ideas tenían acerca del papel de la mujer.
Juan Luis Vives fue uno de los más lúcidos humanistas del siglo XVI. Tal vez por ello tuvo que marcharse de España, iniciando así una larga nómina de cerebros fugados que llega hasta nuestros días. Tras su éxito como intelectual en toda Europa, sus amigos españoles insistían en que volviese del exilio, pero Vives, que había visto exhumar los huesos de su madre para ser quemados por judaizante, prefirió morir lejos de España antes que convertirse en mártir por decir las cosas claras.
Por lo que respecta a las mujeres, la obra más conocida es Instrucción de la mujer cristiana, dedicada a Catalina de Aragón. Pretendía servir de modelo pragmático de conducta para las mujeres de la clase alta urbana de Europa. En ella se define a la mujer como un ser inclinado al placer sensual, mudable, con inclinación al mal, envidioso, necesitado de amparo... y se dan una serie de recomendaciones para que sea obediente, casta y doméstica. Este programa de educación incluye una serie de lecturas virtuosas para conseguir tal fin: Séneca, Cicerón, San Jerónimo...

Pocos años más tarde, será Fray Luis de León quien vuelva al tema con otra obra similar: La perfecta casada. El público al que va destinada esta obra es también de clase alta y pretende la misma ejemplaridad que Luis Vives. Insiste en los mismos defectos de la mujer: ánimo flaco, inclinada al ocio y al gasto, habladora en exceso, falta de ingenio, rencillosa y falta de cordura y seso. Los remedios que propone van en la línea que ya conocemos: matrimonio, vida ocupada, honestidad, silenciosa, ahorradora... 

Ambos autores toman como punto de partida las cartas de San Pablo Ad Corintios, aunque matizadas con las ideas de Erasmo en la Institución del matrimonio cristiano, también presente en los Coloquios matrimoniales de Pedro Luján.
Con los siglos, la lectura de estos autores tal vez nos parezca rancia y misógina en extremo. Sin embargo, no debemos olvidar, como he apuntado arriba, que los dos fueron personas adelantadas a su tiempo, con unas ideas bastante renovadoras que les llevaron incluso a la cárcel o el exilio. Los programas de ambos sitúan a la mujer en un lugar concreto del mundo, el hogar o la familia, un ámbito reducido sí, pero al menos con unas ciertas atribuciones y poder. Hemos de considerar que 'los otros', quienes dominaban los púlpitos ni siquiera tenían un programa educativo para la mujer, porque para ellos ni siquiera merecían atención por ser seres inferiores. De este modo se explica que, por ejemplo, Giambattista Porta, en su Magiae naturalis, dedicado a Felipe II diga que "las mujeres durante su periodo menstrual pueden infectar los pepinillos y los melones por el mero hecho de tocarlos o mirarlos haciendo que los mismos se marchiten (...) Contaminan con su sangre melancólica a otros seres humanos a través de los ojos...". El fraile Castañega aconseja vestir a los niños con "unos pedazos de espejo pegados a los cabellos sobre la frente" para protegerlos de la mirada de "las viejas que han dejado de purgar sus flores". Gaspar Navarro, en 1631, afirma que "este sexo femenino es más flaco de cabeza y las cosas naturales o ilusiones del Demonio las tienen por del Cielo, y de Dios; sueñan más que los hombres y piensan que son verdades apuradas... son más imaginativas que los hombres, pues como tengan ellas menos juyzio y discurso, y menos prudencia, más se inclina el Demonio a engañar a las mugeres". Estos 'pensamientos mágicos' acerca de la mujer, compartidos por la mayoría de intelectuales del clero, o fuera de él, siguieron dominando el mundo durante varios siglos más, hasta la llegada de la Ilustración.
Por suerte, los programas educativos de los humanistas fueron evolucionando y hoy en día cualquier mujer tiene las mismas oportunidades que un hombre, cobra el mismo salario, tiene la misma consideración social y puede decidir por sí misma sin ser considerada un ser inferior, con lo que la celebración de este día contra la Violencia de Género pronto dejará de tener sentido, ¿o no?

