30 diciembre 2008

Lecturas heredadas

El placer de recomendar un libro es tan grande como el de acoger las recomendaciones de otros y descubrir con ello nuevas fronteras. El verano pasado escribí acerca de algunas lecturas y me llovieron recomendaciones de todo tipo. No es posible dar cuenta de todas ellas, pero sí me he aventurado con algunas.
Empezando con literatura juvenil, he conocido lecturas interesantes como Manzanas rojas, de Luis Matilla y El retrato de Carlota, de Ana Alcolea, ambas en la editorial Anaya y a las que llegué -ex aequo- a través de Lu y Mª José Reina.
La primera es una breve pieza teatral que tiene como protagonistas a un niño palestino y otro judío en una historia que, en unos días como estos, cobra un sentido especial. Me hubiese gustado llevarla a clase y haber podido compartir esa experiencia con quienes me animaron a leerla, pero el perfil de mis grupos de segundo no me parece muy apropiado para que la entiendan y la valoren. Tal vez el curso que viene...
El retrato de Carlota es una historia veneciana con amor y misterio, con secretos de familia y pinceladas artísticas. Interesante para 2º y 3º de ESO.
A través de Evaristo (y otros colegas de oficio) me animé con un libro que ha merecido el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil 2008: Lo único que queda es el amor, de Agustín Fernández Paz (Anaya). Se trata de un conjunto de relatos que tienen en común el (des)amor, desde distintos estilos y con enfoques que huyen de los tópicos. Es un libro que encaja bien en lectores de Segundo Ciclo de la ESO.
Por medios propios (es decir, rastreando por diversos catálogos juveniles) abordé La mano de la momia, de José María Latorre (Bruño), una intriga de maldiciones egipcias con todos los ingredientes típicos del género. Es una de esas novelas de las que podemos echar mano para recomendar a lectores ocasionales que buscan misterio y aventura.
Una novelita bastante ligera y que puede aprovecharse para 1º o 2º de ESO es El complot de las flores, de Andrea Ferrari (SM). En ella se cuenta la historia de una chica que tiene que adaptarse a la vida en un pequeño pueblo de Argentina. Breve y con sentimiento.
Un libro diferente es 43 crímenes para resolver, de Daniel Samoilovich (RBA bolsillo), que plantea, como indica el título, otras tantas historias en las que hay que resolver un caso policiaco a partir de distintas pistas verdaderas o falsas. Puede ser un aliciente para alumnos alérgicos a las novelas.
Mención especial requiere Choque de reyes, la segunda parte de una saga altamente adictiva llamada Canción de hielo y fuego, de George R.R. Martin (Gigamesh). Ya hablé de la primera parte en este blog y me consta que hay algún bloguero por ahí que se ha enganchado a la saga. Es una historia de tipo épico-fantástico con unos personajes muy alejados de los estereotipos del género. y que está creando una especie de fenómeno social semejante a Star Trek. El ritmo narrativo te mantiene al borde de la desesperación y no puedes parar de leer (cada parte son dos tomos de unas 600 páginas cada uno, y van por la quinta o sexta entrega -en bolsillo sólo han salido las dos primeras-). Algunos alumnos míos han sido víctimas de esta adicción lectora y me paran por los pasillos para pedirme la siguiente entrega. No hace falta que diga que sólo es recomendable para buenos lectores.
También para lectores más creciditos podría recomendarse El curioso incidente del perro a medianoche, de Mark Haddon (Salamandra), una novela distinta con un protagonista adolescente afectado por un (discreto) autismo. La novela está bien resuelta y no llega a ser moralizante ni pedagógica, como cabría sospechar en un principio. Creo que puede ser interesante para alumnos de 4º de ESO o 1º de Bachiller (sobre todo si les gustan algunos de los desafíos lógico-matemáticos que se plantean en ella).

