23 octubre 2013

Sesquidécada: octubre 1998

Igual que hay gente que debería caerte bien y te cae mal (y así nos va), ocurre a veces lo contrario: no podemos evitar la simpatía por alguien que merecería nuestro desdén. Es lo que me pasa con uno de los autores que más estimo: se trata de Quevedo, protagonista exclusivo de esta sesquidécada,. No sé cuándo leí por primera vez un poema suyo, difícil remontarse tan lejos. El Buscón ha ocupado ya alguna sesquidécada también. Ahora Quevedo vuelve a esta serie porque en el lejano octubre de 1998 andaba yo leyendo un ensayo de Maxime Chevalier, Quevedo y su tiempo: la agudeza verbal. En verdad, si alguien debe encabezar el paradigma del ingenio verbal, ese es don Francisco de Quevedo y Villegas. Mi admiración por él está por tanto justificada, al menos en cuanto a mi condición de filólogo. Pocos han alcanzado la maestría de Quevedo en el arte de la dilogía, de la metáfora, de la ironía, de la paradoja, de la antítesis, de la hipérbole... Pero también pocos han sido tan cáusticos en el uso de la burla, el sarcasmo, la misoginia o la xenofobia. Del látigo quevediano pocos coetáneos se libraron, en especial los más débiles. Si bien es cierto que era tradición asentada incluso entre intelectuales atacar a conversos o a mujeres, eso no disculpa la especial animadversión de Quevedo hacia esos colectivos. Soy consciente de que no debemos juzgar a personajes de otras épocas bajo los patrones de la nuestra, pero leer a Quevedo hace que te hierva la sangre en más de una ocasión por la ferocidad de sus ataques. Sin embargo, como avanzaba al principio, no consigo que me caiga mal del todo, en parte por ese arte suyo con la palabra y en parte también porque esa mala baba la repartía a diestro y siniestro, como si no fuese más que una vía de escape a su propia frustración. No es sencillo acercarse a la escritura de Quevedo sin tener buenas armas en competencia lectora. Hay maravillosos poemas que admiten una lectura 'fácil' (el más conocido el que habla del amor más allá de la muerte), pero sus acólitos realmente disfrutamos con esos textos que se repliegan sobre sí mismos en una espiral de significados, formando isotopías difíciles de desentrañar, como jeroglíficos hechos con palabras que nunca acaban de cerrar su sentido último. Disfrutamos con esos textos y también con su verso punzante y con su prosa gamberra, como la del Buscón.
Creo que la historia de la literatura tiene pocos personajes tan incisivos como Quevedo. Tal vez Larra habría fraguado un carácter y un estilo similar si hubiese tenido tiempo para ello. En el siglo XX, a pesar del auge del periodismo, en el que podría destacar esa agudeza verbal quevediana, no hallo herederos a su altura; se le aproximan en alguna de sus columnas Francisco Umbral o Juan José Millás, y paremos de contar.
Quevedo es querido y odiado a partes iguales, aunque la crítica literaria siempre lo salvará. Como homenaje también, os dejo este relato, que surgió a partir de una petición especial de mi amiga Mercedes Ruiz para el proyecto 'O Apostolo'. El relato tiene demasiados tintes autobiográficos como para ser tomado a broma, así que cuidado...



P.D: Si no se creen la amistad entre Quevedo y Góngora, miren a ver quién aparece en el icono de la pestaña del navegador en este enlace a las poesías de Quevedo.

11 comentarios:

eduideas dijo...

A mí esta sensación ambivalente de admiración literaria y repulsa personal me pasa con varios autores, en algunos casos su mérito literario hace que lo justifique todo y en otras censuro sus libros. Quevedo es demasiado clásico para poder anteponer lo negativo, por ello la celebración de su ingenio debe ayudar a tomarse a risa lo demás

Carlota Bloom dijo...

Como dice eduideas, Quevedo no solo es demasiado clásico sino que está lo suficientemente lejos como para que su ingenio brille por encima de todo lo demás. Y siempre me ha parecido que era un alma atormentada que pedía a gritos que le quisieran un poquito.
El relato apocalítico de profesor en pijama y fantasma de clásico me ha encantado, Toni. Verdaderamente, hay cosas que ponen los pelos de punta más que un fantasma.
Un abrazo desde una mañana lluviosa y huelgosa en Madrid.

mjchorda dijo...

Coincido con Carlota "pedía a gritos que le quisieran un poquito" :)pero su forma de pedirlo iba de lo sublime a lo hiriente en ocasiones. Aun así, era genial.

DesEquiLIBROS dijo...

Lo que más me impresiona de Quevedo es su actualidad.

Algunos de sus sonetos quitan el hipo hoy en día.

Y la legión de (malos) imitadores que pueblan internet. ¡Qué pedazo de troll habría sido en nuestros días!

P.D. Me ha encantado el icono de la web con sus poemas. ¡Se lo merece!

María José Reina dijo...

