24 septiembre 2009

Sesquidécada: septiembre 1994

En esta sesquidécada, viajaremos en tren de ningún lugar hasta una tierra de sueños y secretos. Utopía es ese ningún lugar (ou topos) que, gracias a Tomás Moro, podemos disfrutar al menos en lo literario. Utopía entronca con el género literario de las repúblicas ideales que nos lleva desde Aristóteles hasta Huxley. Pero la Utopía de Moro está cargada de ese tono entre irónico y amargo que caracteriza a los heterodoxos del Renacimiento (Moro, Erasmo, Luis Vives, un trío que protagoniza cierto libro del que fui editor). Recupero un fragmento de ese reino utópico:
Pues si la misma multitud que ahora se ocupa en trabajar se dividiera en tan pocas ocupaciones como el necesario uso de la naturaleza requiere, se seguiría necesariamente una tan gran abundancia de cosas que sin duda los precios serían más bajos de lo necesario para que los obreros pudieran vivir. Pero si todos los que ahora están ocupados en trabajos inútiles con toda la caterva de los que viven ociosos en la pereza cada uno de los cuales consume y gasta más cosas producidas por la labor de otros hombres que dos de los mismos trabajadores; si todos éstos, digo, fueran obligados a provechosas ocupaciones, fácilmente percibiréis el poco tiempo que sería suficiente, sí, y de sobras, para proporcionaros todo lo que puede pedirse tanto para la necesidad como para la comodidad o incluso para el placer siempre que este placer fuera verdadero y natural.
O este otro fragmento de perenne actualidad:
Otro aconseja fingir la guerra para para que cuando bajo este color y pretexto el rey haya reunido gran abundancia de dinero pueda, cuando le plazca, hacer la paz con gran solemnidad y ceremonias religiosas para tapar los ojos de la pobre comunidad, como si tuviera auténtica compasión y piedad de la sangre humana, como un príncipe amante y piadoso.
A continuación, nos subimos al tren. En El Transcantábrico, el escritor Juan Pedro Aparicio, describe un viaje sentimental a través de la cornisa cantábrica, desde Bilbao a León. Es un viaje nostálgico y con esa épica de las pequeñas hazañas que dan sentido a unas tierras y a unas gentes al borde de la extinción.
Y, a bordo de "El Hullero", llegamos al Reino Secreto. Los cuentos del reino secreto, de José María Merino, ilustran bastante bien ese realismo mágico leonés (aunque Merino sea gallego de nacimiento) que impregna a autores como Llamazares, Mateo Díez, Merino o el anteriormente citado Aparicio (algunos de los cuales comparten filandones de vez en cuando). Merino es un autor de calidad indiscutible. Esta recopilación de relatos breves se ha mantenido en mi lista de libros recomendados desde hace años, aunque reconozco que no es fácil encontrar el libro, sobre todo desde que desapareció la colección de bolsillo de Alfaguara.
Sobre Merino ha escrito con mayor solvencia mi colega Eduardo Larequi, en la Bitácora del Tigre. Allí ha reseñado alguna de sus obras; incluso ha escrito artículos fantasma como corresponde a esos reinos de la fantasía.
Y aquí concluye este viaje mensual por territorios del pasado entre los renglones de lecturas perdidas y recuperadas.

