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08 septiembre 2015

Temporada de MOOC

Llega el inicio de curso y lo hace como siempre, con toda la intensidad con la que empiezan las cosas de aula: frenesí, vértigo, emoción, prisa, sueños, ilusiones... También empieza, para algunos, la hora de actualizarse, la hora de la formación. En la Escuela, la formación más efectiva, según he ido comprobando, es la que se hace entre iguales, sobre todo si se puede establecer una comunidad de aprendizaje en común que tenga suficientes elementos de contagio, es decir, que formador y alumno compartan intereses y desempeñen funciones similares. El problema de esta formación es que los docentes de aula no tenemos tiempo durante el curso para entrar en otras aulas o para que otros docentes entren a la nuestra (como ya he defendido hace muy poco). De ahí la necesidad de otro tipo de formación del profesorado: la que ofrecen los CEFIRE (CEP, CPR, etc.), la formación a distancia y, sobre todo, la autoformación, algo que hay que tener en consideración si tenemos en cuenta que todos los docentes somos personas con estudios universitarios y por ello potencialmente capaces de aprender por nosotros mismos. 
En este sentido, especial importancia cobra en los últimos tiempos la formación que ofrece el INTEF, bien sea a través de los cursos tutelados de Formación en Red o bien a través de los MOOC, cursos masivos y abiertos en red. Por suerte, he podido participar en ambas modalidades tanto de alumno como de tutor, y sé que tienen bastantes virtudes y algún que otro defecto. Entre las primeras están la posibilidad de conectar con muchos docentes en la red, el acceso a herramientas y recursos que pueden ser útiles para el aula, el seguimiento por parte de tutores que han puesto en práctica esas tareas, el trabajo en equipo... Quizá esta última virtud sea también fuente del principal defecto, la dificultad de organizar tareas en grupo desde un curso virtual, sobre todo por el escaso hábito de los docentes a la hora de trabajar en equipo. No obstante, la satisfacción personal tras mi experiencia como curador de contenidos en el #ABPMooc_INTEF, cuyos materiales siguen a vuestra disposición, me lleva a animaros a conocer estos MOOC, en los que uno puede marcarse sus propios objetivos y en los que el único compromiso es aprender y compartir, poniendo siempre un poco de voluntad. 

La oferta actual es la siguiente y podéis encontrar más información en el blog de Educalab del INTEF:
  • Enseñar y evaluar la competencia digital (2ª edición)
  • Entornos personales de aprendizaje (2ª edición)
  • Aprendizaje basado en proyectos (2ª edición)
  • Cómo introducir la programación y la robótica educativa en todas las materias
  • Uso Educativo de la Narración Digital
  • eTwinning en abierto (2ª edición)