Y, para acabar, dentro del apartado de lecturas personales, gracias a Ana Lorenzo descubrí Botchan, de Natsume Soseki (Impedimenta), una historia divertida protagonizada por un joven profesor japonés que me recordó al Ignatius Reilly de La conjura de los necios. También de la mano de Ana Lorenzo llegué a Fulgencio Argüelles y la novela El palacio azul de los ingenieros belgas, una narración con un lenguaje exquisito y con paisaje asturiano de fondo; el autor sabe combinar elementos muy diversos que alejan la novela de cualquier clasificación por géneros.
Mayor desconcierto me produjo la lectura de Tres caballos, de Erri de Luca, (Akal) recomendada por Matilde. También se trata de una novela poco convencional, con un lenguaje cuidado y con el trasfondo de diversos dolores humanos.
Y en estos días de asueto, aprovecho para leer Mal de escuela, de Daniel Pennac, que estoy deseando terminar para acometer un nuevo tocho: La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina, de Stieg Larsson, que espero resulte igual de adictivo que su hermano en la serie.
Feliz año nuevo lector a todos.

23 diciembre 2008

Re(pasando) 2008

Va siendo costumbre que estos días de diciembre sean propicios para mirar hacia atrás y hacer balance de lo que dio de sí el año; un año, el 2008, que para mí, al margen de la buena compañía de todos vosotros, será digno de recuerdo por haber recibido el premio Espiral Edublogs.
Y como se acercan días de desconexiones varias, os dejo ya un pequeño vídeo con el que quiero agradecer las visitas de todos los que pasáis por aquí.


FELICES FIESTAS

19 diciembre 2008

Qué monográficos

Se acabó la 1ª Evaluación y con ella uno de los retos más interesantes de este curso: el Trabajo Monográfico de Investigación. Ya conté que se trata de una asignatura obligatoria para 4º curso de ESO en la que se prepara a los alumnos para la confección de un texto académico de creación propia, en el que deben desarrollar diversas competencias básicas. Con el fin de evitar esas digresiones en las que suelo perderme, trataré de ser esquemático.
El enfoque de la asignatura ha sido práctico, intentando que predominen los procedimientos. Se ha dividido el curso en tres grandes bloques: investigación, redacción y exposición. Así pues, hemos cumplido con el primero de ellos.
Hemos trabajado con documentos en línea y con un wiki (gracias Angus, por la sugerencia). Cada alumno ha ido recopilando su tarea en un documento de Google docs que compartía conmigo. Google docs me ha permitido monitorizar en todo momento sus avances, así como orientarlos de manera personalizada en sus búsquedas. También nos ha "salvado la vida" en una ocasión en que se fue la luz.
Al final de la evaluación, los alumnos enviaban en PDF una memoria y publicaban sus avances en el wiki. La evaluación ha seguido unos criterios consensuados con otro compañero del ámbito científico que han sido plasmados en una hoja de cálculo.
Y ahora, algunas reflexiones metodológicas:
Aunque hemos tenido algún problema de equipamiento digital (portátiles insuficientes, negociación de aulas, problemas logísticos, etc.) se han podido integrar las aplicaciones TIC en el aula, gracias, sobre todo, a la buena voluntad de los profesores y alumnos.
Ha resultado difícil concienciar a los alumnos de que la tarea la deben realizar ellos (algo que ya ha comentado Ana Ovando). La tendencia del profesor a resolver los problemas del alumno ocupando su lugar es en ocasiones inevitable. Por otro lado, mantenerse al margen supone que pierdan el tiempo con objetivos no académicos. Resulta muy complicado encontrar un término medio.
Aunque la autonomía ha sido mayor de la que esperaba, el espíritu crítico todavía está muy por debajo de lo deseable para un alumno de 4º de ESO. Les cuesta reconocer las informaciones relevantes y, sobre todo, sintetizar lo esencial del corta y pega.

A continuación os dejo enlaces para toda la burocracia de esta actividad. De manera especial, quiero agradecer a Francesc Collado, mi compañero de Biología, la confección de la hoja de cálculo y sus sugerencias en la redacción de la programación:
Crédito de la imagen: Alumnos del IES Bovalar en el desdoble de informática.

