Mostrando entradas con la etiqueta Hellín. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Hellín. Mostrar todas las entradas

07 diciembre 2008

Aprendiz de ida y vuelta

La semana pasada tuve la suerte de que me invitasen a conocer un instituto de Hellín. Todo surgió a raíz del artículo que publicaron hace unas semanas en El País. Antonio Andújar, director del IES Izpisúa Belmonte, se puso en contacto conmigo y, a través del CEP de Hellín, me invitó para que contase algunas de las experiencias que suelo relatar en este blog. Así que allí me fui el miércoles, después de terminar mi jornada (que todavía no he desertado de mis clases, ni ganas de ello). A pesar de lo breve del encuentro, me llevo mis buenas impresiones, un auténtico aprendizaje de ida y vuelta.
Empezando con la cuestión tecnológica, las diferencias de equipamientos entre un instituto y otro son inmensas. Aunque Antonio Andújar me advierte de que no todos los centros de Castilla-La Mancha están tan bien dotados, me alegra ver que hay institutos que cumplen con lo que un día sugerí que podría ser el equipamiento TIC ideal: me encontré con varias aulas TIC móviles (los carritos de portátiles), cañones en todas las aulas (a costa de inversiones y sacrificios diversos), aulas Althia (que parece que no dan el resultado esperado), y portátiles para todo el profesorado (el discutible “café para todos” que se aplica en esta comunidad). Ya sabemos que nunca puede ser igual un centro moderno que uno antiguo, pero debería haber unos estándares que permitiesen que la educación en España fuese homogénea. Antonio Tux y Alberto Armada llevan tiempo reclamando esto desde EDU 1:1 tIcGUALDAD.
También allí, en charlas distendidas, descubrí que hay muchos profesores que no se tragan los lamentos catastrofistas de quienes aseguran que la educación está al borde del colapso. Todo es mejorable, desde la ley hasta la actitud de las familias, desde la impunidad de ciertos comportamientos del alumnado a la impunidad de ciertas incompetencias del profesorado, que de todo hay. Pero llorar y llorar y no ofrecer nada a cambio, no parece ni profesional ni valiente. Hay cierta razón en que la pedagogía de salón ha hecho daño, pero también ha sido con el beneplácito de un profesorado que ha estado mucho tiempo mirando hacia otro lado. ¿Cuántos profesores experimentados se han refugiado durante años en los niveles de Bachiller para no tener que descender a la lucha diaria en los primeros ciclos de la ESO? Quizá podrían haber enseñado sus recetas mágicas a quienes las necesitaban. ¿O es que esas recetas docentes eran simplemente la técnica del busto parlante: cincuenta minutos de charla magistral? ¿Cuántos de vosotros resistiríais en televisión un monólogo de una hora en un plano fijo? Hay quien pretende que jóvenes adolescentes aguanten seis sesiones de este tipo al día, con temas tan apasionantes como “El predicativo”, “Rima asonante y consonante” o “La cita bibliográfica”... (por cierto, a ver si algún día las autoridades educativas ponen algo de sensatez en el diseño de los currículos).
Y, para acabar, también quisiera dar testimonio de que son muchos los profesores a los que les gusta escuchar las experiencias de los demás. Es de una soberbia irritante pensar que ya lo hemos aprendido todo y que las mejoras que proponen los otros siempre son ataques contra lo que hace uno. Me gusta escuchar y aprender de los demás. Siempre procuro contar lo que me funciona en clase (y dejar de hacer lo que no me funciona). Mi aula siempre está abierta para el que quiera entrar y este blog tampoco modera los comentarios, lo que viene a ser lo mismo en lo virtual. Si se contagiase esta transparencia, quizá los profesores y la educación en general dejaríamos de tener la mala prensa que tenemos. Porque, no nos equivoquemos, para la sociedad, los docentes seguimos siendo un colectivo de plañideras que, además, cada día hacemos peor nuestra faena.

Crédito de la imagen: Pink Floyd, The wall, en corrente SBL