Todavía no tengo del todo claras las razones por las que elegí este oficio. Desde luego, no fue por azar, ni por dinero. De la tormenta de comentarios que han ido surgiendo al respecto de las lecturas en el aula, creo adivinar una poderosa razón que me hace estimar más mi oficio: la necesidad de replantear continuamente todas las certezas en las que uno sostiene sus métodos. Dicho de otro modo: para la docencia no existen verdades absolutas. La culpa de ello la tiene, sin duda, el carácter cambiante de nuestra materia prima: los alumnos y sus circunstancias. En la medida en la que un profesor se adapta a esa realidad cambiante, demuestra una mayor aproximación a la Verdad, aunque deba limitarse a acariciarla sin llegar nunca a poseerla. Os preguntaréis a qué viene este rollo. Pues, lo cierto es que Joselu, en un acertado comentario en una de mis notas anteriores, suscitaba una postura discrepante con la mía. Su planteamiento de lecturas homogéneas y maduras para los alumnos de 4º de ESO parece algo muy opuesto a mi libertad de elección y el ofrecimiento de lecturas juveniles. Sin embargo, no estamos muy lejos uno del otro. De hecho, su propuesta es más sensata que la mía (y yo la hubiese defendido a capa y espada cuando empecé a dar clases) y cumple con mayor rigor las exigencias del currículo. Nunca he querido criticar esta opción, en la que reconozco ventajas sobre mi método un tanto caótico. Lo que criticaba entonces es que algunos compañeros de oficio manden lecturas para todo un grupo y las evalúen de manera general a partir de un trabajo escrito, sin ninguna otra actividad crítica en el aula y sin actividades que aseguren la comprensión del texto. Estoy seguro de que Joselu no encaja en ese perfil, al igual que otros buenos compañeros y compañeras que convierten sus clases en foros de debate literario. Quizá la mejor opción sea, como siempre, la negociación de un punto intermedio: Ofrecer a los alumnos la libertad de lecturas a cambio de que ellos acepten una propuesta madura del profesor. En cualquier caso, creo que estas fórmulas sólo tienen sentido a partir de 4º de ESO, pues hasta entonces los grupos albergan un porcentaje alto de alumnado objetor con el que es difícil trabajar lecturas críticas.
En cuanto a las diferentes posturas del profesorado al respecto, ojalá me lluevan más críticas como las de Joselu, pues, aparte de convertir el blog en un artefacto de debate, ello me obligará a seguir buscando esa huidiza Verdad.
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