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04 marzo 2016

Los eternos olvidados


Ha sido algo anecdótico, una salida de tono de Lucía Etxebarría en las redes, lo que ha convertido a Mensa y la superdotación en tema del día. Aunque solo sea por esta frivolidad, vale la pena que se haga visible durante unas horas ese 2% de la población que se encuentra al este de la campana de Gauss. No voy a detenerme a hablar de Mensa, porque Txema Campillo ya lo ha explicado con claridad, pero sí quiero poner el acento en lo que supone ser superdotado en las aulas, algo de lo que ya hablé hace unos años. Para un docente, el tema de las Altas Capacidades, así enunciado en las leyes educativas, no debería ser desconocido, ya que forma parte de la atención a la diversidad. Sin embargo, en la práctica, los superdotados son los eternos olvidados, el furgón de cola en unas aulas con medios de diagnóstico y recursos de apoyo siempre insuficientes. 
Para empezar, no hay apenas formación para el profesorado en este asunto. Ni siquiera es fácil aclararse con la terminología para referirse a ellos: ¿superdotados, talentosos, altas capacidades...? (remito a Javier Tourón para discernir estos conceptos). Ante ello, como cualquier otro ciudadano, el docente acaba recurriendo a los mismos tópicos y mitos, que podrían ejemplificarse con estas típicas frases de sala de profesores:

  • ¿Superdotado?... si no para de molestar en clase...
  • Mucho superdotado, pero no supo identificar bien el Sujeto...
  • Será superdotado, pero maleducado y soberbio también...
  • Pues a mí me deja los exámenes en blanco...
  • Menos superdotación y más hacer los deberes...

Todas estas afirmaciones y otras similares parten de una idea de la superdotación que sitúa al superdotado rozando la perfección humana, como si el cociente de inteligencia asegurase alumnos y alumnas disciplinados, obedientes, cultos, aseados, atentos, etc. Tal y como están las aulas hoy día, lo más probable es que sean justo lo contrario: aburridos, inquietos, impacientes..., desmotivados por unas clases que insisten en repetir los mismos contenidos año tras año, unas clases que, además, penalizan al obediente con toneladas de deberes repetitivos y poco estimulantes. No es necesario que ofrezca datos del grandísimo fracaso escolar que se produce entre los superdotados precisamente por este motivo. Convendría recordar que los que conforman ese alumnado con altas capacidades son, como el resto de estudiantes, niños y jóvenes con intereses, capacidades, sentimientos, virtudes y defectos que escapan a cualquier etiqueta. De ahí el error de quienes creen que la superdotación ofrece ventajas o inconvenientes ante el futuro personal o laboral: exactamente las mismas que tener el pelo rizado o las piernas largas.
Ante este panorama, ¿qué ofrece la ley? Os dejo algunos de los puntos que recoge la actual normativa:


A simple vista parece que la ley tiene en cuenta esa atención a las altas capacidades. Sin embargo, en centros como el mío, esos artículos son papel mojado. Con grupos heterogéneos en los que no se llega a atender a los que van por detrás, pensar en atender a los "adelantados" es casi una broma. En alguna ocasión se plantea como solución el diagnóstico temprano de las altas capacidades para poder atenderlos mejor, pero, sin recursos suficientes, ese diagnóstico se convierte en un sufrimiento añadido para el docente que ve con impotencia que no puede satisfacer las demandas de un alumnado tan heterogéneo. Por poner un ejemplo, en un grupo de 2º de ESO en el que tengo aproximadamente 15 alumnos con carencias diversas (extranjeros que no conocen el idioma, hijos de inmigrantes que no tienen refuerzo lingüístico en casa, alumnado con necesidades específicas...) a los que ya no se puede atender desde el Departamento de Orientación porque están desbordados, detectar un caso de superdotación simplemente añadiría un nuevo informe sin resolver.
Quizá algún día la Escuela se tome en serio las responsabilides humanas y éticas que supone la desatención de todas estas necesidades educativas. Dejar olvidados a estos jóvenes es especialmente cruel en un país donde el talento y la inteligencia han de emigrar para dejar hueco a la mediocridad y sordidez. Derivar, como es habitual, la responsabilidad en el último escalón del sistema educativo es también garantía de que solo unos pocos llegarán al nivel de sus capacidades, y siempre a pesar de nosotros.

Crédito de la imagen: Image: 'Szczecin 2015'