26 septiembre 2008

Mea culpa

Arrastro toda la semana un gran complejo de culpabilidad: creo que estoy formando una secta de profesores friquis. Ya sabéis que, de tanto en tanto, imparto cursos relacionados con las TIC y en ellos me deshago en alabanzas de las aplicaciones tecnológicas en el aula (a pesar de las carencias más que evidentes de algunos centros educativos -como el mío- en este sentido). Estos días en los que estamos con la ortografía y las TIC, unos aguerridos profesores (casi mejor decir profesoras, pues son mayoría aplastante) se pelean con los mil inconvenientes que surgen en esto de la interactividad, las cuentas de usuario, los plugin de flash, etc. (nos hemos acostumbrado a instalar todos los días el Firefox 3, pues el aula de informática se empeña en desinstalar todo por la noche, y andamos ya como Sísifo).
Los veo y las veo pelearse con páginas que se resisten a ser cargadas, con programas que no quieren instalarse bien o tienen ficheros corruptos (¿hasta aquí la política?), con imágenes que ocupan mucho o se ven poco. Sé, por experiencia, que algunos no seguirán más allá de lo que veamos en el curso, pero otros y otras, lamentablemente, habrán caído en las redes TIC, en este universo de profesores que ocultan su condición de docente de día y bloguero de noche, vendiendo sus experiencias por un puñado de comentarios.
Me siento culpable porque gentes de bien, como Balma, Lorena, Mayte, Carmina y tantos otros, han sido ya abducidas por esta pasión por las TIC, de la que no podrán librarse. Espero que algún día, a todos esos docentes que se han atrevido a modernizarse y a innovar les llegue el reconocimiento que merecen. Mientras tanto, me seguiré sintiendo culpable por haberlos convertido en un poco friquis.
Crédito de la imagen: http://www.flickr.com/photos/49754617@N00/22690346

22 septiembre 2008

Ignacio Soldevila

Ha muerto Ignacio Soldevila. Era hispanista y casi un desconocido, pues se prodigaba poco en los cenáculos críticos, vencido más por su modestia que por la calidad de su obra, inmensa, exhaustiva y rigurosa. Parece que fue ayer (¡qué frases más tópicas a ciertas edades!) cuando lo conocí y le pedí que me firmase su libro sobre la obra narrativa de Max Aub, un estudio que ha sido durante muchos años referente fundamental para el conocimiento de nuestro escritor exiliado, y han pasado ya quince años. Lo recuerdo vivamente en el transcurso del "I Congreso Internacional Max Aub y el laberinto español", en la Universidad de Valencia, en la Fundación Max Aub de Segorbe. Mi amigo Javi Lluch y yo, a la sazón cándidos estudiantes de 2º de Filología, le manifestábamos nuestra admiración por su trabajo, y él, modesto y casi avergonzado, nos animaba para que fuésemos el relevo generacional en la recuperación de Max Aub y su obra. Mis pasos se han encaminado hacia otros derroteros, pero Javi Lluch ha cumplido con aquel compromiso y se ha convertido en un digno sucesor de Ignacio Soldevila, investigador inagotable sobre Max Aub y su época. Me decía hoy Javi que acabaron siendo más que colegas y que su muerte nos priva de un auténtico humanista; también para él han resucitado aquellos recuerdos tan lejanos y cercanos a la vez.
Y también los dos nos hemos acordado de un cuentecillo que escribí por aquellos días. En el relato especulaba con una hipotética caída de Javi, después de una opípara comida en Segorbe, en la que arrastraba a Ignacio y a ciertos catedráticos universitarios que organizaban el congreso; a raíz de ello, a mi amigo lo desterraban a Italia. Uno de los personajes, precisamente el que vuela hasta Québec al principio, era Ignacio Soldevila. Ahora ha llegado a su destino y quedamos nosotros aquí, de verdad, desterrados de los años pasados.