10 noviembre 2012

Hacia un mundo rentable

Daumier: Vagón de tercera. 1875
Algunos dicen que vivimos en la sociedad que imaginó Orwell en su novela distópica 1984. Es cierto que el Gran Hermano está ahí, cada día más poderoso, pero en la ficción orwelliana la Historia se reescribía de manera que el pasado acababa siendo una difusa percepción de la memoria individual, una realidad de la que no quedaba constancia colectiva. En cierto sentido, lo que tenemos ahora es algo más cruel porque sabemos de dónde venimos, por dónde hemos ido pasando y hacia dónde vamos de cabeza, y ese testimonio colectivo no parece importar al Gran Hermano que nos controla, lo que da mucho más miedo. 
En este blog no acostumbro a hablar de política, pero haré una excepción porque veo que el final del camino es terrible para mi oficio y para nuestro futuro como sociedad. Me gustaría no tener memoria, pero lamentablemente conservo vivos recuerdos de otros tiempos y de muchas promesas que se fueron con el tiempo. Por ejemplo, recuerdo que tuvimos una compañía telefónica pública, una compañía eléctrica o una petrolera también públicas. Aquellas infraestructuras y aquellos profesionales los habíamos formado entre todos y beneficiaban a todos. Nos dijeron que su privatización haría que creciese la calidad y bajase el precio. Juzguen ustedes si se cumplió. Aunque yo era pequeño para entender cómo funcionaba, recuerdo que había un banco hipotecario que garantizaba que muchos españolitos humildes, como mis padres por ejemplo, pudiesen comprar un piso sin que los timasen. Acabaron con ello por las mismas razones mencionadas, y ya ven cómo estamos. Privatizaron Iberia, la compañía aérea que habíamos sostenido entre todos y ahora van a despedir a un cuarto de su plantilla. Ya han dicho que solo mantendrán las conexiones rentables, sin tener en consideración que aquella compañía era en su origen un servicio público que habían costeado también las ciudades humildes. El objetivo actual también son buena parte de las líneas de ferrocarril, muchas de ellas ya cerradas desde los años ochenta, a las que se les dará en breve la puntilla. Viajar en tren será muy pronto un lujo al alcance de pocos, y que unirá ciudades con un tráfico rentable, cuando siempre fue un servicio público que vertebró este país. En el fondo, se va descubriendo que no importa mucho la competencia o la calidad, sino la rentabilidad, aunque no sepamos muy bien a quién beneficia realmente esa plusvalía.
Y por fin les llega el turno a la sanidad y la educación. Privaticemos hospitales para que sean rentables, dicen, igual que dijeron con Iberia, Telefónica, Hidroeléctrica... No habrá recorte de servicios, no, de momento. Cuando la memoria pública se vaya borrando, los gerentes de esas empresas nos dirán que no pueden sostener determinados servicios que no son rentables. El Estado dirá que no puede obligar a una empresa privada a ofrecer servicios o a limitar precios. Los enfermos más pobres, los que padezcan dolencias costosas, los que no cumplan el canon serán desterrados. Y de manera individual recordaremos que hubo un tiempo en que los médicos te atendían aunque tu enfermedad no fuese VIP.
¿Hace falta hablar de la Educación? Pronto empezará este proceso, no hay que dudarlo, porque los primeros pasos están dados. De hecho, ninguno de nuestros gobiernos ha apostado firmemente y sin dobleces por una Escuela Pública de calidad. Podemos elegir el paralelismo con Telefónica, por ejemplo: en el futuro, un puñado de empresas educativas coparán el mercado y salir de una para caer en otra será cuestión de ofertas del tipo "traiga sus dos hijos y le cobraremos la mitad por el segundo" o "pruebe nuestro colegio los dos primeros meses gratis y le regalamos una tablet (*)". Podemos compararlo con Iberia: colegios e institutos de marca con buenos servicios regulares y colegios low cost para clase turista con pocos recursos; eso sí, pasados unos años, los colegios que no sean rentables se cierran. Pero, ¿qué otra cosa se puede esperar cuando se gestiona la Educación -o la Sanidad- pensando en la rentabilidad? ¿Cuándo es rentable la Educación? ¿O habría más bien que preguntar para quién es rentable la no-educación? 
Soy consciente de que es esta una nota agorera, pero si no hacemos algo por parar este despropósito, sentiremos en breve la angustia de vivir en una novela de Orwell en la que solo sobreviven los individuos rentables.