30 mayo 2014

La práctica hace al maestro... o no


El lunes pasado este blog cumplió ocho años. En todo este tiempo de vida bloguera apenas he hablado de un asunto que ocupa buena parte de mi oficio: la formación del profesorado. Es ésta una faceta en la que me inicié de manera activa en 2007 y en la que todavía sigo interviniendo con bastante asiduidad. Reconozco que empecé a impartir cursos de formación porque no me gustaban los que recibía; no se me entienda mal: no sugiero que mis cursos sean mejores que los de los demás, sino simplemente que como alumno me aburría y como profe no puedo hacerlo por el empeño que pongo en ello. Es algo así como lo que dicen las parejas rotas, "no ha sido culpa tuya, sino mía".
La formación del profesorado es un tema del que no resulta fácil hablar sin tapujos. Me parece que este oficio nuestro es de los pocos en los que los grandes profesionales se atreven a jactarse de que no necesitan formación, alegando que "la práctica hace al maestro". Si lo pensáis bien, nada impide que un pésimo licenciado esté toda su vida dando clase sin tener ni remota idea de lo que hace. Al menos mientras mantenga un alto índice de aprobados. La formación en nuestro colectivo está entendida tradicionalmente como "asistencia o participación en cursos", nunca vinculada a su aprovechamiento, asimilación o relación con la práctica de aula. De hecho, parece que hay una desconexión total entre "formación" y "práctica docente", como si ambas esferas fuesen universos paralelos que nunca se han de tocar. Podríamos hablar incluso de la "burbuja formativa", esa oferta de los últimos años en la que había cursos de todo y para todos, cursos que ofrecían propuestas, enfoques o métodos cuyo contacto con la realidad del aula era pura ficción. Todos hemos sido cómplices, sí, de esa burbuja que solo servía para conseguir créditos y afianzar sexenios: una formación por encima de nuestras posibilidades.
No sé cuál es el camino correcto para abordar la formación docente. He hablado con muchos asesores que se muestran preocupados porque ya no saben cómo promover cursos: incluso ofertando en el propio centro, los docentes se resisten a participar. Por ello, la administración, aplicando aquello de "a grandes problemas, grandes soluciones", ha apostado por la formación on line, probablemente tan efectiva, pero más barata. La clave de todo ello es que tal vez, como ocurre con la política, hayamos llegado al punto de no tomarnos en serio algo que deberíamos considerar fundamental. Digo fundamental porque sé bien que la formación es muy necesaria, no solo para la mejora y la innovación, sino también para la calidad docente.
Para ilustrar estas afirmaciones, voy a poner un ejemplo personal reciente. Quienes me conocen saben que llevo más de cuatro años colaborando en el diseño e implementación de proyectos educativos en el aula. Para hacerlo con mediano éxito, he tenido que formarme y autoformarme: sobre todo lo he hecho leyendo blogs, artículos didácticos, aprendiendo de compañeros, etc. La parte práctica la tenía consolidada, sin duda, y podría haberme quedado ahí, señor de mi rutina, pontífice de mi saber hacer. Sin embargo, cuando a finales del año pasado tuve la ocasión de ejercer de tutor de un curso de "Aprendizaje Basado en Proyectos" para el INTEF, pude comprobar que me faltaban bases teóricas y que desde la atalaya de la tutoría de otros docentes estaba aprendiendo también sobre mis propios errores. De nuevo podría haberme quedado ahí, pues ya tenía la teoría y la práctica; pero me faltaba el tercer lado del triángulo formativo: la visión del aprendiz. Después de tantos años, no había sido juzgado ni evaluado, lo que ponía de manifiesto esa carencia en mi metodología. Así que, en el último MOOC sobre ABP, en el que he participado como "alumno raso" he podido ver lo complicado que resulta a veces cumplir con los deberes, completar tareas, colaborar con colegas, tomar decisiones... y, en especial, lo duro que resulta ser evaluado. 
El punto de la evaluación es el último que quería tratar. Los docentes nos formamos poco y mal. Al menos en la formación estándar, esa que da créditos, porque otra cosa son los eventos educativos y la autoformación. Nos formamos mal porque no nos creemos que otros sepan más o enseñen mejor, porque no nos interesa tanta teoría, porque, mientras el profe explica, buscamos ofertas de viaje o hacemos dibujitos hipnóticos en la libreta, porque firmamos y nos vamos... pero, sobre todo, porque aceptamos de mala gana que nos evalúen. Si dicen que el médico es el peor enfermo, el docente es sin duda el peor alumno. Tanto en el curso del INTEF como en el MOOC que acabo de mencionar han sido muy frecuentes las quejas por evaluaciones injustas, bien por la falta de feedback o comentarios que aclarasen los puntos negativos o bien porque evaluadores y/o evaluados no habían siquiera leído las rúbricas. Yo mismo he tratado de colar algunas tareas un poco flojas y he sido descubierto por colegas que me lo han hecho notar; aún así, en otras ocasiones, he recibido calificaciones bajas sin ninguna aclaración, lo que me ha hecho pensar: "¿Son tan rigurosos esos profes consigo mismos como lo son con los demás?" Reconozco que ese tema ha sido para mí una auténtica "caída del caballo" que me ha hecho reflexionar sobre mi propio modo de evaluar (incluso lo hice explícito en mi blog del MOOC). ¿Qué garantías tenemos de que evaluamos bien a nuestros alumnos? ¿Recibimos u ofrecemos comentarios acerca del acto de evaluar? ¿Qué nos hace pensar que estamos trabajando bien? ¿Quién le dice al profe que lo hace mal? ¿Quién le pone el cascabel al gato?
Cómo veis, había empezado a hablar de formación y acabo haciéndolo de evaluación. No puedo ofrecer respuestas acerca del mejor modo de formar a los docentes, porque en ello hay factores que escapan a mi control (cuánto dinero dedicar, quién debe diseñar la formación de un centro, quiénes están en condiciones de evaluar a un docente....). No obstante, creo que debemos tomar conciencia de que sin formación real, sin someternos periódicamente a una evaluación de nuestras capacidades docentes, es muy probable que estemos viviendo en una burbuja de satisfacción profesional que poco tiene que ver con la realidad. Tal vez sea cierto que la práctica hace al maestro, pero no sabemos si lo hace bueno, regular o malo.