Más información:

21 septiembre 2008

Tinta o tecla

Llevo unos días liado con un curso sobre Ortografía y TIC. Lo mejor de enseñar es que casi siempre acaba uno aprendiendo mucho más de lo que creía saber. Pero también suele ocurrir que surgen dudas donde menos te lo esperas. Me ha pasado al escribir una nota en mi blog De textos, en el que procuro dar soporte logístico al curso. Escribía allí:
Bastantes profesores se muestran reacios a que los alumnos usen procesadores de texto con el argumento de que escribirán peor que si se acostumbran a escribir todos sus trabajos a mano. Sin embargo, tal como está la sociedad, lo normal será que escriban casi siempre en un ordenador, de modo que, a partir de cierta edad (creo que los trece o catorce años es razonable), conviene que usen de manera habitual el procesador de textos (...) hay que emplear el sentido común y tratar de concienciar al alumno para que entienda que los correctores son sólo herramientas para ayudarlo a escribir y nunca podrán sustituir sus conocimientos sobre la lengua (...)
No parece muy lógico seguir por muchos años con una práctica de escritura basada en el lápiz y el papel cuando la educación se encamina a la integración de las nuevas tecnologías. ¿Por qué pedimos trabajos a mano si lo correcto en la vida real es entregarlos en formato electrónico? ¿Hasta cuándo es recomendable que un alumno mantenga esos hábitos de educación primaria?
Los profesores tenemos miedo de que un alumno que no ejercita la escritura a mano pueda convertirse en un esclavo del corta y pega con el ratón. Sin embargo, la experiencia parece demostrar que los alumnos de secundaria que manejan desde temprana edad los procesadores de textos escriben igual o mejor que sus compañeros de "escritura convencional".
Creo que si hubiese ordenadores en las aulas y su uso educativo fuese una práctica natural, mejoraría la expresión escrita de los estudiantes de secundaria. Habría que revisar sus escritos, adiestrarlos en el uso correcto de las tipografías, de los correctores ortográficos, de las normas de presentación. Sin embargo, tal y como están las dotaciones tecnológicas hoy día, esa labor tendrían que hacerla en casa, lo que nos lleva a sospechar de una mala praxis en casi todos los casos.
Si pudiésemos trabajar la escritura académica mediante los procesadores de texto, la redacción discurriría por dos vertientes distintas y complementarias: una formal dirigida al ámbito público y otra de carácter privado en la que tendría cabida la imaginación, lo plástico, lo improvisado. De ahí, tal vez la escritura a mano cobraría nueva vida: las notas al margen, las cartas personales, los poemas, etc. Algo que, como profesores, nos alegraría la vista y nos evitaría muchas páginas emborronadas.

Crédito de la imagen: www.flickr.com/photos/56591156@N00/2110975557

11 septiembre 2008

¿Por qué no?