(*) Permanencia mínima de dos años. Matrícula de 800 € y cuotas de 900 € a partir del cuarto mes. Penalización por baja anticipada de 2500 € y devolución de la tablet.

31 octubre 2012

Atrapados en el tiempo


Aunque suene increíble, pudimos volar a lomos de un ave y sobrevivir al encierro en el ascensor de Montesinos, donde unos viejos de la curva se adelantaron al Halloween. Gozamos del éxtasis de los reencuentros y de un hilarante torneo de camisetas bajo una noche toledana en el campo charro. Al despuntar el alba, la Santa Compaña de las TIC se congregó en pleno para celebrar la epifanía educativa en Peñaranda de Bracamonte. Salieron al paso la ilusión, las energías, la humanidad, la innovación, el cariño, la risa, el llanto y, a veces, incluso hablamos del trabajo. Los anfitriones nos obsequiaron como en las bodas de Camacho y hubo ocasión de recomendar lecturas rodeados de bellas damiselas o de escuchar músicas de otros tiempos y otros mundos. Al caer la noche, nuevas tertulias entre callos y mollejas, nuevos monólogos a la gallega y casi nos amanece, que no es poco, atrapados en un tiempo que volvía sobre sí mismo una y otra vez. En un nuevo despertar, ya casi de invierno, la multitud se desvanece entre despedidas y retuits de despedidas. El regreso se desliza a través de los campos de Castilla y las llanuras de la Mancha, con breve posada en un Madrid literario y literato. Anochece. Fundido en negro.


Es imposible conjurar aquí a todos los que hicieron posible la magia de un encuentro. Es imposible mencionarlos con el justo reconocimiento de lo que aportaron. Gracias por la compañía, gracias por la atención. Y hasta la próxima.

P.D: Aunque fuimos al II Encuentro de Buenas Prácticas del CITA-FGSR a contar algo sobre el Quijote sincopado, en realidad quienes aprendimos mucho fuimos nosotros, y volvimos siendo más sabios, al menos en lo humano.

