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29 mayo 2011

Sesquidécada: mayo 1996

A punto de acabar el mes de mayo, me reencuentro con estas sesquidécadas en las que ajusto cuentas con mi pasado lector. Para los aficionados a los números, en esta nota hablaré de una lectura de hace 15 años que evoca un viaje otros 15 años atrás. También es una nota que celebra los 5 años de este blog, cumplidos el pasado jueves. Por si fuese poco, también concluyen los 5 años en los que he acompañado a los alumnos de 2º de Bachillerato que se graduaron el sábado. En fin, muy aritmética esta nota y también muy geométrica, porque habla de círculos y espirales, de espejos y de universos en los que uno no sabe bien qué es realidad y qué es ficción. No os asustéis, que voy a hablar de una novela muy literaria, tal vez una de las mejores obras de José Saramago: El año de la muerte de Ricardo Reis.
En ella se juega con un personaje ficticio, Ricardo Reis, que en realidad es uno de los heterónimos de Fernando Pessoa, el gran poeta portugués, autor del imprescindible Libro del desasosiego. Pessoa había desdoblado su voz poética en diversos heterónimos, cada cual con su personalidad: Alberto Caeiro, Ricardo Reis, Álvaro Campos, el propio Pessoa... Saramago construye una novela metaliteraria, otorgando vida a un personaje ficticio (Reis) y real (Pessoa) a la vez. El texto está plagado de referencias literarias a Pessoa, con sus obsesiones por la identidad, la trascendencia, el dolor... pero también al contexto social y cultural de unos años convulsos, los de la península en el año 1936.
Como decía al inicio, la lectura de esta novela me trajo el recuerdo de mis viajes de adolescente por Portugal. El paisaje urbano de Lisboa cobraba así una vida inusitada de la mano de Saramago. No he vuelto a Lisboa desde aquellos años de mocedad. Qué extraño suena decir "hace treinta años de aquello". Casi tanto como decir "hace cinco años que escribo en este blog". Toda una eternidad...

Crédito de la imagen: 'Rua da Bica, Lisboa'

19 junio 2010

Pessoa Saramago

"He rechazado siempre que me comprendiesen. Ser comprendido es prostituirse. Prefiero ser tomado en serio como el que no soy, ignorado humanamente, con decencia y naturalidad."
"Un día tal vez comprendan que cumplí, como ningún otro, mi deber nato de intérprete de una parte de nuestro siglo; y cuando lo comprendan han de escribir que en mi época fui un incomprendido, que desgraciadamente viví entre desafecciones y frialdades y que es una pena que asi sucediese. Y el que escriba esto será, en la época en que lo escriba, incomprendedor, como los que me rodean, de mi análogo de este tiempo futuro. Porque los hombres sólo aprenden de sus bisabuelos, que ya han muerto. Sólo a los muertos sabemos enseñar las verdaderas reglas de vida".

Hace unas horas murió José Saramago, Premio Nobel. Las citas anteriores no son suyas, sino de Fernando Pessoa, extraídas del Libro del desasosiego. Han venido hasta mí traídas por las mareas de la memoria. El primer libro que leí de Saramago fue El año de la muerte de Ricardo Reis, una ficción metaliteraria sobre uno de los heterónimos de Pessoa. Después, he leído algunas de sus obras más populares, pero es difícil sustraerse al recuerdo de un primer libro, sobre todo cuando rezuma literatura por los cuatro costados. Por eso, en estas próximas horas en las que leeremos y escucharemos cientos de elogios de Saramago, me atrevo a recomendar la lectura de Pessoa (casualmente ligado también a Sudáfrica, otro tópico del momento), y, cómo no, de sus alter ego: Ricardo Reyes, Álvaro de Campos, Bernardo Soares, Alberto Caeiro, Pessoa mismo, cada cual con su biografía, cada uno imborrable ya como el propio Saramago.

"Porque yo soy del tamaño de lo que veo
Y no del tamaño de mi estatura."
(Alberto Caeiro)

Crédito de la imagen: 'Tram'

28 febrero 2007

Desasosiego

‘Si algún día me sucediese que, con una vida firmemente segura, pudiera escribir libremente y publicar, sé que tendré nostalgia de esta vida insegura en que apenas escribo y no publico’.

Es una cita del Libro del desasosiego, de Fernando Pessoa. Esta mañana me he enterado de que uno de los mejores blogfesores, admirado compañero y excelente amigo, Joselu, abandona (espero que de manera temporal) el oficio bloguero. Nos deja sin su palabra sabia y siempre reflexiva. Ya sé que no se acaba el mundo, pero confieso que, a raíz de esta orfandad, se ha apoderado de mí el desasosiego. Por eso he recurrido a Pessoa, quien me ha dado algunos antídotos literarios para tamaño mal:

‘Existe un cansancio de la inteligencia abstracta y es el más horroroso de los cansancios. No pesa como el cansancio del cuerpo, ni inquieta como el cansancio de la emoción. Es un peso de la conciencia del mundo, un no poder respirar con el alma’.

En el fondo, tanto en lo real como en lo virtual, nos toca lidiar con los trabajos y los días, y para ello nada mejor que seguir siendo grandes fingidores.