17 julio 2021

Sesquidécada: julio 2006

Veo la lista de lecturas del verano de hace quince años llena de literatura juvenil, con algunos títulos y géneros diferentes intercalados en medio, como setas en el bosque. Algunas de esas lecturas juveniles ya no forman parte del canon, porque están descatalogadas o porque muestran una realidad lejana para los adolescentes actuales (otro lenguaje, otros problemas, otra estética...). Sin embargo, sirve para recordarme que el verano es tiempo de leer literatura juvenil y de actualizar el canon de recomendaciones de aula, buena literatura para fomentar la lectura entre los jóvenes, literatura hecha por gente solvente, no necesariamente por autores que piensan que este género es algo menor para el que cualquiera está preparado simplemente "bajando el nivel".

Entre esas otras lecturas diferentes tengo anotada una recopilación de artículos sobre la lengua de Álex Grijelmo: La punta de la lengua. Igual que hizo en su día Fernando Lázaro Carreter con El dardo en la palabra, Grijelmo acerca con sus artículos a los lectores profanos los entresijos de la lengua. Es un autor muy competente y sus columnas siempre merecen la pena, incluso cuando son susceptibles de discusión. Creo que hay buenos divulgadores en este ámbito, especialmente mujeres como Lola Pons o la multipremiada Irene Vallejo, que hacen las delicias de los que amamos la lengua y las humanidades.

El otro libro que rescato en esta sesquidécada es El pisito, de Rafael Azcona. Tenéis la oportunidad de leer esta novela breve junto con otras dos maravillosas obras (Los muertos no se tocan, nene, y El cochecito) en una edición reciente titulada Estrafalario. Azcona es al guion lo que Berlanga era a la dirección, un visionario que sabía detectar los aspectos más sórdidos del humor negro de este país. Decía Azcona: "El humor es una de las pocas cualidades específicas del ser humano, aunque tenga muy mala prensa, pero una carcajada cuenta como una semanita en un balneario". Leer El pisito nos lleva a muchos a aquella España de los 60/70, a revisitar la vida de nuestros padres, una vida llena de higalmendra y de garbanzos mal cocidos, de supervivencia al toque de timo, de sensualidad sórdida... Feliz verano lector.


03 julio 2021

Te escribiré cuando llegue: un proyecto sin nombre, como sus protagonistas

Prólogo:

En el curso 2019-2020 nos comprometimos con la Red PLANEA (Arte y Escuela) a desarrollar un proyecto artístico de centro que incidiese en la transformación de la realidad a partir de propuestas educativas. Por circunstancias diversas, siendo la pandemia la puntilla para todas ellas, el comienzo de esta colaboración tuvo que demorarse hasta el curso siguiente, con las restricciones que todos conocéis.

Primer acto:


Las primeras reuniones del equipo motor (Director, Patricia García, Vicedirectora y Francesc Collado, Coordinador de etapa) con el artista elegido, Javier Molinero, se llevaron a cabo al empezar el curso. Teníamos claro que el proyecto debía seguir los pasos del Plan Lector Invisibles, que saca a la luz a las mujeres silenciadas a lo largo de la historia. Sin embargo, para no ser redundantes con otros proyectos que ya se habían ejecutado o estaban a medias, decidimos que se centrase en mujeres migrantes, especialmente en las menores que tienen que abandonar su mundo y enfrentarse al doble problema de la migración y el machismo. Por otro lado, la situación de pandemia nos había dejado con un nivel, 3ESO, en semipresencialidad, lo que constituía otra “invisibilidad”, en este caso estructural y educativa. 

Con estas premisas y contando con la disposición del profesorado de Geografía e Historia (Hernán Canós y Lidia Miralles), de Lengua Castellana (Anna Navarro y Toni Solano) y de Valores éticos (Neus Chillida -también puntualmente la profesora de Religión, Encarna Vidal-), Javier Molinero propuso un proyecto en el que el alumnado de los dos turnos de semipresencialidad, que iban a convivir todo el curso sin verse, tuviesen en el aula un punto de encuentro (un panel de trabajo) y un proyecto artístico común (un mar hecho de palabras escritas en unos paneles transparentes de metacrilato). Y tras varias sesiones de coordinación, nos pusimos en marcha casi en diciembre. Por suerte, en nuestra asignatura ya teníamos adelantada la lectura de En el mar hay cocodrilos, de Fabio Geda, una novela basada en el relato real de un joven que huye de Afganistán.

Segundo acto:

En principio, el proyecto se definió de este modo: el alumnado iría trabajando el tema de las migraciones en el Mediterráneo (se admitían otras excepcionalmente) y construiría unos relatos protagonizados por menores que huyen de sus países para establecerse en otros con más garantías de supervivencia. Una vez fijadas las líneas generales del proyecto, había que establecer qué desarrollo curricular tenía dentro de cada asignatura. 

En el área de Geografía se asignarían los países de origen y destino y tendrían que documentarse sobre ellos, así como trazar los itinerarios más verosímiles. Los productos intermedios serían las memorias y unos vídeos en los que se dramatiza un fragmento de ese viaje. 


