24 julio 2017

Sesquidécada: julio 2002

Hace quince años me encontraba en una de esas encrucijadas de la vida en las que hay que decidir y arriesgar. Nunca sabré si fue un acierto o un error lanzarme definitivamente a esta aventura de la docencia y dejar mi vida anterior, pero fue en aquel verano del 2002 donde comenzó a virar mi destino hacia donde hoy me encuentro. Fruto de aquellas tensiones vitales, mi necesidad de una lectura ligera, sin complicaciones, me llevó a la primera de las obras reseñadas en esta sesquidécada: Los pilares de la Tierra, de Ken Follet. Es oficio de filólogo desdeñar los best sellers, pero en más de una ocasión he defendido la lectura de esos tochos, más livianos en lo literario que en su propio peso, como un hábito depurativo para el espíritu lector, sobre todo en el verano donde tanto bajan las defensas y el buen criterio. Esta novela y la que le sigue en la saga, Un mundo sin fin, son materia ideal para tumbarse a la sombra y dejar correr el tiempo. Adictiva, enrevesada, cambiante, tramposa... la trama te enreda como en las buenas series de televisión, y las horas se pasan volando. Hace tiempo que no me entrego a estos tochos, que he sustituido por diversos autores de novela negra que cumplen un cometido similar. Sin embargo, me complace recordar que aquella lectura desenfadada me sirvió de bálsamo en días extraños y complejos.

Por otro lado, como contrapartida de tanta liviandad, recojo para los letraheridos un recuerdo lector también de aquella época: el Cancionero moderno de obras alegres. Se trata de una recopilación, fechada en 1875, de poemas eróticos de diversos autores más o menos conocidos. No voy a reproducir ninguno de ellos, porque este blog también lo leen personas sensibles e incluso niños. Seguro que los más avezados podéis encontrar recopilaciones similares de nuestros clásicos y, si no, ya tenéis un entretenimiento más para este verano. 
No os podréis quejar, que os doy a elegir entre el umbrío reposo de los folletines y el tórrido ingenio de los machos hispanos. Felices lecturas en cualquier caso.

04 julio 2017

Un año en la dirección

Cumplimos un año en la dirección de mi centro. Me resulta muy difícil, por no decir imposible, hablar en primera persona al hacer esta memoria de un año al frente de la Dirección. Creo que uno de los nombres que mejor designan la realidad es el de "Equipo Directivo", al menos así entiendo este año de tareas compartidas, esfuerzos que no tendrían ningún sentido si de verdad no hubiese sido un trabajo de equipo. Y también es mi obligación extender ese reconocimiento de la labor de equipo más allá de las cuatro personas que formamos la Dirección: extenderlo a todos los que han ocupado cargos de coordinación, jefaturas de departamento, tutorías, etc. Desde esta nueva posición, se comprende mucho mejor el esfuerzo diario de cada uno de los miembros de esta comunidad educativa. Debo reconocer también la ayuda de la inspección educativa, una grata sorpresa que merece su reconocimiento.

En este año hemos tenido de todo, a un ritmo que mi compañero de penurias Salva Barrientos ha descrito bien en su blog. Desde las angustias iniciales de resolver la urgencia, hasta la vibrante cotidianidad de días tan iguales como distintos, hemos ido aprendiendo y creciendo a un ritmo asombroso. Para los yonquis del autoaprendizaje como yo, mantenerse actualizado para un correcto desempeño de las tareas de este nivel ha supuesto un reto inimaginable, un aliciente que espero mantener en los próximos cursos. Y cuando hablo de aprendizaje no hablo únicamente de docencia o planificación, sino de aprender a tratar con las personas, a valorar las circunstancias que rodean a cualquier conflicto, a resistir con aplomo los golpes inesperados, a asumir que los seres humanos somos a menudo impredecibles. Han sido de gran ayuda los wasaps de colegas directores y directoras, novatos y experimentados, siempre resolviendo dudas al minuto y compartiendo alegrías y desdichas. También resultó muy útil el seminario de directores desarrollado desde diciembre hasta junio y que, por primera vez, tuvo su sede en la biblioteca de nuestro centro.

En cuanto al proyecto de dirección, hemos podido avanzar paso a paso en algunos de los horizontes que nos habíamos fijado como meta. Hemos pasado unas encuestas de autoevaluación a docentes, familias y alumnado que nos están ayudando a revisar y reconducir nuestras actuaciones. A falta de un análisis más exhaustivo, aquí os dejo algunas conclusiones:

Sobre el proyecto "Centro sin deberes", al que se sumaron 26 docentes, la autoevaluación final revela que los resultados académicos no han mejorado, pero sí se ha notado mejoría en el clima de convivencia en el aula. Falta ver si esa iniciativa tendrá seguimiento el curso que viene. Como dije en su día, combinar la reducción de deberes con el banco de libros y el desarrollo de proyectos puede constituir un interesante motor de cambio metodológico.

Precisamente en el desarrollo del ABP, la mayor parte de los profes que han comenzado a introducir los proyectos en el aula se sienten satisfechos, tanto en los resultados académicos como en el ambiente de clase. En este sentido, el plan de formación de centro ha permitido que los docentes comiencen una formación específica en ABP. Además de las sesiones introductorias que yo mismo impartí, han venido a formarnos Joan Castillo (Aprendizaje basado en problemas), Toni de la Torre (Taller de radio escolar), Pedro Cifuentes (Visual thinking) y Víctor Pérez (Técnicas de aprendizaje cooperativo). Sin embargo, lo mejor de este plan fueron las dos sesiones finales en las que los propios docentes del centro explicaron a los compañeros sus experiencias de aula y mostraron el trabajo de sus alumnos. Toda esta tarea, formalizada en "Bovalar projecta" ha tenido un dinamizador de lujo: Francesc Collado, profe inquieto y comprometido con el ABP.

