29 abril 2018

Sesquidécada: abril 2003

La primavera es tiempo de poesía. Llevo años dedicando el tercer trimestre a trabajar la poesía en el aula, especialmente en 2º de ESO, con la lectura de poemas de amor, que vamos recopilando poco a poco en nuestro canal. Tal vez por el efecto primavera o porque estaba preparando oposiciones, en el lejano abril de 2003 acometí la lectura del breve manual de Rosa Navarro Durán: Cómo leer un poema, la obra que protagoniza esta sesquidécada.
En la carrera había leído numerosos monográficos sobre el comentario de textos y muchos más artículos analizando con detalle toda la poesía a lo largo de la historia. Esta visión de la poesía como disección me había dejado un tanto insensible a su grandeza, como imagino que le ocurre al forense con el cuerpo humano: los árboles del análisis retórico no me dejaban respirar el oxígeno del poema. Quizá lo mejor del libro de Rosa Navarro es que respeta los límites entre el análisis y la disección, es decir, que ofrece claves para acercarse con rigor a la poesía pero sin llenar la cabeza del lector de tecnicismos. No sé si fue gracias a su lectura o a que me iba haciendo cada vez más escéptico con la jerga del comentario de texto retórico, pero el resultado fue que a partir de aquellos años comencé a leer poesía sin los apriorismos de la visión filológica, entregado al disfrute del verso por el placer de degustar y paladear las palabras. Me tocó muchas veces volver al rigor técnico y a la filigrana retórica (también los comentarios de texto pueden ser poéticos, os lo aseguro) para aprobar oposiciones o para ayudar a otros a aprobarlas, pero nunca olvidé ya la estrategia de abandonar la erudición para gozar de la palabra fluida.

09 abril 2018

Día del Pueblo Gitano: la inclusión educativa, una tarea pendiente


Hablar de los gitanos en la Escuela es un tema tabú. Podéis hacer la prueba y buscar blogs o artículos de profesores que hablen de ello: no encontraréis muchos. Aplicamos la estrategia del silencio: no hablar del asunto nos hace creer que no existe un problema, y sí, existe, y lo vemos. Otra cosa es que solucionarlo sea sencillo. Esta semana se celebran numerosos actos relacionados con el Pueblo Gitano, cuyo día mundial fue ayer 8 de abril. En mi centro, el año pasado participamos en los actos que celebró el ayuntamiento, y este año también acudiremos el viernes. Mi centro tiene censados alrededor de 40 alumnos gitanos, de un total de 700. Solo uno de ellos está en 3º de ESO, el resto hacen 1º y 2º, cumplen la escolarización obligatoria y se marchan. En los años que llevo en el centro, solo tres o cuatro han pasado de 4º de ESO. Para los que nos tomamos la educación en serio, esto es un auténtico drama. Pero, como decía al empezar, nos cuesta hablar de ello y nos cuesta mucho más dar con soluciones, porque lo primero que uno piensa es que hay un único culpable y, como todo en la vida, los factores que intervienen son muy diversos. Ahí van algunos, siempre desgranados a partir de mi experiencia, personal y muy discutible:

1.- Los guetos educativos responden a guetos sociales. Hay coles que acumulan anormalmente una proporción exagerada de alumnado gitano. La propia fundación Secretariado Gitano publicaba ayer un artículo en ese sentido: Segregación escolar en escuelas españolas: 173 centros registran alta concentración de alumnos gitanos. La escuela no puede ser inclusiva cuando se diseña con esos perfiles. Está claro que hay barrios diversos, pero los ayuntamientos deberían luchar para que no se produzcan esos focos de marginación que todos conocemos. Una planificación urbanística adecuada puede ser un primer paso para acabar con ello.
2.- Los guetos educativos se sostienen por una deficiente planificación escolar. ¿Es normal que un colegio de barrio heterogéneo albergue mayoría de alumnado gitano y que el colegio concertado del mismo barrio no tenga ninguno? Hablo de un caso extremo, pero real. La distribución de zonas y de matrícula dentro de un distrito es en ocasiones surrealista. Todos hemos oído la frase: "me lo llevo a tal colegio porque allí no hay gitanos (ni moros, ni rumanos...)". Que la administración educativa lo permita sin establecer mecanismos de control y sin favorecer una distribución adecuada de los recursos, la convierte en cómplice de esa segregación. Y la frasecita nos lleva al siguiente culpable:
3.- El racismo de las familias payas. Muchas familias no quieren que sus hijos convivan con la diferencia. No solo con gitanos, como es el caso del que hablamos, sino tampoco con otras razas o religiones (o diversidad sexual). Es más, tampoco con personas de una clase social inferior, la célebre aporofobia. Todos han oído hablar de las maldades de fulanito, que es gitano, o de lo difícil que es integrar (fíjense, "integrar", no "aceptar la diferencia") a tal colectivo, y por eso, si pueden, se llevan al niño o a la niña a otro cole. Para luchar contra esto hay pocas soluciones, más allá de evitar esas alternativas "libres de gitanos" pagadas con dinero público, o jornadas de puertas abiertas para que conozcan la riqueza de la diversidad.
4.- El racismo de los profesores. Como cualquier otro ser humano, el colectivo docente tampoco se libra de esa lacra y existen profes que son racistas, con unos colectivos más que con otros tal vez, pero racistas. Las soluciones para ello exigen formación y sensibilización, además de recursos humanos suficientes para atender a la diversidad, ya que tras ese racismo se encuentra a veces la frustración de no poder o saber educar en la diferencia.
5.- El racismo de las familias gitanas. Mientras los niños van al cole, como el entorno es cercano y se mantiene cierta identidad de grupo, las familias gitanas aceptan de buen grado la escolarización, pero al llegar al instituto, donde esa identidad se diluye y las normas son más rígidas, comienza una percepción del centro educativo como centro carcelario. Cualquier falta cometida se percibe también como un ataque racista. Si se notifica una incidencia o se abre un expediente, se ha hecho "por ser gitano", cuando en realidad se abren expedientes y notifican incidencias a cualquier alumno, sea de la raza o color que sea. Ante esa percepción de las "normas payas" como una imposición arbitraria, la salida de algunas familias es tolerar o fomentar el absentismo a partir de la ESO. 
5.- El racismo de los propios alumnos gitanos. Cuando vienen al instituto alumnos gitanos de un cole en el que solo se han relacionado con gitanos, detectamos el mismo racismo que he mencionado arriba. No quieren que se les ponga en grupos de payos, no quieren participar en actividades conjuntas, etc. Entiendo que buscan el apoyo de su colectivo, que es su manera de mantener la identidad dentro del grupo, pero debemos admitir que es también una actitud que aumenta la segregación. Esta configuración como subgrupo aislado provoca que haya una figura de referencia para ellos, generalmente el alumno líder del colectivo, que marca sus propias normas: "no vale la pena estudiar, no pasa nada si faltas un día, a ese no le hagas caso..." En ese contexto, la inclusión educativa resulta muy compleja, porque los modelos positivos que puedan ofrecer los docentes o sus otros compañeros quedan diluidos en un mensaje negativo de mucha mayor autoridad para ellos.
6.- El absentismo. Para mí, es el factor más determinante de todos. Los alumnos gitanos son en su gran mayoría absentistas en el instituto. Quizá en los coles de Primaria no tanto, pero, al llegar a Secundaria, podría asegurar que alrededor del 70% de ellos son absentistas parciales o totales. Faltar uno o dos días a la semana no se percibe como algo grave dentro del colectivo, pero para los docentes supone la pérdida del hilo formativo. En un trimestre, el descuelgue del currículo es casi insalvable y por eso, en la mayoría de casos, los alumnos gitanos repiten 1º, repiten 2º y cumplen los 16 años y se van. Incluso los más aplicados acaban cayendo en esa trampa del absentismo, para sorpresa de sus maestros de Primaria. Las soluciones aquí son complejas: ya he comentado que los protocolos de absentismo sirven de poco; la responsabilidad es en este caso de las familias, que deberían asumir la asistencia regular a clase como una garantía de educación de calidad.
7.- Las organizaciones y asociaciones gitanas. Sabiendo como sabemos la dificultad de solucionar este problema, Secretariado Gitano o Fundación Punjab (por mencionar dos de las entidades que tengo más cerca) deberían movilizar todos sus recursos para que cada uno de los factores que he señalado tuviese la menor incidencia posible. No vale echar la culpa únicamente a los profesores o a los políticos. Los centros educativos necesitamos su ayuda y colaboración, pero una ayuda activa. Si el discurso inclusivo no es un discurso compartido, nada podremos hacer. Si los comentarios despectivos que algunos payos lanzan sobre los gitanos resultan ser una réplica exacta de los que lanzan algunos gitanos sobre los payos, mal vamos. 
8.- Los políticos. Así, en general, si hubiese una decidida voluntad política de acabar con la segregación del pueblo gitano, las diferentes administraciones públicas habrían desarrollado estrategias para hacerlo. ¿Conviene? Viendo cómo está la situación política, creo que no. Las ayudas sociales acaban siendo un caramelo envenenado para un colectivo que tampoco tiene representación en los órganos de gobierno. Cuando tengamos un ministro gitano quizá comiencen a cambiar las cosas.