12 diciembre 2008

Trance evaluador

Ya están aquí las sesiones de evaluación. Se pone en marcha ese mecanismo legal mediante el cual todas las vicisitudes de un grupo de alumnos durante un trimestre quedan grabadas en forma de acta notarial. No resulta fácil traducir la acción, el interés, el esfuerzo, la agonía o la pasividad demostrados por un alumno, en una muesca de la escala numérica. Para ayudarnos en ese difícil trance de conversión evaluadora, el sistema ha previsto estas sesiones de evaluación en las que los docentes, iluminados por el clarividente criterio de equipos directivos, gabinetes de orientación, tutores y profesores más experimentados, podemos dar rienda suelta a nuestras dudas y titubeos, a nuestros dolores y alegrías, a la indignación y la aquiescencia. Arropado por miles de datos interesantes sobre cada alumno (oficio del abuelo, gustos culinarios, enfermedades padecidas en la infancia, anhelos laborales...), el docente calibra su nota y la compara con la de sus compañeros para ver si la tiene más grande o más pequeña (quizá dejándose llevar por algún vestigio freudiano). Y mirando bisojo su cuaderno de profesor, asiente firmemente cuando tiene que confirmar sus notas, seguro de no equivocarse, pues una Junta de evaluación no evalúa sino que pontifica.
Pasados esos momentos de éxtasis educativo, el docente volverá a sus aposentos con la satisfacción del deber bien cumplido. Desde ese instante, comenzará un nuevo ciclo de números, símbolos, rayitas, cruces, números de teléfono, pegatinas, etc. que irán conformando el humus de la siguiente evaluación. Tal vez entonces descubra por qué se fugó de casa la tía de Peláez o por qué Josito tiene un repelón detrás de la oreja.

Crédito de la imagen: Self-cutting generator

07 diciembre 2008

Aprendiz de ida y vuelta

La semana pasada tuve la suerte de que me invitasen a conocer un instituto de Hellín. Todo surgió a raíz del artículo que publicaron hace unas semanas en El País. Antonio Andújar, director del IES Izpisúa Belmonte, se puso en contacto conmigo y, a través del CEP de Hellín, me invitó para que contase algunas de las experiencias que suelo relatar en este blog. Así que allí me fui el miércoles, después de terminar mi jornada (que todavía no he desertado de mis clases, ni ganas de ello). A pesar de lo breve del encuentro, me llevo mis buenas impresiones, un auténtico aprendizaje de ida y vuelta.
Empezando con la cuestión tecnológica, las diferencias de equipamientos entre un instituto y otro son inmensas. Aunque Antonio Andújar me advierte de que no todos los centros de Castilla-La Mancha están tan bien dotados, me alegra ver que hay institutos que cumplen con lo que un día sugerí que podría ser el equipamiento TIC ideal: me encontré con varias aulas TIC móviles (los carritos de portátiles), cañones en todas las aulas (a costa de inversiones y sacrificios diversos), aulas Althia (que parece que no dan el resultado esperado), y portátiles para todo el profesorado (el discutible “café para todos” que se aplica en esta comunidad). Ya sabemos que nunca puede ser igual un centro moderno que uno antiguo, pero debería haber unos estándares que permitiesen que la educación en España fuese homogénea. Antonio Tux y Alberto Armada llevan tiempo reclamando esto desde EDU 1:1 tIcGUALDAD.
También allí, en charlas distendidas, descubrí que hay muchos profesores que no se tragan los lamentos catastrofistas de quienes aseguran que la educación está al borde del colapso. Todo es mejorable, desde la ley hasta la actitud de las familias, desde la impunidad de ciertos comportamientos del alumnado a la impunidad de ciertas incompetencias del profesorado, que de todo hay. Pero llorar y llorar y no ofrecer nada a cambio, no parece ni profesional ni valiente. Hay cierta razón en que la pedagogía de salón ha hecho daño, pero también ha sido con el beneplácito de un profesorado que ha estado mucho tiempo mirando hacia otro lado. ¿Cuántos profesores experimentados se han refugiado durante años en los niveles de Bachiller para no tener que descender a la lucha diaria en los primeros ciclos de la ESO? Quizá podrían haber enseñado sus recetas mágicas a quienes las necesitaban. ¿O es que esas recetas docentes eran simplemente la técnica del busto parlante: cincuenta minutos de charla magistral? ¿Cuántos de vosotros resistiríais en televisión un monólogo de una hora en un plano fijo? Hay quien pretende que jóvenes adolescentes aguanten seis sesiones de este tipo al día, con temas tan apasionantes como “El predicativo”, “Rima asonante y consonante” o “La cita bibliográfica”... (por cierto, a ver si algún día las autoridades educativas ponen algo de sensatez en el diseño de los currículos).
Y, para acabar, también quisiera dar testimonio de que son muchos los profesores a los que les gusta escuchar las experiencias de los demás. Es de una soberbia irritante pensar que ya lo hemos aprendido todo y que las mejoras que proponen los otros siempre son ataques contra lo que hace uno. Me gusta escuchar y aprender de los demás. Siempre procuro contar lo que me funciona en clase (y dejar de hacer lo que no me funciona). Mi aula siempre está abierta para el que quiera entrar y este blog tampoco modera los comentarios, lo que viene a ser lo mismo en lo virtual. Si se contagiase esta transparencia, quizá los profesores y la educación en general dejaríamos de tener la mala prensa que tenemos. Porque, no nos equivoquemos, para la sociedad, los docentes seguimos siendo un colectivo de plañideras que, además, cada día hacemos peor nuestra faena.

