Fíjense en esa foto. En apariencia, no hay nada extraño: profes y alumnos juegan un partido de fútbol y se inmortalizan al acabar. Sin embargo, en sus camisetas se lee: IES Bovalar, quan? Es una foto del año 2007 y en aquel entonces llevaban seis años esperando que construyeran su instituto; aún habrían de pasar tres años más hasta que estrenasen el nuevo centro. Pero lo más extraño de esa foto no es que ellos (y toda su comunidad educativa) reclamasen un instituto, con pancartas o por correo electrónico. En esa foto, si se fijan, hay menos profes que alumnos. Algunos de los docentes no quisieron mostrar su cara porque tenían miedo. Puede que estuviesen en comisión de servicio, esperando un traslado o quién sabe, pero tenían miedo. Era el mismo miedo por el que muchos se escondían también de una manifestación o de una huelga.
En aquella época ocupábamos un antiguo cuartel. Eran unas instalaciones enormes, con muchos bloques desocupados. Sin embargo, nuestro instituto tenía cuatro barracones en medio del patio. Era del todo injustificable que habiendo tanto espacio libre tuviésemos que convivir hacinados en infectos locales, con goteras y ratas vagando por debajo de nuestros pies. Ahora nos estamos enterando de que los barracones eran un mal necesario para que alguien se enriqueciera.
Viendo las fotos tantos años después, parece mentira que toda una promoción de alumnos pasase la ESO y el Bachiller sin conocer un instituto en condiciones y que todos lo viviésemos con cierta normalidad. Fueron jóvenes que, por ejemplo, nunca tuvieron cantina, ni salón de actos, ni... Me decía hace poco uno de aquellos alumnos que sentía una especie de síndrome de Estocolmo, que recordaba aquella decrepitud con nostalgia, pues entre tanto abandono habían pasado los mejores años de su vida. Es curioso comprobar que algunos docentes pensaban lo mismo.
El miedo hizo callar a muchos, nos hizo sumisos. Incluso agradecidos. Al entregarnos el nuevo instituto, en el año 2010, la alegría nos desbordaba y nos cegaba hasta el punto de que nadie se preguntase por qué un centro -del que decían que había costado 9 millones de euros- no tenía proyectores, pantallas, ni ordenadores en las aulas, y ni siquiera preinstalación para ello. También era un pequeño contratiempo que las 700 taquillas estuviesen dotadas de un cierre que se podía abrir girando el bombín. O que el suelo de las pistas llevase pintura de interior y con cada lluvia se convirtiese en una pista de patinaje... Cosas que pasan.
El miedo hace que nos acostumbremos a todo. Protestar te señala y te pone en el punto de mira. Ya nos decían que los profes adoctrinábamos, cuando solo hablábamos de lo que no se estaba haciendo bien, como el tiempo y los datos se han empeñado en demostrar. También es verdad que no había nadie para escucharnos. Por ejemplo, durante los últimos 9 años, a los consejos escolares, el representante del Ayuntamiento solo ha venido dos veces, pese a ser su obligación. Si no recuerdo mal, lleva seis años sin aparecer.
El miedo nos hace peores profesionales, porque nos obliga a aceptar con normalidad lo que debería ser excepcional. Tolerar año tras año un fracaso del que no me atrevo a dar datos (otra vez el miedo, ya ven), es algo indigno para muchos de nosotros, en especial cuando sabemos que ha habido fondos destinados a luchar contra ello. Es posible que dentro de diez o doce años se descubra que el fracaso escolar también formaba parte del negocio de unos pocos.
Y de nuevo el miedo como eje del silencio más o menos cómplice. Levantar la voz y decir que el emperador está desnudo solo lo pueden hacer los niños y los locos. A las personas normales no se les ocurre, porque siempre pueden perder algo, sobre todo si la cadena de favores se convierte también en un instrumento de vigilancia y control. Algunos piensan que asustar a un funcionario no es fácil, pero se equivocan. Todos cometemos pequeños errores por los que nos pueden amonestar. En esos casos, el miedo hace que no olvides el lugar que ocupas.
Ahora que la administración educativa quiere recuperar la ilusión, tal vez sea el momento de pensar en los que siguen bajo los efectos del miedo. La política puede cambiar, pero también han de hacerlo las personas, en especial las que nos llevaron a esto. Fíjense otra vez en esa foto y piensen en cuántos a su alrededor se han escondido alguna vez a la hora de retratarse. A veces no es la corrupción de los de arriba, sino el miedo de los de abajo lo que ha permitido que lleguemos hasta aquí.
6 comentarios:
Gracias, Toni, por recordarnos que convivir con el miedo, como hacemos todos (aunque en distintos grados unos de otros) no puede hacernos cómplices de determinadas situaciones. Pero tampoco te fustigues demasiado: ya quisiérmaos muchos tener tu valentía. Un abrazo.
Supongo que tu post viene a propósito de la redada contra dirigentes del PP valenciano como Alfonso Rus y demás, que evidencian el latrocinio llevado a cabo en tu comunidad. Ahora se desvela el funcionamiento del sistema y por qué tardaron tanto en crear el nuevo instituto y además infradotarlo a pesar de ser de último diseño.