24 octubre 2012

Sesquidécada: octubre 1997

Octubre de 1997 fue un mes de cambios importantes que afectaron no solo a mis lecturas sino también a mi vida personal y profesional. Acabada en julio la carrera de Filología Hispánica, el panorama académico se presentaba un tanto turbio. A pesar de haber obtenido unos resultados brillantes, no había lugar en la Universidad para dedicarme a la investigación. Sé que los científicos tienen razones de sobra para quejarse, pero los especialistas de las humanidades nunca conocimos las vacas gordas (basta con comprobar dónde se publican los mejores estudios de hispanistas, por ejemplo). Sin posibilidades de beca, solo podía optar a seguir con estudios de Tercer Ciclo, es decir, comenzar la carrera hacia un doctorado. Debo decir que aún mantenía vivo el espíritu con el que empecé la carrera y que resume muy bien Antonio Orejudo en su última novela Un momento de descanso:
Filología Hispánica aún no se había convertido en una carrera de saldo, aún no era la licenciatura de los que no pueden estudiar algo más serio por falta de capacidad o de nota media. Cuando nosotros entramos en la universidad, Filología Hispánica era todavía una disciplina en la que se matriculaban no solo quienes no servían para las ciencias, sino también los jóvenes de cierta cultura, chicos a los que les interesaban de verdad las letras, y que habían leído bastantes libros para su edad.
Así que hace quince años, los que celebra esta sesquidécada, andaba tanteando lecturas que me llevasen a un tema interesante para enfocar mi tesis doctoral. Leí las Cartas a Lucilio, de Séneca, por si los clásicos me iluminaban en ese trance, pero la solución fue más prosaica. La catedrática a quien me encomendé, Evangelina Rodríguez Cuadros, me sugirió que investigase sobre la Academia de los Nocturnos. El nombre me llamó mucho la atención, así que me dediqué a leer las Actas de las sesiones para descubrir de qué se trataba aquella misteriosa academia y quiénes eran aquellos Nocturnos.
Palacio de Catalá de Valeriola
Estos señores se reunieron entre 1591 y 1594, en un total de 88 sesiones académicas, en las que se ejercitaba el verso, la prosa e incluso los temas científicos. Fundada por Bernardo Catalá de Valeriola en la ciudad de Valencia, la Academia reunía a algunos de los más ilustres intelectuales de la época, como Gaspar Aguilar, Cerdán de Tallada, Rey de Artieda, Francisco de Tárrega o Guillem de Castro. Se planteaba un tema y los académicos disertaban o recitaban sobre el mismo. Muchos de aquellos textos poéticos fueron recogidos en cancioneros, y es muy probable que Lope de Vega, que asistió a varias de aquellas sesiones, perfeccionase su técnica dramática y tomase prestadas para su poética algunas propuestas estéticas de aquel círculo literario tan activo -recordemos que en Valencia se hallaba uno de los focos de interés teatral más importante de la época-.
Como digo, en aquellos días de indecisión académica, leí las Actas de esta curiosa Academia, recopiladas por José Luis Canet en cuatro volúmenes, editados por la Institució Valenciana d'Estudis i Investigació. No fue una lectura muy provechosa, pues mi ritmo de trabajo y estudio a la vez -y una familia que empezaba a crecer- me impedían avanzar al son que dictaba mi directora de tesis; así que cambié de directora y de tema de tesis, aunque eso pertenece a recuerdos posteriores que ya llegarán. Al menos queda esta nota en el blog para recopilar el nombre de aquellos Nocturnos que, adelantándose a los avatares de Twitter, ya tenían su propio mote que los definía:
Don Bernardo Cathalán (Presidente)- Silencio
El canónigo Francisco Tárrega (Conciliario) - Miedo
Francisco Desplugues (señor de la Puebla) (Secretario) - Descuydo
Miguel Beneyto (Portero) - Sosiego
Gaspar Aguilar - Sombra
Don Francisco Pacheco - Fiel
Hernando Pretel - Sueño
Maximiliano Cerdán - Temeridad
Fabián de Cucalón (señor de Cárçer) - Horror
Gaspar de Villalón - Tinieblas
El dotor Gerónymo de Virués - Estudio
Don Juan de Fenollet - Temeroso
Jayme Orts - Tristeza
Manuel Ledesma - Recogimiento
El licenciado Gaspar Escolano - Luz
Evaristo Mont - Soledad
El maestro Antonio Joan Andreu - Vigilia
El maestro Gregorio Ferer - Industria
Don Gaspar Mercader - Relámpago
Don Francisco de Vilanova - Recelo
Don Guillén de Castro - Secreto
Don Francisco de Castro - Consejo
Don Guillén Ramón Cathalán - Reposo
López Maldonado - Sinzero
Don Thomás de Vilanueva - Tranquilidad
Pelegrín Cathalán - Cuydado
Don Joan Pallás (Barón de Cortes) - Olvido
El maestro Gaspar Gracián - Peligro
Don Mathías Fajardo - Oscuridad
El capitán Andrés Rey de Artieda - Centinela
Thomás Cerdán de Tallada - Trueno
Don Jayme de Aguilar - Niebla
Don Carlos Boyl - Recelo
Pedro Vicente Giner - Cautela
Don Guillém Belvis - Lluvia
Gerónymo de Mora - Sereno
Don Lois Ferrer - Norte
El dotor Joan Andrés Nuñes - Luzero
Micer Joan Joseph Martí - Atrevimiento
Don Pedro Frigola - Espia
Hernando de Balda - Cometa
Estacio Gironella - Resplandor
El licenciado Lorenço de Valençuela - Tiento
Joan de Valençuela - Asombro
El licenciado Bartholomé Sebastián - Estrella
¿Os los imagináis tuiteando sus versos?