17 septiembre 2009

Polis de secundaria

Estos días, como parece que ya se han aburrido de lo de la gripe A, la han tomado con darle más autoridad a los docentes. No me voy a quejar, porque no va mal un poquito de revuelo sobre el siempre cuestionado respeto al profesor, aunque tampoco me creo que esto vaya a ir muy lejos y apuesto a que será otra ley de ésas que se convierten en papel mojado antes de cumplirse alguna vez. De hecho, tenemos desde hace tiempo en esta comunidad (y en otras) un decreto que regula la convivencia en los centros (Decreto 39/2008). A pesar de que tiene pocas páginas, no se lo lee mucha gente (entre ellos las propias administraciones educativas), y es una pena porque sólo con que se cumpliese la mitad de lo legislado nos podríamos dar por satisfechos. Que conste que el decreto también recoge derechos de los alumnos que, a veces, pasamos por alto, y obligaciones de los docentes que parecen haber sido sepultadas en el cofre del Cid bajo siete llaves. Pero, como estamos abordando el abuso al que son sometidos los docentes por los alumnos y sus familias, sólo recogeré extractos de los deberes de estos colectivos. He aquí una selección de los momentos más interesantes de la ley, que viendo lo que tenemos a diario en clase, casi provocan carcajadas (de esa risa casi histérica que esconde un llanto profundo):
CAPÍTULO II
De los deberes del alumnado
Artículo 24. Deber de estudio y de asistencia a clase
1. El estudio es un deber básico de los alumnos y las alumnas, que comporta el desarrollo y aprovechamiento de sus aptitudes personales y de los conocimientos que se impartan.
(...)
3. Este deber básico, que requiere del esfuerzo, de la disciplina y de la responsabilidad por parte de los alumnos y las alumnas, se concreta en las obligaciones siguientes:
a) Tener una actitud activa, participativa y atenta en clase sin interrumpir ni alterar el normal funcionamiento de las clases. (...)
c) Asistir al centro educativo con el material y equipamiento necesarios para poder participar activamente en el desarrollo de las clases.
d) Realizar las tareas encomendadas por el profesorado en el ejercicio de sus funciones. (...)
f) Respetar el ejercicio del derecho y el deber al estudio de los demás alumnos y alumnas. (...)
i) Atender a las explicaciones, manifestar esfuerzo personal y de superación para sacar el máximo rendimiento. (...)
4. Los alumnos y alumnas tienen asimismo deber de asistir a clase con puntualidad.
Artículo 25. Deber de respeto a los demás
1. Los alumnos y alumnas tienen el deber de respetar el ejercicio de los derechos y las libertades de todos los miembros de la comunidad educativa.
2. Este deber se concreta en las obligaciones siguientes:
a) Respetar la libertad de conciencia, y las convicciones religiosas, morales e ideológicas de los miembros de la comunidad educativa.
b) Respetar la identidad, la integridad, la dignidad y la intimidad de todos los miembros de la comunidad educativa.
c) Colaborar con el profesorado en su responsabilidad de transmisión de conocimientos y valores.
d) Cumplir las normas y seguir las pautas establecidas por el profesorado.
e) No discriminar a ningún miembro de la comunidad educativa por razón de nacimiento, raza, sexo, lengua o por cualquier otra circunstancia personal o social.
Artículo 26. Deber de respetar las normas de convivencia
1. Los alumnos y las alumnas tienen el deber de respetar las normas de organización, convivencia y disciplina del centro educativo.
2. Este deber se concreta en las obligaciones siguientes: (...)
b) Respetar el derecho del resto de los alumnos y alumnas a que no sea perturbada la actividad educativa.
c) Justificar de forma adecuada y documentalmente, ante el tutor o tutora, las faltas de asistencia y de puntualidad. En caso de que sea menor de edad, se justificará por parte de los padres, madres, tutores o tutoras del alumno y alumna. (...)
f) Cumplir el reglamento de régimen interior del centro. (...)
h) Cumplir las normas de seguridad, salud e higiene en los centros docentes, considerando expresamente la prohibición de fumar, portar y consumir bebidas alcohólicas, estupefacientes y psicotropos. (...)
k) Utilizar el equipamiento informático, software y comunicaciones del centro, incluido Internet, para fines estrictamente educativos.
l) Respetar lo establecido en el reglamento de régimen interior del centro respecto a los usos y prohibiciones en la utilización de las nuevas tecnologías (teléfonos móviles, aparatos reproductores, videojuegos, etc.), tanto en la actividad académica como cuando no sirvan a los
fines educativos establecidos en el proyecto educativo del centro.
No sólo los alumnos tienen obligaciones: los padres o tutores son responsables directos de la educación y se ven asimismo afectados por esta ley:
CAPÍTULO II
Deberes de los padres, madres, tutores o tutoras de los alumnos y alumnas
Artículo 52. Deberes