¡Cómo me ha gustado el relato!! Felicidades.

Lourdes Domenech dijo...

Toni, leí el relato hace días, pero no había tenido ocasión de comentarlo. Es ingenioso que conviertas al fantasma de Quevedo en oráculo de desgracias. Él que hubo de sufrir el auge y caída entre los suyos. Querido y odiado. Amado y burlado.

Original, inquietante. Hay avisos que dan miedo, sobre todo si quienes los pronuncian son personajes de la altura (no es un chiste) de Quevedo.

Mercedes R. dijo...

Escribe Toni... esos textos que se repliegan sobre sí mismos en una espiral de significados, formando isotopías difíciles de desentrañar, como jeroglíficos hechos con palabras que nunca acaban de cerrar su sentido último.Disfrutamos con esos textos y también con su verso punzante y con su prosa gamberra, como la del Buscón...

Disfrutamos con tus textos pero, en este ocasión, me embargó la emoción.Tu aceptaste, de inmediato, el reto de acompañar a nuestro querido Jose Luis Bracamonte en esas historias, de miedo, al amor de la lumbre y lo hiciste con complicidad silenciosa teñida de ingenioso misterio.

Me reconforta saber que no practicaste la misogina quevediana conmigo y que tu inteligente verbo nos ayuda a repensar nuestro mundo con esa mirada perspicaz que desdibuja la realidad y la ficción.

Gracias amigo
Mercedes

Joselu dijo...

Quevedo asombra por la amplitud de su mundo temático (desde lo grotesco, a lo amatorio, lo metafísico, lo filosófico), y su indiscutida habilidad verbal en la que era prodigioso. Leerlo es un placer a pesar de sus fobias que en este tiempo no son claramente "correctas". Nos es más cercano el humanismo y el escepticismo de Cervantes que las violentas diatribas xenófobas y machistas de Quevedo, pero es posible entenderlo como un espíritu atormentado y contradictorio que utiliza el lenguaje como válvula de huida y de expresión de sus sustratos más profundos. Ciertamente, vivimos un tiempo en que todos, el que más y el que menos, procuramos ser "correctos", y el que no lo es públicamente recibe una sanción demoledora que le viene desde la artillería del pensamiento adecuado. Esto hace que predomine el buenísimo, o lo que es lo mismo que digamos cosas que quedan bien, sin revelar los niveles profundos y contradictorios que tenemos todas las personas. Tendemos a evitar lo que no es avalado por la tradición del pensamiento político doblemente correcto. Quevedo no puede ser censurado por ello, porque precisamente ofrece una amplísima panoplia de resentimiento, de rencor, de violencia verbal incontenida que es profundamente conservadora. Y, sin embargo, su verbo reaccionario es a la vez incendiario porque sus lectores gozamos con la percepción de su libertad absoluta que es liberadora, debeladora de mitos … y además escribe como los ángeles deberían hacerlo. Nuestro querido amigo reaccionario es un genio que logra hacérsenos próximo en su maravillosa complejidad y contradicción.

Toni Solano dijo...

Eduideas: Es difícil encontrar un autor que encaje en el parnaso sin tachas o roces. Ahí tienes al mismísimo Cela... :)
Carlota Bloom: Alma atormentada pidiendo amor... ¡un Quevedo tan moderno! Gracias.
Mª José: Hiriente es una palabra delicada para su verbo malencarado y mordaz. Genial, hasta en la mala uva.
Rafael: No sé dónde habría encajado Quevedo hoy día, en las columnas de Pérez Reverte, en las de Millás, en el punk rock, tal vez. Fíjate que no lo veo yo en ningún medio de la derecha, tan comedidos como hipócritas ;)
Mª José Reina: Mil gracias por tu comentario y por volver a esta tu casa :)
Lu: Ya ves que soy incorregible y me tiro siempre a la crítica más o menos velada. Por cierto, me ha encantado tu aportación a la saga 'O Apostolo'.
Mercedes: Qué te puedo decir... Si tú me dices ven, lo dejo todo ;)
Joselu: Tu análisis es magnífico, aun con la dificultad que encierran todas esas contradicciones de Quevedo. Como le decía a Rafael, no acierto a encontrar un hueco para Quevedo en esta sociedad tan hipócrita y bienintencionada solo en las palabras. Ahora bien, es posible que las circunstancias nos lleven a una situación similar a la del barroco, así que es posible que veamos resurgir genios del verbo como Quevedo. Un saludo.

jaramos.g dijo...

El relato es extraordinario, me ha encantado, sobre todo por la forma de contarlo, el lenguaje, etc. Enhorabuena a su autor. En cuanto a Quevedo, no conozco tanto su obra como para opinar. Salud(os).

Marcos Cadenato dijo...

Aunque en esta ocasión no he podido seguirte con otro relato de terror -perdón, @londones-, me ha encantado leerte y disfrutar de tu relato. ¡Muy bueno, maestro!