28 septiembre 2019

Sesquidécada: septiembre 2004

Empecé a leer los libros de la serie de Manolito Gafotas de Elvira Lindo, hace quince años, cuando llevaban un decenio en las librerías, lo que los convertía ya en aquel momento en un clásico de la literatura juvenil. Me consta que se siguen vendiendo en ediciones actualizadas, más por la nostalgia de una generación de padres y madres lectores que por el interés de los niños en unos personajes que tienen ya ese gusto añejo de épocas pasadas, en las que hay que poner notas al pie para entender el contexto. 

Manolito Gafotas se ha convertido en nuestra serie "Los Cinco", un referente de un tiempo en el que se podía ser políticamente incorrecto sin que las hordas de las redes sociales te quemasen en la pira. Manolito y el resto de personajes de sus novelas representan también esa clase media que parece ninguneada por los políticos y los medios, salvo para protagonizar docudramas televisivos o fotos de campaña electoral. Sin embargo, para los que vivimos en las aulas, Manolito y sus amigos siguen siendo unos personajes bastante humanos y cercanos, más en su ingenuidad que en sus intereses de aquella época, desplazados ya por el mundo del móvil y los videojuegos. Pienso que los futuros maestros y profesores deberían seguir leyendo estas novelas para entender, aunque sea de soslayo, la visión lúdica del mundo por parte de los niños, pues más de una vez he oído decir que son inmaduros, que solo piensan en jugar, que no tienen interés en nada... como si fuesen niños y niñas. Ahí queda esta recomendación, más social que literaria, una lectura de una saga que habría tenido más repercusión si las gafas de Manolito hubiesen tenido magia en lugar de tendencia a romperse a tortazos.

En el lado serio de esta sesquidécada, recupero también la lectura de El retrato de Dorian Grey, de Óscar Wilde. Es una obra que no requiere muchas explicaciones. Se me hizo un poco costosa de leer, tal vez por solaparla con la literatura juvenil, pero reconozco el valor de su autor para publicar esta obra tan compleja en la época del folletín. La vanidad, la soberbia, el vicio, la hipocresía social... creo que esta novela sigue siendo demasiado actual y podría adaptarse casi sin variaciones a la era de las redes sociales: El instagram de Dorian Grey, ¿no lo veis?

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