30 noviembre 2018

Sesquidécada: noviembre 2003


Dos lecturas, dos niveles, dos estilos. La selección de lecturas de aquel noviembre de hace quince años, me lleva a puntos muy dispares. Una recomendación quizá os valdrá para el aula, y la otra para vuestro propio disfrute, un disfrute un tanto doloroso.

Cuando leí Hoyos, de Louis Sachar, me pareció una novela ideal para Secundaria. Creo que la utilicé unos cuantos años en 3º y 4º de ESO y luego cayó de mi catálogo, si no recuerdo mal, porque habían sacado una película que reducía su lectura a un nivel demasiado básico de interpretación. Hoyos es una buena novela juvenil, con una estructura muy bien trazada y con un fondo de reflexión muy interesante sobre la culpa, el castigo y la consideración de los menores como un problema social. Al margen de todo ello, es también una novela entretenida, con intriga y con buenas dosis de azar o serendipia. Recuperarla para esta sesquidécada me ha traído gratos recuerdos y tal vez me anime en algún momento a devolverla al aula.

La segunda lectura que reseño es Desgracia, de J.M. Coetzee, que en aquella época recibió el premio Nobel. Se trata de una novela dura, sin el más mínimo espacio para las alegrías, una novela que aborda problemas sobre las decisiones personales y sobre los dramas sociales. Desgracia es una de esas obras que te dejan con una sensación terrible de desamparo. Una lectura no apta para malas rachas... o sí.

2 comentarios:

eduideas dijo...

he leído ambas, la primera por recomendación tuya como lectura de aula (correcta) y el segundo autor porque es una apuesta segura al que volver de vez en cuando. No hay que abusar de Coetzee porque abruma con el tono desgarrado pero todos sus libros valen la pena, si no has seguido con él te animo a hacerlo.

Joselu dijo...

He leído bastante a Coetzee pero empecé con Desgracia como tú. La he leído dos veces. Su visión lúcida y triste del mundo me atrae poderosamente. Creo, como sentía Alejandra Pizarnik en la belleza de lo triste. Lo último que he leído de él es La infancia de Jesús o Jesús en la escuela. He leído los dos. Curiosamente, la lengua que utiliza para expresarse es el español. Coetzee siente como próximo el español como lengua y concepción de la vida. Triste y cercano. Leí también su autobiografía que es tremendamente dura consigo mismo. Cuando escribo para mí yo también soy cruel conmigo mismo. Coetzee es extraordinario y no entiendo cómo un joven de 17 años no debería ser capaz de leerlo y leer, en cambio, banalidades que se estilan.