17 enero 2009

De los delitos y las penas

En la nota anterior, con el referente de un artículo de Javier Cercas, pedía un comentarista mi opinión sobre los castigos, autoritarios o constructivos.
No soy policía ni juez: Soy profesor de lengua y literatura de Secundaria, y pienso que el castigo se corresponde con el delito, no con la educación. Mis alumnos/as no cometen delitos; si alguna vez incumplen las normas establecidas por la legislación (Decreto de derechos y deberes etc.), aplico el procedimiento establecido, aunque sólo recurro a ello cuando la falta es de extrema gravedad. No creo en el castigo "educativo" y sí en el premio. Haciendo memoria, no recuerdo haber castigado a nadie ni siquiera a copiar. Creo que, a veces, es mucho más efectivo regalar pequeñas dosis de generosidad (con la calificación, con buenas palabras, con una llamada a casa) a los alumnos que no acostumbran a aceptar las normas, que someterlos a persecución disciplinaria.
Porque podemos encontrarnos con que son ellos los que tendrían más razones para castigarnos a los adultos, por ejemplo por mantenerlos durante años encerrados en barracones insalubres...

19 comentarios:

Lourdes Domenech dijo...

Prolongar la estancia en barracones durante décadas, eso sí es un delito.

Es una lección de honor entonar el mea culpa.

Héctor Monteagudo Ballesteros dijo...

En esencia, estoy de acuerdo con lo que dices. En ciertos casos es mejor una pequeña recompensa a tiempo que tirar de "tamagochi" después. El problema es que de esta manera se corre el peligro de "mercantilizar" la educación o "yo no muevo un dedo si no me pones un positivo". Por desgracia no existe la receta perfecta para gestionar una clase.
Sobre los barracones, poco tengo que añadir a lo que Lu y tú habéis comentado en otras ocasiones. Ya los sufrimos el curso pasado y sé lo inhumanos, vergonzosos y humillantes que pueden ser. Todavía recuerdo ese olor, el suelo encharcado, el frío o el calor inhumanos y prefiero no pensar que muchos de mis alumnos pasarán allí seis horas diarias durante los próximos cuatro años, al menos. Sin embargo, no puedo evitar preguntarme cómo influirá en el adulto que serán mañana y si querrán perdonarnos algún día.

Serenus Zeitbloom dijo...

Desde luego los barracones están haciendo un daño moral tremendo, (yo los vengo sufriendo desde años.. por suerte empezamos ya a ver la luz). Cualquier chaval debe darse cuenta de que no debe ser tan importante eso de la escuela, cuando cualquier asociación –de fiestas por ejemplo, cuenta con instalaciones más decentes.

Pero dejando de lado esa cuestión innegable, quiero matizar la manera en que planteas el tema del castigo; como muchas otras cosas el castigo, como las faltas, es una cuestión de grados. No creo que sea bueno educar (ni como padre, ni como profesor) a un niño en la creencia de la impunidad; preferiría que un hijo mío conociese que los actos tienen consecuencias, y si es posible, evitar que tenga que conocer la existencia del castigo por un juez.

Saludos

Anónimo dijo...

Es curioso, podríamos hacer una sencilla clasificación: dos tipos de profesores.
Por un lado, los que nunca, o casi nunca, han usado esos "partes", "castigos", etc, y acuden al verbo para resolver las cuestiones más o menos perversas de las relaciones escuela-alumno.
Por otro lado, los de gatillo fácil, el de "que te eduque tu padre", el que desearía, aunque no lo diga y lo deteste, volver a la tarima y la palmeta.
En fin, D. Antonio, es lo que tiene esto de las clasificaciones. Tal vez haya híbridos, usted dirá. Seguro, pero alguno de los dos perfiles acabará dominando al otro.

En el fondo, y el otro día creo me lo comentabas tú, es "adaptarse o morir", luchar por sobrevivir, al fin y al cabo.

JLG dijo...