A los padres, madres, tutores o tutoras de los alumnos y alumnas les corresponde asumir los siguientes deberes:
a) Inculcar el valor de la educación en sus hijos e hijas y el del esfuerzo y estudio para la obtención de los mejores rendimientos académicos en el proceso de aprendizaje y la responsabilidad que conlleva.
b) Asumir la responsabilidad que tienen de cumplir con la escolarización de sus hijos e hijas y atender correctamente las necesidades educativas que surjan de la escolarización.
c) Colaborar con el centro educativo. Cuando los padres, madres, tutores o tutoras, por acción u omisión, no colaboren con el centro educativo de sus hijos e hijas, se procederá conforme a los dispuesto en el artículo 41.2 del presente Decreto.
d) Escolarizar a sus hijos o hijas. Los padres, madres, tutores o tutoras de los alumnos y alumnas que, por acción u omisión, no cumplan responsablemente con los deberes que les corresponden respecto a la escolarización de sus hijos o hijas, es decir, que permitan el absentismo, la administración educativa, previo informe de la inspección educativa, pondrá en conocimiento de las instituciones públicas competentes los hechos, con el fin de que adopten las medidas oportunas para garantizar los derechos del alumno y alumna contenidos en el capítulo I del título II de este decreto.
e) Estar involucrados en la educación de sus hijos e hijas, a lo largo de todo el proceso educativo.
f) Fomentar el respeto de sus hijos e hijas hacia las normas de convivencia del centro.
g) Fomentar el respeto por todos los componentes de la comunidad educativa.
h) Enseñar a sus hijos e hijas a cuidar de los materiales e instalaciones del centro y responder de los desperfectos causados en estos, en los términos del artículo 31.1 del presente Decreto.
i) Velar por la asistencia y puntualidad de sus hijos e hijas en el centro escolar.
j) Proporcionar al centro la información que por su naturaleza sea necesaria conocer por parte del profesorado. (...)
n) Estimularles para que lleven a cabo las actividades de estudio que se les encomienden.
o) Participar de manera activa en las actividades que se establezcan en virtud de los compromisos educativos que los centros docentes establezcan con las familias, para mejorar el rendimiento de sus hijos e hijas.
p) Conocer, participar y apoyar la evolución de su proceso educativo, en colaboración con los profesores, profesoras y el centro docente.
q) Respetar y hacer respetar las normas establecidas por el centro, la autoridad y las indicaciones u orientaciones educativas del profesorado. (...)
El artículo 41.2 que he señalado arriba en negrita es el siguiente:
Artículo 41. Reiteración de conductas contrarias a la convivencia y falta de colaboración de los padres, madres, tutores o tutoras.
1. En aquellos supuestos en los que, una vez llevada a cabo la corrección oportuna, el alumno o la alumna siga presentando reiteradamente conductas perturbadoras para la convivencia en el centro, además de aplicar las medidas educativas correctoras que correspondan, se dará traslado, previa comunicación a los padres, madres, tutores o tutoras legales en el caso de menores de edad, a las instituciones públicas que se consideren oportunas, de la necesidad de adoptar medidas dirigidas a modificar aquellas circunstancias personales, familiares o sociales del alumno o alumna que puedan ser determinantes de la aparición y persistencia de dichas conductas.
2. En aquellas actuaciones y medidas educativas correctoras en las que el centro reclame la implicación directa de los padres, madres, tutores o tutoras del alumno o alumna y éstos la rechacen, el centro lo pondrá en conocimiento de la administración Educativa, con el fin de que se adopten las medidas oportunas para garantizar los derechos del alumno y de la alumna contenidos en el capítulo I del título II del presente Decreto y el cumplimiento de los deberes recogidos en el capítulo II del referenciado título. La Administración Educativa, si considera que esta conducta causa grave daño al proceso educativo de su hijo o hija, lo pondrá en conocimiento de las instituciones públicas competentes, previo informe de la inspección educativa.
Creo que es éste el paso que nunca se cumple y que debemos exigir: la implicación directa e inmediata de las instituciones competentes cuando no hay respuesta de las familias. No me soluciona nada que un padre o madre me maltrate y luego lo consideren atentado a la autoridad. Lo que quiero es que eso no llegue a producirse nunca. La administración sabe reducir (y someter, si hace falta) al ciudadano cuando no cumple con otras obligaciones (multas, hacienda, salud, etc.) y eso mismo debería hacer cuando unos padres no educan correctamente e infringen continuadamente una ley en vigor. Exijamos unos servicios sociales eficientes y una administración educativa y de justicia que colaboren con ellos. Entonces no necesitaremos ir al aula como polis de secundaria.
Crédito de la imagen: 'joe'

