23 mayo 2025

Sesquidécada: mayo 2010

La sesquidécada de mayo se centra en la ciencia-ficción con dos obras clave, muy diferentes entre sí, pero con la grandeza de erigirse como clásicos de dos subgéneros: el ciberpunk y la novela ucrónica.

La primera lectura es Neuromante, de William Gibson. Se trata de una novela de 1984 (bonito azar) en la que aparecen elementos que hoy ya tenemos normalizados como la inteligencia artificial, la matriz o los piratas informáticos. Por sus referencias transmedia y su ambiente distópico, es una novela ideal para ser adaptada al cómic, a la televisión o al videojuego, como así ha ocurrido. Tiene el encanto del ciberpunk, ese género que mezcla lo digital con el anarquismo activista o decadente, según la mirada del lector. La trama es lo bastante compleja para que nos sintamos tan perdidos en ella como el protagonista. Conspiraciones, sabotaje, extorsión y amor se enredan también en un argumento que brilla más por su desarrollo que por su desenlace. Lo dicho, un clásico de un género que se explica por sí solo.


En el otro extremo del género tenemos El hombre en el castillo, de Philip K. Dick, un autor que no necesita presentaciones. En esta novela se plantea un mundo en el que Alemania y Japón han ganado la Segunda Guerra Mundial y se han repartido el planeta. Los Estados Unidos han quedado divididos bajo el mandato de las dos potencias y se ha generado un conflicto político y social en el que los protagonistas han de tomar partido. Al hilo de esa situación, se plantean interesantes cuestiones acerca de cómo sería ese régimen global y cómo sería "la resistencia", de la que es líder el hombre en el castillo. Una ficción curiosa que años más tarde vería una analogía en la novela La conjura contra América de Philip Roth. 



20 mayo 2025

La península de las casas vacías contra el olvido


No sé por dónde empezar. Soy lector compulsivo, incluso en estos últimos años en los que apenas tengo tiempo de leer, por trabajo o por cansancio, cosas ambas atribuibles a la edad y la falta de disciplina a la hora de perder horas en tonterías. Leo mucho y muy desordenado, lo que me hace olvidar a veces lo que he leído. Quizá por eso reconozco una buena novela cuando me da una patada en el estómago y deja esa sensación que presagia un dolor o un placer duraderos. Recuerdo que en mis años universitarios me sucedió con algunos clásicos, pero también con novelas contemporáneas como Juegos de la edad tardía, de Landero o Las ciudades invisibles, de Calvino, entre otras. 



La península de las casas vacías, de David Uclés, es la novela que me gustaría haber escrito. Eso no tiene demasiada importancia, siendo como soy un insignificante lector. Sin embargo, creo que sería también la novela que escribiría hoy Max Aub, si se alzase de su tumba y viese, con mayor estupor si cabe, la España que describió en La gallina ciega. Creo que Aub sería capaz de escribir algo parecido si uniese la magia de su prosa casi novecentista de, por ejemplo, Fábula verde, con la fantasía de relatos como La gabardina, con el sarcasmo de sus Crímenes ejemplares y con la observación de personajes de La calle de Valverde. Pero el Aub que afloraría en paralelo a la novela de Uclés sería el del autor del Laberinto mágico, la saga de novelas sobre la guerra civil de la que inevitablemente se han de acordar los lectores de esta novela que bucea en el horror de aquellos años. Los lectores de Aub pasearán por los campos de esta península de casas vacías como lo hicieron por los otros Campos, el abierto y el cerrado, el del Moro y el de los almendros, aunque en esta ocasión la realidad objetiva se verá deformada por los espejos de ese realismo mágico, heredado más de Valle-Inclán que de García Márquez. 

Esta novela de David Uclés es un regalo para los buenos lectores, para los que saben aprovechar las referencias históricas y culturales, para los amantes de la literatura, para los poetas, para los desengañados y los optimistas... Es un regalo por su prosa y por su técnica, por lo que se cuenta y por lo que se esconde. Es una novela de la que se aprovecha todo, hasta el narrador. Esta novela merece dedicarle la atención que hoy nos quitan otras distracciones, porque con ella nos reconciliamos (o no) con nuestra condición de españoles, productos de esa paradoja de querer serlo y no serlo a la vez. Si hubiese una Generación del 98 un siglo después, Uclés merecería formar parte de ella por indagar en el quién y el qué de España, una Iberia cainita y olvidadiza de la que no se puede huir. Como dice el narrador acerca de unos de sus personajes, "me daba pena que, en cuatro décadas, despertaran en una sociedad que, en lugar de tratar la guerra con una firme memoria histórica, firmará un pacto de silencio y dedicará únicamente un par de páginas en los libros de texto al conflicto." Decía Max Aub en 1972, tras su visita, que no regreso, a España: "España seguirá siendo lo que es, no lo que queramos que sea. Lúcida, orgullosa, ignorante y creyente en Dios y en todos los santos (algunos laicos) y con la suficiente dosis de anticlericalismo para mantener viva la Iglesia." Necesitamos más novelas como La península de las casas vacías para no olvidar de dónde venimos, para que no venza la ignorancia sobre la lucidez. 

05 mayo 2025

Vulnerables y a menudo invisibles

 

Hace un par de años hice la primera reseña de un libro de Lola Cabrillana, La maestra gitana, que no era su primera obra, porque ya había publicado una interesante novela Voces color canela, que no debería pasar desapercibida. En aquel momento a Lola la conocíamos muchos docentes por su perfil reivindicativo en redes sociales. Dos años después, no creo que haga falta presentarla, porque ya se ha convertido en una autora más que reconocida. Vulnerables, su última novela, sigue la estela de las obras ya mencionadas y también de Las cuatro esquinas del mar, su anterior éxito. Son todas novelas con un elemento en común: sus personajes sufren algún tipo de exclusión, son víctimas de prejuicios o directamente son marginados por la sociedad que los rodea. En Vulnerables, las protagonistas son tres chicas que sin conocerse comparten un destino peligroso, demasiado peligroso. Se trata de un thriller que bien podría convertirse en película, igual que ocurre con otras de sus novelas anteriores, pues engancha con una trama de tres historias de las que queremos saber más, tres tramas que nos atrapan en una red en la que el lector tiene que ir abriéndose paso para desenredar los anzuelos en los que se vieron atrapadas sus protagonistas. En este sentido, la estructura fragmentaria con sus diferentes puntos de vista me ha recordado bastante a la primera obra de Lola, que ya he mencionado arriba. Vulnerables nos interpela además como ciudadanos adultos para que asumamos la responsabilidad social de proteger a nuestros menores, a todos los menores, pero especialmente a los que tienen todo en contra, a los que por circunstancias diversas solo pueden acogerse a la protección de la tribu. Y en todas las novelas de Lola Cabrillana hay también una dimensión particular de interpretación, la que nos señala como educadores, como docentes o como instituciones públicas, en quienes cae también buena parte de la responsabilidad de detectar y comunicar las situaciones de desprotección de esos menores a nuestro cargo. Vale la pena recordar esto después de leerla: los vulnerables necesitan alguien que los escuche y les tienda una mano, y eso puede hacerlo la escuela pública, no lo olvidemos.

Vulnerables. Lola Cabrillana
Penguin libros. Grijalbo. 2025