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21 septiembre 2020

Sesquidécada: septiembre 2005

Septiembre es un mes de lecturas casi otoñales y por eso no me extraña encontrar en el registro de esta sesquidécada unos libros cargados de melancolía. Son tres novelas que, cada una a su manera, reflejan pérdidas en la vida y hallazgos en la memoria. Tres novelas muy diferentes, pero unidas por ese regusto amargo de la nostalgia. Vamos allá.


Un puente sobre el Drina, del serbio Ivo Andrić, es una de esas obras que una vez leídas no olvidas jamás. Le dediqué una nota en el blog hace años, con motivo de la guerra de Kosovo; es la novela que siempre recuerdo cuando estalla una guerra civil, porque el puente sobre el Drina es el testigo milenario de los encuentros y desencuentros de quienes circulan por sus orillas, de quienes se ven obligados a cruzarse par pasar de un lado a otro. Es una novela que representa a la perfección el sinsentido de las fronteras, el obstinado choque entre quienes tienden puentes y quienes los dinamitan. Una novela imprescindible para entender la historia y para entendernos. Pero para eso hace falta voluntad de hacerlo.


Mucho más cerca se sitúa una novela intimista, Historia universal de Paniceiros, de Xuan Bello. Es un relato mosaico, un collage de historias, impresiones y recuerdos alrededor de un pequeño pueblo asturiano. Como decía al principio, es un libro otoñal que invita a la nostalgia, al olor de leña en la chimenea, al roce de las mantas, al dolor sordo de algo que perdimos y no volverá... En estos momentos de pandemias hasta en la sopa, puede ofrecer al lector el refugio de una arcadia aislada de su tiempo.


Por último, como aún estamos a tiempo de recomendar lecturas para el aula de Secundaria, os dejo esta novela que me gustó bastante en su momento: La foto de Portobello, de Vicente Muñoz Puelles. Durante un tiempo la estuve recomendando en 2º y 3º de ESO. Es una historia sencilla, verosímil y humana, que no incurre en las desmesuras de las novelas juveniles de acción o drama. Es un relato de autoconocimiento que aporta puntos de vista interesantes sobre algunos de los problemas que sufren los jóvenes y que, a menudo, permanecen invisibles para los adultos. Tal vez no es la novela que guste a todos, pero sí es una novela para recomendar de manera individual. Seguro que alguien lo agradece. 

19 febrero 2008

Tender puentes

Estamos viviendo con algo de estupor el nacimiento de esos nuevos países balcánicos. Ahora le ha tocado a Kosovo, pero no sé si acabará ahí la cosa. Todo el mundo habla -muchas veces sin saber nada de ello- del polvorín de los Balcanes, de la intolerancia religiosa entre musulmanes, ortodoxos, cristianos, y de un choque salpicado además matices étnicos entre serbios, croatas, albaneses, bosnios, etc.
Me ha resultado siempre difícil pensar cómo han llegado hasta ahí, cómo se puede distinguir un bosnio de un serbio hasta el punto de asesinarse por la calle. No hace mucho leí una magnífica novela ambientada en esa zona: El puente sobre el Drina. En ella, Ivo Andriĉ, narra al modo de las novelas río, la historia de la ciudad de Visegrad (Bosnia), situada a orillas del río Drina. Desde su apogeo en la Edad Media, cuando se configura como hito imprescindible entre el mundo cristiano y el islámico, hasta los conflictos de principios del siglo XX (y podríamos extenderlo hasta hoy día), la ciudad se muestra ante el lector como escenario de una arrolladora sucesión de generaciones en conflicto, un siempre inestable equilibrio entre fuerzas diversas.
Después de leer las atrocidades de unos y otros, entiendo un poco mejor los miedos atávicos de sus pobladores, el rencor persistente durante generaciones, la envidia hacia el vecino, el lento esperar a ver si se vuelve la tortilla y llegan los míos.
Por eso me produce recelo lo que está ocurriendo en Kosovo: por esa irreprimible tendencia del ser humano a la venganza. También me da miedo lo que pueda ocurrir en España algún día si los políticos no cesan de avivar los miedos de la gente hacia los inmigrantes. Aquí en Castellón hay ya una comunidad importante de rumanos. Si los políticos calientan el ambiente con soflamas en contra de la inmigración no tardaremos en ver a unos y otros circular por aceras distintas, ir a bares diferentes, utilizar cada cual sus propios recursos (y no exagero, pues ya está ocurriendo). Nos estamos cargando los puentes que aseguran la convivencia entre seres humanos; estamos abriendo brechas entre vecinos. Antes de seguir con esos discursos o apoyarlos abiertamente, vale la pena pensar que quizá estemos configurando, ahora y aquí, unos nuevos Balcanes.