07 agosto 2020

Sesquidécada: agosto 2005

Agosto es un mes propicio para lecturas variadas, que lo mismo te dejan registro de bests sellers como El código da Vinci que novelas juveniles como Los hijos del Trueno, de Fernando Lalana y J.M. Almárcegui. Pero esta sesquidécada rinde homenaje a otros títulos con más empaque, también muy variados como comprobaréis.

El primero es un clásico de la educación, casi de obligada lectura para cualquier docente de lengua: Gramática de la fantasía, de Gianni Rodari. Al margen de que se obtienen de su lectura infinidad de ideas y propuestas para el aula, el texto de Rodari es una invitación a observar el mundo con otra mirada, a pensar en la lectura y la literatura como en la materia prima de la imaginación, de los sueños, de la creatividad... La gramática de la fantasía aborda el arte de contar historias pero también abre la puerta a plantear un modo diferente de enseñar a leer y escribir. Solo por eso merece la pena acercarse a Rodari.

Muy relacionada con la lectura y los libros está también la novela Auto de fe, de Elias Canetti, un autor que considero imprescindible para entender el siglo XX. Es una obra intensa, intelectual, simbólica y un tanto quijotesca. La obsesión por los libros de su protagonista lo convierte en un títere de los acontecimientos en una trama que recuerda bastante a las pesadillas de Kafka. Un libro para leer con reposo y buen ánimo.

Por último, una obra de un género menor del Renacimiento, las misceláneas: Floresta española, de Melchor de Santa Cruz. Si hubiese un Twitter en aquella época, la floresta sería lo más parecido a ello: chistes, cotilleos, cuentecillos, crítica, sentencias, burlas, aforismos, sátira... totum revolutum. Os dejo unos pocos ejemplos para vuestro solaz:

Cuando un cirujano a un pobre hombre, que le habían dado una pedrada en un ojo, que se le echó fuera, preguntó al cirujano: señor, ¿perderé el ojo? Respondió: no, que yo le tengo en la mano.

Ofreciéndosele a uno un viaje, aconsejábanle que fuese por la mar, que iría más presto y a menos costa. Respondió: no quiero ir en bestia que se gobierna por el rabo y no se puede el hombre apear de ella cuando quiere.

El mismo decía que era bueno hablar de la guerra y no ir a ella, y hablar de la mar y en ella no entrar, y hablar de la caza y tomalla en la plaza.

Diciendo un gentilhombre a una señora cuando se despedía de ella: beso pies y manos de vuestra merced. Le respondió: Señor, no se olvide otra estación que está en medio.

Leía siempre y fue reprehendido de algunos caballeros. Respondió: converso con los libros, porque hallo en ellos mejor conversación que no en vosotros.

El duque Philipo de Borgoña decía: de los grandes señores no digáis bien, ni mal. Porque si decís bien, mentiréis; y si mal, poneisos a peligro.



1 comentario:

thewomansepie dijo...

Gracias, disfruté contigo y terminaré de hacerlo en cuanto lo vuelva a leer después de buscar algunas palabras en Google.

Maite