17 octubre 2012

Un paseo con Antonio Machado


“Después de la verdad, nada hay tan bello como la ficción”. Juan de Mairena 

Campos de Castilla de Antonio Machado ha cumplido cien años, un siglo lleno de verdades y ficciones. Muchos de los que hemos leído esta obra no sabríamos decir cuánto alberga de verdad o ficción, porque en sus versos, como en la vida, es difícil trazar una frontera entre lo real y lo soñado.
Se cumplen cien años de un clásico y no podíamos dejar pasar la oportunidad de celebrarlo en las aulas como lo haría el propio Juan de Mairena o Antonio Machado -porque, ¿cuál de ellos era el real?- con el proyecto Un paseo con Antonio Machado. A los docentes que quieran unirse a esta experiencia, desde cuatro blogs de lengua, A pie de aula, Blogge@ndo, Re(paso) de lengua y Tres Tizas, les proponemos trabajar la lectura guiada de Campos de Castilla y reconstruir poemas en forma de videoclips poéticos. Para ello tendrán a su disposición un sitio web con las bases del proyecto, el texto de Machado, la guía didáctica, así como un formulario para inscribirse. También tendrán un correo a través del cual resolver dudas técnicas o didácticas y una cuenta de twitter para seguir el avance del proyecto.
Queremos que los jóvenes conozcan la obra machadiana, que la entiendan, que la conviertan en una vivencia propia y personal, que la adapten a nuevos formatos expresivos y que vuelvan a darle valor en nuestro tiempo. Queremos que en ese camino de aprendizaje puedan trazar sus propios pasos y, al volver la vista atrás, hayan podido disfrutar de la verdad y de la ficción, sin fronteras.

Más información:

12 octubre 2012

A los cuatro vientos


Los centros educativos de secundaria de esta comunidad han recibido esta semana los resultados de las pruebas diagnósticas realizadas hace unos meses a los alumnos de 2º de ESO. Personalmente, los datos numéricos carecen para mí de cualquier valor -no creo que necesite decir por qué-, pero resulta revelador que seguimos fallando, dentro del área de comunicación, en la expresión escrita, la destreza que mayor atención metodológica requiere por parte del profesorado. Con los resultados viene, de regalo, la exigencia de elaborar un Plan de Mejora. Comenté en su día la trampa que supone esto de los planes de mejora; de hecho, a finales del curso pasado presentamos uno muy completo al que no han hecho el menor caso, para variar. Reducir recursos materiales y humanos con una mano y reclamar mejoras con la otra es habitual ya en nuestra administración educativa, por lo que no deberíamos hacer demasiado caso a estos tirones de orejas de cara a la galería. Pero lo que resulta preocupante es que el discurso culpabilizador de los gestores educativos haya calado entre el profesorado sin atisbos de crítica. Ante la renuncia a realizar proyectos o a asumir nuevas responsabilidades profesionales, se dice muy a menudo que los docentes queremos trabajar lo mínimo. Es otra de esas falacias que, a fuerza de repetirse, acabará considerándose cierta. Los docentes, muchos docentes, estamos ya trabajando lo máximo, y si ha descendido la calidad de nuestro trabajo es precisamente por eso, porque trabajamos más, no porque trabajemos menos. Pongan ustedes a Ferrán Adrià, por ejemplo, a preparar de lunes a viernes croquetas en la cantina de una fábrica y díganle luego que no saben igual que cuando las deconstruía en el Bulli. Claro que hay profes que han aprovechado estos tiempos de desánimo para bajar el ritmo, pero me atrevería a decir que son los mismos que leían el periódico en clase o quienes se perpetuaban por los siglos de los siglos con las mismas fotocopias (por cierto, no sé cómo habrán logrado algunos hacer menos de lo que hacían...). El resto de profesionales que conozco trabajan ahora más que nunca, con una diversidad inasumible en grupos más numerosos que nunca y con unas condiciones que apenas garantizan llegar al viernes con vida. Como para exigir croquetas deconstruidas...
A pesar de ello, el discurso oficialista sigue transmitiendo que trabajamos poco y mal. ¿Qué podemos hacer para salir de esta batalla entre lo que piensa la sociedad y lo que realmente se vive en nuestras aulas? Para mí, la clave reside en lo dicho arriba: convencer a los ciudadanos de este país de que el descenso de la calidad educativa se debe a que trabajamos más y en peores condiciones. Y esto solo se puede conseguir con técnicas de agitprop, es decir, haciendo visible nuestro trabajo, difundiendo experiencias, contando siempre que podamos lo que hacemos en el aula. Ese fue el espíritu que impulsó el nacimiento de la blogosfera educativa y las redes sociales de docentes. Sin embargo, basta con acudir a un congreso, a unas jornadas, a unos cursillos, para encontrarte con decenas de colegas que te cuentan experiencias que llevan a sus aulas pero que no se atreven a contar en público por miedo a resultar banales o de poco interés. Hay que romper con esos temores y con esos silencios, hay que conseguir que las familias conozcan de primera mano que sus hijos e hijas aprenden y trabajan en clase, que el colegio y el instituto no son guarderías ni almacenes de niños. Si conseguimos esa propaganda positiva, quienes se atrevan a demonizarnos como colectivo tendrán que desmentir también nuestros logros públicos. Esos logros nunca van a conseguirse redactando Planes de Mejora irreales que nadie leerá, sino trabajando más y mejor, en el aula, con el alumnado, con las familas, con los compañeros... sin olvidarse luego de contarlo a los cuatro vientos.

Crédito de la imagen: 'Megaphon

25 septiembre 2012

Sesquidécada: septiembre 1997

"¿Quién no está solo? Únicamente los bobos, los simples, los que confían en el amor, en la fraternidad, en los sentimientos, perennes o en la mirada vigilante de una Divinidad, creen estar acompañados a todas horas. El resto de los humanos, los analíticos, los observadores, los que no confunden el corazón con la vagina; ni toman por fraternidad lo que es interés; ni llaman sentimientos perennes al egoísmo y a la costumbre de verse a diario; ni ven la mirada vigilante de una Divinidad en los fenómenos de un azar absurdo, ciego e injusto, esos saben de sobra que están solos... Y tienen frío..."

Enrique Jardiel Poncela nos ha regalado diálogos magistrales en sus obras de teatro, pero quizá no sean tan conocidas sus dotes como narrador. En las postrimerías del verano de 1997 leí dos de sus novelas más conocidas: Espérame en Siberia, vida mía y Pero... ¿hubo alguna vez once mil vírgenes? El fragmento que encabeza esta sesquidécada pertenece a esta última. Estas narraciones de Jardiel Poncela condensan muchos de los rasgos definitorios del estilo de su autor: humor, absurdo, modernidad, enredo, melancolía... En realidad, creo que siguen algunos de los postulados de la prosa vanguardista y del 27, truncados eso sí por el tono gris de la posguerra. Aunque es posible que el lector actual no encuentre ya graciosas aquellas situaciones, convendría desempolvarlas para comprender el contexto literario de una época compleja, con bastantes puntos de encuentro con la que parece que nos acecha.

