28 marzo 2014

Sesquidécada: marzo 1999

La sesquidécada que recupera lecturas de marzo de 1999 había de tener por fuerza alguna relación con el exilio, protagonista en forma de taller de este otro marzo quince años posterior. La suerte de leer mucho es que siempre encuentra uno refugios en la memoria en los que sentirse seguro, como en buen puerto. En esta ocasión quiero recuperar una excelente novela de Manuel Rivas: El lápiz del carpintero, una novela de amistad y también de exilios. Ambientada en sucesos de la guerra civil y la posguerra, el relato presenta elementos poéticos que atrapan al lector en una escritura rica y sugerente y, por eso mismo, esta novela ha formado parte de mis recomendaciones lectoras a los alumnos de bachiller. Es una suerte que algunos de ellos se hayan convertido ya en buenos lectores y en ciudadanos críticos. Ahí está, por ejemplo Tamara Atiénzar, que se atrevió en su día a escribir una reseña de esta novela en el blog, y hoy es estudiante de periodismo que se inicia en la radio. El oficio de docente es en ocasiones conflictivo, pero también está lleno de ilusión, la de sembrar mínimamente el germen para un futuro mejor. Esa esperanza nos queda.

2 comentarios:

eduideas dijo...

Creo que ver que a nuestros alumnos les va bien en el futuro, saber de ellos, mantener el contacto, es una de las pagas no escritas del trabajo docente, y una de las más agradecidas, sin duda.

Joselu dijo...

Me he encontrado exalumnos tiempo después a los que les había señalado un camino las clases de literatura. Son flashes pero uno a veces tiene la impresión de que ha dejado la vida en las aulas pero que también alguna semilla ha ido quedando. Supongo que es inevitable y que todo docente se ha perpetuado en el tiempo con algo que compartió con sus alumnos que lo recibieron como lluvia fresca en sus almas o en sus mentes.

Leí El lápiz del carpintero tal vez cuando lo publicaron pero no me ha quedado de él ningún recuerdo especial. No logro retener nada que me cautivara. Es extraño, pero ha desaparecido totalmente de mí. Ni siquiera una sensación que pueda ahora comunicar y compartir. Solo recuerdo que la edición tenía un lápiz de carpintero que no sé dónde paró. Todo se ha disuelto en mi memoria.


Un cordial saludo.