19 enero 2019

Sesquidécada: enero 2004

Hace diez años que empecé esta serie de las sesquidécadas en las que voy glosando algunas de las obras que me han marcado pasados quince años de su lectura. Ciento veinte artículos en el blog sobre literatura, ciento veinte reencuentros con el lector que fui y no volveré a ser, pues uno nunca se baña en el mismo libro aunque lo lea mil veces, como bien lo explicó Heráclito. Aquella primera sesquidécada inició también un hábito de escritura en el blog que lo ha mantenido vivo, cuando tantos otros blogs educativos han ido desvaneciéndose por el camino, arrumbados por las redes sociales o desfallecidos por motivos varios. Nadie sabe si esta serie continuará otros diez años más o morirá de inanición en el momento menos pensado. Son malos tiempos para los blogs, para la lectura y para la literatura en las redes, contaminadas por la inmediatez, por el deslumbrante brillo de los booktubers o la narrativa interactiva. También he de decir que hay momentos en los que me planteo regresar al blog y abandonar Twitter, obligándome a comulgar con mi idea de la pedagogía de la lentitud y volviendo al "slow blogging". Mientras tanto, aquí sigo un año más, fiel a esta reseña mensual.

El primer libro rescatado del mes es una obra muy interesante de G.K. Chesterton: El Napoleón de Notting Hill. Se trata de una novela futurista, escrita en 1904 y ambientada en 1984, con una crítica política y social llena de ironía y humor, como es habitual es este autor. Merece la pena conocer a Chesterton y acercarse a sus novelas, casi todas ellas con un estilo inconfundible y un fino sentido del humor que conecta enseguida con el lector avisado. Releyendo algunos fragmentos, me parece una lectura muy apropiada para estos tiempos del Brexit, para entender los mecanismos absurdos de la política y el poco sentido común que tiene la ciudadanía cuando se deja llevar por la irracionalidad.

También en enero de 2004 me llegó por azar una colección de relatos de lectores desconocidos estadounidenses, recopilados en una antología por Paul Auster: Creía que mi padre era Dios, subtitulado como "Relatos verídicos de la vida americana". Es un libro que no he podido volver a ojear porque, como tantos otros, lo disfruté gracias a la biblioteca municipal, pero del que guardo un buen recuerdo. Las antologías de relatos siempre son un buen consuelo cuando no sabes qué leer o para rellenar huecos entre lecturas de mayor enjundia.

Por último, una novela juvenil de corte simbólico: El almacén de las palabras terribles, de Elia Barceló, una lectura interesante para trabajar la empatía, el perdón o las emociones. En alguna ocasión pienso que los docentes deberíamos leer muchas más novelas juveniles para no olvidar estas cuestiones tan básicas y necesarias.

3 comentarios:

eduideas dijo...

Confío en que las sesquidécadas y el blog sigan, somos varios los lectores fieles de esta sección. Me apunto a Chesterton, no lo conozco y parece muy adecuado para la situación política esperpéntica actual

Joselu dijo...

Yo desde luego te animaría a volver al blog como centro de tus reflexiones. Personalmente lo he hecho tras dos años largos de alejamiento., Borré mi perfil de Facebook, Twitter e Instagram -lo que le resta alcance al blog- y. no me arrepiento. El formato blog permite un proceso reflexivo slow como dices y es mucho más humanista que la inmediatez y el sectarismo que crea la dinámica de las redes sociales.

No he leído nada de los libros que mencionas. Leí a Chesterton hace muchos años sus novelas sobre Jueves, pero no he vuelto a él.

Un abrazo.

Toni Solano dijo...

Eduideas: Chesterton es el representante del humor inglés contenido. A veces resulta un tanto pedante, pero ya sabes, cosas británicas. Gracias siempre por tus comentarios.
Joselu: Creo que Twitter es adictivo y cuesta mucho retirarme, a pesar de que últimamente me genera más disgustos que alegrías. El problema del blog es que requiere serenidad y reposo para preparar la escritura, y mi vida ahora es justo lo contrario. Un abrazo.