De esa misma época es el segundo autor que recupero: Álvaro Cunqueiro. En aquella ocasión leí Un hombre que se parecía a Orestes. Coincido plenamente con lo que dice  Lluís Salvador acerca de esta novela:
Cualquiera puede retomar un mito griego y hacer cualquier cosa con él (habitualmente un destrozo); son atrayentes, por su potencia, por lo extremo de sus situaciones. Otra cosa es tomarlo y tratarlo con cariño y benevolencia, mirando a sus personajes como personas y no como estatuas heroicas. Es lo que hace Cunqueiro, con ese estilo culto, ameno, gratificante y único que hizo de su prosa una de las grandezas de la literatura universal.
Mi especialidad no es la novela contemporánea y ni siquiera conozco a fondo la trayectoria de Cunqueiro (o de Jardiel Poncela), pero me da la impresión de que no fueron felices en aquella España gris, pese a haber caído en el lado de los que ganaron. Durante mucho tiempo hemos -yo al menos- idealizado a los autores del exilio, a quienes tuvieron que marcharse para mantener con dignidad sus convicciones ideológicas. Por descarte, quienes publicaban en la España de la posguerra obras de ficción sin compromiso social eran considerados unos aprovechados o unos traidores.
Se avecinan ahora tiempos de compromiso y de dar la cara y ya estamos viendo que no todo es dignidad y echar para adelante. Muchos somos los que nos pensamos las cosas dos veces antes de actuar, antes de encabezar causas nobles de dudoso éxito, aunque ganas de ello no nos falten. Pienso que si, ante una huelga, por ejemplo, muchos se inhiben por el coste económico o por las posibles represalias, si nos viésemos en una guerra por nuestras ideas, ¿cuántos estarían dispuestos a dejar sus familias, sus hogares, sus vidas atrás? Ni yo mismo lo sé. Es muy probable que muchos dejasen -o dejásemos- de luchar, de gritar, de protestar y acabasen -acabásemos- escribiendo relatos o poemas sobre la alta velocidad o sobre los amores de Perseo.

Observaciones:
Las dos novelas mencionadas de Jardiel Poncela se pueden leer en la red.

04 septiembre 2012

No sé si podré aguantar


No sé si podré aguantar la vuelta a clase. No sé si seré capaz de mantenerme firme en esos primeros días en los que cientos de miradas convergen en ti para calibrar tu fortaleza, tu carácter, tu miedo, tu compasión. No sé si podré soportar el cálido reencuentro con alumnos de cursos anteriores y sus cruces de miradas cómplices. No podré sobreponerme a la emoción de ver a cientos de niños y niñas convertidos en pequeños adultos en virtud de apenas tres centímetros de crecimiento veraniego. No creo que resista la ilusión de ponerle por fin cara a un público para el que llevo meses imaginando actividades y proyectos. No me sostendrán las piernas cuando se calme el barullo y mi voz empiece a desgranar ese inventario de pequeños deseos que espero de ellos. No podré afrontar sus voces titubeantes preguntando por el tamaño de la libreta o por los sitios en los que se pueden sentar. No me veo en condiciones de medirme con esos gallitos que tratan de captar desde el primer día la atención de las mozas con sus gestos de matón. No podré mantener la mirada cuando los adultos se compadezcan de mí mientras envidian en secreto un trabajo que te mantiene siempre rodeado de mentes jóvenes. 
Creo que este curso no podré aguantar las muchas alegrías que conlleva ser docente, todo ese cúmulo de experiencias profesionales por las que tanto he luchado y todos esos detalles que solo conocen quienes viven el vértigo de las aulas. No podré hacerlo porque mi trabajo nunca fue aguantar, resistir, soportar, afrontar... no. Mi trabajo siempre ha sido enseñar, aprender y vivir. Aquellos verbos tan bélicos y otros más feos quedan reservados para los políticos y para sus incompetentes brazos ejecutores, a quienes, entre tanto despilfarro, al menos les está vedado el lujo de sentir clavada en ellos la mirada agradecida de un niño.

Crédito de la imagen:Image: 'Het meisje van Vermeer...