14 septiembre 2009

Colegio ideal

Ayer publicaron en El País un suplemento sobre la vuelta al cole. Una portada que recuerda demasiado a los suplementos de moda infantil quizá contribuyó a que algunos lectores arrinconasen el suplemento junto a otras propagandas. Sin embargo, en su interior se hallaban algunos artículos interesantes, dos de ellos de Elena Sevillano, que ya se ocupó de profesores y TIC y que suele escribir con mucho sentido común. Elisa Armas y Ana Ovando han hablado de ello, sobre todo porque el artículo "Alumnos blogueros" (que recoge algunas declaraciones nuestras) resume bastante bien el auge de los blogs de aula.
Sin embargo, hay también un artículo titulado "El colegio ideal" en el que cuatro alumnos de ESO charlan sobre lo que viven y lo que deseen encontrar en un instituto. Siguiendo el ejemplo de Elisa, lo he escaneado:
El colegio ideal

Al margen de que las declaraciones que hacen los alumnos desmienten el catastrofismo que parece acompañar a los temas educativos, me satisface especialmente leer la sentencia de David, también bloguero, que fue alumno mío en 2º de ESO y lo será este curso en 1º de Bachiller:
En la época de nuestros padres nadie hacía informes PISA ni decía que eran unos vagos porque lo que querían las familias es que se pusieran a trabajar cuanto antes. Y había mucha más gente sin saber leer y escribir. Es verdad que ahora hay más que abandonan, pero porque son más los que estudian. Si lo comparan con Europa, sí que se verá el atraso, pero si lo compararan con épocas anteriores de España se vería que hemos mejorado.
Creo que muchos docentes tendríamos que aprender de nuestros alumnos, incluso en lo que respecta a perspectiva histórica.

07 septiembre 2009

Vuelve el mono...gráfico

Recuperado de estos días de trabajo guadianero, vuelvo a la terapia bloguera con una nota sobre el Trabajo Monográfico de Investigación. Para los profanos, esta asignatura se oferta en la Comunidad Valenciana de manera obligatoria para todos los alumnos de 4º de ESO. Será éste el segundo año en el que se imparta y también será el segundo curso en que me presto a lidiar con ella en mi centro. Por lo que he oído, en cada instituto se organiza de un modo, sobre todo en función de tres variables: cuántos profesores la imparten y cuál es su especialidad, cuántos alumnos tiene cada grupo, y con qué equipamientos cuenta el centro. Evidentemente, si uno tiene que tutelar, en una hora a la semana, el trabajo de veintitantos alumnos, el seguimiento no puede ser el mismo que si tienes diez o doce; tampoco es igual trabajar en un aula convencional que en aula con ordenadores y acceso a internet. En mi caso, cuento con la ventaja de haber experimentado con ella y con mis pobres alumnos durante el curso pasado. Hablé de ello en la jornada de Novadors, en el mes de julio, y creo que puede ser interesante incluir aquí esas reflexiones como aviso para navegantes:

Anotaciones al margen de las TIC



En resumen, considero que esta asignatura, como dicta el propio currículo oficial, no se centra tanto en el resultado final como en el proceso que los alumnos deben llevar a cabo durante el curso. Por ello, mi enfoque se ha orientado en el trabajo con aplicaciones en red, fundamentalmente con Google docs y Nirewiki. También he insistido bastante con la necesidad de compartir esos trabajos con el resto de usuarios de la red, por lo que hemos usado Scribd y Slideshare para hacernos sociales.
Como expliqué en Novadors, los problemas iban surgiendo sobre la marcha y se iban solventando al mismo ritmo. Me queda la satisfacción de ver que los trabajos dan la medida del esfuerzo real de mis alumnos en una hora semanal y también la conciencia ecológica de que no hemos generado más papel que el de los boletines de notas.
Este año, si no me fallan las expectativas, podré contar con el aula de informática, así que uno de los principales escollos parece salvado. Ya veremos por dónde nos asaltan los tiburones.
Más información:

01 septiembre 2009

Lecturas III: De aulas tomar

En esta última entrega de lecturas veraniegas viene una selección de títulos que pueden usarse en distintos niveles de Secundaria. Para el primer ciclo de la ESO, he encontrado algunos títulos en la colección Tucán Rojo de la editorial Edebé. En El camino del faro, de Miquel Rayo, podemos encontrar una breve historia en la que un huérfano ayuda a un preso en el contexto de la dura posguerra en una isla balear. Es un relato intenso y realista sin apenas concesiones a ese mundo amable que suele poblar las historias adolescentes.
En El vecino prohibido, de Xavier Bertran, hay un misterio que resolver. Aquí la historia se mueve en lo sentimental, en la aceptación del otro a pesar de sus diferencias. El argumento está dosificado adecuadamente y el final bien resuelto.
Una casa con misterio familiar es también el contexto en el que se desarrolla Los ojos en el espejo (Edebé), otra aventura de José María Latorre, autor ya clásico en el género. Cementerios, secretos del pasado, cosas del abismo... ingredientes habituales en este tipo de historias que suelen tener lectores fieles.
Cambiando el miedo por el amor y los sentimientos, encontramos tres historias con muchos puntos en común (todas en la colección Periscopio de Edebé). Por un lado, Trece años de Blanca, de Agustín Fernández Paz (al que llegué gracias a Evaristo), es una novela de iniciación, con un tono que gustará mucho a las adolescentes de esas edades. Con un toque amargo, la historia de Pídeme la luna, de Care Santos, también cautivará a esos jóvenes en los que afloran nuevos modos de percibir la realidad. Con protagonista masculino, tenemos En Primaria todos éramos muy listos, de Enrique Gudín. Suspensos y reflexión sobre el futuro sin excesiva moralina.
Para el segundo ciclo de ESO y Bachiller, también he explorado algunas propuestas. En las listas de lecturas de Jorge Muruais encontré La guerra de las salamandras, de Karel Čapek. Es una novela en la línea de otras distopías como Un mundo feliz, 1984 o Fahrenheit 451, pero en la que el humor y la ironía compensan la dura crítica a nuestras "avanzadas sociedades". Está disponible en edición de bolsillo en Gigamesh, lo que permite recomendarla a lectores competentes.
Por recomendación de Joselu, leí Soy leyenda, de Richard Matheson, otra novela que escapa del género vampírico para sugerir una realidad estremecedora. Al ser un libro bastante breve, quizá se podría aprovechar para compararlo con la versión cinematográfica.
En la colección de adaptaciones de Vicens Vives, he encontrado también dos buenas propuestas. Los Cuentos de Canterbury, de Chaucer, pueden ser una buena opción para grupos de 3º de ESO buenos o para 1º de Bachiller. Se trata de una selección de trece cuentos con una adaptación que permite una lectura más fluida. También se ha adaptado (en extensión y en lenguaje) la Historia de dos ciudades, de Charles Dickens, un libro que permite conocer la novela histórica del XIX salvando las dificultades del género.
Y, para terminar, un cómic: Arrugas, de Paco Roca, ofrece una narración original a partir de una historia cotidiana. El protagonista, afectado por el Alzhéimer, acaba cautivando al lector gracias a la habilidad técnica del autor (puede ser interesante para trabajar el concepto de narrador en el lenguaje gráfico).
Esto es todo, de momento. Pronto volveré con los clásicos.
Feliz septiembre.

Crédito de la imagen: 'Anschool II'