La escuela que tenemos no es perfecta, claro, pero tampoco está mal. Todavía recuerdo hace años lo mal que estaban las cosas. Todo el mundo se quejaba porque la enseñanza no se había puesto al día. Las cosas empezaron a ir mejor a partir del 2015, cuando se creó el ADIE, el Administrador de Infraestructuras Educativas, el órgano dependiente del Ministerio de Educación que se encarga de la construcción, mantenimiento y gestión de toda la infraestructura educativa pública. Esto sólo fue posible cuando los partidos políticos decidieron dejar la educación fuera de sus trifulcas electorales. Se había creado también un comité de expertos (formado por profesores, padres, pedagogos y otros agentes sociales) que estableció un plan de acción a largo plazo que marcaría las bases de las leyes educativas con independencia del color político que gobernase.
El ADIE se ocupó de forjar una red pública de centros multifuncionales. A los centros concertados se les ofreció la posibilidad de incorporarse a la red pública en régimen de concesión, siempre que suscribiesen los principios educativos de la educación pública (laica y no discriminatoria). Los centros educativos, además de la actividad formativa que les está asignada (Infantil, Primaria, Secundaria, etc.), ofrecen servicios socio-educativos, como escuelas matutinas y vespertinas, escuela de padres, academia de repaso, actividades deportivas y culturales. Todo esto se consiguió mediante la concesión de determinados servicios y espacios a empresas privadas que podían disponer de estos equipamientos públicos (al igual que ocurre con estaciones de tren o aeropuertos). Por supuesto, todo ello exigía la creación de nuevos empleos, pues los centros educativos no podían estar a cargo exclusivamente del director o del conserje; un gerente administra ahora el personal y asegura que todo funciona como es debido. Esto ha permitido que los docentes se liberen de conflictos de personal y se puedan dedicar a su oficio formativo.
Hoy, un estudiante dispone de un centro educativo en el que puede pasar todo el día, desde las 7 de la mañana a las 10 de la noche. Hay servicio de restaurante y bar; tiene posibilidad de quedarse a clases de refuerzo por la tarde, con personal especializado; puede participar en actividades deportivas o utilizar la biblioteca escolar sin límite de tiempo. Y, lo mejor de todo, sabe que eso no cambiará ni cuando pase de curso ni cuando mude su domicilio, pues el Ministerio de Educación ha establecido unos estándares de calidad (equipamientos, servicios, enseñanzas mínimas, sueldos de los empleados, etc.) comunes para todo el territorio nacional, independientemente de los gobiernos autónomos.
En cuanto a los libros de texto, ya sabéis que desaparecieron definitivamente en el 2020, cuando todos los alumnos llevaban ya su ordenador personal en el que encontraban todo lo que tenían que aprender, eso sí, con ayuda de sus modernos profesores.
Crédito de la imagen: www.flickr.com/photos/8107002@N03/1050167155

08 septiembre 2008

Qué leyeron mis alumnos

Hace un año ofrecí una base de datos de todas las lecturas de mis alumnos a lo largo del curso. Esta vez he esperado a septiembre para incluir los libros entregados a última hora. La lista sobrepasa los cien títulos y la tenéis disponible en una base de datos ordenada por niveles (el enlace está al final de esta nota).
Como breve resumen, ofrezco una selección con algunos de los libros más repetidos (os recuerdo que son todos los libros leídos a lo largo del curso, no los que más les han gustado, de los que ya hablé en junio):

Para primer ciclo de ESO:
  • El valle de los lobos (y, en general, la saga de las Crónicas de la Torre), de Laura Gallego (SM).
  • Carlota, así es la vida, de Gemma Lienas (SM).
  • Lobo negro, un skin, de Marie Hagemann (Alfaguara).
  • 97 formas de decir "te quiero", de Jordi Sierra i Fabra (Bruño).
  • La voz de los sueños y otros cuentos, de Hugh Lupton (Vicens-Vives).
  • Relatos de fantasmas, de Steven Zorn (Vicens-Vives).
Para segundo ciclo de ESO:
  • Espiral, de Marinella Terzi (Edelvives).
  • El Príncipe de la Niebla, de Carlos Ruiz-Zafón (Planeta).
  • Llámalo X, de Marinella Terzi (SM)
  • Eskoria, de Alfredo Gómez Cerdá (SM).
  • La muerte del cisne, de Fernando Lalana (Alfaguara).
Para Bachillerato:
  • Como agua para chocolate, de Laura Esquivel (Debolsillo).
  • Donde el corazón te lleve, de Susanna Tamaro (Seix Barral).
  • Pasión india, de Javier Moro (Seix Barral).
  • La autopista del sur y otros cuentos, de Julio Cortázar (Bruño).
Y, además, os recuerdo que en anteriores notas he hablado de otras lecturas juveniles sobre las que trabajaré el próximo curso. También Elisa Armas ha dado ya su lista particular. A ver si os animáis y compartís experiencias.

Descargar base de datos Access (mdb): Lecturas curso 07-08

Crédito de la imagen: http://www.flickr.com/photos/79874304@N00/302558059

01 septiembre 2008

Cuentos chinos

Llega septiembre y no paran de hablar de los síndromes postvacacionales. Al final, nos convencerán de que es mejor no tomarse vacaciones para evitar tanto malestar.
Para aliviar tensiones, ahí va mi peliculita de chinos:
Y puedes hacer el tuyo (incluso permite subtitular con acentos)

(Vía The Generator Blog)