Acabo de llegar de una sesión de evaluación, así que disculpad el tono pesimista. Tenemos un serio problema de fracaso escolar y abandono temprano, como demuestra esa pirámide de grupos de mi centro que encabeza esta nota. A lo largo de los años hemos intentado hacer (casi) todo lo posible por salir del horror de unas estadísticas que ofrecen grupos con más del 80% de alumnos en situación de repetir curso: hemos pedido grupos de diversificación curricular de 3º de ESO, hemos solicitado personal de apoyo, hemos planteado planes de mejora... y, ante el silencio de la administración, seguimos sin tener un plan eficaz contra esos números que sonrojarían a cualquiera.
Acabo de llegar de una sesión de evaluación en la que muchos alumnos de 2º de ESO van a promocionar automáticamente a 3º de ESO, después de haber repetido 1º y 2º de ESO, llevando detrás más de 15 asignaturas suspendidas y sin haber aprobado un examen desde Primaria, en el mejor de los casos. Alumnos que tienen ya 16 años pero que no tienen ninguna salida académica ni profesional. Alumnos absentistas parciales que van y vienen los días que quieren y a las horas que quieren. Alumnos que acumulan expedientes disciplinarios y que protagonizan frecuentes altercados en el aula y fuera de ella. Alumnos que, administrativamente, nunca podrán obtener el graduado en ESO por la vía ordinaria. Alumnos a los que ni siquiera se les facilita un informe para acceder a la Formación Profesional Básica, ya que, al haber tan pocas plazas, dejarían fuera a otros alumnos cuyo perfil encaja mejor y muestran una actitud positiva y responsable.
Acabo de llegar de una sesión de evaluación en la que me he sentido fatal por exigir que no se permita la matrícula en el curso que viene a esos alumnos que ya han cumplido la escolarización obligatoria y que poco provecho obtendrán del sistema (y viceversa). Sé que la alternativa para muchos de ellos es pasarse las horas en casa aburridos (de ahí también la insistencia de las familias en que continúen en el centro), pero pienso que el resto de compañeros también tiene derecho a educarse en un ambiente favorable de convivencia y estudio, que hemos llegado a un concepto de escolarización que se aleja de la educación y se asemeja a la estabulación, que la Escuela merece una dignidad que no estamos proporcionando si aceptamos que la solución al fracaso escolar es dejar que un joven vegete en una silla hasta que cumpla los 18 años. Sé que es clamar en el desierto, que el año que viene habrá grupos de 3º de ESO en los que, de nuevo, el fracaso escolar se acercará al 80% y en los que será difícil crear un clima de trabajo, incluso para quienes abordamos enfoques por proyectos. Sé que algunos de esos alumnos a los que se supone que hacemos un favor irán abandonando las aulas en un goteo desesperante, sin que hayamos podido ofrecerles otra cosa que suspensos y partes disciplinarios.
También sé, por desgracia, que la mayoría de políticos de este país nunca conocerá de cerca esta situación, ni como gestores ni como padres o madres. Quizá por ello seguirán redactando leyes absurdas, diseñadas para colegios cuyo contexto tiene poco que ver con el nuestro, colegios en los que jamás se vería una pirámide como la que encabeza esta nota. Por cierto, uno de los programas que permitían paliar este horror era el PQPI, que ha desaparecido con la LOMCE.
Acabo de llegar de una sesión de evaluación, así que disculpad el tono pesimista.