23 julio 2016

Sesquidécada: julio 2001

En época veraniega, la selección de lecturas para estas sesquidécadas se decanta hacia lo lúdico, dejando orillados algunos libros más densos y enjundiosos. Por ello no hablaré aquí ni de la prosa festiva de Quevedo ni los orígenes judíos de Luis Vives, textos que incluso a mí me sorprende haber leído bajo la canícula de aquel julio de 2001.

El primer libro seleccionado merecería casi una nota en exclusiva, aunque apenas necesite presentación: La isla del tesoro, de Robert Louis Stevenson. Un libro de verano, de invierno y de todas las estaciones, el paradigma de la novela de aventuras, una delicia para disfrutar en cualquier tiempo y edad. Resulta curioso que llegase a mi lista de lecturas de manera tardía, pero eso tiene su explicación: la mayoría de clásicos juveniles los había leído en aquellas colecciones de tebeos de Clásicos Ilustrados Bruguera, de modo que me resultaban tan familiares John Silver o Jim Hawkins como cualquiera de los personajes de Julio Verne, de Dickens y tantos otros. Como digo, La isla del tesoro no necesita recomendación, sino ser leída y releída con la misma ilusión de un niño disfrazado de pirata.

Aprovechando la reivindicación de las Humanidades en el sistema educativo y del valor de esa Filosofía que casi se ha extirpado del Bachillerato, recupero una extraña novela policíaca con fondo filosófico: Filosofía a mano armada, de Tibor Fischer. Es una intriga protagonizada por un profesor de filosofía entregado al atraco de bancos con continuas referencias a los grandes del pensamiento. Sólo para valientes lectores de Humanidades.

Por último, otro clásico de la novela centroeuropea del siglo XX: Las aventuras del valeroso soldado Schwejk, de Jaroslav Hašek . Se trata de una divertida parodia de la novela bélica, con un protagonista tan ingenuo como histriónico, que acaba trazando con sus fracasos una mordaz crítica a la guerra y al absurdo mundo de las jerarquías militares. Como el tiempo termina cerrando círculos sobre sí mismo, quince años después acabo de leer otra novela muy similar, la Vida e insólitas aventuras del soldado Iván Chonkin, de Vladímir Voinóvich. El absurdo de la guerra reducido al humor; lástima que el ser humano no haya sido capaz de leer más y disparar menos.

16 julio 2016

Somos competentes en 2º ESO

Procuro siempre dejar memoria en abierto de las actividades llevadas a cabo durante el curso. Lo llevo haciendo desde que comencé a publicar mis andanzas docentes en este blog y creo que es una extensión casi obligatoria de mi oficio, de nuestro oficio, pues exige hacer balance público de aciertos y errores. Hace poco publiqué la memoria de 3º de ESO y hoy toca hablar de los dos grupos de 2º de ESO. Dejaré en el olvido los grupos de 2º de Bachiller, cuya orientación a la Selectividad no requiere más explicación que remitir a su blog de aula, donde podéis ver los materiales que hemos trabajado.

Mis dos grupos de 2º de ESO podrían representar las dos Españas educativas: por un lado, un grupo muy cohesionado, poco heterogéneo, con gran apoyo familiar, en el que nadie ha suspendido (si exceptuamos alguna evaluación de manera puntual), y por otro lado, un grupo de alta complejidad, con numerosos alumnos que llevaban a cuestas ya alguna repetición, con problemas de adaptación al medio escolar, con escasas competencias comunicativas en nuestro idioma y con poco apoyo educativo fuera del aula. La noche y el día.