28 agosto 2009

Lecturas II: Los raritos

El colofón a la entrada anterior tendría que haber sido la Antología del relato policial (en Vicens Vives, a cargo de J. Santamaría y P.Alonso), una buena recopilación de historias criminales (con una interesante introducción sobre el género y propuestas didácticas). Sin embargo, quería aprovechar el último relato del libro para dar paso a las lecturas raras. Se trata de "No mire atrás", de Fredric Brown (se puede leer una versión íntegra en librosgratis), un relato que se escapa ya por los límites del género (algo parecido ocurre en 1280 almas, que citó Joselu en un comentario a la nota anterior). Es difícil encontrar una definición para los libros raritos: aunque casi todo el mundo tiene claro que un libro es "raro" cuando se tropieza con él, si hay que teorizar sobre ello resulta bastante complicado. Hace un tiempo dediqué unas notas a los "rarilargos" (*) (neologismo que inventó Eduardo Larequi). Es más, los raros sólo se recomiendan entre lectores compulsivos a los que no les importa dedicar horas de lectura a un libro que igual los deja sumidos en el estupor.
De estos libros raritos me ha abastecido en los últimos meses mi compañera María José, profesora de inglés a quien ya mencioné en la nota anterior. Empezó prestándome dos autores japoneses: Edogawa Ranpo (que se lee en japonés como Edgar Allan Poe) es un escritor de relatos que mezclan el kitsch al puro estilo Fu-Manchú con cierta ironía del género negro americano. En un volumen están recogidas "La lagartija negra" y "La bestia entre las sombras".
El otro escritor japonés es Akiyuki Nosaka, de quien leí dos relatos reunidos en un libro: "La tumba de las luciérnagas" es una historia desoladora sobre la guerra y sus consecuencias; como contrapunto, "Las algas americanas" es un relato agridulce sobre el choque cultural oriente-occidente.
También misterio y extrañeza (en este caso por ser una faceta desconocida de su autora) se pueden encontrar en los relatos de Richmal Crompton, la artífice de las aventuras de Guillermo Brown, recogidos en Bruma (Reino de Redonda). En ellos hay personajes aquejados de ataques de tristeza y soledad y teñidos de fantasía y sueño.
También me ha parecido extraña la novela Amor perdurable, de Ian McEwan; juega con las convenciones de las novelas de amores obsesivos hasta darles la vuelta y someterlas a escrutinio racional. Además, consigue que el lector viva la narración con el mismo estupor que el protagonista. Y, desde luego, el punto de partida de la historia es tan raro que parece incluso real.
Otro autor que me ha sorprendido ha sido Robertson Davies; he leído la Trilogía de Deptford (compuesta por las tres novelas El quinto en discordia, Mantícora y El mundo de los prodigios, editados por Libros del Asteroide) Como ocurre con McEwan, la habilidad consiste en convertir en verosímil el extraño mundo de los seres humanos que, al ser analizado con detalle, se transforma en una red de complejos azares e intrincadas relaciones sentimentales. Desde el punto de vista narrativo, el primer volumen es el más jugoso y en el que aparecen los hilos que se devanan en la trilogía; en los otros dos se resuelve toda la trama.
Y, para no agobiar mucho, cerraré esta nota con un libro cuya rareza es su carácter autobiográfico y su vinculación con el mundo de la física teórica. Se trata de la biografía novelada de Richard P. Feynman: ¿Está Ud. de broma, Sr. Feynman? (Alianza) Es un libro divertido (tranquilos, que no aborda con profundidad cuestiones técnicas), en el que sobresale la apología de la curiosidad y la inteligencia como estilo de vida. Así, con esa filosofía de fondo, resulta normal que un premio Nobel se dedique a reventar cajas fuertes o a decorar con sus cuadros bares de top-less. Os aseguro que es una vida digna de conocer, contada además con una solvencia entretenida.
(continuará)
(*) Los raros y los largos uno, dos, tres, cuatro, cinco

