
El caso es que dos alumnos se lanzaron sobre el libro y me pidieron permiso para leerlos en voz alta a los demás compañeros. Pensaba que acabaríamos como el rosario de la aurora -ay, los segundos, qué malos son-, pero ya hemos dedicado dos sesiones y nos hemos divertido como niños (ellos con más razón que yo). Se han ido turnando en parejas de lectores voluntarios e incluso yo he participado en alguna lectura.
Seguiré contando aquí todas estas experiencias de lecturas en clase (en 4º estamos ahora con Eloísa está debajo de un almendro), porque cada día que pasa me convence más lo de dedicar tiempo de clase a la lectura pública aun a cuenta de perder 'contenidos'.