En el primer grupo tuvimos la suerte de poder desarrollar la docencia compartida, de modo que podríamos decir que hemos llevado el currículo a su máximo nivel. En el segundo, los desdobles han sido insuficientes y eso ha lastrado los resultados; aun así, me doy por satisfecho -junto a mis colegas- por haber podido derivar  hacia 3º ESO ordinario, PMAR o FP Básica a casi todos los del grupo. De ahí salen las primeras luces y sombras, especialmente la dificultad de atender una diversidad extrema bajo un sistema de organización que se configura antes de conocer a los grupos. Probablemente, sabiendo el perfil, hubiésemos debido cambiar la docencia compartida del primer grupo al segundo, pero eso hubiese requerido unos recursos estables en la previsión de julio, y no la asignación tardía de una maestra en octubre, cuando ya están los horarios fijados.

Como es ya habitual, en 2º de ESO combinamos la metodología tradicional (explicaciones y ejercicios del libro, especialmente al inicio del curso) con la elaboración de proyectos. Este año hemos vinculado las tareas al Plan Lector del Cine, de modo que durante el primer trimestre trabajamos los textos expositivos mediante murales que luego se exponían oralmente y se coevaluaban con una rúbrica. Lo conté en otra nota del blog, referida al plan lector del año pasado, así que no insistiré, aunque os dejo al final los enlaces por si queréis acceder a los materiales. 

En el segundo trimestre, al hilo del texto argumentativo, redactaron instancias abogando por la recuperación de los cines de pueblo como espacios lúdicos y culturales, con lo que trabajábamos algunos valores y, en cierta medida, la sostenibilidad, que probablemente será el tema del plan lector del curso que viene. También dimos comienzo a la redacción de los textos instructivos, con la lectura de instrucciones literarias de Julio Cortázar. Estas instrucciones se hacían primero en el cuaderno de clase y se revisaban uno por uno todos los borradores hasta que estuviesen correctas.


En el tercer trimestre, se pasaron a formato digital las instrucciones realizadas por los alumnos y, de nuevo, se hizo una presentación oral de las mismas, también coevaluada por los compañeros. La versión digital sólo se pudo llevar a cabo en el grupo de docencia compartida, ya que al contar con dos docentes se podía gestionar fácilmente la diferencia de ritmos de trabajo del grupo, atendiendo casi de manera individualizada las necesidades de los más lentos en un principio y de los más avanzados en las últimas sesiones. Os recomiendo que echéis un vistazo a algunas de esas presentaciones, realmente creativas y originales.


Para acabar el curso, hemos vuelto a nuestras propuestas poéticas, con la lectura en voz alta (también coevaluada), recitación, análisis y recreación plástica de la antología de poemas De todo corazón, un proyecto que nos ocupa más de un mes y que llena las aulas de alegría y color. Además de vídeos e ilustraciones, el alumnado presentaba un dossier con una docena de poemas analizados, que se habían trabajado previamente en el aula. La única faena extra para casa era pasar a limpio lo que se corregía en clase.


Mirando atrás, veo que seguimos en la línea de dar mucho más peso al trabajo por competencias que a la consecución de objetivos puntuales de la asignatura, tal y como vienen configurados en los libros de texto, que apenas nos sirven en cinco o seis sesiones por trimestre. Esto nos da una visión integral del avance en el aprendizaje del alumnado. De hecho, resultó especialmente gratificante ver que en la evaluación final, quienes habíamos trabajado así podíamos dar indicaciones del logro de casi todas las competencias-clave sin haber tenido que rellenar previamente un listado de ítems. A pesar de que los dos grupos eran muy diferentes, este modo de trabajar nos ha permitido hacer las mismas tareas en distintos niveles curriculares, adaptando la exigencia de las rúbricas a las capacidades del alumnado. Todo lo que hacía el grupo de "alto nivel" podía hacerlo el grupo de nivel inferior, quizá dedicando más tiempo y con unos resultados menos espectaculares pero igualmente formativos. La sintaxis y la morfología quedaban como islas de enfoque tradicional en un curso que tenía más de taller que de aula. Creo que los resultados, una vez más, demuestran que trabajar por competencias es posible, sobre todo si entendemos que eso nos obliga a aplicar otro modo de enseñar, en el que se da importancia a los procesos, y no otro modo de rellenar programaciones de manera distinta para seguir usando la misma metodología. Ojalá acabemos siendo todos "competentes" en el reto de formar a los nuevos estudiantes de este siglo.

