24 enero 2016

Sesquidécada: enero 2001

Empezamos las sesquidécadas del año 2001, aquellas lecturas de hace quince años, con unas recomendaciones viajeras, tanto por los espacios reales como los de la ficción. Los lectores del blog ya conocen mi afición por la literatura de viajes, especialmente la de viajeros de otras épocas, aquellos que ofrecen una visión que permite comparar en qué hemos cambiado y en qué no. 

El primer libro que reseño es el Viaje a los Estados Unidos de Louis L. Simonin, un ingeniero de minas francés, tan aficionado a viajar como a escribir sobre sus andanzas. Esta obra es una recopilación de sus observaciones sobre los Estados Unidos alrededor de 1870. Al margen de las numerosas reflexiones sobre aspectos de la técnica, especialmente del ferrocarril, algunas de sus anotaciones son muy curiosas para el lector de nuestro siglo. Aquí parece vislumbrar el comercio global y el TTIP:
Llegará el día, sin duda, en el que tubos subterráneos recorrerán el globo y donde por un golpe de pistón, por medio de una máquina neumática, se enviarán estas provisiones de un extremo al otro del universo. Será el día en que cada país producirá solamente lo que puede producir y habremos terminado de una vez por todas con los hortelanos parisinos.
Por supuesto, también describe la situación de las clases más desfavorecidas, como los inmigrantes irlandeses o los indios:
Es en este despacho de trabajo donde se consiguen la mayor parte de las sirvientes, tan difíciles de encontrar en América. Son sobre todo irlandesas quienes se ocupan de estas funciones domésticas que ningún americano consentiría en realizar.
Quiero aprovechar la oportunidad de traer la obra de Simonin para mencionar otra lectura que acabo de terminar y con la que está muy relacionada. Se trata de La América de una planta, otra crónica de un viaje por Estados Unidos, en esta ocasión de dos periodistas rusos en el año 1935. Es un libro ameno y delicioso, con el aliciente añadido del choque entre el punto de vista de estos dos comunistas con el mundo que acababa de pasar por el crack de 1929 y que empezaba un nuevo despertar capitalista. Aunque hay muchos fragmentos interesantes (incluyendo el paso por los Estados del Sur y la situación de los negros), os dejo en la imagen una breve cita de las reflexiones de un director sobre el cine de Hollywood:

Por último, esta sesquidécada, como decía al principio, incluye también un viaje a los paisajes de la ficción. Se trata de una novela de Luis Mateo Díez, La ruina del cielo, otra de sus obras ambientadas en Celama. Si hemos de buscar un equivalente a Juan Rulfo, sería éste nuestro autor, un escritor que cuida el lenguaje hasta el extremo y que es capaz de crear un universo lleno de evocaciones, sueños y vidas que nunca sabemos si se extinguieron o no. En tiempos revueltos, recuperar las novelas de Luis Mateo Díez puede ser bastante terapéutico.

2 comentarios:

eduideas dijo...

Sin duda la lengua de Celama es un bálsamo para la vista, unas descripciones para saborear despacio y admirar las posibilidades del idioma y del registro literario. No soy muy de literatura de viajes (reales), las crónicas de ficción me bastan para conocer épocas, sueños y lugares. Sin embargo creo que es un género que da jugo en clase, trazar itinerarios con fragmentos de obras

Joselu dijo...

La literatura de viajes es un género sabroso e intenso si los viajeros logran dar con el tono adecuado y si sus observaciones llegan realmente a tener interés. Yo he solido frencuentarla como narrador inédito. En mis viajes suelo escribir sobre mis impresiones acerca de lo que veo, lo que siento, lo que imagino... De hecho quiero dedicarme a viajar este próximo otoño y añadir un viaje cada otoño trayéndome del viaje un texto viajero que publicaré en Amazon. El primer viaje será a la India, al sur de la India y tal vez Sri Lanka. Estaré, si todo va bien, un par de meses. Otro viaje para 2017 también en otoño será a Chernobil y de allí a Moscú donde tomaré el transiberiano hasta Pekín. Son viejos sueños que espero poder realizar. Crucemos los dedos. Nunca sabe uno qué puede pasar. Cuando estuve en Alaska me traje un cuaderno con mis impresiones viajeras. Todavía lo tengo por ahí. Han pasado ya más de treinta años, pero el texto escrito me ayuda a recordar aquel viaje iniciático.

Leí por alusiones tuyas La fuente de la edad de Luis Mateo Díez. Te agradezco la recomendación. Fue una lectura muy aprovechada, especialmente en la primera parte cuando aun creía yo, como los protagonistas, que la fuente de la edad existía realmente. Es un libro que leí hace un par de años y cuyo argumento todavía tengo muy presente. Tomo nota de las obras centradas en Celama. Algún día las abordaré.

Ahora me dedico a sumergirme en el mundo de Kafka, autor del que creía saber algo pero nada era demasiado cierto. El escritor y ser humano Kafka es tan poliédrico... Igual que sus relatos que pienso comentar en clase con mis alumnos a los que pretendo también realizar con ellos una inmersión en su mundo. Me divierte porque nadie diría que es una lectura apropiada para alumnos de quince años. Es una apuesta. A ver...