Crédito de la imagen: www.flickr.com/photos/23727492@N00/2309874065

24 agosto 2009

Lecturas I: Verano negro

He pasado el verano con apenas tres o cuatro notas en el blog. Escribir poco ha servido para que lea mucho, algo que se agradece, sobre todo porque con el curso en marcha es difícil robar tiempo para lecturas privadas. No voy a hacer un recuento exhaustivo de mis lecturas, pero dejaré constancia de algunos títulos que me han gustado o me han sorprendido, que no tiene por qué ser lo mismo.
En esta primera entrega, confesaré mi entrega a la novela negra, un género en el que había picoteado de vez en cuando, pero nunca con tanta intensidad como en los últimos meses. Quizá como premonición de todo ello, en junio leí Del asesinato considerado como una de las Bellas Artes, de Thomas de Quincey, una irónica apología del crimen perfecto. Me dejó el libro una compañera (gracias María José) que me ha descubierto varios autores de los que aparecerán en estas reseñas.
El primer hallazgo ha sido Fred Vargas, una escritora francesa que parece estar de moda, de quien he leído Que se levanten los muertos y El hombre de los círculos azules. Son novelas negras poco dadas a lo escabroso y en las que la narración discurre de un modo amable, con ciertos toques intelectuales y un punto de fino humor. En la primera, la resolución del crimen corre a cargo de un grupo de jóvenes historiadores (con una divertida pugna entre medievalistas, prehistóricos y modernos), mientras en la segunda, el peso de la investigación recae en el comisario Adamsberg, un policía intuitivo y poco comunicativo, con frecuentes ausencias y desvaríos.
Tampoco había leído nada de Petros Markaris. En Noticias de la noche se aborda la depredación informativa alrededor de las noticias de impacto. En este caso, el crimen es un pretexto para mostrar ese mundo de exclusivas y luchas por conseguir audiencia. Lástima que la realidad siempre supera a la ficción, como demostró hace unos días cierto periodista asesino. Las pesquisas corren a cargo de Kostas Jaritos, otro de esos inspectores que parecen representarse a sí mismos.
Al más puro estilo negro americano, gocé con La mirada del adiós, de Ross MacDonald. Escenarios que forman parte de nuestra memoria fílmica, personajes abandonados, tipos duros, pistolas que surgen a la mínima... en fin, los tópicos del género sublimados en una novela llena de traiciones y medias verdades. Su detective, Lew Archer, nada tiene que envidiar a sus colegas de ficción creados por Hammet o Chandler.
Siguiendo la estela del fenómeno Larsson, metí mano a Henning Mankell y a su inspector Wallander con Los perros de Riga. Además del frío báltico, sentí las emociones de unos personajes bien armados y una intriga mantenida hasta el final. Quizá, como ocurre en otros casos, el crimen es lo de menos y lo que importa realmente es desvelar los intrincados vericuetos del comportamiento humano.
Y, de vuelta a casa, recuperé un trozo de nuestra historia con el Asesinato en el Comité Central, de Vázquez Montalbán (admiración que heredé de Lu). En algunas cuestiones se acerca Pepe Carvalho a los anteriores; su lujuria gastronómica, que pone el colesterol de punta, quizá lo emparente con Wallander; su aire duro con las mujeres lo une a Archer; y la tendencia a la instrospección remite a Adamsberg. Pero Carvalho es irrepetible y, en esta novela, nos golpea con lo más miserable de nuestra guerra cainita.
También he atacado algunos libros juveniles del género, para sacarles rendimiento en el aula. El más destacado es La ratonera, de Agatha Christie, una versión teatral de su novela Tres ratones ciegos. A pesar de su esquematismo (o gracias a ello), se puede abordar en el aula (sobre todo en la optativa de Teatro, quienes la tengan). La editorial Vicens Vives tiene una edición bastante solvente.
El enigma N.I.D.O., de Fernando Lalana (Edebé), es una novela juvenil de intriga futurista, en la que las sectas deportivas controlan el mundo. En la línea de algunas novelas utópicas, plantea una realidad quizá no muy descabellada.
Por último, Elia Barceló es la autora de El caso del crimen de la ópera (en la línea de otro que comenté aquí, El caso del artista cruel -ambos en Edebé-), en la que un director musical es asesinado el día del estreno de su obra. El argumento está bien trazado y los personajes, aunque algo típicos, resultan creíbles.
(continuará)

Crédito de la imagen: http://www.flickr.com/photos/25178143@N04/2674293721

07 agosto 2009

Sesquidécada: agosto 1994

Esta sesquidécada de agosto ha venido a caer al lado de la de julio: cosas del verano y de la sequía bloguera (aunque ya he comprobado que muchos no han echado el cierre definitivo). En el lejano agosto de 1994 aproveché para leer a Pere Calders, Rubem Fonseca, Martin Amis y a la imprescindible Víctor Català (Solitud es una novela difícil de olvidar). Pero debo ser más conciso y me quedo con dos recomendaciones:
La fiebre amarilla, de Víctor Canicio, es un breve poemario del que ya hablé hace siglos en este blog que tiene el aliciente de ser lúdico, sugerente, y lleno de agudeza. Algunos de sus poemas parecen retos lingüísticos al modo de los que se proponen en Verbalia(*), otro sitio recomendable para verbívoros, en el que nos escondemos bajo seudónimo algunos profes de lengua. Además de los poemillas que ya recogí en aquella lejana nota, copio aquí otro:
RASPA
creo y destruyo
lo que quiero

