19 junio 2014

Sesquidécada: junio 1999

Esta sesquidécada viene con sabor clásico por partida doble. El protagonista inicial es Luciano de Samósata, pero para llegar hasta este poco conocido autor sirio en lengua griega, tuve que partir de nuestro célebre Lázaro de Tormes. Aquí va la historia.
La obra del Lazarillo de Tormes es una de las más leídas del panorama literario hispánico, incluso en las aulas. Sin embargo, pocos saben que tuvo al menos dos segundas partes, una también anónima y otra de Juan de Luna. En la versión anónima, Lázaro cae de un barco y se convierte en atún para vivir una serie de peripecias en el reino de los atunes. Como podéis imaginar, se trata de una transformación con carácter satírico-burlesco que tenía como finalidad poner en evidencia muchos de los males políticos y sociales de la época, y para ello había de servirse del anonimato y la alegoría como instrumento para salvar la censura inquisitorial. Ese género de las transformaciones ya estaba inventado y su referente más conocido era el Asno de oro, de Apuleyo, pero, rascando un poquito más en las fuentes, se podía llegar a los relatos de Luciano, concretamente a "El gallo" y a "Lucio o el asno", ambos muy relacionados con el estilo y la intención de aquel Lázaro atún.
Así fue como, saltando de uno a otro, llegué a los Relatos fantásticos de Luciano y, posteriormente, a sus hilarantes Diálogos, de los que quizá hable en otra ocasión. Aunque podéis encontrar algunas reseñas y fragmentos en la red, recomiendo la edición de los clásicos de Alianza en la que están recogidos los "relatos verídicos" (auténticas joyas del surrealismo), "Icaromenipo o Menipo en los cielos", "El descreído", "El gallo" y "Lucio o el asno". Los relatos de Luciano son ágiles y muy divertidos. Contienen numerosas referencias a la mitología, pero el autor se apoya en ellas utilizando a menudo a ironía y el humor como elementos de crítica hacia costumbres y normas de la época. En ocasiones recuerda a los sueños de Quevedo, otras a los bestiarios medievales, otras a la picaresca, otras a Bocaccio, otras al viaje a la Luna del Barón de Munchausen... La lectura de aquellos relatos fue en aquel junio de 1999 un gran hallazgo que me abrió camino hacia géneros que desconocía.
Esta es, pues, la historia de un paseo por los clásicos y sus fuentes. Para todo filólogo es un deleite revisar esas obras que están en los márgenes de la literatura, esos textos que ya solo tienen sentido para los pocos que se atreven a recomponer el género y la historia que les dio origen. Para el ávido lector también son fuente de disfrute por su originalidad y porque avivan el deseo de coleccionar una rareza lectora más.

3 comentarios:

eduideas dijo...

Conocía de oídas la obra pero vista la recomendación, me la apunto como pendiente. Es importante visitar a los clásicos, y no solo para los filólogos.

Joselu dijo...

Reconozco que me he alejado de los clásicos españoles anteriores al siglo XIX. Me cuesta desearlos y los tengo en buena forma arrinconados aunque tengo una buena sección en la biblioteca de clásicos medievales, siglo de Oro y siglo XVIII que frecuenté durante mis años de formación. Vuelvo a ellos por motivos profesionales cuando algunos de ellos entran en la selectividad. No he leído esta obra de Luciano de Samosata aunque sí que había oído hablar de ella. Poco puedo aportar en su comentario. ¿Sigues leyendo clásicos actualmente fuera del ejercicio profesional o son solo tus lecturas de aquel tiempo de formación?

El curso ya está prácticamente acabado. Ayer hicimos la fiesta de final de curso y solo falta para ellos la entrega de notas. Nosotros aún tenemos faena para para finalizar el ciclo y dejar preparado el curso que viene.

Espero que sea un buen verano para ti y los tuyos. Yo haré algo en mi faceta de caminante contumaz en el País Vasco.

Un cordial saludo.

mjchorda dijo...

Gracias por seguir ejerciendo estas búsquedas filológicas y descubrirnos, al menos a mí, libros como este. Lo tendré en cuenta :)