Adenda 17/07/16: Las lecturas que hemos trabajado en el aula han sido La piel de la memoria, de Jordi Sierra i Fabra, La bruja de abril y otros cuentos, de Ray Bradbury, y la antología poética De todo corazón. 111 poemas de amor, ya mencionada. De las novelas juveniles se realizaron fichas en el aula y una sesión de puesta en común a modo de tertulia. Tuvimos la suerte de contar con Marina, una profe de prácticas que nos echó una mano con la revisión de todo el material de aula y con las tertulias.

Enlaces de interés:

10 julio 2016

Túneles y literatura


Tal vez hayáis visto este vídeo de promoción de la secuela de Cazafantasmas: una estación de metro, unos andenes semivacíos y unos fenómenos paranormales. Nada más verlo, recordé un relato que leí hace años en la revista Cacumen, Un subte llamado Moebius, de A.J. Deutsch. En ese cuento se plantea una red subterránea tan topológicamente compleja que adopta la estructura de la banda de Moebius, ese cuerpo tan singular que sólo tiene una cara y una arista. Os dejo el relato por si os apetece compararlo y comprobar que la realidad acaba pareciéndose a la ficción: Un metropolitano llamado Moebius

Aprovechando esa coincidencia, he descubierto que voy acumulando lecturas diversas que tienen como escenario los túneles que horadan montañas y ciudades, túneles que, siendo para algunos tan cotidianos, encierran a menudo misterios y fantasmagorías. Por ejemplo, sin ir muy lejos, seguro que conocéis la historia de las estaciones fantasma del metro de Madrid o de las cercanías de Barcelona.

Al margen de esos pequeños engaños y abandonos de la realidad, es en la literatura donde se vuelve más interesante el tránsito por los túneles. Así nos encontramos en primer lugar con el imprescindible Julio Cortázar, del que vale la pena recuperar un relato inquietante como casi todos los suyos: Texto en una libreta


Gentes que entran en túneles pero que no salen, un auténtico universo oculto... La salida de un túnel es también un elemento central en uno de los relatos más conocidos de Charles Dickens, El guardavía, un cuento salpicado por el misterio y lo sobrenatural que podrían haber firmado Edgar Allan Poe o el propio Cortázar.

Siguiendo con historias de miedo y avanzando hacia el horror, encontramos un cuento de Clive Barker, uno de los escritores más sanguinarios (no os perdáis los Libros de Sangre) de los últimos tiempos. Se trata de el Tren de la Carne de Medianoche, una de esas historias que te quitan las ganas de viajar a deshora.

De la ficción a la ciencia-ficción, para encontrarnos con una novela de Dmitri Glujovski, Metro 2033, ambientada en el Moscú postapocalíptico de esa misma fecha. Es una historia tan interesante como claustrofóbica, aunque encierra un mensaje bastante profundo, nunca mejor dicho.

Para los más jóvenes, quizá convenga recordar uno de los títulos de la serie Los tres investigadores (y Alfred Hitchcock), Misterio del dragón, que transcurre en una ciudad costera que esconde unos túneles de un metro inacabado. En esta aventura, Júpiter, Pete y Bob tendrán que esforzarse por resolver las apariciones de un extraordinario monstruo que, como es habitual, esconde unos entresijos de lo más prosaicos.

Cerraré este monográfico de túneles con una novela cuyos protagonistas son precisamente los túneles: Los túneles del paraíso, de Luciano G. Egido. No es una novela metropolitana, sino un homenaje literario a los esforzados trabajadores de la línea ferroviaria que unía La Fregeneda con Barca d'Alva, una línea clausurada que encierra un tesoro paisajístico singular y una obra civil descomunal. Literatura y realidad unidas por los túneles de la lectura.