En el área de Lengua se aprovecharía esa memoria de documentación para elaborar los guiones de los relatos en primera persona, de los que partiría posteriormente la redacción de la versión definitiva; este trabajo se complementa con el análisis de noticias relacionadas con la inmigración. También se propuso la creación de una cuenta de instagram para que uno de los personajes mostrase fragmentos de su vida antes de huir del país de origen. Finalmente, se habían de elaborar entrevistas en las que uno de los migrantes, convertido en personaje de éxito, rememoraba su exilio.

En el área de los Valores éticos, se fueron proponiendo lecturas y debates sobre el fenómeno de las migraciones, sobre los menores extranjeros no acompañados, sobre la diferencia de ser migrante hombre y mujer, sobre la trata de mujeres… En estas horas también se iba dando forma al panel del fondo del aula, con recortes y reflexiones que pasaban de un turno a otro.

Por suerte, pudimos complementar todo ello con una salida para asistir a una versión teatral moderna del Lazarillo de Tormes, muy apropiada para ilustrar las migraciones y las marginalidades.

Tercer acto:

Al acabar el segundo trimestre, muchas de esas actuaciones ya estaban en marcha y solo faltaba empezar con los paneles de metacrilato que darían forma al mar de palabras. Además, acabábamos de recibir la visita de las Bibliotecas Humanas de Valencia Acoge, una experiencia vital en la que migrantes reales contaban a nuestro alumnado sus (terribles) vivencias en la huida de sus países, así como la (compleja) adaptación al país que los acoge y su (incierta) situación actual. 

Con la mirada puesta ya en la fase final del proyecto, esa redacción de los relatos y su disposición en los 90 metacrilatos, descubrimos que no teníamos nombre para el proyecto, algo que reforzaba ese anonimato de sus protagonistas. Teníamos muchas ideas, pero nos faltaba un auténtico bautizo marino, por lo que lanzamos una encuesta de la que salió el nombre definitivo: Te escribiré cuando llegue (T’escriuré quan arribe): las invisibilidades empezaban a dejar de serlo.


A lo largo del mes de mayo, nos coordinamos entre los diferentes docentes, los diferentes grupos y los diferentes turnos (esto de la semipresencialidad es un horror que no debería volverse a producir), para ir puliendo los relatos, haciéndolos encajar en las plantillas que había preparado Javier Molinero, y para ir calcándolos en los paneles de los cinco bastidores de cada una de las cinco aulas. 

Esta labor requería mucha atención ya que los paneles tienen un orden preciso para dar forma al relieve del Mediterráneo. Al haber tantos docentes y alumnos implicados (unos 130) en unas fechas cercanas al final de curso, todo complicado con la semipresencialidad, la recta final del proyecto ha sido trepidante y los plazos se han cumplido casi en el último minuto. Por suerte, todo ha encajado y el proyecto se ha culminado con éxito.



Coda:

Más allá del producto final, ese mar de palabras, ese mar de relatos tan ficticios como reales, más allá incluso de los distintos productos intermedios (vídeos, guiones, entrevistas, documentación, debates, mapas…), nos queda la satisfacción de haber contribuido en el desarrollo de competencias transversales, borrando los límites entre las asignaturas, y abordando temas de actualidad en los que se ha promovido el pensamiento crítico y la autonomía del alumnado. Si el objetivo de esta colaboración con PLANEA era transformar la Escuela desde el Arte, creo que lo hemos conseguido, al menos en la promoción de una conciencia solidaria y comprometida con los derechos humanos y las libertades del individuo. Nuestras invisibles, ya no lo son tanto. 



01 julio 2021

Sesquidécada: junio 2006

Veo el registro de lecturas de junio de 2006 e imagino que sería un mes muy intenso en lo laboral y personal, ya que únicamente aparecen el Leviatán de Paul Auster y el inicio de un libro de viajes de Paul Theroux: En el gallo de hierro. Del primero confieso que no recuerdo nada, aunque me suena que me gustó bastante, de modo que poco puedo aportar a esta sesquidécada. Respecto a Theroux, es un autor que me interesa mucho porque su manera de contar los viajes siempre es sugerente y muy apropiada para distraerse en vacaciones. Theroux es un experto viajero que sabe seleccionar los detalles necesarios para que un libro de viajes sea algo más que una guía de aventureros y para que tampoco sea un diario demasiado lírico o costumbrista. En el gallo de hierro podemos encontrar un periplo por tierras de China y Mongolia, de Pekín a Shanghai, de Shanghai a Cantón, y de allí hacia el norte por todo el interior del país. Un viaje en tren por la China menos conocida, conviviendo con la gente que viaja en vagones que contrastan con la modernidad actual de la red ferroviaria china. Probablemente es una lectura que se convertirá en historia con la evolución del coloso asiático, pero siempre conservará el sabor nostálgico de los grandes viajes en tren.