20 enero 2014

I Encuentro de Docentes de Lenguas en Educación Secundaria



La enseñanza de la lengua vive un debate permanente que afecta tanto al qué enseñar como a los procedimientos y recursos didácticos. ¿Podemos afirmar que hay un acuerdo acerca de que aprender una lengua es fundamentalmente aprender a usarla para actuar en los diversos ámbitos sociales? 

Es difícil no estar de acuerdo con esta afirmación, pero no resulta fácil actuar en consecuencia, ya que implica una ruptura con el enfoque tradicional orientado a la trasmisión de conocimientos. 

Ocurre lo mismo con la enseñanza de la literatura: ¿se trata de transmitir conocimientos sobre la historia literaria o formar lectores competentes?, ¿hablamos de enseñanza de la literatura o de educación literaria? Según la respuesta, las exigencias metodológicas serán unas u otras. 

Además, en la actualidad estamos asistiendo a profundas transformaciones en el modo de acceder a la información y de procesarla, en el modo de producir y de difundir los textos. Estas transformaciones implican una ampliación de los objetivos educativos relacionados con las habilidades lingüístico-comunicativas y proporcionan nuevos escenarios para la intervención didáctica. 

Parece pues que hay motivos más que sobrados para que el profesorado de lenguas y de literatura creemos espacios de encuentro que propicien la conversación, el análisis y el debate sobre la enseñanza de nuestras materias.

El I Encuentro de Docentes de Lenguas en Educación Secundaria, que se celebrará en el IES Chaves Nogales de Sevilla el 22 de marzo de 2014, tiene como objetivo fundamental conversar y debatir acerca de algunos problemas centrales de la enseñanza de las lenguas y de la literatura. En algunos casos se trata de los viejos problemas: cómo redefinir los contenidos objeto de aprendizaje en términos de habilidades lingüístico-comunicativas; qué estrategias didácticas son necesarias; qué papel juega el conocimiento explícito de la lengua en el desarrollo de habilidades y destrezas; qué entendemos por educación literaria y qué caminos conducen a ella; etc. Pero además, es ineludible que estas cuestiones las abordemos en el marco de los nuevos retos abiertos por la comunicación en Internet.

Los impulsores de este encuentro somos profesoras y profesores que desde hace algunos años conversamos en Internet, promovemos proyectos colaborativos, reflexionamos sobre los problemas de la enseñanza de las lenguas y de la literatura, participamos en actividades de formación… La Red nos ha permitido ayudarnos unos a otros a crecer profesionalmente.

Si estás interesado en participar, entra en el blog del Encuentro. En él encontrarás el programa y el formulario de matrícula. Te invitamos también a seguirnos en Twitter: @profeslengua14.