Crédito de la imagen: Pink Floyd, The wall, en corrente SBL

02 diciembre 2008

La cataplasma y las TIC

No sabría darle nombre, aunque se me vienen a la mente "autoodio" o "endofobia". He detectado este fenómeno en varios blogs educativos relacionados con las nuevas tecnologías o con la innovación educativa. Son compañeros con un alto nivel de exigencia y una gran capacidad crítica ante las tendencias en estos ámbitos. Atacan, con razón la mayor parte de las veces, la frivolidad o la superficialidad en la que estamos cayendo los profesores a la hora de abordar la integración de las TIC en el aula o en la consideración de lo que es verdadera innovación. Es posible que el crecimiento del mundillo TIC nos haga pensar que todo el monte es orégano o que mantener un blog de aula, por ejemplo, nos hace mejores docentes. Quizá esa percepción se deba también a la cantidad de ruido, al ya inabarcable mundo de los blogs de profesores, cada uno distinto, cada uno con una receta particular para mejorar el oficio. En esa marejada de voces se oye de todo, aciertos, errores, banalidades, insensateces... Y de ahí viene el "autoodio": críticas simpáticas o feroces, irónicas o escépticas, soberbias o moralizantes, no hacia esa inmensa proporción de docentes que ven las TIC como quien oye llover, sino contra aquellos que hacen lo que pueden o lo que saben o lo que les dejan.
No sé si este fenómeno es habitual cuando se avecinan cambios metodológicos, pero me preocupa que eche para atrás a quienes empiezan a animarse con las tecnologías educativas o a quienes se han creído lo que marca la LOE. Estamos reclamando, por un lado, que la competencia digital sea un hecho en la realidad educativa y, por otro lado, asustamos a los profanos con aspavientos teóricos. Y así, ahora, tenemos de cara a los escépticos y a los desencantados. Me parece estupendo que avisemos a todo el mundo de que las TIC no son la sala de urgencias de la educación; digámosles que una aspirina, o un blog, no curan la peritonitis de las aulas actuales. Pero, por favor, no espantemos al personal para que vuelvan a las cataplasmas o a los hechizos.

Crédito de la imagen: www.flickr.com/photos/42299665@N00/255028533