Me sorprende ese miedo, Toni, no lo he percibido nunca en mis carnes, pero puede ser porque mi situación está blindada. En el año 2001, cuando cerraron el instituto de mis sueños en San Ildefonso -también precario- apenas cuatro profesores nos atrevimos a participar en una manifestación de los vecinos contra el cierre del mismo. Yo era el único entre los profesores de secundaria, los otros tres eran maestros incorporados a la ESO. Creo que cada uno se hacía sus cálculos y decidió que no le convenía estar allí. No pensé en el factor miedo sino en el factor conveniencia, pero no sé. La mayoría eran funcionarios con plaza definitiva. Puedo entender que haya interinos, comisiones de servicio y tal pero no comprendo ese miedo, esa falta de redaños para mostrarse directamente en una protesta justa como aquella. No pienso que las administraciones tomen represalias, sí el director de turno. Nosotros hemos tenido un cacique durante doce años que mangoneaba y represaliaba según sus fobias del momento. Y nadie se atrevía a plantarle cara. Esto es cierto, nadie le plantaba cara porque nadie quería ser director. No había alternativa.
En todo caso, tu post es muy explícito del entreguismo del profesorado ante potenciales presiones o represalias.
Quiero imaginar que en Valencia empieza a moverse algo. Desde lejos vemos la situación como confusa, pero sin duda tú sabes más del momento que estáis viviendo.
Abrazo solidario.
Dejando aparte el objetivo de tu post que es señalar la "bajura de miras" (no me digas que no es lenguaje actual :) del funcionariado, por no repetir la palabra "miedo"), me centro en una parte de lo que dices:
"Es posible que dentro de diez o doce años se descubra que el fracaso escolar también formaba parte del negocio de unos pocos".
En mi opinión, ese es el quid de la cuestión. Siempre hemos sabido que la educación de la gente sencilla era algo que los conservadores consideran peligroso. Su misión es "conservar" lo establecido, ¿para qué educar a las masas? La élite ya está en su sitio, no formemos a la competencia. Esta perogrullada se olvida muchas veces, pero en mi opinión subyace en la mayoría de políticas conservadoras, ¡y ya no hablemos de los últimos años en la Comunidad valenciana!
"Sus mandamientos se cierran en dos": 1- Cuanta menos educación, mejor. 2- Me lleno los bolsillos mientras pueda.
Así de simple, así de indecente.
Mientras tanto, fustiguémonos un poco. No siempre hicimos lo que teníamos que hacer, aparte de trabajar con el "material" que nos tocó, lo mejor que supimos; pero esto se da por supuesto, como a los soldados el valor.
Saludos, maestro.
Después de leer tu post, me atrevería a sugerirte que cambiases el título, este post tiene de todo excepto miedo. Me uno a lo que ha comentado Nacho. Una vez más, enhorabuena.
Toni, en el 2008 escribí una entrada bajo el título de "Generación barracón". Tu texto me ha hecho recordarla. http://apiedeaula.blogspot.com.es/2008/09/generacin-barracn.html
Si alguien escribe la historia de le educación de los últimos tiempos, espero que no se olvide de este episodio lamentable.
Nacho: Ver estos días las noticias remueve las conciencias y levanta tanto hedor como indignación. Pienso que toda la miseria moral de esa gente que ha robado dinero de cooperación internacional, de colegios, de aguas potables, de fiestas... ha sido consentida por pequeños funcionarios que han tenido miedo de denunciar y ser represaliados. Para ello se han tejido unos escalafones de favores y estómagos agradecidos con los que hemos tenido que convivir. No es valentía, es hartazgo. Un abrazo.
Joselu: Mi situación ha sido bastante privilegiada, pues soy funcionario de carrera y tengo mi plaza en el centro. Ni siquiera he aspirado a cargos y cuando he sido Jefe de Departamento ha sido por turno rotatorio pactado. Pensaba que no podrían asustarme, pero estaba equivocado. Como digo en mi nota, siempre te pueden recordar el lugar que ocupas y que hay otros por encima con más poder. Eso sin pinchar en hueso, solo por querer cumplir con la legalidad, así que no te digo nada si te equivocas de verdad...
Conchita: El alumnado sufre los efectos colaterales de tanto recorte y tanto desvío hacia otros fines. Nunca he protestado por mejorar mis condiciones laborales, que considero aceptables; siempre lo he hecho por reclamar mejores instalaciones, más recursos humanos para atender la diversidad, mejoras organizativas para luchar contra el fracaso. No hablamos siquiera de sindicalismo sino de dignidad para los más perjudicados, ese centenar largo de chavales del centro que se van sin título cada año.
Mª José: Estáis equivocados. El fondo de ese texto ha estado en la despensa durante meses y sale ahora por lo que estamos viendo en la prensa. Hay miedo latente.
Lu: Recuerdo aquella entrada porque vi entonces que en todos sitios cocían habas. Este episodio de la historia educativa se escribirá algún día con mayor o menor rencor y furia, pero sus efectos no creo que se puedan paliar fácilmente.
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