Sé que con este artículo me van a llover críticas de todos los lados: por poner en entredicho la honestidad de los profes y familias payas y por cuestionar el papel de víctimas de algunos gitanos. Ya lo he dicho al comenzar, es un tema tabú sobre el cual pocos quieren hablar, pero desde el silencio jamás se solucionará.

05 abril 2018

Lecturas diversas #LGTB

Es muy difícil afirmar que un centro educativo está completamente libre del acoso escolar o de actitudes xenófobas, homófobas o cualquier otro tipo de exclusión familiar, sexual, étnica o religiosa. Somos muchas personas las que convivimos en un centro como el nuestro, con 700 alumnos (y sus respectivas familias) y más de 80 docentes y PAS. Formar parte de esa heterogeneidad de la Escuela Pública es para muchos un orgullo, aunque no sea fácil lidiar a veces con los posibles conflictos y prejuicios. Sin embargo, hemos intentado hacer de esa pluralidad un signo de identidad del centro y procuramos que esa diversidad sea también una verdadera inclusión educativa y no una mera amalgama.
A finales del año 2016, nuestra Conselleria d'Educació aprobó una instrucción por la que se establece el protocolo de acompañamiento para garantizar el derecho a la identidad de género, la expresión de género y la intersexualidad. Algunas de las indicaciones que allí se señalaban ya las habíamos ido poniendo en práctica por nuestra cuenta para dar respuesta a casos concretos. A partir de ahí, estamos intentando normalizar la situación en lo que se refiere a la diversidad de género, sexual, familiar y afectiva, participando en cursos y jornadas, primero para sensibilizar al profesorado y posteriormente para intervenir con el alumnado. A principios de curso, la asociación Lambda València impartió un curso dentro del plan de formación del centro, de donde surgió un seminario de trabajo que está preparando la jornada del 17 de mayo, Día Internacional contra la LGTBfobia, dentro de la campaña piloto #DretsAmbOrgull. Es curioso comprobar que se ha avanzado bastante en la integración e inclusión de colectivos tradicionalmente marginados, pero pocos centros visibilizan esta otra diversidad, sujeta aún a los tabúes del sexo y las relaciones afectivas, en una edades donde este es precisamente uno de los ejes en la forja de la identidad personal.


Estamos todavía preparando esa jornada, pero, de momento, queremos enriquecer la biblioteca del centro con lecturas también diversas, ya que es difícil encontrar en la literatura canónica (adulta y juvenil) modelos de relaciones distintas de lo que falsamente se llama "normal". Esa biblioteca diversa no ha de ser una biblioteca para unos pocos, sino una biblioteca para todos, con lecturas que ayuden a entender que todos somos diferentes, diversos, "raritos" en nuestra singularidad, porque lo normal no existe, porque llamar normal a un modo de sentir implica que otros sentimientos no lo son.

Con esa voluntad de buscar lecturas diversas, lancé una petición de ayuda en twitter y enseguida me echaron una mano mis buenos amigos y amigas. Agradezco la colaboración de Nando López, referente clave de la normalización LGTB en la literatura actual y cuya novela La edad de la ira ha sido lectura de referencia en 4º de ESO, de Jorge Gómez Soto, que me mandó un enlace a una estupenda recopilación propia, y de Araceli Pérez, que me descubrió la sección específica de la librería Berkana, y también la de otros muchos colegas que aportaron ideas y títulos. Con todo ello, he preparado esta lista provisional para ir completándola en el futuro. Espero que nos ayudéis en esta labor.