Hemos promovido la participación del alumnado en la planificación de actividades, especialmente a través de las reuniones de delegados, pero también incluyendo su voz y sus trabajos en las jornadas culturales que celebramos en abril. En esas jornadas pudieron mostrar sus tareas de clase y ejercer de dinamizadores ante el resto de compañeros y profesores. También recibimos a los antiguos alumnos en unas sesiones de orientación para los bachilleres. Poco a poco vamos formando una base de datos de alumnos con inquietudes que nos puedan ayudar en tareas organizativas o a los que podamos ayudar en el desarrollo de altas capacidades.

En aspectos de gestión, hemos reducido al mínimo la documentación en papel impreso. Después de renovar toda la documentación interna del centro, se centralizó en una carpeta compartida de Google Drive toda la información no confidencial, para que cualquier docente pudiese acceder a ella en cualquier momento a través de una URL corta. También se ha agilizado el sistema de notificaciones, abandonando los avisos en papel y usando el correo electrónico y Telegram para la mensajería interna. 

Siguiendo con las TIC, hemos actualizado la página web del instituto, aunque falta planificar mejor los contenidos. Hemos iniciado el proceso para la implantación de Google classroom (o Google Suite) y estamos viendo de qué manera encaja en el entorno virtual de reprografía del centro. Hemos abandonado los tamagochis, y toda la gestión de faltas, comunicaciones e incidencias se realiza a través del módulo docente de Ítaca y la Web Familia. Con la renovación de ordenadores, todas las aulas tienen ya recursos informáticos para una clase normal. Para la difusión de actividades, hemos dinamizado las redes sociales: blog de la revista Riu Sec y su Facebook, así como el canal de Twitter del centro.

La relación con las familias también fue uno de los puntos prioritarios del proyecto de dirección, y a ello hemos dedicado muchas horas. Agradezco a las madres del AMPA el apoyo que nos han brindado desde el primer día, organizando un banco de libros de lectura y gestionando las taquillas, entre otras cosas. Hemos intentado que la información llegue actualizada a padres y madres, a través de circulares, de la Web Familia, de Telegram y de las redes sociales. Por suerte, en muchos casos nos consta que funciona, pero habría que destacar que quienes más necesidades tienen suelen ser los que permanecen más ajenos a esa voluntad de comunicación. Resulta muy triste que solo 15 familias de 650 hayan respondido al cuestionario de autoevaluación que se repartió a final de curso. Así no es fácil saber qué necesitamos mejorar. A modo de curiosidad, al comparar las encuestas del alumnado con las de las familias, se comprueba que los padres y madres suelen tener una visión más negativa del centro que los alumnos; mi opinión es que ello se debe, sobre todo, a la falta de información.

Dentro del barrio nos hemos vinculado a diversos colectivos y organismos cercanos. Con la Universitat Jaume I hemos colaborado a través del Máster de Secundaria no solo como centro de prácticas, sino como modelo de la asignatura de simulación de instituto, en la que todos los alumnos del máster tuvieron que dar respuesta a la atención a la diversidad de nuestro centro. Fue una gran experiencia que hemos de repetir. También hemos acogido estudios de psicología evolutiva y otros proyectos de investigación sobre jóvenes. Por otro lado, han sido frecuentes las colaboraciones con el CEFIRE y con la Escuela Oficial de Idiomas, destacando especialmente sus jornadas de difusión sobre las lenguas árabe, china y rumana. Con la asociación de vecinos del Raval Universitari hemos estado en contacto directo para tratar de resolver algunos problemas mediante la reivindicación de un entorno sostenible. También hemos participado en todas las mesas de agentes sociales del barrio San Agustín y San Marcos, promoviendo un mayor entendimiento entre el instituto, el barrio y el ayuntamiento.

Nos queda mucho por hacer, lo sabemos. No hemos revisado, por falta de tiempo, el Reglamento de Régimen Interno, a pesar de que hemos ido introduciendo en él pequeños cambios. No hemos podido introducir ámbitos en 1º de ESO, sobre todo por falta de recursos humanos. Ha resultado complicado mantener el calendario prefijado de reuniones, por miedo a saturar al personal con muchas horas de coordinación. El día a día nos ha devorado en muchos asuntos menores de tipo burocrático que restaban horas para otros menesteres. La gestión de la convivencia, como ya he apuntado en otras ocasiones, es un pozo sin fondo en el que hay que echar horas, a veces infructuosas. Al menos nos queda la satisfacción de comprobar que en las encuestas del profesorado, tanto la convivencia como la ayuda del equipo directivo han sido muy bien valoradas por nuestros compañeros.

Sin embargo, a pesar de todo lo que nos ha quedado a mitad y de todo lo que ni siquiera hemos empezado, a título personal, el balance de este año en la dirección es muy positivo. Muchos de mis nuevos colegas en tareas directivas coinciden en señalar que todos los docentes deberían pasar en algún momento de sus vidas profesionales por un cargo directivo: no sé si debería ser una obligación, pero sí se debería facilitar quizá algún puesto con mayor relieve para que pudieran vivir de cerca esta responsabilidad, no solo para ponerse a prueba, sino para aprender tanto como lo estoy haciendo yo.
Nos queda aún el mes de julio por delante, sí, un mes de trabajo para organizar el curso que viene. La sensación de angustia de hace un año ha dejado paso a la ilusión de saber que hemos sobrevivido y que podemos incluso mejorar si nos esforzamos. Como dice José María Ruiz desde el IES Cártima, los proyectos educativos que evolucionan siempre son frágiles y necesitan equipos sólidos. En ello estamos.


Crédito de la imagen: '25 Aniversario do CMUS Culleredo'