23 octubre 2017

Sesquidécada: octubre 2002

Juan José Millás ha ocupado numerosas notas de este blog, varias de ellas en anteriores sesquidécadas, pero he de volver una vez más a él, porque en aquel octubre de 2002 andaba leyendo sus "articuentos", un género que el propio autor definió como un híbrido entre artículo y cuento.
Creo que en el futuro se reconocerá la grandeza de Millás como un autor de vanguardia, pese a que muchos contemporáneos ponen en cuestión su calidad literaria. Debo reconocer que mi pasión por Millás ha ido decayendo en los últimos años, quizá porque es difícil mantener con dignidad una producción periodística y literaria en estos tiempos tan extravagantes, en los que el periodismo y la cultura parecen encaminarse a una pleitesía desmesurada a cambio de subvención. Millás es un autor que ha cultivado el ingenio literario con una habilidad asombrosa, sobre todo en esos pequeños textos que son sus columnas de opinión con estilo literario. Muchas de ellas se pueden considerar microrrelatos, ya que apenas tienen un mínimo de entronque con la realidad actual del momento. Sin embargo, las más jugosas para mí son aquellas en las que el elemento extrañador de la literatura sirve para reducir al absurdo la realidad y ponerla en evidencia. En aquellos años, y durante mucho tiempo después, fui ávido lector de los textos de Millás, con más entrega a sus artículos que a sus novelas, que considero de menor calidad. Algunos de esos artículos los he usado en clase para trabajar el comentario de textos. Lamentablemente, he ido perdiendo un poco el hilo de sus escritos a medida que el periodismo que les servía de vehículo se ha ido degradando. Así pasé de comprar el periódico todos los días a hacerlo solo los fines de semana, hasta dejar de comprarlo definitivamente cuando he constatado el alejamiento de la realidad de la prensa impresa. Resulta curioso que Millás no haga una columna al respecto de ello, resaltando esa paradoja que hace que los grandes medios de comunicación se hayan convertido en medios de desinformación. Tal vez basta con leer sus columnas más recientes para comprobar que aquel Millás protestón e irónico ha dejado paso a un escritor moderado al que le cuesta alzar la voz.

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