Yo prefiero hacer que parezca un accidente ^_^

La verdad es que soy un privilegiado porque ahora sólo tenemos Bachillerato (yo me suelo encargar de Segundo), Acceso a las Pruebas de Ciclo (son mayores y no dan guerra) y ESA (unos benditos).

Cuando llegué a la docencia sí que era un poco de gatillo fácil. Después me he ido curtiendo y hace mucho tiempo (salvo casos muy, muy, muy excepcionales) que colgué las cartucheras.

Marian dijo...

Lo de los barracones es lamentable...Eso sí que es animalizar a los alumnos.
El tema de los castigos no lo veo yo nada fácil. Tampoco soy de las de látigo en mano, pero hay situaciones y centros en los que los partes son inevitables y alumnos con los que el diálogo o los premios con la calificación o con lo que sea tampoco suele servir. Se pueden buscar alternativas (yo he llegado incluso a regalar alguna cosilla: pegatinas, bolis...) pero hay alumnos muy complicados a los que da igual todo, no sé si porque han estado o están demasiado castigados en sus casa, en sus barrios, en su vida cotidiana.

Miguel dijo...

Cuánta razón tienes al decir que los profesores no somos jueces ni policías. Y yo añado que no podemos convertirnos en jueces y policías de pacotilla. No lo somos y basta. Somos, aunque haya gente que a veces se le olvide, educadores. Y esto lleva una carga enorme de responsabilidad. Hemos de acercarnos a los alumnos/as, estar con ellos/os, en sus triunfos y fracasos. Animarles, reprenderles. Y escucharles. Yo soy partidario del estímulo positivo. El castigo nunca lo utilizo. Y no me va mal.
Un saludo

Cristinaa dijo...

Lo de mandar a escribir y algunas otras cosas son inútiles, pero no niego que hay veces que sí se tienen que recurrir a los partes o, por lo menos, dejar un ratito en la puerta de la clase para tener tranquilidad...
Un saludo!

Juliiiii dijo...

Desde luego, si esas son las condiciones donde dais clases, que vengan luego los grandes jerifaltes de la educación y que digan que se toman en serio lo que debería ser con mayúsculas EDUCACIÓN.

Respecto a lo de los castigos, alguna vez he tenido que hacer uso de ellos (partes, copiar algo), aunque más bien me quedo en la amenaza y como reacción casi instintiva cuando me enfado. Pero creo que lo estoy corrigiendo poco a poco y coincido contigo en que es mejor aplicar el premio. Otra cosa es la conversación, el trato cercano, que muchos de nuestros compañeros no practican y dejan a nuestros alumnos como una especie de subalternos sin voz ni voto ni importancia.

Por cierto, una casualidad: cuando he accedido al blog he pasado por tu perfil y tenías 6666 vistas, curioso número, jeje.

¡Saludos!

Juan Antonio González Romano dijo...

Yo soy mucho más partidario del diálogo y el refuerzo positivo, pero no niego que, en casos excepcionales, graves, también sea necesario tomar otras medidas, porque hay alumnos a los que es necesario poner límites. Afortunadamente, en los últimos cursos nunca he tenido problemas disciplinarios, pero como Jefe de Estudios tengo que lidiar con todos los de mi centro. Y este año me ha tocado reflexionar con una compañera que había puesto, en los dos primeros meses de clases, más de ciento treinta partes escritos de indisciplina, más de cien que el siguiente compañero...
Y en cuanto a los barracones o caracolas (así le llamamos aquí), en mi centro hay cuatro. Y cómo no serán las aulas normales, que todos los alumnos quieren dar clases en las caracolas...

Toni Solano dijo...

