12 mayo 2014

Reír por no llorar


No es fácil escribir literatura cómica que parezca seria o viceversa. Creo que ocurre como con el cine, donde a menudo se pasa el límite que separa la comedia divertida del chiste burdo. En otra nota del blog comenté mis impresiones sobre la literatura de humor y recomendé algunas de las lecturas que me hicieron reír en su momento. Como de aquello hace ya un tiempo y, además, el mundo nos brinda hoy más ocasiones de llorar que de reír, aprovecho este mes de mayo para apuntar algunos autores y obras que podría sumar al repertorio de literatura cómica.
Hay un humor sutil que deriva del absurdo cotidiano, de la propia torpeza de nuestra humanidad, de la ampliación del detalle más ridículo de nuestra existencia. Saben captarlo muy bien autores como Jorge Ibargüengoitia -Estas ruinas que ves, La ley de Herodes-, Junot Díaz -La maravillosa vida breve de Óscar Wao, Así es como la pierdes-, Arto Paäsilinna -Delicioso suicidio en grupo, El año de la liebre- , Philip Roth -El mal de Portnoy- o Antonio Orejudo -Fabulosas narraciones por historias, Ventajas de viajar en tren-. Otros lo hacen desde las novelas de género policíaco o de ciencia-ficción, como Fredric Brown -Universo de locos, Marciano, vete a casa-, Terry Pratchet -Mundodisco- o Douglas Adams -Guía del autoestopista galáctico-. Finalmente, otros eligen el relato breve casi surrealista, como Slawomir Mrozec -La mosca, La vida difícil-, Fernando Iwasaki -Ajuar funerario- o Juan José Arreola -Confabulario definitivo-. 
No me gusta dejar en el blog reseñas tan genéricas sin recomendar al menos algún título en concreto. Voy a optar por tres muy distintos para que no me riñan quienes se animen a leerlos. El primero es un librito muy breve de Hermínia Mas, disponible en catalán y en castellano, que se titula ¿A quién le bajamos el sueldo? Se trata de una colección de relatos diversos bastante cómicos sin llegar a lo histriónico. El que da título al libro es tan divertido como actual, por no hablar de idiosincrásico.
Para segundo plato, un clásico: Los papeles póstumos del club Pickwick, de Charles Dickens. Me ha parecido una obra extraña, crítica y mordaz en ocasiones y amable en otras. Le he encontrado guiños a lo mejor de la literatura clásica, incluido nuestro Quijote. Por supuesto, por su extensión y su prosa del XIX no es apta para impacientes.
Para finalizar, traigo la referencia de una obra que me envió mi amigo Enrique Gallud Jardiel, nieto de otro ilustre Jardiel. Se trata de una Historia estúpida de la literatura, que como su nombre indica pretende reírse sanamente del noble arte de la historia y crítica literaria. El libro recoge fragmentos de pseudocrítica, parodias y escolios de clásicos literarios, apuntes absurdos... A mi juicio, el autor recupera la tradición del humor vanguardista, un humor que requiere su punto de erudición, un humor negro o gris que la guerra civil convirtió en reliquia. Probablemente, la poca gracia de la posguerra provocó que se juzgase a la ligera a autores como Miguel Mihura, Julio Camba, Álvaro de Laiglesia o el propio Jardiel Poncela, y eso también es otra asignatura pendiente de nuestra historia literaria y cainita. ¿Qué se puede esperar de un país cuyos mejores intelectuales y glosadores del momento son dos humoristas: El Roto y Manel Fontdevila?
Si alguien quiere discrepar, asentir o preguntar, para eso están los comentarios, incluso para echar unas risas.

7 comentarios:

wraitlito dijo...

Hola:
Muchísimas referencias que se me escapan, pero las anoto.
Sugiero alguna que me encanta: P.G. Wodehouse - cualquier cosa suya, en especial aquellos con Jeeves y Wooster - o bien el fresco y biológico/antropológico humor de Gerald Durrell/Nigel Barley.

Saludos
PD : y esta perlita satírica la encontré por casualidad : El sopor de los anillos

eduideas dijo...