por eso escribí versos
en papel de lija


La segunda recomendación tiene que ver con mi próximo regreso al 1º de Bachillerato, con lo que me reencontraré con el Romancero. Aunque no pueda afirmar que me leí el romancero en un mes, creo que fue a partir de aquella lectura veraniega cuando descubrí de verdad un género apasionante, también sintético a su manera, en el que cabía casi todo lo que merecía ser contado (¿era el romancero un precursor del blog?).
Unos años después, en un curso de doctorado sobre la literatura oral y el romancero (en el que coincidí con Laura Gallego), tuve la ocasión de profundizar en los vericuetos que convierten los romances tradicionales en cancioncillas populares de la España rural (hoy en declive gracias a la televisión e internet). Preparé un trabajo sobre la transmisión de un romance (en realidad no era más que una síntesis de un artículo de Diego Catalán) que abordaba el asunto del corazón de Durandarte; este héroe de la compañía de Roldán, al morir, encarga a su primo Montesinos que le saque el corazón y se lo lleve a su amada Belerma:
¡Oh Belerma!, oh Belerma!,
por mi mal fuiste engendrada!,
que siete años te serví
sin de ti alcanzar nada;
agora que me querías
muero yo en esta batalla.
No me pesa de mi muerte,
aunque temprano me llama;
mas pésame que de verte
y de servirte dejaba.
¡Oh mi primo Montesinos!
lo que agora yo os rogaba:
que cuando yo fuere muerto
y mi ánima arrancada,
vos llevéis mi corazón
adonde Belerma estaba
y servilda de mi parte,
como de vos yo esperaba (...)
(Ver romance completo)
Este trágico episodio de amor más allá de la muerte sirvió a Cervantes para una humorística parodia en la segunda parte de Don Quijote:
Al cabo y fin de las hileras venía una señora, que en la gravedad lo parecía, asimismo vestida de negro, con tocas blancas tan tendidas y largas, que besaban la tierra. Su turbante era mayor dos veces que el mayor de alguna de las otras; era cejijunta y la nariz algo chata; la boca grande, pero colorados los labios; los dientes, que tal vez los descubría, mostraban ser ralos y no bien puestos, aunque eran blancos como unas peladas almendras; traía en las manos un lienzo delgado, y entre él, a lo que pude divisar, un corazón de carne momia, según venía seco y amojamado. Díjome Montesinos como toda aquella gente de la procesión eran sirvientes de Durandarte y de Belerma, que allí con sus dos señores estaban encantados, y que la última, que traía el corazón entre el lienzo y en las manos, era la señora Belerma, la cual con sus doncellas cuatro días en la semana hacían aquella procesión y cantaban, o, por mejor decir, lloraban endechas sobre el cuerpo y sobre el lastimado corazón de su primo; y que si me había parecido algo fea, o no tan hermosa como tenía la fama, era la causa las malas noches y peores días que en aquel encantamento pasaba, como lo podía ver en sus grandes ojeras y en su color quebradiza. «-Y no toma ocasión su amarillez y sus ojeras de estar con el mal mensil, ordinario en las mujeres, porque ha muchos meses, y aun años, que no le tiene ni asoma por sus puertas; sino del dolor que siente su corazón por el que de contino tiene en las manos, que le renueva y trae a la memoria la desgracia de su mal logrado amante; que si esto no fuera, apenas la igualara en hermosura, donaire y brío la gran Dulcinea del Toboso, tan celebrada en todos estos contornos, y aun en todo el mundo.»
Don Quijote, 2ª parte, cap.XXIII
Y la historia llega, ¿finalmente?, a la montaña asturiana del siglo XX, donde los investigadores del equipo de Diego Catalán encuentran una versión en la que Belerma se convierte en "Guillerma", y la espada en "fusilín":
Caminaba Montesinos
por una verde montaña,
con el fusilín al hombro
como aquel que va de caza,
y encontrara un hombre muerto
en par de una verde faya.
(...)
Le levantó el sombrero
y le descubrió la cara.
-¡Oh mi amigo Montesinos,
mal nos fue en esta batalla,
que mataron a Guarín,
capitán de nuestra escuadra!
Me sacas el corazón
por la más pequeña llaga,
lo llevas al Paraíso,
a donde Guillerma estaba. (...)
Lo dejamos aquí, que los rigores del verano harán mojama de nuestro seso, aunque con la recomendación de dos sitios de referencia para encontrar romances:

Crédito de las imágenes: La fiebre amarilla; El Romancero.

(*) El alma de Verbalia es Màrius Serra. Hace muy poquitos días falleció su hijo Lluís, un luchador a quien dedico esta nota.