Lu: Recuerdo que cuando hice bachiller, llegamos a cortar las calles porque no teníamos calefacción. No me gusta sublevar al personal, pero no sé qué haría en lugar de ellos (o de sus padres).
Héctor: La educación ya está mercantilizada sin nuestra ayuda. Desde hace tiempo ni me molesto en justificar la importancia de la educación: simplemente les digo que tienen que estar ahí si quieren ese título que les exige la sociedad. ¿No es eso mercantilización? Y sobre si nos perdonarán, espero que la memoria selectiva les haga recordar los buenos ratos.
Serenus: Los alumnos pasan conmigo tres horas a la semana. ¿Debo ser yo quien castigue? ¿Y sus padres? ¿Cómo explicar que la educación es algo positivo si nadie les riñe más que los maestros? En mi casa, con mis hijas, aunque tampoco castigo demasiado, ya me ocupo de marcar las responsabilidades.
Martín: A pesar de lo que acabo de comentarle a Serenus, no creo que el docente deba escabullirse de su labor como educador. Sin embargo, no somos dioses: antes de desistir, debemos intentarlo primero. En cuanto al gatillo fácil, hay que valer para ello.
José Luis: Una parte de mí te envidia, pero no sabes lo que te pierdes. Lo más divertido del instituto está sin duda en la ESO.
Marian: Hay alumnos con los que no funciona nada, pero es nuestro deber intentarlo. También yo he llevado bolsas de chucherías (cuando daba 1º de ESO) y diplomas por aprender los verbos. Hay que buscar nuevas fórmulas a nuevos problemas.
Miguel: ¿Te has fijado lo poco que hablamos con los alumnos? Me refiero a hablar de manera individual, sin que escuche todo el grupo, conocer sus problemas reales en el aula. Cuando puedo, los escucho y descubro historias sorprendentes que me hacen replantear mis clases.
Cristinaa: Es cierto: tendría que haber una especie de patio de relajación al que mandar a los alumnos que se sienten asfixiados en clase.
Julii: Nadie se cree ya lo que dicen los de arriba, porque todo son medias verdades (por no decir mentiras): la dignidad de la educación, la igualdad de oportunidades, etc. En cuanto a las 6666 visitas, todo parece indicar que hay algo diabólico en esto de los blogs ;-)
Juan Antonio: No quiero entrar demasiado en el tema de los barracones porque me pongo enfermo. Aquí están todos los de 2º de ESO en barracones con goteras por arriba y con ratas por debajo. A pesar de lo ruinoso y pestilente, algunos los prefieren porque en verano hay aire acondicionado. Cuando pasas toda la mañana en ellos, tienes los pies como cubitos y la cabeza abrasada del aire caliente. Espero que acaben pronto el instituto, pero nos queda, al menos, otro año aquí.

Joselu dijo...

El otro día en clase me decían los alumnos que con x se portaban mejor porque les ponía notas en la agenda y ponía partes de amonestación, además del castigo de la tarde de los jueves que utilizamos. No me atrevería a decir qué es mejor. A veces es necesario decir hasta aquí hemos llegado, pero no tengo ninguna solución mágica. Te envidio, Antonio, cuando dices que en la ESO es donde está lo divertido. ¡Qué maravilla de profe debes de ser!

JLG dijo...

Joselu, por desgacia no creo que exita la solución mágica.

Antonio, mi IES pasó de una FP de élite (con el Caudillo) a una FP conflictiva (ahí fue cuando llegué yo) y, después, a una ESO tres cuartos de lo mismo. Ahora nos movemos en la cuerda floja (las horas siempre llegan justitas, justitas) de unos Bachilleratos aceptables.

Toni Solano dijo...

Joselu: Cuando estuve en la privada comprendí la pedagogía del miedo: alumnos que no abrían la boca en clase, pero que tampoco aprendían otra cosa que el odio al profesor. Prefiero que armen alboroto y se comporten como jóvenes. Por eso digo que la ESO es más divertida, porque exige del profesor la búsqueda continua de estrategias para enseñar y no le permite dormirse en los laureles académicos (lo que no quita que haya días en que lo pase fatal y tenga ganas de estrangularme).
José Luis: Ojalá se hubiese dignificado la FP de otro modo; me gustaría que muchos de mis alumnos que abandonan los estudios hubiesen podido cursar aquella FP.

Anónimo dijo...