Me sumo a la recomendación de PG Wodehouse, pero creo que ya salió en el blog. De los que reseñas, recomiendo sin duda Paasilina, tiene el toque justo de humor que no acaba en carcajada sino en sonrisa sorprendida. Me apunto un par más de los que aparecen para descubrir. Y vuelvo a insistir en una recomendación: Saga, de Tonino Benacquista, sobre la fiebre de las series, muy divertido.

mjchorda dijo...

Gracias por ese listado de libros, el humor es muy importante y hace mucho que no leo un libro en el que me ría. Demasiada seriedad literaria :)¿Recomiendas alguno de ellos?

mjchorda dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Joselu dijo...

No hay nada que me resulte más insufrible que leer un libro de supuesto humor pero que no se identifique con mi sentido del mismo. Por eso me desconciertan los relatos de humor. Leí La conjura de los necios un par de veces, más bien lo intenté, pero al llegar a la página 100 me di cuenta de que aquello no me resultaba nada divertido y que me aburría y la dejé a pesar de que tenía fama de ser un relato hilarante. Me gustó Wodehouse porque no te coacciona a reírte y todo es como una suave ironía. Me divirtió Gerald Durrel en sus obras sobre la isla de Corfú, también Nigel Barley y sus aventuras con los Dowayo en Camerún, y en mi adolescencia me entusiasmó Álvaro de la Iglesia que me hacía reír como pocos. No sé si sus libros se han reeditado. Me gustó también en los años ochenta Wilt sobre aquel profesor de literatura que quería que sus alumnos leyeran El señor de las moscas. Luego cuando comenzó la LOGSE el libro se asemejaba tanto a la realidad en que vivía que dejó de hacerme reír.

Un género muy interesante, pero en el que me cuesta entrar si no se identifica con mi sentido del humor. Pareciera que el drama y la tragedia son más universales que el humor que es muy particular e idiosincrático.

Paramio dijo...

El domingo tuve la peregrina idea de irme a dormir con la "Historia estúpida..." Lo había visto en la librería como novedad y esta deformación profesional hizo que lo comprara. Estuvo unos días aguardando a que le tocara y, no sé por qué extaña razón, se coló y se colocó el primero de la lista.
Si pensé que iba a conciliar el sueño con la lectura, ocurrió todo lo contrario: mis carcajadas, lagrimeo... impidrieron tal cosa. Y lo peor, es que me lo leí enterito. Supongo que el vecindario creyó que me estaba corriendo la gran juerga, porque dicen que mi risa es contagiosa, pero lo cierto es que me pasé un par de horas A LO GRANDE. Obviamente, ya lo he recomendado, regalado e, incluso, he pensado proponerlo para el club de lectura que tengo de profes. Me faltó tiempo para leerles algunos fragmentos a mis alumnos. Y ya que conoces al autor, felicítalo de mi parte, porque a estas alturas de curso me ha hecho reír mucho con ese ventilador, con los boleros, los haikus, Góngora, etc, etc.

Toni Solano dijo...

Wraitlito: Leí a Durrell por consejo tuyo y no me defraudó y tengo también pendiente a Barley para este verano. En cuanto a las parodias, también procuro dosificarlas :)
Eduideas: Paasilinna tiene un humor distinto, nórdico, que ahora se ha asomado al gran público de la mano del Jonasson y su "viejo que saltó por la ventana y se largó". Tomo nota de "Saga". Gracias.
Mª José: Es difícil recomendar uno solo. No está en esta lista, pero ya lo mencioné: "La concesión del teléfono" de Andrea Camilleri, una joyita en la que encontrarás muchos puntos de risa y de complicidad.
Joselu: Si te gustó Álvaro de Laiglesia tal vez te guste el libro de Enrique Gallud, que bebe en las mismas fuentes (salvadas las distancias del tiempo). Ya lo menciono en la entrada, no es fácil hacer reír y solo unos pocos libros mantienen dignamente la dosis de humor sin caer en lo ridículo. De mis lecturas añejas, uno de los que más me hizo reír fue "Tres hombres en una barca", humor fino y elegante.
Luz: Se lo he transmitido ya. Es una escritura que exige complicidad y conocimiento de los referentes que se parodian. Algunos de los episodios podrían tener sentido en mi aula, pero creo que el resto no serían apreciados por falta de competencia lectora. Gracias por asomarte al blog.