12 agosto 2015

Sesquidécada: agosto 2000

Dicen que el verano es tiempo ideal para leer libros largos, novelones a los que dedicar horas sin prisa, tiempo de best sellers intranscendentes si es preciso. En esta sesquidécada que recupera lecturas de agosto de 2000 también se reseña un novelón, aunque tiene poco que ver con un best seller. Se trata de Sombras sobre el Hudson, del premio Nobel Isaac Bashevis Singer. Si no recuerdo mal, llegué a esta obra por alguna reseña de Antonio Muñoz Molina, que en aquella época estaba muy centrado en la cultura judía (poco después publicaría Sefarad, una interesante novela sobre los sefardíes).

Sombras sobre el Hudson es más que una novela río, una novela océano, como apunta Eduardo Chamorro. Tanto el estilo como la trama recuerdan mucho a las novelas del siglo XIX. Bashevis Singer sustituye el Madrid de Galdós por la comunidad judía de Nueva York y ofrece un minucioso despiece de personajes y costumbres, por lo general marcados por el signo de un holocausto demasiado cercano. En mi caso, esta lectura me acercó a la cultura judía más allá de los guiños cómicos de las películas de Woody Allen, John Goodman en el Gran Lebowsky o la saga de El padre de la novia, que llegarían después. En alguna ocasión he vuelto a autores de este estilo, como Saúl Bellow, pero reconozco que me parecen más interesantes las visiones críticas o abiertamente cómicas, como la de El lamento de Portnoy de Philip Roth.

En cuanto a los novelones de verano, sigo manteniendo en parte esa costumbre. El verano pasado me atreví con Anna Karenina y ahora mismo estoy enfrascado en La broma infinita, de David Foster Wallace, otro de esos libros raros y largos que ponen a prueba a los lectores impenitentes. Por suerte, mi amigo Joselu retroalimenta mi lectura con la suya. A ver si llegamos ambos a buen puerto. 

4 comentarios:

alazpita dijo...

Leí "La Broma Infinita" el año pasado y me encantó. A partir de esa lectura seguí el hilo de DF Wallace y ahora mismo lo tengo entre mis autores de cabecera.
Hace unos meses le dediqué uno de esos homenajes de docencia-ficción que tanto nos gustan :)
http://aitorlazpita.blogspot.com.es/2015/01/la-escuela-infinita-homenaje-df-wallace.html
Un abrazo, compañero. Feliz verano :)

Joselu dijo...

He interrumpido la lectura de La broma infiinta momentáneamente para adentrarme en un tema apasionante que es la Neuroeducación, materia que da título a un ensayo de Francisco Mora que deberían leer todos los docentes. Te lo recomiendo vivamente. En cuanto acabe su lectura continuaré con La broma infinita, a ver si la acabo en estos quince días que quedan de agosto. Yo también leí Ana Karenina un par de veces, una en un verano. Guerra y paz la leí en un viaje por España con motivo de esos permisos por asuntos propios que tomaba hace dos décadas. Moby Dick también es una lectura de verano, al igual que Los hermanos Karamazov, y otros.

Toni Solano dijo...

Aitor: Tal vez fue tu post (o las muchas y diversas referencias elogiando esta novela) el que me animó a meterle bocado. Había leído una recopilación de relatos "La niña del pelo raro" y me había dejado con las ganas de más. Ahora voy avanzando y me gusta mucho, porque me parece, en cuanto a técnica y trama, una novela total, algo similar al Ulises de Joyce o al Quijote en sus respectivas épocas. Gracias por comentar.
Joselu: No he leído nada de neuroeducación, más allá de algún artículo suelto en los blogs. Tal vez este curso me ponga al día con ello. Buenas novelas mencionas; te falta Dickens :)

Miguel dijo...

Yo identifico el verano con las aventuras y los ensayos sobre la historia reciente de España. Y es que yo soy de los que están convencidos de que cada momento tiene su motivación. Mi lectura favorita previa a la siesta se compone de aventuras. Julio Verne es mi favorito. Ahora estoy acabando "La isla misteriosa". Por las noches, en la fresquita de mi terraza leo a Preston. Este hispanista es extraordinario. También leí en su momento, no hace mucho, en la terraza nocturna "La Odisea" y "El quijote" (que ya había leído en Castellón en invierno).
Pero en verano, es cierto, las neuronas (por lo menos las mías) están más motivadas a la lectura. Y es que "el caloret" aguza los sentidos.

Un abrazo.