Mi experiencia en los últimos siete años se ha desarrollado en exclusiva en la ESO y con alumnos inmigrantes con situaciones socioeconómicas complicadas y, sin embargo, no he tenido problemas de disciplina prácticamente y cualquier palabra amable me la han agradecido y ha sido suficiente para corregir conductas o denunciar actuaciones concretas. Estos últimos años he desterrado de mi vocabulario palabras como castigo, falta, parte, llamadita, jefatura o dirección. No lo había previsto así lógicamente, pero lo cierto es que toda la vida escolar transcurre más normalizada, más tranquila, menos estresante y menos ruidosa. No lo sé, pero sólo quiero que esto me dure unos años más por las condiciones en las que doy ahora mis clases (aula específica, ordenadores para todos los alumnos, grupos muy reducidos, apoyos personalizados). La relación es obvia...

JLG dijo...

Pues sí, Antonio. Aquella FP era una buena salida para los alumnos que querían aprender un oficio. Además, con más o menos profundidad, cursaban asignaturas comunes hasta el final, por lo que era fácil que terminaran con una base general muy aceptable.

Lobelia dijo...

Estimado Antonio:

Me alegro de que hayas recogido mi pregunta y hayas incluido el tema en tu blog. Muchas gracias.

Pienso que todas las opiniones que se han expuesto son razonables y tienen sus argumentos a favor y en contra. Como siempre, es cosa de dialéctica.

Solo un pequeño apunte. Creo que en tu entrada original utilizas la palabra "castigo" de un modo un poco "retorcido" (el adjetivo es un poco fuerte, pero para que me entiendas), en el sentido de que tu argumentación parte de que todo aquel que aplica un castigo se comporta como un juez o un policía. Según el diccionario, el castigo puede ser mucho más (o mucho menos) que una condena o una pena legal, y ambas cosas no deben confundirse. Si partes de la base de que todo el que castiga está imponiendo una sanción a un delito, haces pensar que el que castiga ve a sus alumnos como "delincuentes", y no necesariamente es así. Los castigos y los premios pueden ser de muchas clases, y a veces ni siquiera se distinguen fácilmente (por ejemplo, si un profesor saca a un alumno que está "pesadito" a ayudarle en clase como "secretario", ¿es un premio o un castigo?). El que castiga no persigue la criminalidad, sino un comportamiento que puede socavar el derecho de los demás alumnos. Otra cosa es que los castigos de copiar 100 veces o ponerse de cara a la pared no tengán más función que la de cabrear o atocinar al chaval/a...

Bueno, eso es todo lo que quería decir. Mucha suerte, que sigas adelante y un saludo.

Víctor

Yolanda dijo...

Yo he conocido barracones penosos y otros mejor acondicionados, pero en cualquier caso son una solución cara que sólo pone en evidencia la falta de previsión de las autoridades "competentes" (¡ja!).
En cuanto a los castigos, es cierto que suele ser más eficaz el premio, pero también es verdad que el que hace algo incorrecto ha de aprender que tiene consecuencias. Eduardo Punset cuenta en el XLSEMANAL de ayer un experimento hecho con ratones a los que se premiaba cuando hacían algo bien; se dejó de premiarles y la inmediata consecuencia fue que se esforzaron más para conseguir el premio, pero visto lo estéril de su empeño dejaron de hacerlo.
Mucho se ha criticado que el sistema educativo actual permite pasar de curso con varios suspensos, y en verdad muchos casos claman al cielo. Yo recurro poco al castigo porque con los pequeños hay que buscar otros métodos, pero nunca se puede permitir que una mala acción quede impune. Cuando es un problema de convivencia, peleas o algo así les hago poner por escrito lo ocurrido a los implicados y luego hablamos sobre ello.
Sobre el castigo se podría escribir un tratado entero. ¿Os acordáis de la escena de "If" en la que los alumnos reciben palmetazos en el trasero y encima han de dar la gracias al profesor? Tremendo.
Un abrazo, colega.

Ana dijo...

Barracones insalubres... ¡que se lo digan a la rata que vive bajo ellos, encantada con las sobras de los almuerzos de los chavales! Ya parece un gato!