08 julio 2012

Y sin embargo, nos movemos


La semana pasada fue una semana intensa. El claustro del lunes desveló que no sabíamos nada de nuestro futuro, que todo está en el aire, horas de refuerzo, número de profesores, programas de atención a la diversidad... una maravilla de organización para fomentar que el profesorado prepare sus materiales para el curso que viene. Y es que somos muchos los que de verdad aprovechamos el mes de julio para actualizarnos, que no todo es reivindicar con una mano y salir luego corriendo con los dos pies. Por ejemplo, esta semana pasada me he encontrado con casi trescientos docentes en Novadors12, en Alcoi, un encuentro de ensueño que ha sido posible básicamente al empeño de Juanfra Álvarez y otros pocos locos como él. En esas jornadas presenté la PechaKucha que abre esta nota, sobre el proyecto colaborativo El Quijote sincopado, del que ya hablé en este blog. Gracias a ello he podido conocer en persona a J.Daniel García, mi compañero de proyecto a quien 'solo' conocía de la red; esa es la grandeza de todo este tinglado de la red, que permite afinidades electivas más allá del espacio geográfico y el tiempo de dedicación en el aula. 
Clausuradas las jornadas Novadors12, viajé un poco más al sur, hasta Lorca, para participar en Ticemur-Expertic, un encuentro institucional dirigido sobre todo a docentes de la Región de Murcia, pero que acoge también a numerosos profesionales de otros ámbitos. Era la primera vez que participaba en este evento y me ha sorprendido encontrar a más de cuatrocientos profes de todos los niveles dispuestos a compartir experiencias educativas durante tres días. En esta ocasión, me tocaba intervenir como experto junto a Julio Cabero, catedrático de la Universidad de Sevilla, y junto a mi amigo Fernando García Páez, maestro y motor de los proyectos del cole San Walabonso de Niebla; nos tocaba explicar lo que suponía para cada uno de nosotros la Educación en la nube. Debo decir que la sesión estuvo orientada sobre todo a ofrecer un panorama teórico-práctico con el fin de que los asistentes -presenciales y online- pudiesen sugerir dudas y cuestiones al respecto. El desarrollo de estas jornadas fue intenso y muy positivo, pues nos permitió conocer numerosas experiencias prácticas en el aula. También quisiera destacar el magnífico trabajo de los organizadores del encuentro, a quienes siempre les toca lidiar con frentes muy diversos.
De todo lo anterior, para no extenderme demasiado, extraigo algunas conclusiones a vuelapluma:
  • La comunidad docente, a pesar de los palos que está recibiendo, no renuncia a formarse para poder dar a sus alumnos lo mejor de sí mismos. 
  • No debemos esperar a que las administraciones nos formen; somos capaces de autoformarnos y colaborar con otros para aprender.
  • Los encuentros educativos son un complemento necesario para quienes trabajamos en red, pues nos permiten poner cara y voz a muchos de nuestros colegas. 
  • Los eventos presenciales favorecen, además, que numerosos compañeros que no se han lanzado todavía a la difusión de sus tareas en la red conozcan de primera mano a quienes ya están trabajando en ello. 
  • La diversidad de ámbitos -educativos, organizativos y geográficos- de los asistentes ofrece un panorama mucho más rico que aquel en que acostumbramos a movernos a diario. 
  • En estos encuentros, generalmente se aprende más en pasillos, reuniones improvisadas a la hora del aperitivo o conversaciones de sobremesa, que en las propias ponencias y comunicaciones: nunca hay que subestimar el factor humano. 
  • Por último, resultaría imposible mencionar a todos los buenos colegas con los que he coincidido en estos encuentros, y a otros tantos a los que he tenido la suerte de conocer. Seguro que en el camino seguiremos encontrándonos. 
Y me queda una reflexión final sobre la que tengo que volver con tranquilidad más adelante. Una gran cantidad de docentes está haciendo auténticas maravillas en sus aulas, con las TIC o sin ellas. En muchas ocasiones, el miedo al error o la percepción equivocada de que las tareas son de escaso calado paraliza a los docentes en el desarrollo o difusión de interesantes proyectos de aula. Desaprovechar el poder de las redes para compartirlas es una lástima. No deberíamos permitirnos que se pierda esa riqueza colectiva y tendríamos que pensar de qué modo podemos hacerlos visibles para que esa labor llegue a todos. Lo dejo como deberes de verano.