Biblioteca Diversa

(12-18 años)

  • El tercer lobo, Francisco Javier Olivas (Ediciones cívicas)
  • El fuego en el que ardo, Mike Lightwood (Neo)
  • Yo, Simon, Homo Sapiens, Becky Albertally (Puck)
  • Recuerda aquella vez, Adam Silvera (Puck)
  • Dos chicos besándose, David Levithan (Nocturna)
  • George: Simplemente sé tú mismo, Alex Gino (Nube de tinta)
  • Fans de una vida imposible, de Kate Scelsa (Nube de tinta)
  • El increíble caso de Barnaby Brocket, John Boyne (Nube de tinta)
  • Jungla de saltamontes, Andrew Smith (Hidra)
  • Tengo un secreto: El diario de Meri, Blue Jeans (Booket)
  • El arte de ser normal, Lisa Williamson (Destino)
  • El Chico de las Estrellas, Chris Pueyo (Destino)
  • Solo tú me conoces, Nina Lacour y David Levithan (Destino)
  • Will Grayson, Will Grayson, John Green y David Levithan (Fanbooks)
  • La cometa rota, Paula Fox (Noguer Caralt)
  • Nunca soñé contigo, Carmen Gómez Ojea (Loguez ediciones)
  • Sandra ama a Meike, Marliese Arold (Loguez ediciones)
  • Al otro lado del espejo, Jordi Sierra i Fabra (Planeta)
  • Un pavo rosa, Diana Gutiérrez (Meracovia)
  • Jo sóc així i això no és un problema, Fani Grande (Vincle editorial)
  • La edad de la ira, Nando López (Espasa)
  • #Malditos16, Nando López
  • Cuando todo era fácil, Nando López (Tres hermanas)
  • Crónicas del mago negro (serie), Trudi Canavan (Debolsillo)
  • La espía traidora (serie), Trudi Canavan. (Plaza & Janés)
  • Desoriental, Negar Djavadi (MalPaso)
  • En familia, Alexandra Maxeiner y Anke Kuhl (Editorial Takatuka)
  • El corredor de fondo, La carrera de Harlan y El hijo de Billy, Patricia Nell Warren (Egales)
  • Dame un like, María Pareja (Sansy)
  • Res a amagar, Anna Boluda (Tabarca Llibres)
  • Abril no és un mes, Rosa Sanchis (Tàndem)
  • Primavera per a Palmer, Rosa Sanchis (Tàndem)
  • Cap de vena, de Miquel Salvo (Tabarca)
  • Fun home. Una familia tragicómica, Alison Bechdel (Reservoir books)
  • ¿Eres mi madre?, Alison Bechdel (Reservoir books)
  • Me llamo David, Miriam Belmonte (Primera)
Adenda:
  • Lo que no se dice. Antología de relatos (Dos Bigotes)
  • Ábreme con cuidado. Antología de relatos (Dos Bigotes)
  • Puedo oír el sol, Yuki Fumino (Milky Way ediciones)
  • Los nombres del fuego, Nando López (Santillana)
  • Saltar sin red, Nando López (Antígona)
  • Las ventajas de ser un marginado, Stephen Chbosky (Alfaguara)
  • Elisa frente al mar, Clara Asunción García (Amazon)
  • Duna, diari d'un estiu / Duna, diario de un verano, Muriel Villanueva (Babulinka Books)
  • El viaje de Marcos / El viatge de Marcos, Óscar Hernández Campano (Egales)
  • Jim en el espejo,  Inger Edelfeldt (Lóguez ediciones)
  • Blanco nuclear. antologia de la poesia gay y lésbica última (Sial ediciones)
  • Haikus fieramente gays, Kevin Artai (Editorial Manuscritos)
  • El azul es un color cálido, Julie Maroh (Dibbuks)
  • El beso de Aquiles; Homosexualidad, Alberto Conejero e Isabel García Santiago (SM)
  • Oculto sendero, Elena Fortún (Renacimiento)
Enlace de interés enviado por Gracia: Igualdade e Feminismo na Biblioteca do Laxeiro

Crédito de la imagen: 'Rainbow Stickies'